¡El problema es el sistema, la revolución es la solución!

Grupo Comunista Revolucionario, Colombia | 18 de junio de 2022 | comrev.co

Las actuales elecciones presidenciales, tras una de las campañas más grotescas de las últimas décadas, han dividido a casi la totalidad de las fuerzas políticas y de las masas en bandos alrededor de los candidatos en contienda.

Luego de dos décadas de hegemonía política del uribismo, el que el candidato “que dijo Uribe” haya fracasado sin más, y en su lugar la disputa electoral esté entre dos candidatos que no pertenecen a los “clanes políticos” tradicionales, ha incentivado la idea de un “cambio”.

Es positivo que haya un deseo masivo de cambio y que en muchos haya un sentir de querer sacudirse de las viejas clases dominantes, pero no es nada positivo que esos deseos terminen derrochados en lo que ambas opciones representan: cambiar “todo” para que nada cambie.

Ambos candidatos han sido presentados como “anti-sistema”, pero no hay tal, no simplemente porque uno y otro estén respaldados por sectores tradicionales de las clases dominantes —incluyendo el respaldo del uribismo a Rodolfo Hernández— sino especialmente porque, aunque tengan diferencias en el cómo, AMBOS están por ponerse al servicio y mantener en pie este sistema, es decir, el actual modo de producción, las relaciones económicas y las dinámicas básicas del tipo de estructura social y política que causa la horrenda situación actual.

El capitalismo-imperialismo es un sistema internacional de explotación en el que países imperialistas (como Estados Unidos, Rusia, China y otro puñado) basan su economía en la explotación de literalmente miles de millones de personas en países del denominado “tercer mundo” (de Asia, África y América Latina). Estos capitalistas-imperialistas necesitan expandir su capital o, de lo contrario, pueden ser devorados por sus rivales y necesitan regímenes serviles a sus intereses imperialistas en los países del “tercer mundo”. Este sistema es la fuente de la explotación y opresión y el consecuente sufrimiento de la gran mayoría de la humanidad.

Mientras siga en pie este sistema,

• no es posible acabar la degradación, deshumanización y subyugación patriarcal de las mujeres, ni toda la opresión basada en la orientación sexual o de género, incluyendo formas de denigración y desprecio hacia las mujeres como constantemente lo hace Rodolfo Hernández y que están de hecho tan insertas en la cultura dominante odia-mujeres;

• no es posible detener la degradación y la destrucción del medio ambiente, es un sistema no puede dejar de poner la ganancia al mando así eso implique poner en riesgo la existencia de nuestra especie y de las condiciones del planeta tal y como lo conocemos y por eso solo deja como opciones o arreciar la destrucción ambiental de manera abierta, o hacer ajustes insignificantes que le den un tinte “verde” como hablar de dejar de depender de los combustibles fósiles, pero promover propuestas económicas de alto impacto ambiental;

• no podrán ser solucionados de manera definitiva y de raíz el empobrecimiento, el desempleo ni el hambre creciente que estos causan y que han provocado justos estallidos sociales, ni la dolorosa degradación moral e intelectual a la que este sistema condena a muchas personas especialmente los jóvenes del pueblo;

• no cesarán la guerra contra el pueblo, las masacres, el desplazamiento forzado y la criminalización de los jóvenes, incluyendo la sangrienta represión a quienes se han levantado anhelando cambios;

• no parará la discriminación y la opresión de los pueblos indígenas y negros y el racismo y la xenofobia que se utilizan para justificar otros problemas como el desempleo y la pobreza;

• continuará el sofocamiento y la persecución al disentimiento y el pensamiento crítico y científico, y la promoción de todo tipo de superstición;

• seremos testigos vez tras vez de más guerras por imperio y de la profundización de la dominación imperialista y la dependencia alimentaria de los países bajo el yugo del imperialismo, como Colombia.

Poner un ALTO a esas ignominias es el tipo de cambio que más urgentemente se necesita, pero no es alcanzable sin derrocar este sistema, y construir en su lugar un sistema totalmente diferente, que se base en un modo de producción totalmente diferente, en el que la fuerza motriz no sea la compulsión a generar ganancias sino el poner al mando las capacidades humanas y productivas al servicio de los intereses de la humanidad y el planeta.

