Comprender científicamente, defender firmemente e ir más allá del maoísmo, a fin de alcanzar una nueva etapa del comunismo:

Reflexiones polémicas sobre “¿Qué es el maoísmo?”, un ensayo de Bernard D’Mello

Por K.J.A.

Con su artículo “¿Qué es el maoísmo?” en el Economic and Political Weekly [EPW][1]* Bernard D’Mello ha puesto importantes cuestiones para el debate. El objetivo de tal ensayo es identificar las contribuciones específicas y cualitativas de Mao, la “differentiae specifica” de Mao para usar la expresión de D’Mello, y de este modo delinear sus contornos como una teoría coherente, localizándola y situándola dentro de la corriente mayor del comunismo. D’Mello se esfuerza por partir del punto de vista de lo que liberará a los que están en el fondo de la sociedad. El artículo de EPW hace parte de una compilación titulada Qué es el maoísmo y otros ensayos, editada y con una introducción de D’Mello[2]. La introducción comienza: “Este libro es motivado por el deseo de reavivar una idea del socialismo que pone en primer plano la emancipación y la satisfacción de las necesidades humanas básicas de los más explotados, los más oprimidos, y los más dominados de esta tierra”.

La publicación de este ensayo en una de las principales revistas de intelectuales progresistas de la India es significativa en este momento, cuando el estado indio está empeñado en una campaña coordinada de terror contra el movimiento revolucionario y maoísta, dedicando fuerzas militares y paramilitares a destruir el movimiento, persiguiendo y asesinando extrajudicialmente a líderes, desatando una cruel represión contra todo el que se perciba que apoya a los maoístas, armando matones reaccionarios para aterrorizar zonas que apoyan el movimiento, incluyendo con violación y asesinato indiscriminados, y difundiendo desinformación y calumnias a través de los canales oficiales y de los principales medios de comunicación. Las potencias imperialistas han aplaudido esta campaña de terror, incluso haciendo caso omiso a las obligatorias protestas por las violaciones de derechos humanos.

Es en el contexto de estos ataques que un sector de la intelectualidad, incluyendo, además de D’Mello, a la famosa novelista y ensayista Arundathi Roy, se han opuesto valientemente a la represión estatal, y han rechazado firmemente la etiqueta de “terrorismo” aplicada al movimiento maoísta en ese país. Ellos ven la bandera del maoísmo en la India profundamente asociada con la oposición a la desenfrenada globalización capitalista, y con la justa y correcta rebelión de los sectores de masas más cruelmente oprimidos y pisoteados, tales como los aborígenes adivasi, invisibles —cuando no despreciados— para la sociedad oficial dominante.

El debate sobre el maoísmo también está teniendo lugar en el contexto de un mundo de horrores, de notorias y crecientes desigualdades —y de nacientes posibilidades, manifiestas en los recientes levantamientos de masas en el Norte de África y el Medio Oriente o en el fenómeno Ocupar Wall Street en Estados Unidos y movimientos similares en varios países más.

Es importante que en esta coyuntura de la historia mundial algunos estén de nuevo investigando el maoísmo y el comunismo revolucionario. ¿Qué se piensa de la historia de las revoluciones comunistas del siglo 20? ¿El marxismo puede considerarse una ciencia válida? ¿El comunismo representa el camino por el que la humanidad puede lograr la emancipación? Éste es el contexto en el que el maoísmo ha llamado la atención —no simplemente como un ejercicio académico sino con el espíritu de la Tesis 11 sobre Feuerbach de Marx, “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”, invocada por el mismo D’Mello[3].

Esta renovada discusión del maoísmo es sin duda muy positiva. Pero precisamente debido a la importancia de lo que está en juego para el futuro del movimiento revolucionario y el movimiento comunista internacional es crucial examinar cabalmente los contenidos de estos argumentos. Sin trazar líneas de demarcación —entre el comunismo como una ciencia viva, crítica y revolucionaria que sirve a la emancipación de la humanidad, por una parte, y los programas que no pueden llevar a la emancipación, por la otra— no será posible lograr la comprensión y claridad requeridas para cambiar radicalmente el mundo. Las que hoy pueden parecer cuestiones abstractas de teoría vislumbran cuestiones cruciales que serán planteadas en la lucha política práctica por venir.

La definición de D’Mello del maoísmo

La conclusión central de D’Mello, y su error central sobre el que más abajo tendremos más que decir, es que Mao era un “demócrata radical”. Su conclusión es también consistente con las “características especiales” que D’Mello identifica como maoísmo. Estas son, en palabras de D’Mello:

  • “los campesinos pobres dentro de una sociedad capitalista/semifeudal atrasada, y no los proletarios urbanos, constituyen la base de masas del movimiento;
  • la teoría de la revolución por etapas así como la revolución ininterrumpida, implicando un vínculo estrecho entre etapas sucesivas;
  • la etapa de RND [Revolución de Nueva Democracia], que hace al capitalismo mucho más compatible con la democracia, ayudando por tanto a la transición al socialismo;
  • el camino y estrategia de GPP [guerra popular prolongada], que se basa en los campesinos, construye bases de apoyo rurales, aplica ‘tierra para el que la trabaja’ y otras políticas sociales en estas áreas (gobernadas democráticamente en pequeños estados autosuficientes) construyendo así una base política de masas en el campo para finalmente rodear y tomar las ciudades;
  • la concepción de “bases de apoyo” y la forma de establecerlas;
  • la ‘toma’ (ganando el apoyo de masas) de las ciudades mostrando una forma de nacionalismo que es auténticamente antiimperialista, reorientando así el existente auge nacionalista de masas (como durante la guerra de resistencia antijaponesa en 1937-45 en China) hacia la culminación de la RND;
  • el centralismo democrático más la “línea de masas”, garantizando que la ‘democracia’ no esté subordinada al ‘centralismo’ y garantizando que el pueblo se involucre en definir las políticas y en su implementación;
  • la idea central de que las contradicciones —la lucha entre contrarios unidos funcionalmente— en cada etapa impulsan el proceso de desarrollo en dirección al socialismo, el que se realizaría en una serie de etapas, donde la etapa actual, en el momento adecuado, está impregnada de las semillas híbridas de la siguiente, disolviendo así las contradicciones prominentes de la primera y marcando el comienzo de la segunda;
  • las interrelaciones abiertas en y entre las fuerzas de producción, las relaciones de producción, y la superestructura, y;
  • la idea de que quienes detentan el poder en la político, la administración, y la burocracia, se atrincheran como una élite gobernante y, durante un periodo de tiempo, asumen la posición de una nueva clase explotadora, y que constantemente hay que movilizar a las masas para luchar contra esta tendencia”[4].

La lista de D’Mello padece de su incapacidad fundamental para entender, situar y evaluar a Mao como un comunista revolucionario. D’Mello envuelve lo que él entiende son las contribuciones de Mao en un paquete mediante el cual Mao es reducido a un demócrata que se basa en los campesinos, una especie de populista, que actúa en función de los intereses de las masas y está siempre dispuesto a escucharlas (ésta es la interpretación de D’Mello de la “línea de masas” como la presenta en su artículo, a lo cual volveremos más adelante). Hay una identificación entre el necesario proceso revolucionario que Mao lideró (la revolución de nueva democracia) y las características de construir bases de apoyo rurales, basarse en el campesinado, etc., y la ideología que Mao representó y que buscó imprimir como la línea y orientación que guían todo el proceso revolucionario. Incluso cuando puede parecer que D’Mello se acerca a la contribución más esencial de Mao, por ejemplo su preocupación sobre una nueva “élite gobernante” y la necesidad de movilizar al pueblo contra ésta, la envoltura “democrática radical” aleja a D’Mello de una comprensión correcta y científica de las clases y la lucha de clases como existen bajo el socialismo. Por ejemplo, D’Mello toma como blanco la “élite gobernante” atrincherada en vez de lo que Mao denominó “seguidores del camino capitalista” y “la burguesía dentro del partido”. De hecho, este tipo de caracterización, por fuera de las clases, de “élite gobernante”, puede encajar fácilmente con las comunes críticas anticomunistas a una vanguardia comunista o incluso con ver al mismo Mao como supuestamente parte de tal “élite gobernante”. La pregunta real es esta: ¿qué línea y de cuáles representantes políticos domina, qué políticas y transformaciones tendrán lugar, y por tanto, en lo fundamental, qué clase tendrá el poder?

Podemos ver un marcado contraste entre la manera en que D’Mello remoldea a Mao como un demócrata radical (imponiendo realmente su propia concepción del mundo a Mao) y un estudio científico de las contradicciones materiales, políticas e ideológicas de la sociedad socialista. La persistencia de desigualdades y divisiones características de la sociedad de clases, incluyendo la hasta ahora existente sociedad socialista como una sociedad de transición, requiere todavía que algunas personas tengan una “influencia desproporcionada” con respecto al conjunto de las masas. Bajo el socialismo aún existirá la contradicción entre “dirigentes y dirigidos” que contiene la posibilidad de que se transforme en una contradicción entre explotadores y explotados. Estas son algunas de las cuestiones que Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, EEUU, ha estado examinando reiteradamente y desde diversos ángulos durante cuatro décadas[5]. La nueva síntesis del comunismo de Avakian esboza un camino de cómo pueden superarse estas contradicciones en sucesivas oleadas y en medio de una proceso complejo por medio del cual avanzará la revolución proletaria. Las nociones incorrectas y simplistas de D’Mello de “democracia radical” no pueden realmente abordar las contradicciones reales que hacen necesarios un Estado, una vanguardia y unos líderes durante todo un período histórico, y cómo, a través de la revolución cabal, pueden superarse estas contradicciones.

Un verdadero análisis del maoísmo necesariamente debe tener como centro la teoría de Mao de “continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado” y la práctica dirigida por esta teoría (especialmente la Gran Revolución Cultural Proletaria). Tal análisis constituyó parte crucial de forjar la nueva síntesis. La nueva síntesis de Avakian abarca y refunde las tesis de Mao sobre “continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado” y proporciona una orientación básica de cómo una vanguardia comunista puede “hacerlo aún mejor” en liderar a las masas a transformar la sociedad en dirección del futuro comunista. El re-empaquetamiento que hace D’Mello del maoísmo como “democracia radical” privaría al proletariado de las cruciales lecciones que Mao pudo sacar. No lleva hacia delante sino que es un gran retroceso hacia el pasado.

D’Mello finaliza su ensayo con un llamado:

“…dado el hilo de democracia radical que va de Marx hasta Mao, lo mejor que el maoísmo podría hacer es comprometerse con la promesa de una democracia radical; después de todo, si bien es cierto que no puede haber libertad en ningún sentido importante sin igualdad, porque los ricos sin duda serán más ‘libres’ (tienen más opciones) que los pobres, por tanto no puede haber igualdad sin libertad, porque entonces algunos pueden tener más poder político que otros.

“Hasta ahora, todas las revoluciones inspiradas por Marx sólo han gozado del apoyo o participación de una significativa minoría. ¿Puede el compromiso con una democracia radical¸ generar corriente para obtener el apoyo de la mayoría? ¿Deben entonces escogerse cuidadosamente los medios de modo que nunca lleguen a apabullar la aspiración socialista?”[6].

D’Mello interpreta el maoísmo como tratar de “enriquecer el proceso democrático en el partido leninista de vanguardia, las organizaciones de masas, y la sociedad”. Repetidamente afirma que el maoísmo “tiene sus raíces en Marx que era, sobre todo, un demócrata radical” y advierte que “lo que no es democrático no puede ser socialista”.

Los llamados a la democracia, a la democracia radical, a una inmediata “igualdad del poder político”, convergen y resuenan profundamente con la moda dominante. Donde sea que uno mire, incluso en los movimientos sociales radicales, la libertad y la emancipación se conciben dentro del marco, los horizontes y el lenguaje de la igualdad y la democracia —vistos en buena medida como el establecimiento y extensión global de un igualitarismo radical.

En un mundo de aplastantes desigualdades, esto es entendible; pero con el fin de entender por qué la “democracia” está siendo desempolvada y reempacada como comunismo y entender el peligro de esta orientación, es necesario ir más atrás y situar la interpretación que hace D’Mello del maoísmo y su proyecto político, como está concentrado en el llamado de arriba, en el momento histórico actual y la actual coyuntura del comunismo.

El fin de una etapa, el comienzo de una nueva etapa

No ha habido ningún país socialista en el mundo desde la derrota del socialismo en China en 1976 luego de la muerte de Mao y la restauración del capitalismo liderada por Deng Xiaoping. Esa derrota marcó el fin de la primera ola de revoluciones comunistas y sociedades socialistas —que comenzó con la breve Comuna de París en 1871; seguida de la Revolución Bolchevique de 1917 liderada por Lenin, y el establecimiento de la Unión Soviética como una sociedad socialista (desde 1917 hasta mediados de los cincuenta, cuando Jruschov restauró el capitalismo); y la victoria de la revolución china de 1949 y la construcción de la sociedad socialista lideradas por Mao hasta su muerte en 1976. Esta experiencia histórica de los primeros intentos de revolución proletaria para emancipar a la humanidad, junto con los avances y desarrollos cualitativos en la teoría comunista desde Marx y Engels pasando por Lenin y Mao, no sólo mejoraron inmensamente las condiciones para cientos de millones de personas, sino que establecieron y trazaron nuevos y radicales caminos hacia un mundo radicalmente diferente y mejor[7].

La Gran Revolución Cultural Proletaria en China fue la cumbre de esta experiencia revolucionaria de la primera etapa de las revoluciones comunistas y sociedades socialistas. La GRCP se sustentaba en el análisis teórico de Mao de las contradicciones que continuamente caracterizan la transición socialista y que constantemente plantean la cuestión de avanzar por el camino socialista o retroceder al camino capitalista. Turbulenta por naturaleza, la Revolución Cultural tenía la tarea de derrotar a los seguidores del camino capitalista en China, pero, como Mao resaltó[8], tenía una meta aún más grande: transformar la concepción del mundo de la gente, extenderse a todos los aspectos de la sociedad y tocar el alma misma de la gente, como una parte central de llevar adelante la mayor revolucionarización de todos los aspectos de la sociedad. Fue durante esta gran revolución que surgió el marxismo-leninismo-maoísmo y fue reconocido por el Partido Comunista de China como “una nueva y superior etapa” del comunismo revolucionario (aunque en ese tiempo los comunistas en China y de todo el mundo utilizaban el término Pensamiento Mao Tsetung). Luego de una década de heroica lucha y transformaciones radicales, la GRCP se terminó con la muerte de Mao en 1976 y el posterior golpe de Estado contrarrevolucionario que puso a los seguidores del camino capitalista de regreso al poder y abrió las compuertas para la rápida restauración del capitalismo por parte de nuevos gobernantes liderados por Deng Xiaoping.

Desde la restauración del capitalismo en China luego de 1976, y aún más intensamente tras el colapso de la revisionista y socialimperialista Unión Soviética y su bloque a finales de los ochenta, hemos presenciado también tres décadas de implacable contrarrevolución, calumnias y distorsión en las que “todo vale” contra estas experiencias socialistas como parte de una ofensiva ideológica más amplia por parte de los guardianes del orden imperialista mundial. Esta ofensiva ideológica ha apuntado contra el mayor desarrollo de Mao de todo el conjunto del comunismo revolucionario hasta la etapa del marxismo-leninismo-maoísmo. Todo esto también ha dado por resultado que se bajen las miras en las fuerzas revolucionarias, radicales y progresistas, que se crea que un mundo radicalmente diferente es imposible y tal vez ni siquiera deseable. La aceptación de las bases materiales e ideológicas del mundo tal como está es dado por hecho de manera implícita y (al menos algunas veces) inconsciente, incluso entre aquellos que están verdaderamente horrorizados con estas injusticias en el mundo. En un sentido, sea que sepamos de ella o no, todos sufrimos por la pérdida de China, la derrota de esa experiencia y la falta de un ejemplo vivo de un Estado y una sociedad socialistas auténticos luchando por avanzar en dirección al comunismo.

El fin de esta etapa ha hecho aflorar grandes preguntas: ¿Cómo se evalúa esta etapa y se sintetiza esta rica experiencia de la revolución proletaria, sus logros y sus limitaciones? A estas preguntas objetivamente hará frente todo individuo o fuerza que esté analizando cómo cambiar radicalmente la sociedad. ¿Es la sociedad comunista una meta alcanzable y deseable? Y si es así, ¿cómo avanzar y entrar en una nueva etapa de la revolución comunista? Se requiere ver el artículo de D’Mello desde esta perspectiva.

El comunismo: El comienzo de una nueva etapa — Un Manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, EU presenta el siguiente marco de una evaluación y síntesis de la experiencia histórica del las revoluciones del siglo 20:

“La primera etapa de revolución comunista avanzó muchísimo y logró cosas increíblemente inspiradoras, en la lucha por eliminar los obstáculos muy reales a los cuales hizo frente y por avanzar hacia un mundo en que se eliminen por fin todas las relaciones de explotación y opresión y la gente tenga una dimensión totalmente nueva de libertad y emprenda la organización y transformación continua de la sociedad en todo el mundo con una iniciativa voluntaria y consciente sin precedentes en la historia. Pero, como es lógico, había deficiencias importantes y errores reales, a veces muy serios, en las medidas prácticas que tomaron aquellos que dirigieron las revoluciones y las nuevas sociedades que gestaron, así como en sus concepciones y métodos. Estas deficiencias y errores no fueron la causa de la derrota de las tentativas iniciales de revolución comunista, pero sí contribuyeron a esa derrota, si bien de manera secundaria; y más allá de eso, hay que aprender de manera profunda y cabal de la experiencia general de la primera etapa —tanto sus logros verdaderamente inspiradores como sus errores y deficiencias muy reales, a veces muy serios, si bien en general secundarios— a fin de llevar adelante la revolución comunista en la nueva situación a la que hay que hacer frente y a fin de hacerla mucho mejor esta vez”[9].

