Hace apenas unos días, la Corte Suprema de Estados Unidos anuló el fallo de 1973 conocido como Roe vs Wade con el que se protegió como derecho el aborto a nivel nacional, y el fallo de 1992 Planned Parenthood vs Casey que lo reforzó, lo que deja el camino libre para la penalización del aborto por cada uno de los Estados, y que en muy corto tiempo significa la penalización en al menos 26 Estados.
El derecho al aborto a nivel nacional no fue un derecho concedido por una corte “de avanzada” para ese entonces, fue principalmente producto de las luchas libradas por el movimiento social y político que tuvo lugar en las décadas de 1960 y 1970 en Estados Unidos y en varias partes del mundo en las que tuvo un papel importante, aunque con limitaciones, la lucha contra la opresión de las mujeres y por sus derechos sexuales y reproductivos, incluyendo el aborto.
Y esta decisión que revoca el derecho al aborto en todo Estados Unidos tampoco se debe meramente a la existencia de una corte “conservadora” (como lo es en efecto). Desde la década de 1980, especialmente a partir del gobierno de Ronald Reagan, fuerzas que no se pueden catalogar como menos que fascistas cristianos han tenido un acelerado crecimiento e influencia en la sociedad. Tales fuerzas buscan profundizar el sometimiento de las mujeres a los roles sociales acordes a los “valores tradicionales” y a la moral cristiana y, en esa dirección, hacer añicos un derecho fundamental como el derecho a decidir abortar.
El ataque a ese derecho ha sido un aspecto clave de su programa, y durante décadas han sido sistemáticos los ataques a las clínicas proveedoras de abortos, las amenazas y agresiones e incluso el asesinato de los médicos que practican abortos, además de una ofensiva a nivel cultural e ideológico para reforzar las ideas patriarcales y odia-mujeres.
Desde sectores de las clases dominantes, incluso desde altas esferas del Estado, se ha respaldado y financiado a tales fuerzas. El régimen fascista de Trump y Pence abiertamente promovió el fascismo cristiano y consiguió nombrar tres nuevos magistrados de la Corte afines o directos representantes de estas fuerzas fascistas cristianas, con el objetivo explícito de revertir Roe vs Wade pero también con la clara intención de impulsar de otras formas una ofensiva fascista.
Esto quedó claro con la manifestación de Clarence Thomas, uno de los magistrados de la Corte Suprema que votó por la caída de Roe, de que la Corte Suprema también debería dejar de considerar como derechos constitucionales la anticoncepción, las relaciones homosexuales y el matrimonio de parejas del mismo sexo.
El movimiento Riseup for Abortion Rights (RU4AR), del que forman parte activa los comunistas revolucionarios en Estados Unidos, ha sido casi la única organización que ha emprendido una lucha desde antes de la decisión por impedir la revocatoria de Roe vs Wade y que valientemente se ha puesto al frente de la lucha contra tal decisión, reconociendo no solo las dificultades que ella implica sino también el potencial de un cambio positivo.
A excepción de RU4AR, lamentablemente la posición de la mayoría de las fuerzas por los derechos reproductivos en Estados Unidos ha sido derrotista y claudicante, tomando como “inevitable” la derogatoria, llamando a concentrarse en recaudar fondos pro-aborto, y en simplemente prepararse para la situación “Post-Roe”, que más bien parece una situación postrada ante el avance del destripamiento de derechos. A unos pocos días de la decisión, en lugar de estar en las calles dando la lucha, se han concentrado en atacar a RU4AR con acusaciones viles y sin fundamento y en desalentar a la gente que está luchando, y casi la mayoría se alinean con el Partido Demócrata donde llaman a “votar bien” la próxima vez.
Ya sea en Estados Unidos, El Salvador, Colombia, o en cualquier otro país del mundo, el aborto es un derecho fundamental para que las mujeres ejerzan efectivamente su humanidad.Obligar a las mujeres a ser madres en contra de su voluntad, además de ser cruel y despiadado, somete a las mujeres a una condición en la que no pueden decidir sobre su futuro y sobre su vida. Constituye nada menos que la esclavización de las mujeres.