Si bien la columna vertebral que mantiene a este sistema en pie es la represión, la imposición de ideas y formas de pensar es otro medio igualmente importante para mantener a la gente encadenada a este sistema. Sí, lograr las transformaciones mencionadas es un gran reto y encierra gran dificultad, y aunque la posibilidad real de estas es nublada por el desaliento y pesimismo promovidos por quienes quieren mantener las cosas como están, las razones para el optimismo vienen dadas no solo por la necesidad de las transformaciones sino por los ejemplos palpables de los distintos estallidos de protesta que se vivieron entre 2019 y 2021 el 21N, 9S y 28A, en que cientos pasan a ser miles y luego a cientos de miles en muy poco tiempo.

En el proceso de luchar contra este sistema, y como subproducto de tal lucha, es posible lograr conquistas y arrancarle victorias a este sistema, pero sin confiar en que en lo fundamental va a haber un cambio reformando al sistema o “votando” por alguno de sus representantes, lo que no solo mantiene las cosas tal cual están, sino que da legitimidad a todo el sistema.

Como correctamente señala Bob Avakian: “No hay nada menos realista que la idea de transformar este sistema mediante reformas en algo que se acercare a cuadrar con los intereses de la gran mayoría de la gente y a fin de cuentas de la humanidad en general”

La crisis es cada vez más profunda en la sociedad y el mundo en general, incluidas las guerras constantes y la destrucción continua del medio ambiente, la profundización de la pobreza y la miseria y la guerra contra el pueblo: no es posible resolver todo esto en última instancia, de una manera positiva, dentro de los límites del sistema. Sea cual fuere el escenario tras el resultado electoral, todo esto simplemente se agravará. Es altamente probable que la situación continúe siendo muy convulsa y que haya lugar a nuevos estallidos sociales, como los de los años recientes. Para los defensores de este sistema, tales levantamientos son una pesadilla y se apresurarán a reprimir o a “llamar a la calma” y a mantenerse dentro de los canales aceptables para este sistema.

Para quienes luchamos por un mundo radicalmente diferente, la rebelión contra lo reaccionario es justa y contenedora de un hermoso potencial, uno que hay que trabajar conscientemente por dirigir no a respaldar a uno u otro líder reaccionario, sino a forjar aceleradamente las fuerzas para una revolución.

“Sólo es posible resolver la crisis y las profundas divisiones en la sociedad con medios radicales, de un tipo u otro —ya sea medios radicalmente reaccionarios, mortíferamente opresivos y destructivos o medios revolucionarios radicalmente emancipadores. Y es muy posible que esta resolución pueda darse, de una forma u otra, en los próximos pocos años. Esta situación poco común, con la profundización y la agudización de los conflictos entre los poderes gobernantes y en la sociedad en general, proporciona una base más sólida y mayores oportunidades para romper el control de este sistema sobre las masas de personas. En una situación así, es posible que las cosas que llevan décadas básicamente sin cambiar, cambien radicalmente en un lapso de tiempo muy corto. Es importante no desperdiciar este momento poco común — es necesario aprovecharlo a fin de tener una verdadera oportunidad de hacer nacer una resolución revolucionaria verdaderamente emancipadora, y no estar sometidos a una resolución terrible, reaccionaria, asesinamente opresiva y destructiva.”

Hay quienes aconsejan a la gente a poner sus energías y esfuerzos en las elecciones; y hay quienes combinan todo eso con ataques sin principios a los individuos. Lo que se requiere es librar una lucha de principios sobre problemas reales que hay que trabajar para resolver. En lugar de soltar bajezas y comentarios criticones los unos a los otros, y estar divididas por “identidades”, es necesario que las personas trabajen para unificar a todos, de todas las partes de la sociedad, a los que es posible unificar en la lucha en contra de la opresión y la injusticia, con el objetivo de poner fin a este sistema que es la fuente de esta opresión e injusticia.

Así que es de vital importancia al salir a las calles luchar contra el sistema, canalizando la justa furia contra este y no a la topa tolondra. Al mismo tiempo, e incluso para poder hacerlo de manera efectiva, tiene que haber una lucha aguda contra algunas de las ideas erróneas y dañinas que han puesto una camisa de fuerza mental a algunas personas que deberían participar activamente en esto, de manera organizada alrededor de los que trabajan en serio por una verdadera revolución. Los que se necesita es una verdadera revolución, ¡y nada menos!