Bob Avakian ha hecho precisamente esto, y ha desarrollado una extensa obra que revisa concienzudamente y estudia científicamente estas preguntas, haciendo el arduo trabajo de identificar fortalezas y limitaciones en el método y enfoque empleados previamente por el movimiento comunista, volviendo una y otra vez a escudriñar más estas experiencias y a examinarlas de formas diferentes, para hacerlo mejor la próxima vez, dando todo esto por resultado una nueva y radical visión de la transición socialista. Esta nueva concepción de la dictadura del proletariado, la transición socialista al comunismo, constituye una parte central de una nueva síntesis del comunismo, el marco teórico para la nueva etapa de revoluciones comunistas.

En oposición a la nueva síntesis de Avakian ha habido dos respuestas, que constituyen “imágenes en el espejo” una de otra, de algunos de los que han sido parte del movimiento comunista internacional.

La primera respuesta es una concepción del comunismo que se aferra en gran medida de manera acrítica, de forma cuasi religiosa y dogmática, a la experiencia socialista y la teoría comunista previas, o al menos a partes de éstas, rechazando un enfoque científico para sintetizar el pasado y avanzar más la teoría comunista.

La segunda respuesta rechaza abiertamente el marxismo, o lo hace irreconocible, y se devuelve al siglo 18 y proclama ideales democráticos e igualitaristas y modelos sociales de la época de la burguesía en ascenso, a los filósofos y teóricos políticos como Juan Jacobo Rousseau y Thomas Jefferson. En algunos casos, descartan hasta el término comunismo; en otros casos, añaden el rótulo de “comunismo” a un proyecto político que se sitúa firmemente dentro los límites de los principios democrático-burgueses.

Tales fuerzas rechazan los análisis realmente científicos de las contradicciones de la transición socialista, y aplicando criterios democrático-burgueses, se distancian de los avances sin precedentes en la emancipación humana representados por las revoluciones bolchevique y china. En general, la segunda concepción se traga entero el veredicto burgués de que las sociedades socialistas en la Unión Soviética y China en el siglo 20 fueron esencialmente burocráticas, autoritarias y fatalmente deficientes —y rechaza lo que algunos de sus adherentes denominan el marco del “partido-estado”, es decir, la necesidad de tomar el poder y establecer la dictadura del proletariado como la transición al comunismo, y la necesidad del liderato de un partido de vanguardia a lo largo de todo este proceso.

Entre los académicos y observadores intelectuales del movimiento comunista como D’Mello, es mucho más común que predomine la segunda síntesis errónea, es decir el rechazo “democrático burgués” o la reinterpretación del marxismo. Pero como explica el Manifiesto del PCR, cada una de estas respuestas constituye una especie de “imagen en el espejo” de la otra, y no es inusual ver un error convertirse en el otro, por lo general el dogmatismo se convierte en revisionismo obsoleto y socialdemocracia. Examinaremos más en el curso de este artículo cómo algunos de los errores políticos y metodológicos de larga data dentro del movimiento maoísta crearon una base para el tipo de “maoísmo” que D’Mello considera que ha descubierto y el cual puede existir simbióticamente con un “maoísmo” más dogmático, pero igualmente erróneo, que también ha existido a nivel internacional.

Un área en la que el dogmatismo de algunos puede casar con la socialdemocracia de otros puede verse en la tendencia a reducir el “maoísmo” a simplemente una receta para librar guerra popular en un país del tercer mundo y no agarrar o apreciar científicamente las grandes contribuciones de Mao, su comprensión más profunda del socialismo como una sociedad en transición hacia el comunismo y su precursor análisis con respecto al peligro de la restauración capitalista y la base para ésta en la sociedad socialista y su lucha para impedirla. Como señala el Manifiesto del PCR, incluso entre los que defienden la Revolución Cultural de China, aquellos que tienden a las “imágenes reflejadas” por lo general “no tienen ningún análisis profundo o serio sobre por qué se necesitaba la Revolución Cultural y por qué y con cuales principios y objetivos Mao la inició y dirigió”. Existen muchas variaciones diferentes de combinaciones de errores que pueden venir de las “imágenes reflejadas”. En el caso de D’Mello, el “maoísmo” es remodelado como un paquete de una democracia radical global más la teoría de la guerra popular, una tesis que está en clara contraposición al auténtico comunismo, tal como fue avanzado cualitativamente y llevado a nuevas alturas por el maoísmo (o para ser más precisos, el marxismo-leninismo-maoísmo), y desde entonces refundido y avanzado aún más científicamente con la nueva síntesis de Bob Avakian. Estos son los dos paquetes en contienda, el núcleo de nuestra controversia con D’Mello.

Democracia radical o comunismo científico

En contraste con el enfoque de D’Mello y muchos otros como él que miran atrás hacia los ideales burgueses del siglo 18 reformulando incluso el comunismo como democracia radical, quienes buscan una verdadera transformación revolucionaria deben insistir en un enfoque cabalmente científico hacia la primera etapa de las revoluciones comunistas, no desde criterios y nociones de legitimidad demócratas burgueses sino desde el punto de vista de las contradicciones reales enfrentadas en transformar la sociedad y avanzar al comunismo. Los logros y limitaciones en la práctica y la concepción deben verse desde esta perspectiva.

Hoy es necesario y posible considerar en toda su extensión la primera etapa de la revolución comunista y la teoría que la dirigió precisamente con respecto a alcanzar la meta comunista. Marx definió el proyecto comunista de esta manera:

“Este socialismo es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que éstas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales.”[10]. Durante la Revolución Cultural en China los revolucionarios liderados por Mao adoptaron el término abreviado de “las 4 todas” para describir las tareas y el alcance históricos de la revolución proletaria.

Es sobre la base de evaluar científicamente la primera etapa con respecto al logro de las Cuatro Todas, a la vez que incorporando las nuevas experiencias y avances en el pensamiento desde otras esferas del esfuerzo humano tales como la ciencia y la cultura, que la nueva síntesis de Avakian ha avanzado la ciencia del comunismo más allá del maoísmo, representando tanto continuidad como ruptura con lo que hemos llamado marxismo-leninismo-maoísmo. El Manifiesto del PCR lo plantea de esta forma: “La nueva síntesis de Bob Avakian conlleva una continuación de las rupturas de Mao con Stalin pero en algunos aspectos conlleva una ruptura más allá de las formas en que Mao mismo estuvo sujeto a la influencia, si bien de manera secundaria, del modo de pensar que había llegado a dominar en el movimiento comunista bajo la dirección de Stalin”.

Como lo ha expresado Avakian, el comunismo es una filosofía integral y una teoría política y a su vez es una ciencia viva y crítica en continúo desarrollo. No es una suma cuantitativa de las ideas de los individuos que han jugado un papel dirigente en su desarrollo (ni siquiera es cierto que las ideas, políticas o tácticas específicas adoptadas por ellos no hayan tenido errores). “La ideología comunista es una síntesis del desarrollo y sobre todo los grandes avances cualitativos que ha desarrollado la teoría comunista desde que la descubrió Marx hasta el presente”[11].

Las contribuciones inmortales de Mao

Mao simbolizaba la revolución, una revolución omnímoda para llevar la sociedad más allá de la pesadilla de la explotación de clases. Con el fin de avanzar esta revolución Mao necesitó romper con importantes elementos en la práctica, los métodos y el pensamiento de los comunistas, especialmente aquellos concentrados en grado importante en el liderato de José Stalin en la URSS luego de la muerte de Lenin. Mao no sólo tuvo que combatir a los revisionistas de la URSS que tomaron el poder tras la muerte de Stalin, sino que tuvo que lidiar con las leyes de la sociedad socialista que hicieron posible tal revés y desarrollar los medios para prevenirlo. También enfrentó una serie de luchas dentro de la propia China con varios otros líderes del Partido Comunista que estaban proponiendo políticas y un enfoque similar a los que Jruschov había cristalizado en la URSS, líneas que, como Mao sacó en claro, llevarían a la sociedad de regreso al capitalismo. Como plantea el Manifiesto del PCR, “Las contradicciones en la base económica, en la superestructura y en la relación entre la base y la superestructura de los propios países socialistas, así como la influencia, la presión y los ataques abiertos de los estados imperialistas y reaccionarios que quedarían en un momento dado, engendrarían diferencias de clase y la lucha de clases en un país socialista; estas contradicciones generarían constantemente la posibilidad de que se dirigiera la sociedad por el camino socialista o el camino capitalista, y que en particular volvería a generar una y otra vez una clase aspirante a burguesía, en la propia sociedad socialista, que tendría su expresión más concentrada en aquellos dentro del Partido Comunista, y específicamente en los niveles más altos, quienes adoptarían líneas y políticas revisionistas, que en nombre del comunismo se acomodarían al imperialismo y dirigirían la situación de regreso al capitalismo”[12]. Mao llegó a comprender a un nivel más elevado la relación entre repeler los intentos por derrocar el dominio proletario y transformar más la sociedad hacia el futuro comunista. Esta comprensión teórica iba de la mano con el liderato de Mao en, como expresó el Partido Comunista de China, “la continuación de la revolución bajo la dictadura de proletariado”[13]. Su audaz lanzamiento de la gran Revolución Cultural Proletaria apuntaba a impedir la restauración capitalista y a avanzar la transformación socialista. En tanto que ésta fue la contribución central de Mao a la teoría y práctica de la revolución comunista, involucró necesariamente todos los aspectos de la ciencia comunista revolucionaria. En particular, si bien Mao defendió correctamente a Stalin como revolucionario proletario, también tuvo que confrontar y criticar tajantemente buena parte de la metodología de Stalin así como políticas concretas durante el período de construcción socialista en la URSS. Criticando lo que llamó la “metafísica” de Stalin, Mao le dio renovado énfasis al papel dinámico consciente del pueblo en el proceso revolucionario, y elevó la comprensión del materialismo dialéctico a un nivel completamente nuevo. Al hacer esto Mao se fue en contra de gran parte de ideas arraigadas en el pensamiento de los comunistas en China y en todo el mundo.

Incluso cuando Mao estaba vivo había comprensiones contrarias sobre si él representaba o no una ruptura con el pensamiento comunista previo y, si era así, qué representaba esta ruptura. Hoy, cuando reexaminamos el maoísmo, esto asume mayor importancia. Hubo algunos que no vieron o no aceptaron la ruptura de Mao, viendo a cambio sólo que él continuó por el camino de Lenin y Stalin. Otros a lo sumo aceptaron de mala gana que Mao, aprovechando la experiencia histórica, hizo “ajustes de rumbo” menores. No entendieron (o se opusieron a) que Mao también tuvo que ir en contra de importantes pensamientos y metodologías erróneos del movimiento comunista previo, manifestados especialmente bajo el liderato de Stalin.

La otra cara de la moneda estaba representada por aquellos que querían despojar a su “maoísmo” reempacado de la dictadura del proletariado, y especialmente del papel dirigente de un partido comunista de vanguardia. Tal gente tenía una lectura democrático-burguesa de la Revolución Cultural de Mao, viéndola como un ataque al “paradigma” y “aparato” del “partido-estado”, en vez de una lucha de vida o muerte por mantener a la China revolucionaria y la muy real dictadura del proletariado, dirigida por un auténtico partido comunista, avanzando por el camino socialista. Había fuerzas e individuos, en especial pero no únicamente en los países imperialistas, que reconocían la ruptura de Mao con Stalin pero le daban a esto una interpretación socialdemócrata, viendo de manera errada a Mao como apartándose de la dictadura del proletariado y del liderato de un partido comunista de vanguardia. Estas fuerzas tendían a aceptar el consenso burgués de que el problema en la URSS bajo el liderato de Stalin era su liderato “autoritario” y “con mano de hierro” (calumniado a menudo como dictadura personal) cuando, en la medida en que Stalin sí manejó mal las contradicciones en el seno del pueblo o reprimió el disentimiento y la crítica, estos errores se debieron más fundamentalmente a no entender correctamente la dinámica de las contradicciones en la sociedad socialista[14].

Hubo muchos que compartieron una u otra de ésta interpretaciones erróneas pero que principalmente vieron en Mao una especie de populista del tercer mundo cuya contribución se limitaba a sus respuestas a cómo hacer la revolución en los países oprimidos por el imperialismo y permanecen en condiciones atrasadas debido al feudalismo, en especial a su teoría de la guerra popular prolongada.[15]

Cuando tuvo lugar el golpe en China en 1976, los más notorios seguidores de Mao, conocidos como la “banda de los cuatro”, incluyendo su viuda Chiang Ching[16] y el destacado líder y teórico Chang Chun-chiao[17], fueron arrestados por los nuevos gobernantes revisionistas y los hicieron blanco de una campaña de difamación. Según aquellos que se habían apoderado de China, la Gran Revolución Cultural Proletaria había sido una locura criminal. Las tesis básicas que Mao había desarrollado, y muy especialmente su tesis sobre la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado, fueron sistemáticamente atacadas. La mayoría del movimiento maoísta internacional en la época no fue capaz o no quiso examinar científicamente lo que estaba sucediendo en China. Incluso entre aquellos que no aceptaban la abierta reconciliación de los nuevos dirigentes chinos con el bloque imperialista liderado por EEUU, pocos combatieron el ataque teórico montado por los usurpadores revisionistas, y a menudo se opusieron o fueron incapaces de reconocer la centralidad o la importancia de la tesis de Mao de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado[18]. A cambio esta gente recurrió al tamiz de la guerra popular prolongada u otros criterios unilaterales o erróneos.

En marcado contraste con todo esto estuvo la respuesta sistemática y comprehensiva dada por Bob Avakian a la cuestión de qué representaba el maoísmo. Su libro Las contribuciones inmortales de Mao[19] fue escrito poco después de la muerte de Mao y el golpe contrarrevolucionario dirigido contra los partidarios más cercanos de Mao y, en sentido amplio, contra el proletariado y las masas revolucionarias. Las contribuciones inmortales de Mao sistematiza los desarrollos principales de Mao a la ciencia de la revolución en los campos de la economía política, la filosofía, la estrategia y la táctica, la guerra revolucionaria, el partido y otras esferas[20]. Avakian presta particular atención a la contribución central y más importante de Mao, su tesis de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado y la Gran Revolución Cultural Proletaria dirigida sobre la base de esta concepción. Avakian analizó profundamente las obras de Mao y las escritas por el liderato revolucionario en China, las cuales el partido chino bajo el liderato de Mao había traducido a numerosos idiomas y distribuido ampliamente. Sin embargo se debe señalar que fueron muy escasos los que realmente buscaron construir y construyeron sobre lo que Mao y sus seguidores habían legado a los revolucionarios del mundo, y que fue muy superficial o completamente errónea buena parte de la comprensión de los maoístas de la época cuando el movimiento estaba confrontando la que de lejos era su prueba más grande: la pérdida de China como un bastión de la revolución proletaria, su transformación capitalista, y el ataque ideológico total liderado por el propio Partido Comunista de China entonces ya revisionista.

Todo esto explica en no poca medida lo profundo del colapso de lo que parecía un amplio movimiento maoísta internacional. Y también explica parcialmente por qué en años más recientes han cristalizado algunas comprensiones incorrectas del maoísmo y se han convertido en obstáculos en el camino de revitalizar el proyecto comunista.

En nuestra discusión volveremos a estos y otros debates previos dentro del “movimiento maoísta” tomado en su sentido más amplio. Lo que revela la discusión de D’Mello es que buena parte de la comprensión del maoísmo que se refleja en su artículo se superpone de forma importante con interpretaciones del maoísmo diferentes, y yo diría incorrectas, desde dentro del propio movimiento maoísta.

La lucha por defender a Mao y sentar las bases para ir más allá

Fue Bob Avakian quien tomó la iniciativa en confrontar la pérdida del dominio proletario en China en 1976. No es casual que, en el curso de enfrentar esta gran necesidad del movimiento comunista, Avakian haya sintetizado las contribuciones de Mao y al mismo tiempo haya sentado las bases para sus ulteriores avances en la teoría comunista. Como lo planteara Avakian, su “inmersión” en Mao y su “reverencia” por él durante este período sentaron las bases para la crítica que estaba por desarrollar empezando con Conquistar el mundo y constituye parte importante de su nueva síntesis.

En la época en que el movimiento maoísta estaba tambaleando por la conmoción del golpe en China y estaban en marcha los esfuerzos por reagrupar a nivel internacional a los auténticos comunistas, hubo serias disputas sobre si la tesis de Lenin de la división del mundo entre potencias imperialistas rivales era todavía aplicable y si estas contradicciones iban a llevar a una nueva guerra mundial[21], o si debería considerarse al maoísmo como desarrollo de un “todo integral” de marxismo-leninismo-maoísmo o una incorrecta concepción de “marxismo-leninismo-maoísmo, principalmente maoísmo” que en gran medida separaba el maoísmo del cuerpo de la ciencia comunista revolucionaria[22], sobre cómo conceptualizar —y comprender— correctamente la base material para el internacionalismo proletario y los principios de éste[23], la relación entre defender el Estado socialista y avanzar la revolución mundial, la evaluación de la “teoría de los tres mundos” propuesta por el Partido Comunista de China así como la experiencia previa en la URSS en oponerse al cerco y la agresión imperialistas, si eran válidas y debían apoyarse las críticas de Mao a Stalin tanto en términos de la construcción socialista como con relación a la filosofía, y también otras cuestiones importantes.

