Bob Avakian | 2 de febrero de 2022
La cuestión esencial que está en juego con la escalada de ataques contra el derecho al aborto es el estatus fundamental de la mitad de la humanidad que es femenina — si serán esclavizadas o emancipadas. Por supuesto, en el caso del número extremadamente pequeño de mujeres que han hecho la transición (o están en transición) a hombres pero que conservan los órganos reproductivos femeninos y podrían quedar embarazadas, deberían tener el derecho al aborto, y a la atención médica digna en general, sin ningún estigma ni discriminación — y, en general, hay que oponerse activa y vigorosamente a los ataques contra las personas trans. Pero, en cuanto al propósito y objetivo esencial del ataque al derecho al aborto, este ataque no va dirigido en contra de las personas trans. La esencia de lo que se trata no es la “inclusión” (o la ausencia de “inclusión”), ni tampoco se trata de la “autonomía corporal” en algún sentido general y abstracto (un concepto que, por cierto, incluiría lógicamente a las personas con una posición muy mala, como esos lunáticos anticientíficos y los individualistas egoístas que se niegan a vacunarse contra la Covid). El ataque al derecho al aborto es una acción para intensificar aún más la ya horrenda opresión de las mujeres, al negarles el control sobre su vida y sobre su propio cuerpo, al reducirlas a incubadoras de niños, cruelmente subordinadas a los hombres y a una sociedad supremacista masculina patriarcal. La maternidad obligatoria constituye, en efecto, la esclavización femenina. Cualquier cosa que diluya o distraiga de esta verdad esencial ayuda objetivamente a este ataque fundamental contra la mitad de la humanidad que es femenina — socava la lucha por su emancipación, y por la emancipación de la humanidad en su conjunto de cualquier forma de opresión y explotación.