El ataque al derecho al aborto, como justamente expresa Bob Avakian, es “una acción para intensificar aún más la ya horrenda opresión de las mujeres, al negarles el control sobre su vida y sobre su propio cuerpo, al reducirlas a incubadoras de niños, cruelmente subordinadas a los hombres y a una sociedad supremacista masculina patriarcal.”
Es por tal razón que el desmonte de Roe vs Wade en Estados Unidos debe indignar y enfurecer a cualquier persona que odie la opresión, subyugación y denigración de las mujeres. El impacto de esa decisión traspasa las fronteras estadounidenses y alentará a las fuerzas fundamentalistas reaccionarias por todas partes, como quedó claro poco después con el concepto emitido por el Ministerio de Justicia colombiano, respaldando la solicitud presentada previamente por algunas personas y organizaciones, incluyendo a la confesional Universidad de la Sabana que supuestamente basándose en un criterio médico-científico demandó la nulidad del fallo de la Corte Constitucional que despenalizó el aborto en Colombia hasta la semana 24 de gestación.
Independiente de la suerte de tal solicitud, las fuerzas anti-derechos y fundamentalistas religiosas en Colombia han dejado claro que redoblarán sus esfuerzos en contra del aborto, en un contexto en el que pese a su despenalización aún hay inmensos obstáculos para su ejercicio libre, desde las “jugaditas” de alegar la objeción de conciencia, individual o institucional, hasta la tremenda fuerza de la sanción social y la deslegitimación del aborto que han propagado tales fuerzas reaccionarias.
En Colombia, la reciente decisión de la Corte Constitucional de despenalizar el aborto hasta la semana 24 de gestación es un logro positivo, en el que si bien influyó la movilización en las calles por toda América Latina, especialmente en Argentina y México, y de menor escala, pero también importante, la de Colombia, se debe principalmente a lo que las promotoras de la acción de inconstitucionalidad denominaron “movilización legal”, una estrategia concentrada especialmente en acciones jurídicas que valiéndose del aparato judicial y de los argumentos de derecho buscan la conquista de tales derechos dentro del ordenamiento jurídico. Aunque ese sea un recurso válido y pueda en efecto obtener logros como el de esta despenalización parcial, confiar en que tales mecanismos constitucionales y legales, así como las acciones políticas limitadas a los canales institucionales como el congreso y el gobierno, son suficientes para garantizar que se mantenga el derecho al aborto, es una receta para el desastre.
En Estados Unidos, el triunfalismo y la confianza en esos canales y normas establecidas, que han caracterizado a gran parte del movimiento por los derechos reproductivos de ese país, abonó el terreno para la pasividad y complacencia ante el reversazo de ese derecho a través de esos mismos canales y normas establecidas.
Es vital aprender de la lucha que los comunistas revolucionarios en Estados Unidos, junto a otras fuerzas con diferentes perspectivas y posiciones, han librado durante varias décadas por defender el derecho al aborto, incluso cuando este era “legal” pero había una fuerte arremetida contra este que muchos se negaban a ver y a contrarrestar. Tal batalla es un componente clave de la lucha contra la opresión de las mujeres, y contra la subyugación y degradación en razón de la orientación sexual o de género, y es una parte crucial de romper TODAS las cadenas.
Expresamos nuestro apoyo a la desafiante batalla que se concentra en Rise Up for Abortion Rights, y a la participación clave de los comunistas revolucionarios en Estados Unidos, no solo en ese movimiento, sino en la lucha por alcanzar los objetivos más elevados de hacer una verdadera revolución, y nada menos, en las entrañas de la bestia.
En ese sentido es determinante enfatizar en lo que Bob Avakian expresa, que “todos los que están asqueados por las relaciones de propiedad capitalistas —y la explotación y la opresión que están integradas en estas relaciones, así como las pútridas ideas y cultura que las acompañan— deberían formar parte del movimiento para una revolución que barra este sistema del capitalismo-imperialismo, para deshacerse de todo el sufrimiento terrible e innecesario que impone no solo a las masas de personas en Estados Unidos, sino a las masas de la humanidad en su conjunto, incluida la mitad de la humanidad que es femenina.”
Grupo Comunista Revolucionario, Colombia
30 de junio de 2022
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