Muchas de estas disputas contenían las semillas de la comprensión más avanzada que iba a emerger completamente en la nueva síntesis de Avakian así como de las “imágenes en el espejo” ya citadas, que se oponen a ésta. Si bien la obra de Avakian había sentado en gran medida las bases para la formación en 1984 del Movimiento Revolucionario Internacionalista que reagrupó a un gran parte de los maoístas del mundo, la unidad dentro del MRI y en el movimiento maoísta más en general también abarcaba algunas de estas diferencias[24]. Desafortunadamente D’Mello parece desconocer estas discusiones, y su compilación de artículos titulada ¿Qué es el maoísmo? es particularmente notoria por su carencia de textos de dentro del propio movimiento maoísta. Es importante anotar que el cuestionamiento del maoísmo por D’Mello no viene de dentro del movimiento maoísta —él no comparte la misma historia política ni puntos de referencia. Esto no es en absoluto un reproche. En realidad debe ser bienvenida una visión desde el exterior y puede proporcionar nuevas perspectivas, y es todavía más apreciada viniendo de aquellos que están luchando contra una sociedad injusta. Pero el texto de D’Mello sobre el maoísmo padece de no abordar las discusiones que han tenido lugar dentro del movimiento maoísta mismo.

Hoy, varias décadas después, cuando el movimiento comunista está en una encrucijada, la discusión ya no puede darse de manera fructífera dentro del marco de buscar definir o volver a lo que constituye el “maoísmo real”. Esto se debe a que la ciencia del comunismo ha avanzado más allá del maoísmo, resintetizando y refundiendo lo que es abrumadoramente positivo del maoísmo a la vez que se rompe con los elementos incorrectos secundarios[25], y las comprensiones incorrectas también se han desarrollado y consolidado.

El maoísmo mismo está siendo sometido a un proceso de dividirse en dos, entre la nueva síntesis y las imágenes-en-el-espejo, con respecto a lo arriba descrito. Es cierto que dentro del pensamiento de Mao, y mucho más dentro del pensamiento de muchos de los que dicen seguir a Mao, hay elementos que se aproximan o se parecen al maoísmo que D’Mello considera que ha descubierto. Pero un “maoísmo” que no incorpora y de hecho rechaza las rupturas que se requieren hoy, se convertirá en su opuesto, en una lánguida parodia no-revolucionaria que no puede conservar el anterior carácter revolucionario del maoísmo, y mucho menos representar el comunismo revolucionario como está avanzado ahora.

Una considerable cantidad de gente joven opuesta al orden imperialista mundial ha sido atraída por ideologías no revolucionarias e incluso contrarrevolucionarias tales como el Islam o el culto a la “democracia” patrocinado por los imperialistas. Esto se debe no sólo a la falta material de una alternativa socialista tal como existía cuando la revolución estaba floreciendo en China bajo el liderato de Mao, sino también, al menos en parte, a la incapacidad del movimiento comunista a nivel internacional de proyectar de manera clara y consistente una visión y camino cabalmente comunista revolucionario[26] que satisfaga las necesidades actuales, tanto en sintetizar la experiencia del pasado como en abordar los cambios en el mundo contemporáneo. El “maoísmo” de ayer, o más bien la pálida y distorsionada sombra del maoísmo, no puede representar la irresistible visión que el pueblo necesita.

Por otra parte, la nueva síntesis le permite al comunismo hablar convincentemente del pasado así como de la actual experiencia y señala una solución viable y deseable de los problemas de la sociedad. La nueva síntesis de Avakian incorpora y refunde tanto una comprensión más fuerte y un mayor desarrollo de los avances de Mao, así como mayores rupturas con los elementos secundarios en las concepciones de Mao que iban contra estos.

Mao (y Marx) como “demócratas radicales”

Volvamos a cómo define D’Mello la meta de Marx. Él escribe que el “marxismo debe ser juzgado por los frutos de su proyecto de llevar a la humanidad por el camino hacia la igualdad, la cooperación, la comunidad y la solidaridad”. Es difícil leer estas palabras y no pensar inmediatamente en el lema “liberté, égalité, fraternité” de la revolución burguesa francesa de 1789 o incluso en “con libertad y justicia para todos” del juramento de lealtad a la bandera de EEUU. Los sueños de cooperación e igualdad son tan viejos como las clases mismas. Pero en esta época ese tipo de consignas y llamados siempre terminan siendo usados por las fuerzas burguesas para, en el mejor de los casos, reunir a las masas, incluso en la lucha revolucionaria en la cual la gran mayoría de la población, “la nación entera” para ponerlo en otros términos, enfrenta un enemigo común como el sistema feudal en la Francia prerrevolucionaria antes de 1789. En realidad, tales consignas y tal visión encubren la realidad de que la sociedad está dividida en clases en conflicto con intereses en conflicto. En realidad, la mayoría de los estados reaccionarios en el mundo hoy están plagados de esa cháchara de democracia.

En muchas partes de su artículo, D’Mello atribuye al maoísmo generalizaciones sobre la naturaleza y las tareas de la transformación revolucionaria que en realidad reflejan la propia concepción del mundo de D’Mello y no la de Mao o sus seguidores. Cambiar el mundo “para mejorar” o expresiones muy similares son usadas de manera reiterada para describir tanto la meta de D’Mello como su criterio de medida de los esfuerzos revolucionarios. Por ejemplo, D’Mello plantea: “El maoísmo hizo algo sin precedentes en la historia humana: realizó una redistribución drástica de los ingresos y la riqueza en China; reorganizó radicalmente la forma en que se generaba y utilizaba el excedente en la economía China, todo para mejorar”. Sí, Mao hizo estas cosas y vale la pena recordarlo, especialmente ahora cuando las calumnias viles (y francamente ridículas) contra Mao son un lugar común en los principales medios sociales y en el discurso liberal y académico.

Pero “todo para mejorar” no es el punto de vista correcto desde el cual ver el proyecto marxista, ni es el criterio correcto para juzgar el éxito o las limitaciones del maoísmo. Mao no se proponía en primer lugar “cambiar el mundo para mejorar” por medio de la redistribución del ingreso y la planificación social. Su proyecto era transformar radicalmente la sociedad y al pueblo como parte del proceso mundial de alcanzar el comunismo.

En otras partes de su artículo, la definición que hace D’Mello del maoísmo (y el marxismo) se acerca a reflejar la tarea y la meta de alcanzar una sociedad sin clases, o para ponerlo más científicamente, ir más allá de las “4 Todas” como se abordó antes en este artículo. Pero al confundir el comunismo con la extensión de la democracia radical D’Mello extirpa la meta de alcanzar una sociedad sin clases y en todo caso separa esta meta del curso real por el que la sociedad puede y necesita ir. Es un “marxismo” empobrecido que mantiene a D’Mello prisionero de una conceptualización mutilada y distorsionada de la realidad social. Una vez se desecha la meta del comunismo, consciente o inconscientemente, como irrelevante o inalcanzable, uno se queda, en el mejor de los casos, buscando uno u otro medio de cambiar la sociedad “para mejorar” sin transformar su estructura fundamental. Vale la pena anotar que en su compilación de artículos “¿Qué es el maoísmo?”, D’Mello incluye un artículo de Paul Sweezy que plantea la importancia de lograr reformas ante la falta de una posibilidad real de transformación revolucionaria. Esto evoca la teoría que sostenía Huey Newton, un líder del Partido Pantera Negra en EEUU en los años sesenta, quien defendía una estrategia de “sobrevivir mientras llega la revolución”. (Paul Sweezy, “¿Qué es el marxismo?”, en Bernard D’Mello, Qué es el maoísmo y otros ensayos).

D’Mello tiene razón en que tanto Marx como Mao empezaron su vida política como “demócratas radicales”, aunque las circunstancias y el clima político de mediados del siglo 19 en Europa y de principios del siglo 20 en China eran sustancialmente diferentes. Los revisionistas que tomaron el poder en China luego de la muerte de Mao en 1976 hacían hincapié en los orígenes de Marx y Engels en el movimiento democrático en Alemania en sus esfuerzos por refutar a los revolucionarios en China y la tesis de Mao sobre “los demócratas burgueses que se convierten en seguidores del camino capitalista”, que se analiza más adelante en este artículo. Tanto Marx como Mao vieron un mundo lleno de desigualdad e injusticia y buscaron un camino para acabarlas. En este sentido ellos no eran muy diferentes a muchos de sus contemporáneos o a aquellos que vemos luchar en muchos frentes en el mundo hoy. Sin embargo, lo esencial es lo contrario: Marx fue capaz de hacer en la esfera teórica una ruptura radical con el marco demócrata-burgués en que estaba confinado el movimiento progresista y revolucionario de su época. Y fueron esta ruptura radical en el pensamiento y una comprensión científica de las metas y medios lo que sentó la base para una ola de un siglo de lucha revolucionaria que apuntaba conscientemente a hacer los cambios en la sociedad cuyos lineamientos fue capaz de prever Marx.

D’Mello no capta la crucial importancia de los avances de Marx y su ruptura radical con los pensadores de la Ilustración y con los precursores teóricos de las revoluciones democrático-burguesas como Rousseau, Locke y Kant[27]. Esta ruptura y el carácter científico específico del comunismo están concentrados en el pasaje de Marx ya citado, sobre superar “las Cuatro Todas”, que describe el contenido y la meta de la revolución comunista y la transición socialista al comunismo y los diferencia del “socialismo” utópico y en últimas reformista.

La revolución comunista requiere la transformación radical de la gente y su pensamiento, de las relaciones e instituciones económicas, políticas y sociales —apuntando no a la democracia radical ni a atenuar los extremos de polarización, sino a superar todas las formas de explotación y a la abolición de las clases, la meta del comunismo.

Como parte de ir más allá de las Cuatro Todas y la lucha por el comunismo, la feroz lucha contra todas las formas de desigualdad constituye un aspecto crítico, pero no es el horizonte que la define. Es precisamente en el proceso de erradicar y transformar la base material de tales desigualdades y antagonismos sociales que se trascenderá el horizonte de la igualdad[28].

¡Cuán diferente y más revolucionaria es la concepción de Marx que la visión de “democracia radical” que D’Mello le atribuye!

Otra vez tenemos que volver a la insistencia de Marx en “la dictadura del proletariado” como la transición necesaria y liberadora hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases[29]. Desde este punto de vista es que se necesita ver la comprensión teórica de Mao y su práctica revolucionaria de toda una vida. De hecho, como hemos recalcado, la contribución central de Mao implica identificar y lidiar con las diferentes contradicciones de esta transición (el socialismo y la dictadura del proletariado) y encontrar los medios revolucionarios para avanzar hacia el comunismo. Tanto la meta (la sociedad comunista sin clases) como los medios (la dictadura del proletariado) rebasan los límites de la “democracia radical” a la que D’Mello quiero confinar tanto a Marx como a Mao. La noción de dictadura del proletariado está tan en contra de la tesis central de D’Mello de “democracia radical” que en esencia la elude en su artículo. Una vez estos meta y medios son sacados del cuadro, entonces no hay más opción que plegarse a otros criterios como los que ofrece D’Mello sobre mejor distribución de la riqueza, etc.

Es cierto que, al igual que Marx, Mao comenzó su actividad política como demócrata radical. Pero de nuevo el punto esencial es lo contrario de lo que D’Mello está insistiendo. Mao trascendió la “democracia radical” que era dominante en el pensamiento de los jóvenes revolucionarios de China en las décadas iniciales del siglo 20. Su comprensión —su dominio de la ciencia de la revolución que entonces era conocida como marxismo-leninismo— le permitió a Mao ubicar correctamente la revolución para liberar a China del imperialismo y el semifeudalismo como parte del logro trascendental de la revolución proletaria mundial. La mayoría de los otros líderes del Partido Comunista de China no compartieron plenamente esta visión y comprensión, lo cual tuvo mucho que ver con por qué el rumbo que Mao había trazado fue reversado poco después de su muerte.

Confundiendo el comunismo con la democracia

Sopesemos de nuevo la conclusión de D’Mello: “El maoísmo tiene sus raíces en Marx que era, sobre todo, un demócrata radical… dado el hilo de democracia radical que va de Marx hasta Mao, lo mejor que el maoísmo podría hacer es comprometerse con la promesa de una democracia radical”. En realidad, la argumentación de D’Mello y su caracterización de Mao es consistente con esta conclusión.

La tesis de D’Mello de la “democracia radical” va directamente en contra de uno de los desarrollos centrales de Mao y sus seguidores con respecto a la relación entre la revolución democrática y el ulterior avance de la revolución socialista. En particular, los maoístas en China hicieron énfasis en la realidad de “demócratas burgueses convertidos en seguidores del camino capitalista”[30]. Con esto querían decir que muchos de los altos dirigentes del Partido Comunista que habían luchado duro por liberar a China del imperialismo y la semifeudalidad durante los largos años de la primera etapa de la Revolución China no compartían en lo fundamental la meta, la concepción y línea de Mao de que la revolución necesitaba desarrollarse en una revolución socialista cuya meta final era el comunismo a nivel mundial. Por el contrario, esta gente, algunos de los cuales fueron valientes líderes de la revolución en su primera etapa, estuvieron de acuerdo con algunas medidas de la revolución socialista pero cada vez más se resistían a ir más allá en la dirección de transformar radicalmente la sociedad más allá de las Cuatro Todas —tomando en últimas el camino capitalista y entrando en oposición a la revolución socialista. Si bien este proceso de “demócratas burgueses convirtiéndose en seguidores del camino capitalista” no abarca todo el fenómeno de restauración capitalista en China, que tenía raíces en las contradicciones subyacentes de la sociedad socialista, sí explica en un grado importante la historia y la configuración de los cuarteles generales opuestos dentro del partido. Por otra parte, D’Mello entiende esto bastante diferente. No solo pasa por alto o se opone a la tesis de Mao en esta esfera sino que, como veremos más adelante, también trata a los seguidores del camino capitalista en China como Chou En-lai como “camaradas cercanos” de Mao.

La tesis sobre democracia radical de D’Mello tiene mucho en común con las limitaciones muy reales que ha tenido todo el movimiento comunista en comprender correctamente el comunismo como la superación de toda sociedad de clase, y de todas las formas de dominación de una clase sobre otra[31]. La “democracia” no es la excepción a esto: toda clase dominante tendrá una forma de democracia que es la que más le conviene a su sistema social. La democracia bajo la dictadura del proletariado es cualitativamente diferente a la democracia burguesa de las sociedades capitalistas. La dictadura del proletariado confiere y garantiza los derechos fundamentales de los anteriormente oprimidos y confía en las amplias masas el ejercicio del poder. Pero más importante aún, este tipo de democracia, a pesar de lo más amplia y cualitativamente rica que es, no es un fin en sí misma sino que sirve a continuar la lucha y continuar la transformación para lograr la abolición de las “Cuatro Todas” de Marx, creando así las condiciones materiales e ideológicas para que el estado “se extinga” (para usar el término de Marx) y, con él, también la democracia proletaria.

Reitero, este fue un muy importante punto de lucha y debate en la Gran Revolución Cultural Proletaria iniciada por Mao en China. Por ejemplo, los revolucionarios en China le prestaron gran atención a “criticar el derecho burgués” y la ideología del derecho burgués. “Derecho burgués”, una concepción elaborada por Marx en la Crítica del Programa de Gotha[32], se refiere en particular al hecho de que, bajo el socialismo, la distribución de bienes sería según el principio de “a cada cual según su trabajo”, y aún no sería posible implementar el principio comunista de “a cada cual según sus necesidades”. Este principio de “a cada cual según su trabajo” contiene una medida de igualdad pero enmascara la desigualdad subyacente —diferencias en capacidades y en necesidades. El derecho burgués abarca tales relaciones de igualdad formal que enmascaran la desigualdad real, y más ampliamente se refiere a la continua influencia de los aspectos de la sociedad burguesa que se trasladan al socialismo, y sus manifestaciones y expresiones ideológicas en el Estado y la política. Los revolucionarios en China reconocieron que el derecho burgués no podía ser abolido totalmente hasta que fuera posible salir por completo de la esfera de la producción de mercancías y del intercambio a través del dinero —es decir, como producto de las transformaciones materiales e ideológicas de todo el periodo de transición socialista, que sólo puede entenderse como un proceso de transición mundial de la época burguesa a la época comunista. Pero ese era precisamente el punto: la sociedad socialista tiene que verse no como un fin en sí mismo sino precisamente como una transición hacia la futura sociedad comunista.

Mao y los revolucionarios en China entendieron que la producción de mercancías y el derecho burgués se presentarían en diferentes grados durante todo el periodo de transición socialista pero, más importante aún, entendieron que estas mismas “marcas de nacimiento” de la sociedad capitalista, aun cuando la revolución las restrinja y reduzca, todavía proporcionan el terreno material e ideológico para engendrar nuevos elementos capitalistas que inevitablemente tratarán de derrocar el sistema socialista y restaurar el capitalismo. Y de hecho los revolucionarios en China entendieron que un terreno muy importante de la lucha de clases sería precisamente si se restringe el derecho burgués o se permite su expansión sin restricciones. Este fue un importante frente de batalla entre Mao y sus partidarios y los seguidores del camino capitalista que tomaron el poder luego de la muerte de Mao.

La democracia, incluso la democracia radical como a D’Mello le gusta enfatizar, está totalmente ligada al intercambio de mercancías, el “intercambio igual de valores iguales” que está en la entraña misma tanto del sistema de producción capitalista como de la ideología (demócrata burguesa) que corresponde a ese sistema de producción e intercambio.

