21 de septiembre de 2023
El pasado viernes 15 de septiembre falleció a los 91 años el escultor, pintor y dibujante colombiano Fernando Botero, fue uno de los artistas contemporáneos más reconocidos a nivel mundial. Con su característico estilo figurativo de figuras de gran volumen, su obra ha dado la vuelta al mundo, siendo exhibida en decenas de países.
Uno de los capítulos más destacados de su trabajo artístico fue la serie sobre las torturas que los imperialistas estadounidenses infligieron a los prisioneros de la cárcel Abu Ghraib, ante las que “no pudo quedarse callado”, como relató en la entrevista concedida al periódico Revolución en febrero de 2007, durante la exposición de esta serie en la Universidad de California en Berkeley.
Hace veinte años Estados Unidos invadió a Irak, derrocó al régimen de Sadam Husein y ocupó al país durante los siguientes ocho años y medio. El régimen de Bush usó como excusa para la guerra que pretendía eliminar las “armas de destrucción masiva” que supuestamente tenía el régimen de Husein en su poder, pero sin una sola prueba de esto, se hizo evidente que eso no fue más que una descarada mentira para justificar una guerra por imperio.
La invasión estadounidense a Irak fue un brutal crimen de guerra, más de 7.400 civiles murieron producto de la invasión y, a partir de una veintena de fotografías filtradas a la prensa en 2004, se demostró la tortura brutal y sistemática que Estados Unidos estaba llevando a cabo contra los prisioneros en cárceles como la de Abu Ghraib.
En las fotografías se ve como los soldados, policías militares y agentes de la CIA yanquis torturan y humillan a varios iraquíes desnudos y con la cabeza cubierta. En algunas los verdugos yanquis sonríen mientras posan junto a iraquíes bajo tortura, en otras se ve a un iraquí con la cabeza cubierta parado sobre una pequeña caja y con cables de electricidad en sus manos, en otras a presos desnudos amontonados o muertos por golpizas.
Fernando Botero confesó que durante toda su vida optó por dedicarse a pintar “temas amables” pero ante estas atrocidades sentía que “no podía quedarse callado”, que “le impusieron la obligación” de “dejar un testimonio contra el horror” y durante 14 meses trabajó en una serie de 78 pinturas que retratan con mucha potencia el sufrimiento y degradación vivido en Abu Ghraib a manos de los imperialistas estadounidenses.
Esta disposición a no guardar silencio y no ser cómplice de crímenes como este cometido por Estados Unidos es muy necesaria entre los artistas, pero lamentablemente también poco común, como señaló Botero en conversación con Daniel Coronell, quien lo cita este domingo en su columna “Botero en Berkeley”:
“El arte ha sido en cierta forma indiferente a los problemas de la sociedad. Esa indiferencia ha sido la regla. Por ejemplo, el impresionismo no registró las tragedias de la guerra franco-prusiana. En el renacimiento, tampoco. Fue más bien en la época de Napoleón, cuando los ejércitos llevaban pintores con ellos para retratar las batallas. Pero el arte no ha tenido un gran compromiso con el drama y el sufrimiento de los débiles. Hay, desde luego, excepciones notables. Por ejemplo, la pintura mexicana que fue un reto estético y un reconocimiento de las luchas sociales. También la pintura marxista italiana, rusa y china. Desde luego Picasso con el ‘Guernika’ y Goya con ‘Los fusilamientos’, pero ellos han sido más bien la excepción”.
En un momento en el que se cometen todo tipo de brutalidades contra millones de personas, en el que miles de migrantes encuentran a su paso represión y desprecio y en el que los matones imperialistas amenazan con causar más destrucción y horror con guerras por imperio como la que está en curso en Ucrania, el arte puede jugar un papel ya sea de complicidad o de denuncia y desafío a tales injusticias. Como menciona Ardea Skybreak en “Ideas sobre el papel social del arte”: “el arte siempre ha sido importante para la preservación de la continuidad social (por medio de la preservación y transmisión de valores y concepciones del orden establecido), pero ha sido de igual (o mayor importancia) para las rupturas sociales”. Urge que los artistas tomen posición contra los horrores que comete este sistema día a día y que se rebelen contra el silencio cómplice, y además urge que muchos artistas vayan más allá de esos horrores, que sean parte, con muchísima perspicacia y creatividad, de la lucha por reconocer que el mundo no tiene que ser así y que es posible construir mediante una verdadera revolución, una sociedad radicalmente diferente en la que sí vale la pena vivir.