Sobre el atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay

El pasado 7 de junio el senador y precandidato presidencial del uribismo, Miguel Uribe Turbay, fue víctima de un atentado en el que recibió dos disparos en la cabeza durante un evento político en el barrio Modelia al occidente de Bogotá.

Aunque hay un menor de edad de 15 años capturado por su vinculación con los hechos, lo cierto es que aún se desconoce quienes son los autores intelectuales y cuáles son las motivaciones de este ataque. Independientemente de las circunstancias particulares de este atentado, y lo que haya detrás de él, sí es claro que:

  1. Este ataque, por mucho que esté dirigido contra un derechista representante notorio del viejo sistema (que incluso minutos previos al ataque defendía el legítimo uso de las armas por parte de los “colombianos de bien”), no tiene nada que ver con un cambio positivo, y mucho menos con una transformación emancipadora de la sociedad, que solo puede lograrse mediante una revolución en la que participen millones de personas y cuyo objetivo sea acabar con todo este sistema y sustituir sus relaciones e instituciones de explotación y opresión, así como su cultura putrefacta, por otras que sean liberadoras y edificantes.
  2. La afirmación, desde distintos sectores políticos de que este atentado ha marcado “una vuelta a la violencia política de hace 35 años” desconoce o ignora deliberadamente que la violencia política, proveniente especialmente desde el Estado reaccionario, no ha cesado en todo este tiempo, habiendo golpeado a miles de personas. Tal afirmación desconoce el carácter político de las ejecuciones extrajudiciales de jóvenes del pueblo, cuyos asesinos en las filas del ejército consideraban “indeseables” y “desechables”, desconoce la sistemática violencia política que se ha ejercido con brutalidad contra quienes protestan y justamente se levantan contra el régimen, como sucedió en particular en el Paro Nacional de 2021, oculta e ignora deliberadamente el asesinato y la desaparición forzada ejecutados desde el Estado de líderes sociales, disidentes políticos y luchadores populares.
  3. Pese a los llamados a la “unidad” provenientes de distintos sectores políticos, este ataque intensifica la ya aguda polarización política en el país entre una “derecha” fascistoide y una “izquierda” convencional a lo sumo liberal-socialdemócrata, que hace parte del establecimiento, que siempre han tenido la “visión” (o la “buena intención”) de tomarse la maquinaria del actual estado y “hacer que sirva al pueblo”. La “unidad” en este contexto, o se trata de una mera “ilusión” para fortalecer un sector u otro, o apunta a pasar a una fase de colusión entre sectores reaccionarios, de la que ya se tienen antecedentes como la “defensa reiterada y enfática” de Álvaro Uribe a Petro (en muy buen grado correspondida) a inicios del gobierno de Petro, en parte por las preocupaciones de Uribe por sus “líos judiciales” (por sus crímenes reales), y en parte como táctica del uribismo para tantear el terreno político ante la derrota electoral recibida en 2022.
  4. Después de este ataque, sectores de la derecha (uribista y no uribista) han utilizado el ambiente alebrestado entre sus huestes para culpabilizar sin evidencia al gobierno por el atentado. Incluso el secretario de Estado del régimen fascista de Estados Unidos cínicamente calificó el ataque como una “amenaza directa a la democracia” y como el resultado de “la violenta retórica izquierdista proveniente de los niveles más altos del gobierno colombiano”.
  5. La polarización política entre estos dos sectores políticos no representa nada positivo y los intereses del pueblo no están al lado de ninguno de estos dos sectores. Esta polarización se mueve además en el contexto de una creciente derechización de todo el espectro político (incluyendo de la “izquierda”) que remacha la idea de que cualquier cambio revolucionario o emancipador de la sociedad es “imposible” e “indeseable” y que lo único viable es escoger entre unas míseras reformas en el marco del sistema capitalista o un régimen fascista o abiertamente reaccionario. Pero nada más lejos de la realidad. Las únicas opciones para los explotados y oprimidos no son ponerse bajo el ala de uno de esos dos males (así alguno parezca menor, especialmente en el corto plazo). Es posible y se requiere una repolarización que capacite y active a las fuerzas necesarias para, una revolución — una revolución real para derrocar este sistema, y crear un sistema radicalmente diferente y mucho mejor. Tal revolución significa una fuerza de millones, procedente de muchos sectores diferentes de la sociedad y organizada para una lucha sin cuartel para derrocar este sistema y sustituirlo por un sistema económico y político radicalmente diferente y mucho mejor, un sistema socialista, basado en satisfacer las necesidades del pueblo y llevar adelante la lucha por un mundo comunista en el que finalmente se ponga fin, en todas partes, a la explotación, la opresión y la destrucción del medio ambiente que están integradas en este sistema de capitalismo-imperialismo.