La noción de democracia radical, de igualitarismo absoluto, fue propuesta primero por los pensadores burgueses radicales del siglo 18 desde Jefferson hasta Robespierre. La democracia radical es un ideal burgués que es irrealizable dentro de una economía y una sociedad dominadas por la producción e intercambio de mercancías —y que corresponde más a la posición de la pequeña burguesía[33]. Incluso las luchas contra la desigualdad, tan justas y necesarias como son, no podrán escapar por sí mismas de lo que Marx llamó “el estrecho horizonte del derecho burgués”; permanecerán incapaces de ver más allá de la producción e intercambio de mercancías y la base material de la sociedad de clases. Este tipo de pensamiento es tan generalizado en la sociedad burguesa y tan aceptado en el discurso de nuestra época que incluso resueltos oponentes a las injusticias del mundo contemporáneo son atrapados por sus límites sin trabajar realmente por hacer la necesaria ruptura.

Vale la pena recordar la observación de Engels de que antes de la división de la sociedad en clases y el surgimiento del Estado “no existe aún diferencia entre derechos y deberes”[34]. El reemplazo de la dicotomía entre “derechos y deberes” con la asociación libre y voluntaria de los seres humanos es un distintivo de la diferencia entre incluso la democracia que existirá en una sociedad socialista auténtica y emancipadora y la futura sociedad comunista que habrá rebasado por completo los horizontes del derecho burgués y todas las divisiones de clase.

Esto no significa que los demócratas radicales como D’Mello, quien se cuenta firmemente entre ellos, estén buscando perfeccionar el sistema capitalista de intercambio de mercancías o estén conscientemente respetando los límites y la permanencia del capitalismo[35]. El problema es que D’Mello sostiene que tal ruptura no es necesaria y a cambio plantea que el maoísmo debería redefinirse para encajar de forma segura dentro de este paradigma de democracia radical.

Está fuera del alcance de este artículo discutir a profundidad la relación entre la democracia y la superación de todas las divisiones de clase. Aquí, también, es necesario fijarse en la sustancial obra que ha desarrollado Avakian sobre este aspecto, comenzando especialmente con su libro Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr? publicado en 1986. En esa obra y en muchas otras durante las varias décadas transcurridas, Avakian examina cómo, incluso dentro de movimiento comunista, con mucha frecuencia los objetivos comunistas han sido confundidos con la lucha por “perfeccionar” la democracia y se han reducido a eso. La obra y las teorizaciones de Avakian incluyen críticas y una comprensión científica de la democracia burguesa como se practica hoy, polémicas pasadas y recientes sobre la filosofía política de Rousseau, Locke, Jefferson, y otros teóricos de la democracia del siglo 18 y contemporáneos, así como una mayor compresión y conceptualización científica de la democracia proletaria en la sociedad socialista, una valoración crítica de las pasadas sociedades socialistas a este respecto, y su extinción final en la transición al comunismo mundial. Que estas no son simples disputas académicas se puede ver claramente en Nepal donde el liderato maoísta redefinió los objetivos de la lucha alejados del socialismo y el comunismo y a cambio estableció una república democrático-burguesa[36].

Ignorando las lecciones de la GRCP

Dado el esfuerzo de D’Mello por transformar a Mao en un demócrata radical, no sorprende que D’Mello, al igual que buena parte del movimiento maoísta a nivel internacional e históricamente, nunca examinara realmente el trabajo teórico de Mao sobre los “demócratas burgueses que se convierten en seguidores del camino capitalista” y sobre el “derecho burgués” ni entienda realmente la rica experiencia de la GRCP a la luz de esto. Esto es consistente con la creencia de D’Mello expresada en su artículo de que 1969 “marca el comienzo del fin de la era maoísta”, cercenando así la parte final de la GRCP que fue no sólo una valiosa experiencia histórica sino que también fue la época en la que los revolucionarios en China pudieron darle una expresión teórica más completa y científica a toda la experiencia de la GRCP. De nuevo, D’Mello no está sólo en esta errónea periodización de la GRCP. Hemos visto en años recientes que la “reinterpretación” de Alan Badiou de la GRCP también descansa sobre un constructo similar[37]. Y el “reflejo en el espejo”, la versión dogmato-religiosa del maoísmo, también ha tenido verdaderas dificultades en comprender la Revolución Cultural después de la caída de Lin Piao en 1969.

D’Mello, al igual que muchos otros que ven las cosas a través de un prisma democrático-radical, considera la primera etapa de la GRCP, con sus levantamientos de masas y crítica de masas, como la esencia de la GRCP. De hecho, este primer período no fue más que una fase inicial de un complejo proceso revolucionario que se desarrolló y profundizó a medida que se extendió de los jóvenes revolucionarios a los obreros y campesinos levantándose contra los seguidores del camino capitalista en el partido y el Estado que estaban llevando a China por el mismo camino que los soviéticos. Periodos de levantamientos se alternaron con períodos de consolidación de nuevas formas de poder político y el establecimiento de nuevos métodos y prácticas en todas las esferas de la sociedad. Entre las transformaciones radicales que vinieron después de 1969 están la forja de nuevas instituciones tales como los comités revolucionarios que llevaron a las masas a ejercer el poder bajo el liderato del partido y que fueron integrados dentro de las estructuras del Estado socialista.

A través de este proceso floreció enormemente el propio marxismo-leninismo-maoísmo a medida que Mao y aquellos más cercanamente asociados con él profundizaron su propia comprensión de las leyes de la revolución socialista bajo la dictadura del proletariado, confrontaron nuevos y complejos problemas y también trabajaron día y noche para preparar nuevos comunistas y volver a ganar y remoldear a otros que habían caído en el revisionismo. Lejos de estar en una trayectoria descendente después de 1969 como cree D’Mello, la Revolución Cultural avanzó, enfrentó nuevos y difíciles retos, y generó una comprensión teórica aún más profunda, hasta la muerte de Mao en 1976. Por ejemplo, fue sólo después de 1969 que se entendió claramente que “los seguidores del camino capitalista eran representantes de las relaciones de producción capitalistas”, mientras que anteriormente eran mostrados algunas veces principal o simplemente como capituladores, traidores, etc. Los blancos de la revolución no eran simplemente los “revisionistas” sino una nueva burguesía, aquellos en altos cargos del partido y el Estado que tomaban el camino capitalista. El asunto de cuándo tuvo lugar el punto de viraje decisivo en China puede parecer una disputa esotérica, pero el argumento sobre la fecha refleja comprensiones considerablemente diferentes.

La formulación de D’Mello de “el comienzo del fin de la era maoísta” lo llevará a él y a otros a no estudiar las lecciones de la Revolución Cultural como Mao y sus seguidores la vieron en su época. Desde la perspectiva ventajosa de varias décadas después y a la luz de la nueva síntesis de Avakian, es definitivamente muy necesario darle otra mirada, más profunda, a la GRCP y sacar conclusiones apropiadas. Pero esto no es lo que está haciendo D’Mello —él no ha asimilado la comprensión de Mao ni ha avanzado más allá de ésta.

La superficial e incorrecta comprensión de D’Mello de la Revolución Cultural se revela en su descripción de Chou En-lai y Zhu De cómo “cercanos camaradas” de Mao. De hecho, Chou se volvió representativo de los líderes del partido que se opusieron cada vez más a la profundización de la revolución[38]. Y, como mencioné arriba, D’Mello ignora a aquellos prominentes líderes comunistas, como Chang Chun-chiao y Chiang Ching, que en realidad dirigieron la Revolución Cultural sobre la base de la línea de Mao. No es casual que Chang Chun-chiao y Chiang Ching fueran difamados como parte de la “banda de los cuatro” y arrestados luego de la contrarrevolución, y hayan muerto en prisión, mientras que el legado de Chou En-lai es elevado por los cielos por los nuevos gobernantes capitalistas.

Como Mao señaló, muchos de los seguidores del camino capitalista comenzaron como demócratas burgueses y pequeñoburgueses que nunca hicieron la ruptura radical para volverse ideológicamente comunistas. Muchos de estos mismos miembros del partido comunista no querían que la revolución avanzara a la etapa socialista o no querían ver una mayor profundización de esta etapa de la revolución. Como señaló Chang Chun-chiao, veían la revolución como un bus: “Aquí está mi parada y debo bajarme del bus”. No querían que la revolución siguiera escarbando en las marcas de nacimiento del viejo sistema capitalista tales como el derecho burgués. A cambio, estas fuerzas se volvieron más o menos representantes conscientes de las mismas relaciones de producción capitalistas que la revolución aún necesitaba superar. Esta es una dinámica diferente del socialismo a la visión erróneamente atribuida a Mao por D’Mello en la que cada etapa de la revolución prepara la etapa siguiente—como si esto pudiera darse de forma puramente evolutiva sin aguda lucha. Y es diferente de la difundida teoría de la “burocracia” a la que D’Mello también le hace eco, una comprensión que no mira la base económica de los seguidores del camino capitalista.

Aunque Mao era sin duda consciente de los tremendos cambios que la revolución había traído a las masas populares, optó por hacer énfasis en el punto opuesto: la larga, persistente y difícil lucha por hacer avanzar a China por el camino socialista hacia el futuro comunista. Mao recalcó que “Si gente como Lin Piao llega al poder será fácil para ellos reconstruir el sistema capitalista”. Mao fue serio y penetrante sobre las dificultades que enfrenta la revolución y advirtió una y otra vez que el peligro de la restauración capitalista era real. Desafortunadamente, la historia de China luego de la muerte de Mao —el golpe contrarrevolucionario y la velocidad suicida con la que fue restaurado el capitalismo y con él todos los horrores de la explotación— ha demostrado cuán perspicaz era Mao.

Lo que pretendemos no es desestimar lo que Mao logró ni cómo esto benefició a las masas populares. Pero debemos ser claros y firmes en sostener que Mao pudo lograrlo como parte del proyecto comunista revolucionario y no sustituirlo con una visión diferente y un rasero diferente, de hecho muy despreciables, de democracia radical, redistribución de la riqueza y “cambiar para mejorar”[39].

Es una ilusión de “demócrata radical” creer que puede haber una reducción gradual de las disparidades en la riqueza, un cada vez mayor sentido de comunidad y fraternidad y cambios crecientes “para mejorar” sin tener que hacer frente a la crucial tarea de erradicar el capitalismo, la producción de mercancías y la sociedad de clases en general, y hacer esto con el único medio con el que puede hacerse: la dictadura revolucionaria del proletariado. De hecho, la meta misma de democrática radical —una comunidad, fraternidad y democracia sin clases, sin la completa revolucionarización de todas las relaciones sociales— es en sí misma una ilusión. Aunque la historia en todo el mundo demuestra lo contrario, y lo demostrará una y otra vez, la sola experiencia no hará estallar esta burbuja de ilusión. Esto se debe a que estas ilusiones no resultan de una falta de información perceptual sino del punto de vista de clase del “intelectual democrático” (o, si D’Mello lo prefiere, el “demócrata radical”).

La revolución democrática nacional

En este artículo, no es necesario ni podemos analizar a profundidad las muy importantes enseñanzas de Mao sobre lo que él llamó la Revolución de Nueva Democracia (RND). Sin embargo, hay unos pocos puntos esenciales que es necesario comprender, y de manera diferente de cómo D’Mello los presenta.

Mao planteó que en China la revolución necesitaba pasar por dos etapas, siendo la primera de “Nueva Democracia” dirigida contra el imperialismo extranjero, el feudalismo y lo que él llamó “capitalismo burocrático”, el tipo de capitalismo que está íntimamente ligado al imperialismo y el feudalismo. Mao sostuvo que el proletariado, representado por su partido comunista de vanguardia, podía dirigir a las amplias masas, especialmente a los campesinos oprimidos, en completar esta revolución. Podemos ver la continua importancia de los avances de Mao incluso hoy, cuando la tarea de barrer con la dominación imperialista sigue siendo central para la revolución en la mayor parte del mundo y muchas características de la sociedad continúan marcadas por el hedor del feudalismo y otros sistemas de explotación precapitalistas.

Pero aun cuando D’Mello tiene razón en señalar la importancia de la tesis de Mao sobre la Nueva Democracia, muestra una comprensión realmente incorrecta de ésta cuando afirma que una de las características distintivas del maoísmo es “la concepción de la RND en oposición a la revolución democrático-burguesa”. En realidad, Mao fue muy claro en que en su carácter social, la RND seguía siendo democrático-burguesa en que su blanco es precisamente la dominación extranjera y el semifeudalismo que objetivamente le impedían a China ser un moderno país capitalista independiente.

Mao insistió muchísimo en que la Revolución de Nueva Democracia era “parte de la revolución proletaria mundial” y ya no parte de las revoluciones democrático-burguesas de viejo tipo. Mao sostenía que el liderato de la RND por el proletariado a través de su partido comunista de vanguardia está ligado a la revolución proletaria en los países capitalistas avanzados, y que tenía importantes elementos socialistas dentro de ella (incluyendo el tener como blanco el imperialismo extranjero y el capitalismo burocrático-comprador, la principal forma de capitalismo a gran escala en China), sentando así las bases para la revolución socialista y potencialmente iniciándola en contraposición a la consolidación de la democracia burguesa y el capitalismo. Quizás sea a esta comprensión a la que D’Mello está tratado de hacer referencia en su distinción entre RND y “democracia burguesa”. Pero la comprensión de D’Mello de esto es muy diferente de la de Mao y sus seguidores.

Puede parecerle muy revolucionario a D’Mello negar el carácter “democrático-burgués” de la RND. De hecho, plegar la revolución democrática y la socialista en un todo único es un error clásico de los reformistas, en particular de la variedad trotskista en los países del tercer mundo. Al presentar la RND y la “revolución socialista” juntas en el marco de la “democracia radical” D’Mello acaba pasando por alto el carácter revolucionario proletario de la revolución comunista y su diferenciación cualitativa con la revolución democrática que es y sólo puede ser burguesa en su carácter social. Esta es precisamente la base material para los muchos que siguieron siendo “demócratas burgueses” en su concepción al unirse al Partido Comunista e incluso lucharon heroicamente en la primera etapa de la revolución en China. Pero cuando la revolución entró en su etapa socialista y a medida que se profundizó, muchos de estos líderes dieron el salto a oponerse a la revolución.

Se requiere trabajar más sobre cómo se desarrollará la revolución en el siglo 21 en los países dominados por el imperialismo y que aún sufren las cicatrices del feudalismo y otras formas pre-capitalistas de explotación. Las tesis de Avakian con respecto al carácter más “entretejido” del mundo, incluyendo la comprensión de que el imperialismo se ha vuelto interno a la estructura de clases en los países oprimidos[40], proporciona una base para subrayar más cabalmente el contenido internacionalista proletario de la revolución en cada país.

Siguen teniendo lugar grandes cambios a medida que el imperialismo penetra y moldea el sistema socioeconómico en países en todo el mundo —y esto seguramente exigirá mayor desarrollo en estrategia y táctica. Pero la tesis de Mao sobre la Nueva Democracia seguirá siendo una referencia vital y punto de partida para elaborar la estrategia revolucionaria. No es posible imaginar, por ejemplo, una revolución en Irán que no incluya un fuerte componente de atacar el oscurantismo religioso y la opresión medieval de la mujer que se ha integrado de nuevas maneras con formas “modernas” de explotación capitalista. Y también hemos visto, una y otra vez, que las revoluciones en los países oprimidos que se “apegan” a la perspectiva de una “democracia radical” serán derrotadas o, si toman y consolidan el poder político, rápidamente serán “domesticadas” y transformadas en otro engranaje de la maquinaria aplasta-vidas del orden imperialista mundial.

Es una verdad sustancial que el comunismo revolucionario es la ruptura más cabal con todo tipo de opresión. Este es un punto que Lenin enfatizó en el período de preparación de la revolución rusa cuando planteó que un comunista tiene que verse como “un tribuno del pueblo” y no como un secretario sindical. La tesis de la Nueva Democracia de Mao y su liderato de la revolución china enfatizan el principio de que el proletariado debe actuar no sobre la base de sus estrechos intereses económicos sino como combatiente de vanguardia para llevar toda la sociedad a un nuevo nivel[41]. Pero esto no es argumento para confundir el comunismo con la democracia radical como D’Mello está insistiendo.

Es necesario recalcar que no estamos cuestionando la necesidad de que los comunistas asuman la tarea de dirigir la revolución democrática donde tal etapa sea necesaria. Pero cuando los comunistas asumen y dirigen tal lucha no lo hacen como “demócratas radicales”; subordinan esta lucha y la sitúan en el marco más amplio de alcanzar una sociedad comunista. La meta específica de la independencia nacional y la democracia sólo es importante en la medida en que favorece esta meta más elevada. En realidad D’Mello está formulando en términos teóricos lo que muchos maoístas han hecho en la práctica —“combinar dos en uno” (en este caso la revolución democrático-burguesa con la revolución proletaria), y al hacerlo crean un confuso lío en lugar de comprender la diferencia, la distinción, entre los dos. La experiencia de las últimas décadas lleva a una conclusión contraria: los comunistas deben oponer resistencia a cualquier esfuerzo por reempacar el comunismo como “democracia radical”: no puede haber auténtica emancipación sin romper radicalmente con todos los sistemas sociales previos y sus correspondientes ideologías —incluyendo la democracia radical.

La Revolución de Nueva Democracia es democrático-burguesa en su carácter inmediato, pero debido a que es dirigida por el proletariado y debido a las políticas específicas —tales como una profunda revolución agraria, la confiscación de la propiedad capitalista burocrática e imperialista— la RND puede y debe llevar directamente a la revolución socialista y de hecho marcará el comienzo de ésta. Sin entender esto correctamente habrá errores tanto de derecha como de “izquierda”. De “izquierda” en el sentido de que los comunistas pueden no reconocer las tareas democráticas reales que la revolución necesita cumplir, y también pueden considerar a los abiertos y reconocidos demócratas burgueses como intrusos indeseables en el movimiento revolucionario. Pero de lejos el mayor peligro es la desviación abiertamente derechista, de que en algún punto en el proceso revolucionario, sea antes o después de la toma del poder a nivel nacional, se abandone la meta del socialismo y en últimas del comunismo, como lo estamos viendo hoy en Nepal.

¿Qué significa dirección proletaria?

¿Cómo hay que entender correctamente el concepto de “dirección proletaria” que planteó Mao? D’Mello tiene razón en rechazar la noción mecanicista de que esto quiere decir que los obreros industriales urbanos necesariamente deberían estar a la cabeza de la revolución, como algunos todavía tratan de argumentar. Pero D’Mello no entiende en dónde reside el carácter proletario del marxismo. Mirándolo desde la perspectiva histórica, es el surgimiento del proletariado a escala mundial, como producto de las relaciones de producción capitalistas, lo que trae la posibilidad de superar el modo de producción capitalista y alcanzar el comunismo. Esto es lo que se quiere decir, científicamente, cuando se habla de la misión histórica del proletariado.

D’Mello sin embargo lo entiende de esta manera (citando a Benjamin Schwartz): “en el maoísmo, el término ‘proletario’ hace referencia a un conjunto de cualidades morales —‘abnegación, sacrificio ilimitado a las necesidades del colectivo, autosuficiencia tipo guerrilla, energía inagotable… disciplina de hierro, etc.’— como norma del verdadero comportamiento colectivista. La dirección proletaria entonces llega a estar constituida por un conjunto de intelectuales, obreros y campesinos que se destacan por estas exigencias morales”.

Es sin duda correcto que gente de diferentes clases sociales pueda adoptar la concepción del mundo proletaria y muchos lo han hecho. También es cierto que tal concepción del mundo no existe espontánea o automáticamente entre los obreros por sí mismos (en cualquier país, oprimido u opresor). Pero la concepción proletaria no se reduce a “exigencias morales”, aún cuando es importante reconocer que existe un componente moral en la concepción del mundo proletaria.

También es posible reconocer que la descripción de Schwartz (y D’Mello) de las características proletarias (abnegación, sacrificio ilimitado a las necesidades del colectivo, autosuficiencia tipo guerrilla, energía inagotable… disciplina de hierro) no está limitada solamente a los revolucionarios proletarios. A lo largo de la historia y en muchos países ha habido gran cantidad de revolucionarios burgueses y pequeñoburgueses que han mostrado estas mismas virtudes. Robespierre, quien dirigió y sacrificó su vida por la Revolución Francesa (burguesa), era conocido como el “incorruptible”. ¿No sería justo decir que muchos cuadros de grupos nacionalistas como los Tigres Tamiles en Sri Lanka compartían muchas de las cualidades que cita D’Mello?

La concepción proletaria del mundo es, sobre todo, una cuestión de la ciencia de comprender y transformar la sociedad e identificar el único proceso social que puede llevar a alcanzar la sociedad sin clases, comunista, específicamente la revolución socialista y la dictadura del proletariado. No es una cuestión de los miembros concretos particulares de la clase proletaria, sino del proletariado como una clase determinada por su relación con el modo de producción y no como un conjunto de individuos que encarnan “exigencias morales”. Constituyó un gran avance de Marx el comprender que las condiciones sociales del proletariado significan que “el proletariado sólo puede emanciparse a sí mismo emancipando a toda la humanidad”[42]. La misión del proletariado de “liberar a toda la humanidad” desafía de lleno el tipo de interpretaciones vulgares, economicistas y obreristas típicas del revisionismo y es digno de mención que los revolucionarios en China convirtieron esa cita de Marx en uno de sus principales lemas durante la GRCP. Esto tiene claramente un profundo contenido moral, pero es una moral basada en una compresión científica y de ninguna manera vacías exigencias morales de democracia sin clases y humanismo.

Mao mismo fue un representante consistente y cabal del proletariado (lo cual no niega los secundarios aspectos contradictorios de su pensamiento). La calidad de proletario de Mao procedía de su concepción del mundo, que era predominantemente la del materialismo dialéctico e histórico, y del hecho de que dirigió la lucha por una línea política que correspondiera abrumadoramente a los intereses de clase del proletariado en el más amplio sentido histórico, específicamente políticas y transformaciones que empujaran la sociedad hacia adelante, y muy concretamente, que crearan, mediante lucha compleja y prolongada, las condiciones económicas, políticas e ideológicas para avanzar la sociedad en la dirección del socialismo y el comunismo. Lo que diferenciaba a los revolucionarios proletarios de los seguidores del camino capitalista como Deng, era a dónde llevarían en últimas su respectiva orientación, política y políticas económicas y, en ese sentido, qué relaciones de clase representaban. En efecto, toda la concepción de Mao sobre la Revolución de Nueva Democracia concuerda con la orientación de dirección proletaria. Sí, la RND como la formuló Mao es de muchas maneras como D’Mello la describe: basada en el campesinado, rodear las ciudades desde el campo, librar una guerra popular prolongada, etc. Pero el proletariado estaba dirigiendo esta revolución, lo cual estaba concentrado en la dirección de Mao y el partido comunista, precisamente debido a que él luchaba por una línea política que le permitiera a la revolución ir más allá de la revolución democrática y entrar a la etapa socialista.

Cuando se trata de hacer la revolución socialista no hay “neutralidad”. En otras palabras, o hay una lucha decidida, consciente y prolongada por transformar la sociedad, incluyendo enfrentar periódicamente feroces retos y dar grandes saltos en la dirección del comunismo, o la dirección de la sociedad estará determinada por los representantes de la relaciones de producción capitalistas y organizadas según líneas capitalistas. Tiene que haber una lucha consciente y revolucionaria en las esferas política, económica y cultural para ir contra la inercia inherente a siglos de explotación de clase y contra la espontaneidad que viene con el intercambio diario, a toda hora, de mercancías —el intercambio de valores iguales (de nuevo ligado al derecho burgués que fue criticado tan duramente en la Revolución Cultural) central tanto al capitalismo como a la ideología capitalista donde el “intercambio igual” de mercancía enmascara la división de clases y la explotación.

D’Mello no lo entiende de esta manera. De nuevo, hay que señalar que, desafortunadamente, él no está solo. Esta es una de las razones por las que Bob Avakian remarcó que “la mayor parte del tiempo, la mayoría de los comunistas no son comunistas”[43]. Ser parte de un partido comunista no es suficiente, y ni siquiera es suficiente luchar y sacrificarse por los intereses del pueblo. El éxito o fracaso de la revolución será decidido en últimas por la línea ideológica y política que está al mando. Eso no sólo significa si los líderes aceptan la meta comunista en palabras, sino también si, en un sentido fundamental, el lograr esta meta guía en realidad la elección de la estrategia y la táctica a través de todas las diferentes etapas de la lucha, incluyendo la fase democrático-burguesa de la revolución donde se requiera tal etapa.

Es por esto que hacia el final de su vida Mao recalcó de forma tan importante que “lo correcto o no de la línea ideológica y política lo decide todo”[44]. Desafortunadamente demasiados miembros del partido y dirigentes de nivel medio terminaron apoyando la toma revisionista, quizás muchos de manera inconsciente, al menos al principio. Y esto fue igualmente cierto para los comunistas a nivel internacional, incluyendo en la India, donde importantes formaciones maoístas, incluso algunas que habían estado librando heroica lucha armada revolucionaria contra los guardianes del viejo orden, apoyaron inicialmente el golpe en China marcado por el arresto de la llamada banda de los cuatro.

En realidad, cuando se habla de cualidades morales hay que ser muy cuidadosos en no separarlas de la línea ideológica y política general. Debemos recordar cómo los seguidores del camino capitalista en China buscaron calumniar a los revolucionarios como “blandos, laxos y perezosos”. Por otra parte, los revolucionarios en China denunciaban correctamente a los “muy laboriosos seguidores del camino capitalista” que trabajaban día y noche por restaurar el capitalismo.

La importancia de esta cuestión es bastante obvia para todo el mundo ahora que la revolución en Nepal está siendo reversada. Nadie negaría la lucha y sacrificios durante la guerra popular de todos los miembros y líderes de ese partido —que parecer ser a lo que se refiere D’Mello con “cualidades morales”. Pero el que la revolución en Nepal pudiera abrir un camino hacia un futuro socialista y servir como un avance vitalmente necesario en la revolución socialista o si, como indica su actual trayectoria, el resultado final será la consolidación de un orden republicano burgués manteniendo a las masas encadenadas, depende en esencia de la línea ideológica y política del liderato. La “abnegación” puede ser una característica de los revisionistas y seguidores del camino capitalista, al igual que la austeridad y la disciplina eran a menudo asociadas con la clase capitalista cuando surgió inicialmente[45].

Como plantea Avakian: “Hay un montón de concepciones erróneas y confusión acerca de la cuestión de la dirección comunista, confusión que a un grado importante está ligada con las concepciones erróneas acerca de los principios y objetivos de la revolución comunista en sí —y que de ciertas maneras se les oponen. Como he estado señalando, la dirección —y en particular la dirección comunista— está concentrada en la línea. Eso no quiere decir simplemente la línea como abstracciones teóricas, aunque tales abstracciones, especialmente en la medida en que reflejan correctamente la realidad y su movimiento y desarrollo, son muy importantes. Pero en un sentido global, se trata de dirección tal como se expresa en la capacidad de desarrollar continuamente abstracciones teóricas esencialmente correctas; de formular y aplicar el punto de vista y el método y la estrategia, el programa y la política requeridos para transformar radicalmente el mundo por medio de la revolución hacia el objetivo final del comunismo y de dirigir a otros a asumir —y a tomar su propia iniciativa de aplicar— todo eso y a actuar sobre esa base; y por medio de este proceso de capacitar continuamente a las personas a quienes uno está dirigiendo a que cada vez más desarrollen su capacidad de hacer todo eso. Eso es la esencia de la dirección comunista”[46].

¿Marxismo del tercer mundo?

La definición de D’Mello del maoísmo como “democracia radical” también se superpone con otras tendencias en la historia del movimiento maoísta a entender el maoísmo esencialmente como “marxismo del tercer mundo”, una tendencia que estaba asociada con Lin Piao, un importante líder del Partido Comunista de China[47]. Esto involucraba reducir el maoísmo a varias características específicas que D’Mello enumera, especialmente el librar la guerra popular prolongada y hacer la revolución en el “campo del mundo” de Asia, África y América Latina.

D’Mello le da gran importancia al hecho de que las masas obreras en Europa no llevaron a cabo las luchas revolucionarias que Marx había imaginado[48]. Es cierto que el proceso de la revolución proletaria mundial como lo previeron Marx y Engels fue profundamente afectado por los posteriores cambios que tuvieron lugar en el mundo. Como lo iría a analizar Lenin, el desarrollo del capitalismo en imperialismo trajo consigo cambios importantes en la estructura de clases de los países capitalistas avanzados y, en particular, una división del propio proletariado en los países avanzados entre una aristocracia obrera que se beneficia del imperialismo y está dispuesta a colaborar en las aventuras imperialistas de las clases dominantes y, de otra parte, un sector del proletariado más desposeído cuyas condiciones de vida y trabajo corresponden más a las descritas en el Manifiesto comunista como que “no tienen nada que perder” más que sus cadenas. Lenin entendió muy profundamente esta realidad y consideró esta división dentro de la clase obrera como el punto de partida para desarrollar la estrategia y la táctica revolucionarias en ese tipo de países. Por tanto él llamó a los comunistas a esforzarse por construir una base en lo “más hondo y profundo” del proletariado. Dadas las bien conocidas tesis de Lenin al respecto, es sorprendente que D’Mello diga que estas condiciones “frustraron la penetración de una conciencia revolucionaria en los obreros del continente” pero que Lenin “eludió” esta realidad.

Definitivamente la posición relativamente privilegiada de los obreros en los países avanzados constituye un factor importante que refleja la estructura de clases en esos países y pesa sobre el pensamiento de este sector de los obreros. Pero D’Mello también cae en el determinismo vulgar del que advierte en su artículo. Primero, hay una base material tanto para el comunismo revolucionario como para la colaboración de clases en el proletariado de los países imperialistas y es incorrecto ver solamente el primer aspecto del aburguesamiento de importantes sectores de la clase obrera. También existe lo “hondo” y “profundo” o sectores del proletariado tales como las masas negras, los inmigrantes, las mujeres oprimidas, y otros sectores, incluso en los países imperialistas más avanzados, cuyas condiciones de vida los lleva a odiar el sistema existente. Además, debe recalcarse que en ninguna situación la mera existencia de condiciones de explotación y empobrecimiento puede ser suficiente para adquirir “automáticamente” la conciencia de clase que la ideología comunista representa. De hecho, la necesidad de que los comunistas ganen a los obreros a una conciencia de clase constituyó un elemento fundamental de las enseñanzas de Lenin y se desarrolla en alguna extensión en ¿Qué hacer? donde sostiene de manera convincente que la lucha espontánea y la realidad de la explotación no se traducen automáticamente en conciencia proletaria. Esta conciencia, enfatizó, necesita ser “llevada” a los obreros desde fuera de su experiencia inmediata. No sobra señalar que Lenin avanzó esta tesis en condiciones de gran miseria y privación en la Rusia zarista.

La refundición que hace D’Mello del maoísmo dentro del marco de la democracia radical y de una guerra popular basada en el campesinado en el tercer mundo mutila el papel crucial de las contribuciones de Lenin, el leninismo, como parte del carácter integral y de síntesis del comunismo —una apreciación y comprensión científicas de la necesidad de la revolución comunista y la dictadura del proletariado como la transición al comunismo como parte de un proceso mundial, y el papel dirigente institucionalizado del partido de vanguardia a través de todo el proceso[49].

Incluso en países donde la explotación y opresión de las masas es extrema y las masas se levantan frecuentemente en diverso tipo de luchas, sigue siendo el caso que estas condiciones no llevan espontáneamente a la conciencia comunista. Durante la oleada de luchas revolucionarias de los sesenta y comienzos de los setenta, la conciencia espontánea de los revolucionarios en Asia, África y América Latina tendía a estar caracterizada por una u otra variante de nacionalismo revolucionario. A menudo esto tomaba una especie de coloración “maoísta” —en parte por el reconocimiento del apoyo genuino que China estaba dando a esas luchas. El problema fue que muchos de los maoístas mismos tenían confusión sobre la diferencia entre nacionalismo revolucionario y comunismo revolucionario.

Hoy debería ser suficiente notar la desafortunada fuerza que tienen algunas ideologías reaccionarias como el fundamentalismo religioso o diversa clase de oportunismo, en sectores importantes de incluso las masas sumamente pisoteadas en muchos de los países oprimidos para ver que la ideología comunista revolucionaria no se desarrolla espontáneamente. Esta realidad debería estimular los esfuerzos por librar resuelta lucha ideológica, y no tratar de esquivar esta necesaria batalla.

Para Mao y la China revolucionaria fue importante apoyar sinceramente las luchar de liberación nacional que se extendían por todo el mundo en los sesenta y llegaron a su apogeo con la guerra de liberación en Vietnam. Mao tuvo que luchar con la Unión Soviética y otros revisionistas que sabotearon estas luchas y/o trataron de manipularlas para que sirvieran a la URSS, a la cual Mao correctamente analizó como superpotencia “socialimperialista”. Al mismo tiempo, hubo problemas en cómo Mao y el Partido Comunista de China se relacionaron con las luchas en los países oprimidos. Por ejemplo, no se esforzaron al máximo por apoyar el desarrollo de organización comunista independiente, conformándose a menudo con apoyar diverso tipo de frentes u organizaciones de liberación en los que predominaban fuerzas burguesas o pequeño burguesas, tales como la Organización para la Liberación Palestina o la ZANU [Unión Nacional Africana de Zimbabue] de Robert Mugabe. Especialmente en sus últimos años, cuando Mao enfrentó una creciente amenaza de guerra de la Unión Soviética, hizo esfuerzos por construir una especie de “frente único” en el que participaban incluso estados reaccionarios opuestos a la URSS. Los errores de Mao a este respecto[50] no fueron ni los primeros ni los peores en la historia del movimiento comunista internacional. Por ejemplo, por parte de Stalin, la subordinación de la revolución mundial a los intereses estatales de la URSS, especialmente durante de la II Guerra Mundial y en el periodo inmediatamente anterior y posterior a ésta, fue un caso más grave. Pero los errores de Mao en esta esfera, a pesar de que él rechazaba las tesis revisionistas básicas como la de “vía no capitalista al desarrollo”, sin embargo causaron problemas reales. Los errores en esta esfera también se interpenetraron con otros errores en método y enfoque.

Dentro del Partido Comunista de China definitivamente existió en la época de Mao la tendencia a definir el “maoísmo” como una ideología de lucha de liberación nacional, tendencia que fue adoptada y amplificada enormemente por muchos revolucionarios de ese entonces que nunca traspasaron los límites de la lucha contra el imperialismo y el feudalismo. En otras palabras, aquellos que nunca vieron más allá de “el estrecho horizonte del derecho burgués”. Sería una gran injusticia equiparar a Mao con la limitada visión de algunos de sus partidarios. Pero sin embargo, aquí, también, está una de las contradicciones del maoísmo: la perspectiva emancipadora correspondiente a la tarea del proletariado de llevar a la sociedad humana más allá de los límites de las clases y las naciones coexiste con una tendencia secundaria pero sin embargo real por parte de Mao de algunas veces combinar dos en uno con respecto al comunismo y la liberación de las naciones. Esta tendencia se refleja en el muy citado comentario de Mao de que “en las guerras de liberación nacional, el patriotismo [es] la aplicación del internacionalismo”[51]. D’Mello utiliza las ambigüedades y errores secundarios de Mao y al hacerlo refunde el conjunto de las enseñanzas de Mao como la obra de un no comunista, de un “demócrata radical”.

Línea de masas

Veamos ahora cómo explica D’Mello el concepto de línea de masas: “…una característica distintiva del maoísmo. Este es un método de involucrar a las masas en cómo, por ejemplo [llevando a cabo diferentes tipos de luchas], se va a hacer todo lo anterior y luego implementar lo que se ha decidido con su participación. Así los líderes el partido entienden correctamente las opiniones del pueblo y amoldan las políticas requeridas de manera que las masas las apoyen e implementen activamente”.

Mao sí desarrolló una teoría de la línea de masas, pero ésta también es otra área en la que muchos maoístas, así como académicos y amigos del movimiento comunista han malentendido el aspecto esencial. La línea de masas no se debe convertir en un argumento para simplemente “escuchar a las masas”, permitirles criticar y cosas por el estilo, o sólo sistematizar su pensamiento, aunque todas estas cosas son cruciales en la concepción y práctica de Mao. El liderato comunista de las masas tiene que abarcar el comprender profundamente a las masas y su pensamiento (es decir, su pensamiento contradictorio). Sobre la base de una comprensión científica global de las tareas de la revolución, de la necesaria estrategia y táctica, y del comunismo revolucionario más en general, los comunistas están en capacidad de desarrollar consignas, políticas y demás que concentren los intereses fundamentales de las masas y en torno a las cuales crecientes sectores de las masas puedan ser ganados a asumirlas y luchar por ellas. La “línea de masas” no tiene porqué ser usada para argumentar que las consignas o políticas de los comunistas son un simple reflejo o concentración empíricos de los sentimientos y comprensión espontáneos de las masas; si así fuera los comunistas estuvieran promoviendo todo tipo de ideas retrógradas. (Por cierto, a esto es a lo que a menudo lleva la distorsión revisionista de la línea de masas). Por ejemplo, sería demasiado dañino “unirse” con (y mucho menos concentrar) los sentimientos comunalistas o religiosos de las masas, por muy extendidos que puedan estar en un momento dado. Y hemos visto este tipo de error incluso entre aquellos que buscan aplicar el maoísmo, o dicen hacerlo.

D’Mello omite el papel dinámico de la política y la ideología, la lucha que se da en estas esferas, y el necesario papel de los comunistas en librar esta lucha. Aquí de nuevo debemos anotar que la insistencia de Mao en la necesidad de librar esta lucha ideológica y política es una característica muy central del maoísmo, aunque muy poco se ve en el artículo de D’Mello. (Esto no significa que no haya nada en la concepción de Mao de línea de masas o de la relación entre conciencia y posición de clase que pudiera dar lugar a la interpretación populista de D’Mello como explicaré más adelante). El tipo de comprensión seguidista de la línea de masas promovida por D’Mello (compartida por muchas maoístas, ahora e históricamente) no puede sino reducir el papel dinámico de la teoría revolucionaria en guiar todo el proceso. De hecho, lejos de ser un reflejo pasivo de los sentimientos y pensamientos de las masas, la teoría comunista científica debe “adelantarse” a la práctica, como ha señalado Avakian.

Relacionada con el problema de la “línea de masas” como justificación para ponerse a la cola de las masas está la historia de tendencias erróneas en el movimiento comunista internacional hacia lo que Avakian ha llamado “reificación del proletariado” (siendo reificación el tomar una abstracción, en este caso el proletariado como clase con sus intereses fundamentales y a largo plazo, y confundirla con sus manifestaciones concretas específicas, en este caso el conjunto de proletarios específicos y cómo pueden percibir sus intereses en algún momento).

Esta tendencia hacia la reificación se expresó en diverso grado durante la Revolución Cultural pero representaba una contracorriente a lo que Mao estaba proponiendo en lo principal. En todo el curso de la muy compleja lucha durante la GRCP —incluyendo esfuerzos de los seguidores del camino capitalista por manipular a los obreros con llamados demagógicos por sus estrechos intereses (por ejemplo, tratando de hacer que los obreros centraran su lucha en obtener salarios más altos) cuando estaba en juego todo el futuro del país —Mao y el liderato revolucionario en el partido llamaron a los obreros a “prestar atención a los asuntos del Estado”. De nuevo, esto no se dio sin contradicción. Los mismos revolucionarios profundizaron su comprensión y le dieron mayor énfasis a luchar porque las masas utilizaran lo que entonces se conocía como marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung con el fin de que diferenciaran las líneas correctas de las incorrectas. Se dice que Chang Chun chiao planteó que “la teoría es el aspecto más dinámico de la ideología” por encima de los simples sentimientos de clase[52].

Durante la época de Mao también podían verse diferencias respecto a cómo entender la relación entre la comprensión espontánea de las masas y la teoría comunista revolucionaria. Por ejemplo, en las primeras etapas de la Revolución Cultural (el mismo periodo de la GRCP que D’Mello considera su apogeo), se citaba con frecuencia a Lin Piao diciendo que “la corriente mayoritaria del movimiento de masas siempre se alinea con el desarrollo de la sociedad y siempre es racional”[53]. Ese argumento, que dejó de usarse en el partido chino, puede ser contrastado con el lema enfatizado por Mao en el X Congreso del Partido en 1973: “Ir contra la corriente es un principio del marxismo-leninismo”[54]. El informe de ese Congreso también dejó claro que sólo el comunismo revolucionario permite que alguien sea capaz de distinguir entre una corriente correcta y una incorrecta.

Aquí de nuevo podemos ver que algunos elementos erróneos y parciales en lo que Mao y los comunistas chinos habían planteado antes (en este caso una insinuación de que la comprensión de las masas siempre debe ser considerada correcta) son aprovechados y elevados por encima de la comprensión más científica y principal que Mao y sus seguidores estaban desarrollando. Sea que lo haga plenamente consciente o no, D’Mello insiste en aferrarse y basarse en los elementos del pensamiento y la práctica de Mao que el mismo Mao estaba llamando a cuestionar o descartar. En vez de seguir el retroceso de D’Mello, debemos mirar la comprensión avanzada que Avakian ha estado forjando sobre la relación entre los comunistas y las masas. Avakian ha enfatizado el papel de plantear cuestiones cruciales ante las masas e involucrarlas en lidiar con ellas, derribando, al máximo posible, las barreras a su participación en este campo. Ha recalcado que, “No simplemente se trata de crear una situación en que cada vez más masas ‘se sentirán que están metidas’ en el proceso revolucionario, sino en realidad encontrar las soluciones a estos problemas y permitir que el partido, tanto como las masas, aprendan de esta manera”[55].

“La práctica es el criterio de la verdad”

Otra área en la que D’Mello concentra una comprensión incorrecta compartida por muchos dentro del movimiento maoísta es su análisis de lo que describe como la máxima del maoísmo “buscar la verdad en la práctica”. Si bien no estoy enterado de alguna declaración de Mao que corresponda exactamente a lo que D’Mello cita, Mao sí escribió que “la práctica es el criterio de la verdad”[56].

D’Mello define el marxismo como “una guía para la vida y la práctica social, y a largo plazo su validez sólo puede juzgarse por sus frutos”, basándose en una cita de Paul Sweezy cuyo artículo reimprime D’Mello en su compilación. La gravedad de este error es más evidente cuando se lee todo el pasaje de Sweezy, que D’Mello deja trunco: “Quizá lo más importante, el marxismo tiene una teoría de la historia y el destino de la humanidad que es simple en sus líneas generales y de una incalculable envergadura en sus implicaciones. Es una teoría racional, no mística; pero como toda teoría de ese tipo nunca puede ser probada de manera precisa o científica. Es una guía para la vida y la práctica social, que sólo puede juzgarse por sus frutos” [énfasis añadido][57]. En lo que hay que enfatizar aquí es precisamente en las palabras que D’Mello omite, el rechazo básico de Sweezy de toda base científica para “probar” el marxismo[58].

El marxismo es, ante todo, una ciencia y no una simple “guía”[59]. Como toda ciencia, puede y necesita ser continuamente verificado, enriquecido y donde sea necesario corregido. Pero esto es diferente a decir que debe ser verificado por “sus frutos”.

Por ejemplo, las enseñanzas de Mao sobre el carácter de la sociedad socialista, su tesis sobre los demócratas burgueses convertidos en seguidores del camino capitalista, su tesis sobre el peligro de restauración capitalista, sus predicciones sobre lo que tal restauración significaría para el pueblo de China y del mundo —todo esto fue por desgracia “probado” por el golpe de Estado de Deng Xiaoping, y en ese sentido se verificó en la práctica. Sin duda, es difícil pensar en muchas otras tesis científicas, al menos en la esfera de las ciencias sociales, que hayan sido tan cabalmente probadas[60].

A la luz de esto vale la pena pensar en por qué tan pocas fuerzas maoístas en el mundo fueron capaces de entender, en un sentido básico, lo que estaba sucediendo en China luego del golpe de Estado. Muchos siguieron ciegamente a China, sólo para espabilarse pocos años después ante el hecho de que los revisionistas chinos no tenían necesidad de fuerzas maoístas a nivel internacional.

Las razones de este colapso son múltiples, pero algunas de las cuestiones de concepción y enfoque tienen que ver con nuestra discusión aquí. En particular, mucha gente estaba aplicando una comprensión vulgar del “criterio de la práctica” similar a como D’Mello, tomándolo prestado de Sweezy, lo formula en su artículo. Según tal pragmatismo, si la revolución fue derrotada, sin duda un fruto muy amargo, es fácil concluir que eso necesariamente debió ser “culpa” de Mao y sus enseñanzas. El asunto no era si lo que Mao sostuvo era o no cierto. Así que en vez de la ciencia y su definición de verdad como la mayor aproximación al mundo objetivo, la cual debe ser probada en la práctica y la experimentación, tenemos un criterio subjetivo de verdad cuya validez está determinada por su supuesta utilidad.

Desafortunadamente, el argumento de D’Mello de usar el criterio de utilidad para determinar la verdad es la reacción instintiva de muchos maoístas. Esto se expresa de muchas formas, incluyendo en el pragmatismo más vulgar de “si funciona debe ser correcto” y el corolario “si no funciona debe estar errado”. El “fracaso” de la GRCP (que deber ser entendido más correctamente como una derrota) fue aprovechado por muchos, incluso la mayoría, de los “maoístas” para justificar el apoyo a los nuevos líderes en China o para deshacerse por completo del maoísmo.

También es necesario señalar que el “criterio de la práctica”, como se entiende comúnmente por muchos del movimiento maoísta (y como D’Mello lo promueve en su artículo), se basa en una definición estrecha y pobre de “práctica” —como experiencia inmediata y directa, con la teoría como sólo una generalización empírica de tal práctica. La práctica social no consiste sólo de la experiencia de la propia lucha inmediata —está la importancia de la experiencia, la “práctica”, de la lucha a nivel internacional e históricamente. Aquí, también, vale la pena recordar que la práctica de la GRCP y las revoluciones soviética y china más en general siguen siendo de lejos la experiencia más importante desde la que debemos examinar la comprensión existente y desarrollar nueva teoría[61].

Además, la teoría revolucionaria no se desarrolla sólo de la experiencia del proletariado mismo, incluso entendido en un sentido amplio. Hay otras fuentes de conocimiento, tales como las ciencias naturales, cuyos descubrimientos y avances contribuyen y deben contribuir a una concepción del mundo completamente científica, comunista revolucionaria. Por ejemplo, la comprensión del principio de indeterminación en física o los recientes avances en matemáticas puede ayudar a corregir el materialismo mecanicista lineal, contribuyendo así a una comprensión más correcta, dialéctica y científica de las leyes de la naturaleza y la sociedad, y en particular, la relación entre la necesidad y la casualidad, la contingencia y la causalidad.

¿No es el marxismo mismo producto de gran cantidad de conocimiento humano acumulado en numerosas esferas de actividad?[62] Por una parte esto parece obvio, incluso debido al muy conocido artículo de Lenin “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”[63]. Desafortunadamente, sin embargo, con mucha frecuencia en el movimiento maoísta ha pasado sin ser desafiada una epistemología pragmática y empirista, a menudo oculta tras una incorrecta interpretación de la declaración de Mao de que “la práctica es el criterio de la verdad”.

Observaciones finales

Una conclusión clave que brota de la política y el discurso de D’Mello del marxismo/maoísmo como democracia radical es que un defecto fundamental de la revolución socialista es que “todas las revoluciones inspiradas por Marx sólo han gozado del apoyo o participación de una significativa minoría” y que es necesario un “compromiso con una democracia radical [para] generar corriente para obtener el apoyo de la mayoría”. Si bien no podemos adentrarnos en una discusión completa de este tópico, quisiera ofrecer unos cuantos breves pensamientos:

La revolución socialista objetivamente beneficia a la gran mayoría de la población. Pero esto es bastante diferente que actuar como si la revolución debiera esperar la aprobación expresa de la mayoría antes de avanzar. La realidad es que la revolución por lo general comienza con el apoyo de sólo una minoría, aunque existe una base material para lo que generalmente se inicia como una lucha de una minoría consciente para atraer y movilizar a cada vez más amplios sectores del pueblo. Esto también es cierto incluso en países donde la opresión es más intensa y la estabilidad y la “legitimidad” de las clases dominantes es muy débil. Por ejemplo, ¿alguien puede pensar realmente que en Nepal en 1996 la mayoría en todo el país hubiese aprobado el inicio de la guerra popular? ¿O en Perú en 1980? ¿O en China en 1927? Y esto no sólo sería una afirmación ridícula cuando hablamos de todo un país, también se aplica en gran medida en las zonas cercanas a donde se inicia la lucha armada, como Ayacucho en Perú o Rolpa en Nepal. Con esto quiero decir que sin duda hay un amplio sector de la sociedad, incluso en tales zonas rurales sumadamente oprimidas, que teme el estallido de una lucha revolucionaria porque conoce muy bien las atroces políticas de las clases reaccionarias y sus matones armados cuando alguien se atreve a levantar la cabeza. El PCP hace referencia a que tuvieron que vivir en cuevas los primeros seis meses o un año de la guerra popular en Perú antes de que las masas tuvieran la suficiente confianza en la capacidad de resistencia de los revolucionarios para darles refugio.

Una situación similar también se puede desarrollar luego de la toma del poder en todo el país. En otras palabras, en coyunturas cruciales, por muchas razones una mayoría numérica podría ser persuadida o amedrentada para apoyar una línea y un liderato que lleve a la restauración del viejo orden explotador. En China durante los últimos años de la GRCP, la presión del sistema imperialista mundial, la desigual conciencia política de las masas y la incapacidad de muchos de entender el verdadero carácter y peso de la línea revisionista, fortaleció la capacidad de los seguidores del camino capitalista de ganar el apoyo de importantes sectores de la población. Además, los errores cometidos por los revolucionarios contribuyeron, aunque de manera secundaria, a una correlación y alineamiento de fuerzas desfavorables en 1976. Si el golpe de Estado de Hua Kuofeng hubiera sido aprobado por una elección, ¿hubiera sido más legítimo? ¿Los revolucionarios hubieran tenido que aceptar la contra-revolución como “la voluntad del pueblo”?

Una de las mayores dificultades de la revolución socialista es que es a favor de los intereses de la gran mayoría del pueblo y debe apoyarse fundamentalmente en ellos, pero las masas están constituidas por sectores avanzados, intermedios y atrasados. Incluso bajo el socialismo las amplias masas no son plenamente conscientes de sus intereses a largo plazo o de cómo alcanzarlos —y esto provoca la continua necesidad de un liderato comunista de vanguardia. Las masas deben ser movilizadas cada vez más a prestarles atención a los asuntos del Estado, a participar en diversas instituciones estatales, y a asumir cada vez más responsabilidad en la dirección de la sociedad y en la toma de decisiones de la sociedad. Pero esto no significa que las masas puedan gobernar directamente, de forma inmediata, sin delegar parte de la autoridad de la dictadura del proletariado a sus representantes. Durante un largo periodo histórico, habrá necesidad de un Estado y, además, en un mundo donde el imperialismo aún busca prevalecer, esto también incluye la necesidad de un ejército permanente.

En la mayoría de los futuros países socialistas, especialmente en los otrora países oprimidos, existirán profundas diferencias entre la ciudad y el campo. En todos los países quedará un remanente de la gran brecha entre trabajo intelectual y manual, y la contradicción entre hombre y mujer será una característica determinante en la sociedad. Todas estas diferencias son parte de la persistente base para que la revolución retroceda, y Mao le prestó mucha atención a cómo manejar estos problemas. Correctamente manejadas, estas mismas contradicciones pueden ser parte del motor por medio del cual la sociedad avance. No servirá de nada simplemente desear que estos problemas y contradicciones desaparezcan.

Esto está relacionado con la crítica de Avakian al establecimiento de una ideología oficial en el país socialista, como fue en el caso tanto de la URSS como de China, cuya constitución de 1975 planteaba: “El marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung es la base teórica que guía el pensamiento de nuestra nación”. De hecho, en las pasadas y sin duda en las futuras revoluciones socialistas, amplios sectores de la sociedad, incluyendo gran cantidad de potenciales partidarios del sistema socialista —por ejemplo, muchos que tienen creencias religiosas— no se puede decir que compartan la ideología comunista, y afirmar lo contrario es tanto falso como dañino. Además, insistir en que la sociedad en su conjunto jure lealtad a la ideología comunista cuando muchos o la mayoría aún no han sido ganados a ésta hace menos posible desencadenar y abarcar la energía y el pensamiento que pueden, de una manera polifacética y no lineal, contribuir a avanzar hacia el comunismo. Como lo ha señalado Avakian, el partido de vanguardia tendrá que dirigir un proceso dialéctico que una y otra vez requerirá “ir al borde de ser descuartizado” a la vez que continúa luchando con todo sobre la necesidad de continuar la transformación revolucionaria. Con esta misma perspectiva, Avakian también ha insistido en la necesidad de alentar el disentimiento bajo el socialismo e incorporar correctamente el principio enunciado por John Stuart Mill de que “es importante oír argumentos de los defensores apasionados de una idea y no solamente de sus oponentes”[64].

Pero D’Mello enfoca la contradicción entre el liderato comunista y las amplias masas desde su perspectiva de una “democracia radical”, y comprende mal tanto el problema como la solución. En su descripción del desarrollo del socialismo en la URSS, D’Mello cita y se basa mucho en el teórico político socialdemócrata británico Ralph Miliband:

“La visión de Lenin del estado socialista ‘no sobrevivió a la toma del poder por los bolcheviques’. Sin embargo, ‘él nunca renunció formalmente a las perspectivas que inspiraron El Estado y la revolución’. ¿Podemos concluir entonces que Lenin quería ‘la creación de una sociedad en la que el estado estaría estrictamente subordinado al mandato y autogobierno del pueblo’?… A este respecto, el contraste entre la teoría y la práctica no puede ser más marcado… Después de todo, ¿qué le pasó al Congreso de los Soviets —soviets que tenían el potencial de ser órganos de autogobierno de los obreros y los campesinos— que habían surgido casi espontáneamente del movimiento de febrero de 1917? Para el verano de 1918 los soviets no tenían más que una existencia formal… En realidad, la dictadura del proletariado fue consideraba imposible salvo a través del liderato de un partido único; el socialismo pluralista también fue descartado”.

Hay que señalar que el análisis que hace Miliband de El Estado y la revolución y repite D’Mello es una distorsión grotesca. Miliband/D’Mello ocultan que ¡el punto principal de la famosa obra de Lenin es argumentar a favor de la dictadura del proletariado!

El lector familiarizado con los debates en el movimiento maoísta contemporáneo verá inmediatamente la similitud entre los argumentos de Miliband/D’Mello y los del ex maoísta indio K. Venu[65] a comienzos de los noventa, y más recientemente de Baburam Bhattarai en Nepal en su interpretación revisionista de la “democracia proletaria” y la negación unilateral de la experiencia de la revolución proletaria del siglo 20[66].

Aquí sólo quisiera enfatizar unos pocos puntos. Si bien las formas y estructuras del poder político y la iniciativa de las masas son importantes[67], no existe ninguna forma mágica (soviets u otras) que por sí sola puede garantizar el que las masas realmente dominen. Sin duda, el “sufragio universal” característico de la democracia burguesa ha mostrado una y otra vez, y país tras país, ser un muy buen medio para consolidar y justificar el dominio de una pequeña minoría de la sociedad, las clases explotadoras. Tampoco la elección directa de concejos obreros (soviets) o instituciones similares resolverá el problema de la participación real y efectiva de las masas en las instituciones de gobierno ni, lo que es más importante, garantizará que la sociedad sea dirigida a avanzar en consonancia con los intereses de clase del proletariado de finalmente superar la sociedad de clases. Ni debemos olvidar que los “demócratas radicales”, cuando llegan al poder, pueden ser de los peores tiranos (por ejemplo, cuando Nasser llegó al poder en Egipto usó el ejército para aplastar el que había sido un movimiento de masas floreciente y detuvo a miles de comunistas y otros que fueron torturados y mantenidos en campos de concentración).

La atribución que hace D’Mello a Mao de la necesidad de luchar contra una “élite gobernante” puede parecer que corresponda al tratamiento que le dio Mao a la lucha de clases bajo el socialismo. Sin embargo, en realidad separa la contradicción entre dirigentes y dirigidos del carácter contradictorio de la base económica socialista que proporciona la base para el surgimiento de una nueva burguesía. En otras palabras, habrá necesidad de planificadores, administradores y líderes durante todo el período del socialismo: la cuestión decisiva es cuál línea implementan estas fuerzas, en lo que juegan un papel particularmente central los líderes del partido. La línea revolucionaria proletaria debe dirigir la sociedad por el camino socialista, lo que incluirá reducir las divisiones que persisten entre dirigentes y dirigidos, restringir el funcionamiento de la ley del valor y el derecho burgués, acercar a cada vez más amplios sectores de las masas a los procesos de toma de decisiones, etc. Si triunfa la línea capitalista, como fue el caso primero en la URSS con el ascenso de Jruschov al poder y después en China tras el golpe de estado luego de la muerte de Mao, todas las marcas de nacimiento de la vieja sociedad, tales como la división del trabajo, la ley del valor, etc., se expandirán exponencialmente y regresarán los horrores del sistema capitalista.

Abogar por una lucha contra una “élite gobernante” monolítica, a la vez que obviar un análisis científico de las contradicciones de clase y las tareas de la sociedad socialista, como hace D’Mello, no fue lo que Mao enseñó ni practicó. Peor que sólo a un confuso embrollo, este tipo de enfoque no-materialista puede abrir la puerta a la demagogia populista. Los seguidores del camino capitalista bajo el socialismo son tan capaces de esto como los demagogos populistas en las sociedades reaccionarias de hoy. Hay mucho de este tipo de cortinas de humo demagógicas encubriendo el golpe de Estado de Hua Kuofeng y Deng Xiaoping en 1976, como por ejemplo el ataque a Chiang Ching como “decadente” por jugar cartas y ver películas occidentales. Y de nuevo debemos repetir que muchos camaradas a nivel internacional también adoptaron esto.

***

El comunismo revolucionario requiere una democracia diferente a la de la burguesía, una democracia que fortalezca la dictadura del proletariado, que ayude a garantizar que cada vez más sectores de las masas sean atraídas al proceso de toma de decisiones y que ayude a garantizar que el Estado continúe avanzando hacia el comunismo[68]. De la experiencia histórica sabemos que habrá lucha encarnizada para mantener este camino y también sabemos que las mismas estructuras que la revolución ha establecido pueden ser transformadas en instrumentos para volver a esclavizar a las masas y arrastrar la sociedad de vuelta al capitalismo, como pasó en la URSS y China. También podemos resumir que un debate floreciente y una amplia lucha ideológica y política, independientemente de lo “confuso” y complejo que pueda ser este proceso, crea condiciones más favorables para mantenerse en el camino socialista y derrotar los intentos de cambiar el color del Estado socialista. Por otra parte, los esfuerzos por acorralar, orquestar o incluso contener la lucha política e ideológica operarán en últimas a favor de aquellos que quieren regresar al capitalismo. Sin embargo, en lo fundamental, dar lugar a una sociedad socialista vigorosa y vibrante no es principalmente una cuestión de democracia.

La nueva síntesis de Avakian proporciona un nuevo marco para desatar la creatividad y la experimentación, fomentar el fermento y el disentimiento, y restringir y superar las contradicciones entre trabajo intelectual y manual, entre dirigentes y dirigidos —todo como parte de avanzar al comunismo. Él está proporcionando un nuevo marco para trabajar la contradicción entre las fuerzas en la sociedad decididas a avanzar hacia el comunismo y los más amplios y contradictorios sectores de la sociedad. Esto se encuentra concentrado en la formulación del “núcleo sólido con mucha elasticidad”. “Eso significa que, por un lado, debe darse una fuerza en la sociedad que se expande continuamente, que cuenta con el partido comunista revolucionario como su elemento dirigente, que esté firmemente convencida de la necesidad de avanzar al comunismo y que se comprometa de corazón a llevar a cabo esa lucha, ante todas las dificultades y obstáculos que se den; y sobre la base de ese ‘núcleo sólido’ y a la vez al reforzarlo continuamente, debe haber previsiones y espacio para una amplia diversidad de pensamiento y de actividad del pueblo en toda la sociedad, ‘que exploren en muchas direcciones diferentes’, que breguen y experimenten con muchas ideas y programas y campos de actividad diferentes —y, cabe recalcar, el partido de vanguardia y el ‘núcleo sólido’ en un sentido general debe ‘abarcar’ todo eso y se debe facilitar que todo eso contribuya por muchas vías divergentes al avance por un ancho camino hacia la meta del comunismo”[69].

Hay una base para construir una sociedad vibrante y emocionante —una sociedad que no sólo satisfaga las crecientes necesidades de las masas sino una sociedad en la que la economía, las instituciones políticas, la cultura y las relaciones entre la gente estén siendo revolucionadas, y eso en marcha hacia un mundo comunista. Hay una base para forjar un camino hacia un futuro en el que los seres humanos puedan realmente florecer y actuar como protectores del planeta. Puesto en otros términos, el reto ante nosotros es iniciar una nueva etapa de la revolución comunista. ❑

  1. Seminario de Economía y Política, Vol. XLIV Nº 47, 21 de noviembre de 2009 —Trad.

  2.  Bernard D’Mello, “¿Qué es el maoísmo?”, en D’Mello, ed., Qué es el maoísmo y otros ensayos, Cornerstone Publications, 2010 [en inglés]. En junio de 2012 el artículo se podía encontrar en: mrzine.monthlyreview.org/2009/dmello021109.html.

  3.  D’Mello, p. 24. Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach, Obras Escogidas, tomo 1, (Moscú, Editorial Progreso, 1974), p. 10.

  4.  D’Mello, p. 43-44.

  5.  Véase Bob Avakian, Contradicciones todavía por resolver, Fuerzas que impulsan la revolución, una charla de 2009. Para más sobre esto y cuestiones relacionadas, véanse otras obras de Avakian como “Dictadura y democracia, y la transición socialista al comunismo”; “Escalar las alturas y volar sin red de seguridad”; “Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte”; “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad”, en el folleto Revolución y comunismo: Fundamentos y orientación estratégica (1º de mayo de 2008); la reciente entrevista “Lo que la humanidad necesita: La revolución y la nueva síntesis del comunismo”, y la entrevista sobre la GRCP en este número de la revista; y otras obras que reflejan la nueva síntesis como el Manifiesto del PCR y la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte. Todos estos artículos pueden encontrarse en revcom.us.

  6.  D’Mello, p. 52.

  7.  Para más sobre esta cuestión, véase el sitio web del proyecto Pongamos las cosas en claro: thisiscommunism.org.

  8.  Véase Mao Tsetung, “Charla a la delegación militar de Albania”, 1967; reimpresa en Un mundo que ganar Nº 1/1985.

  9.  El comunismo: El comienzo de una nueva etapa, Un Manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, EEUU. En lo sucesivo nos referiremos al Manifiesto del PCR.

    Para mayor discusión de este tema, véase Lenny Wolf, “¿Qué es la nueva síntesis de Bob Avakian?”, y Avakian, Hacer la revolución y emancipar a la humanidad, Parte 1. www.revcom.us

  10.  Karl Marx, “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”, Obras Escogidas de Marx y Engels, tomo 1, (Moscú, Editorial Progreso, 1974), p. 287.

  11.  Constitución del Partido Comunista Revolucionario, EEUU (Chicago, RCP Publications, 2008), p. 42. También en revcom.us

  12.  Manifiesto del PCR [énfasis añadido].

  13.  “Informe ante el IX Congreso Nacional del Partido Comunista de China” (abril de 1969), en Importantes documentos de la Gran Revolución Cultural Proletaria, Pekín: ELE, 1970.

  14.  Un exponente importante de este tipo de visión entre los académicos es el ex maoísta francés Alain Badiou. Véase Raymond Lotta, Nayi Duniya, y K. J. A., “La ‘política de emancipación’ de Alain Badiou, un comunismo atrapado en los confines del mundo burgués”. Demarcations, nº 1, demarcations-journal.org.

  15.  Este tipo de comprensión tenía mucho en común con la línea de Lin Piao, en un tiempo designado oficialmente como el sucesor de Mao en el Partido Comunista de China. Lin había influenciado a muchos con su obra ¡Viva el triunfo de la guerra popular! que teorizaba y concentraba muchas de las concepciones y líneas erróneas de ese tiempo. Entre otros problemas, librar guerra popular se convirtió en el criterio decisivo para evaluar lo correcto de la línea ideológica y política. A esto se le dio importancia central en el contexto de un análisis de que el mundo había entrado en una “nueva época” y, en consecuencia, que las leyes básicas que Lenin había descubierto respecto a la época del imperialismo ya no eran determinantes. Según esta concepción, lo que se necesitaba para avanzar la revolución mundial se equiparaba de manera reduccionista al avance de las luchas de liberación nacional contra el imperialismo. Esta línea ganó fuerza en los años sesenta con el telón de fondo de tales luchas en todo el mundo, incluyendo la heroica lucha contra la agresión estadounidense a Vietnam.

  16.  Chiang Ching fue la esposa de Mao y la principal líder revolucionaria en el frente cultural. Para más al respecto, véase “Chiang Ching: Las ambiciones revolucionarias de una líder comunista”, Un mundo que ganar, nº 19, 1993.

  17.  Chang Chun-chiao jugó un papel dirigente en la Tormenta de Enero de 1967 en Shanghái y fue a la vez un importante teórico y un líder clave del liderato revolucionario. Véase su trascendental obra Acerca la dictadura omnímoda sobre la burguesía, (Pekín, ELE, 1975).

  18.  Muchos otros siguieron a Enver Hoxha de Albania, quien utilizó la derrota en China para irse contra todos los desarrollos de Mao al marxismo. A cambio Hoxha predicaba un regreso a una versión caricaturesca de la compresión de Stalin, en particular para irse contra todas las tesis de Mao sobre la naturaleza contradictoria del socialismo y la necesidad de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado. “Rechazar el ataque dogmato-revisionista contra el pensamiento Mao Tsetung”. The Communist, Nº 5, 1979.

  19.  Avakian, Las contribuciones inmortales de Mao Tsetung, (Chicago, Liberation Distributors, 1991). [1ª edición en inglés 1978]

  20.  Le siguieron otras obras importantes que detallan más las contribuciones hechas por Mao pero que también empezaron a explorar áreas importantes en las que existieron errores en la práctica y la concepción. Véanse, entre otros, ¿Conquistar el mundo? Deber y destino del proletariado internacional (1981); Para una cosecha de dragones (Chicago, RCP Publications, 1983); Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr? (Chicago, Banner Press, 1986).

  21.  Véase Conquistar el mundo.

  22.  Ver y contrastar “Sobre el marxismo-leninismo-maoísmo”, Documentos del Partido Comunista de Perú (PCP) Primer Congreso, Un mundo que ganar, nº 11, 1985; y “Marxismo-leninismo-maoísmo,” por el PCR, EU, Un mundo que ganar, nº 12, 1988.

  23.  Véase Avakian, Avanzar el movimiento revolucionario mundial: Cuestiones de orientación estratégica (una charla dada poco después de ¿Conquistar el mundo?, publicada primero en la revista Revolución, primavera de 1984). Véase también La base, las metas y los métodos de la revolución comunista, tercera parte.

  24.  La base de unidad del MRI en su fundación en 1984 se enunció en la Declaración del Movimiento Revolucionario Internacionalista. En 1993 el MRI también adoptó ¡Viva el marxismo-leninismo-maoísmo!

  25.  Avakian lo ha puesto de esta forma: “Esta nueva síntesis abarca reconfigurar y recombinar los aspectos positivos de la experiencia hasta la fecha del movimiento comunista y la sociedad socialista, mientras se aprende de los aspectos negativos de esa experiencia, en las dimensiones filosóficas e ideológicas tanto como las políticas, y así tener una orientación, método y enfoque científicos con raíces más profundas y firmes, no solo en cuanto a hacer la revolución y conquistar el poder, sino también, sí, en cuanto a satisfacer los requisitos materiales de la sociedad y las necesidades de las masas populares, con una base cada vez mayor, en la sociedad socialista —para superar las profundas cicatrices del pasado y continuar la transformación revolucionaria de la sociedad, mientras al mismo tiempo apoyar activamente la lucha revolucionaria mundial y actuar conforme con el reconocimiento de que la arena y la lucha mundiales son las más fundamentales e importantes, en un sentido global— junto con abrir cualitativamente más espacio para dar expresión a las necesidades intelectuales y culturales del pueblo, entendidas en el sentido amplio, y posibilitar un proceso más diverso y rico de exploración y experimentación en los campos científicos, artísticos y culturales, y en la vida intelectual en general, con mayor campo para la competencia de diferentes ideas y escuelas de pensamiento, y para la iniciativa y creatividad individuales y la protección de los derechos individuales, con espacio para que los individuos interactúen en la ‘sociedad civil’ independientes del estado —todo en un marco general cooperativo y colectivo y al mismo tiempo a la medida que el poder estatal se mantiene y se sigue desarrollando como un poder estatal revolucionario al servicio de los intereses de la revolución proletaria, en el país en particular y por todo el mundo, donde este estado es el elemento dirigente y central de la economía y la dirección general de la sociedad, mientras el estado en sí se transforma continuamente en algo radicalmente diferente de todos los estados previos, como una parte crucial del avance hacia la abolición posterior del estado al llegar al comunismo a nivel mundial.

    “En cierto sentido, se puede decir que la nueva síntesis es una síntesis de la experiencia previa de la sociedad socialista y del movimiento comunista internacional más ampliamente, por un lado, y de las críticas, de varios tipos y desde varios puntos de vista, de esa experiencia, por otro lado. Esto no quiere decir que esta nueva síntesis representa una simple ‘unión’ de esa experiencia, por un lado, y las críticas, por el otro. No se trata de combinar eclécticamente estas cosas, sino de tamizarlas, reconfigurarlas y recombinarlas a base de un punto de vista y método científicos, materialistas y dialécticos, y de la necesidad de mantener el avance hacia el comunismo, que es una necesidad y objetivo que este punto de vista y método siguen señalando —y, cuanto más rigurosa y profundamente se adopta y aplica, tanto más firmemente señala esa necesidad y objetivo”. Bob Avakian, “Hacer la revolución y emancipar la humanidad” Parte 1.

  26.  Para más sobre estos temas véase Bob Avakian, Forjar otro camino, 2006. revcom.us/avakian/anotherway/index.html.

  27.  “Los grandes hombres que en Francia emanciparon los espíritus, mostráronse muy revolucionarios: no reconocían autoridad ninguna, cualquiera que fuese. La religión, la cosmogonía, la sociedad y el orden social, todo se sometió a implacable crítica. Todo debía justificar su existencia ante el tribunal de la pura razón o dejar de ser…

    “Al presente, sabemos que ese imperio de la razón no fue otra cosa que el reino idealizado de la burguesía; que la eterna justicia se realiza en la justicia burguesa; que la igualdad se compendia en la igualdad ante la Ley; que la propiedad se proclamó como uno de los derechos esenciales del hombre; que el Estado ideal, según el Contrato Social de Rousseau, no podía realizarse sino bajo la forma de una república democrática burguesa. Los grandes pensadores del siglo XVIII, como sus predecesores, no podían superar los límites que su tiempo les imponía”. Federico Engels, Anti-Dühring, (Madrid, Ciencia Nueva, 1968).

  28.  Para un análisis más completo sobre la relación entre la “igualdad” y la lucha por el comunismo véase Lotta et al., “Alain Badiou…”, capítulo 1.

  29. “…no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases”. “Marx a Joseph Weydemeyer, 5 de marzo de 1852”, Obras Escogidas de Marx y Engels, tomo 1 (Moscú, Editorial Progreso, 1974), p. 542.

  30.  Véase el Texto 38, “De demócratas burgueses a seguidores del camino capitalista”, y el Texto 39: “Los seguidores del camino capitalista son la burguesía dentro del partido” en Raymond Lotta, ed., Y con Mao son cinco. (Chicago, Banner Press, 1978).

  31.  En contraste con la “democracia radical” formalista y sin clases de D’Mello y sus esfuerzos por reconstruir a Marx y Mao dentro de esa imagen, podemos comparar las siguientes tres frases de Bob Avakian sobre la democracia: “En un mundo de profundas divisiones de clase y grandes desigualdades sociales, hablar de la ‘democracia’ sin señalar su carácter de clase y a qué clase beneficia no tiene sentido o tiene implicaciones peores. Mientras exista la sociedad dividida en clases no puede haber ‘democracia para todos’: dominará una clase u otra, y la clase que gobierna defenderá y promoverá el tipo de democracia que concuerde con sus intereses y metas. Por eso, debemos preguntar: ¿qué clase dominará y si su gobierno, y sistema de democracia, sirve para continuar las divisiones de clase, y las relaciones de explotación, opresión y desigualdad que corresponden a estas, o lleva a abolirlas?”. Citado en la Constitución del Partido Comunista Revolucionario, EU, 2008 (cita publicada originalmente en 2004).

  32. Marx, “Critica del Programa de Gotha”, OEME, tomo 3, p. 14-15.

  33.  “El fondo de la cuestión fue que Robespierre —y en general los jacobinos— intentaron crear una sociedad que pudiera realizar los ideales burgueses de igualdad, libertad y los derechos universales del hombre, evitando los extremos de riqueza y pobreza, el monopolio del poder y la impotencia de las masas. La ironía histórica no está en el hecho —como frecuentemente alegan los demócratas burgueses y en general los historiadores burgueses— de que en su intento por hacerlo recurrieron a medios dictatoriales y violentos y luego ellos mismos devinieron en sus víctimas; más bien, consiste en el hecho de que este ideal burgués corresponde en realidad más a la posición de la pequeña burguesía… y que incluso esta clase (o más exactamente, estos sectores pequeño burgueses) es incapaz de gobernar la sociedad y remoldearla a su imagen. Esto se debe a que las mismas relaciones de propiedad —y más aún, las leyes de producción e intercambio mercantil— de las que estos sectores son una expresión, y el proceso global de acumulación en el que ellos son enredados una vez que se afianzan las relaciones de producción burguesas, llevan inexorablemente hacia la polarización de la sociedad entre un pequeño número de grandes burgueses y una gran masa de proletarios desposeídos —con los sectores pequeño burgueses atrapados en el medio. Una u otra de estas dos fuerzas principales debe dirigir la sociedad moderna”. Avakian, Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr? (Chicago, Banner Press, 1986), p. 35.

  34. Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, citado por Avakian en su charla de 2005 Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de Estado radicalmente nueva, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad, 8 de marzo de 2006.

  35.  Pero aquí vale la pena recordar el comentario de Marx sobre el tendero pequeño burgués y el intelectual demócrata: “Este contenido es la transformación de la sociedad por vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía. No vaya nadie a formarse la idea limitada de que la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todos shopkeepers [tenderos] o gentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones a que impulsan a aquellos, prácticamente, el interés material y la situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada.” Karl Marx, El dieciocho brumario de Louis Bonaparte, OEME, (Moscú, Editorial Progreso, 1974), tomo 1, p.434.

  36.  “Sobre lo que pasa en Nepal y lo que está en juego para el movimiento comunista: Cartas de Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, al Partido Comunista de Nepal (Maoísta), 2005-2008 (con una respuesta del PCN[M], 2006)”, Demarcations, nº 1. demarcations-journal.org.

  37.  Véase Lotta et al., “Alain Badiou…”, capítulo IV, “Releyendo la Revolución Cultural con el fin de enterrar la Revolución Cultural”.

  38.  Avakian, La pérdida en China y el legado revolucionario de Mao Tsetung, (Chicago, RCP Publications, 1978).

  39.  También vale la pena anotar que si no se mantiene el camino socialista, peligrarán incluso muchas de las características democráticas o “cambios para mejorar” que D’Mello y otros reconocen. Hubo algunos, como William Hinton, cuyo artículo ha incluido D’Mello en su colección de ensayos, que no tenían claros los términos y la naturaleza de la lucha de dos líneas en China durante los últimos años de Mao, y esta confusión los llevó a ponerse del lado de quienes se oponían al liderato revolucionario en el partido. (Hinton, “Mao, desarrollo rural y lucha de dos líneas” y “Sobre el papel de Mao Tsetung”). Unos pocos años después los resultados fueron tales que el sistema de propiedad colectiva en el campo de China que había sido fuente de inspiración de Hinton y muchos otros fue transformado en granjas capitalistas privadas. Las brechas en la riqueza que la revolución había reducido se dispararon y tomaron nuevas formas a medida que los capitalistas fueron intensificando ferozmente la polarización de clases, creando una nueva clase de multimillonarios y su corolario, el despojo y empobrecimiento de amplios sectores de la población rural y su esclavización en lo que muchos acertadamente han llamado la “maquiladora del mundo”.

  40.  Véase Bob Avakian, Avanzar el movimiento revolucionario mundial, op. cit.; y ¿Conquistar el mundo?; op. cit.

  41.  De hecho, el llamado de Avakian a un “quehacerismo enriquecido” [Hacer la revolución y emancipar la humanidad, Parte II] es ampliamente aplicable en todos los países y no tiene raíz fundamentalmente en la existencia o no de una etapa democrático-burguesa de la revolución sino en la necesidad del proletariado revolucionario de liberar a toda la humanidad y barrer todo tipo de opresión.

  42.  Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”. OEME, tomo 1 (Moscú, Editorial Progreso, 1974).

  43.  Avakian, “La necesidad que los comunistas sean… comunistas,” Revolución nº 38, 12 de marzo de 2006.

  44.  Documentos del X Congreso del Partido Comunista de China, (Pekín, ELE, 1973).

  45.  El erróneo pensamiento de D’Mello queda ilustrado en su actitud hacia Baburam Bhattarai, quien es citado favorablemente en su artículo y cuyo propio artículo está incluido en la recopilación de D’Mello. Bhattarai, un líder del Partido Comunista Unificado de Nepal (Maoísta) y primer ministro del país en el momento en que escribimos esto, se ha ganado la admiración de la intelectualidad burguesa por su “infatigable energía” e incluso su “abnegación” en función de los intereses del capitalismo. Pero la línea del Partido Comunista Unificado de Nepal (Maoísta), que D’Mello encuentra “imaginativa”, es en realidad una línea que sólo puede llevar al capitalismo, como el liderato del partido está ahora promocionado vigorosamente. Las cualidades morales, al igual que otros elementos de la ideología como la cultura, deben en últimas reflejar y servir a la base económica subyacente o, en el caso de la moral comunista, reflejar la futura base económica y la lucha que los comunistas están librando por crearla. Podemos estar seguros de que la “abnegación” de los revisionistas y la “laboriosidad de los seguidores del camino capitalista” se transformarán gradualmente en el nepotismo y la corrupción que acompañan a todo sistema de explotación y que las masas naturalmente encuentran indignantes pero que son los síntomas de un sistema de explotación, no su causa. D’Mello, p.261.

  46.  Avakian. Cavilaciones y forcejeos –Sobre la importancia del materialismo marxista, el comunismo como ciencia, el trabajo revolucionario con sentido y una vida con sentido. 2009.

  47.  En su muy influyente libro “Viva el triunfo de la guerra popular”, Lin Piao sostenía que la base para determinar si una persona era revolucionaria o no era “atreverse o no a… sostener una guerra popular… es, en última instancia, un problema de atreverse o no a hacer la revolución. He aquí la piedra de toque infalible para distinguir a los verdaderos revolucionarios y marxista-leninistas de los falsos”. De hecho, este tipo de pensamiento fue bastante difundido entre las nacientes fuerzas maoístas a finales de la década de 1960. En retrospectiva no es difícil ver cuán errónea es está visión. Hubo muchas fuerzas que iniciaron la lucha armada contra las clases dominantes, especialmente en lo que Lin llamó los “centros de la tormenta de la revolución proletaria mundial” de Asia, África y América Latina. Hubo muchas nuevas fuerzas maoístas que tomaron parte en ese auge histórico pero muchas otras eran reformistas nacionalistas que consideraban que en ese momento de la historia sus objetivos sólo podían ser alcanzado participando en la lucha armada y alineándose con la China revolucionaria. Yasser Arafat en Palestina y Robert Mugabe en Zimbabue fueron activos proponentes de la lucha armada revolucionaria en esa época y fueron en sentido amplio “pro-chinos” en términos de su alineamiento político, mas no en su compromiso ideológico.

    Vale la pena anotar que lo que D’Mello considera el punto más alto de la Revolución Cultural llegó antes de la abortada rebelión de Lin Piao contra Mao y del inicio de una crítica más sistemática a algunas de las características erróneas de la línea de Lin. Claramente es improbable que D’Mello acepte muchas de las posiciones de Lin Piao, varias de las cuales estaban asociadas con una especie de militarismo y ultra-“izquierdismo”. Pero la definición de maoísmo como un marxismo del “tercer mundo”, basado en el campesinado, y una concepción en la que el “campo del mundo” (Asia, África y América Latina) estaba rodeando a las ciudadelas imperialistas, no estaban limitadas sólo a Lin Piao. El asunto Lin Piao era parte de un proceso de “uno se divide en dos”. Los revolucionarios en China señalaron que había el proceso del desenmascaramiento del mismo Lin y también el proceso de “llegar nosotros a conocer a Lin”. El correcto y científico núcleo del pensamiento de Mao se estaba desarrollando, incluso contra algunas características del “maoísmo” que objetivamente estaban presentes en algún grado en su propio pensamiento y sin duda ampliamente sostenidas en el campo maoísta, en China y a nivel internacional. Lin Piao, Viva el triunfo de la guerra popular.

  48.  D’Mello, op. cit. Véase también especialmente el ensayo de Sweezy “¿Qué es el marxismo?” en esta antología.

  49.  Escribiendo en Conquistar el mundo en 1980, Avakian perspicazmente teorizó: “Voy a decirlo de una manera un tanto provocadora: sin el leninismo, el marxismo es social-chovinismo y social-democracia eurocéntricos; sin el leninismo, el maoísmo es nacionalismo (y también, en ciertos contextos, social-chovinismo) y democracia burguesa. Bueno, esto puede sonar no más como axiomas fáciles, pero son pertinentes, tienen verdadera importancia y a mi modo de ver son una valoración de la experiencia con ciertos fenómenos que existen en el mundo y sobre los que se requiere una lucha más profunda”.

  50. Véase Avanzar el movimiento revolucionario mundial.

  51.  Mao, “El papel del Partido Comunista de China en la guerra nacional”, Obras Escogidas, tomo 2, (Pekín, ELE, 1968), p. 202-203.

  52.  Citado por Avakian, “Es necesario que los comunistas sean… comunistas”.

  53.  Citado en Pekín Informa 39, 22 de septiembre de 1967.

  54.  Documentos del X Congreso Nacional del Partido Comunista de China, ELE, Pekín, 1973.

  55.  Esto es parte de lo que describe como “quehacerismo enriquecido”. Véase Hacer la revolución y emancipar a la humanidad, Parte II.

  56.  Mao, “Sobre la práctica”, Obras Escogidos de Mao Tsetung, tomo 1 (Pekín, ELE, 1968), p. 327.

  57. Paul Sweezy, “¿Qué es el marxismo?,” op. cit., p. 58.

  58.  D’Mello es ecléctico en este punto. Propone, correctamente, que “la validez científica debe juzgarse en primera instancia por sus contribuciones a la capacidad de explicar la realidad”. Pero en la siguiente frase dice “aquí hay algo aún más exigente —muy a la larga, el marxismo debe ser juzgado por los frutos de su proyecto de llevar a la humanidad por el camino hacia la igualdad, la cooperación, la comunidad y la solidaridad”. D’Mello, p. 24.

  59.  Véase el análisis de Avakian sobre esta cuestión en la sección “Marxismo como ciencia —Refutación de Karl Popper”, Parte I de Hacer la revolución y emancipar la humanidad.

  60.  Esto no significa, por supuesto, que se probara que las enseñanzas de Mao fueron completamente correctas. Si bien en sus líneas fundamentales las tesis de Mao son validadas por una evaluación científica de la experiencia, este mismo proceso de evaluación y la aplicación de lecciones de otros campos de la experiencia humana también hacen posible identificar debilidades y errores en algo de la concepción de Mao.

  61.  Avakian ha caracterizado la dinámica entre la teoría y la práctica de esta forma: “proceder en cualquier momento dado sobre la base de nuestra teoría y línea, tal como se determinan colectivamente y por medio de las estructuras, cauces y procesos del partido; sacar lecciones de nuestra práctica y elevarlas al nivel de abstracción teórica, pero también aprender de muchas otras fuentes (entre ellas las ideas, descubrimientos y observaciones de otros), y aplicar el punto de vista y el método científicos del comunismo, el materialismo dialéctico, a sintetizar repetidamente todo eso a un nivel más alto, en el desarrollo y mediante el forcejeo sobre la teoría y la línea —que luego se regresan y se llevan a cabo en la práctica, sobre lo que tiene que ser una base profundizada y enriquecida. Y así sucesivamente….” (Citado en la Constitución del Partido Comunista Revolucionario, EU, RCP Publications, 2008), p. 16.

  62.  “¿Atascado en el ‘horrible presente capitalista’ o forjando un futuro comunista? —Una respuesta a las nueve cartas de Mike Ely” por un grupo de escritores del PCR.

  63.  Lenin, “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”, en Obras Escogidas, (Moscú, ELE, 1945), p. 45.

  64.  “Conversación de Bob Avakian con unos camaradas sobre epistemología: Sobre conocer y cambiar el mundo”, Observaciones sobre arte y cultura, ciencia y filosofía. (Chicago, Insight Press, 2005), p. 43.

  65.  Véase CRC,PC(ML), “Sobre la democracia proletaria”, y Avakian, “Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”, Un mundo que ganar, nº 17, 1992.

  66. Véanse también las cartas del PCR,EU al PCN-U (M)

  67. Véase por ejemplo la Constitución para la Nueva República Socialista de América del Norte (Proyecto de texto) donde se bosquejan cláusulas para las instituciones estatales que pueden ayudar a desarrollar el carácter revolucionario del estado proletario como un medio para avanzar hacia el comunismo, y le da juego al disentimiento y el debate dentro de la sociedad, lo que también constituye un medio crucial para hacer avanzar la sociedad. (Chicago, RCP Publications, 2010).

  68.  Avakian escribió, “Así que el gobierno por el pueblo —es decir, la democracia— ¿qué significado tiene, cuando te has movido más allá de la división de la gente en explotadores y explotados, cuando sólo existe la asociación común entre la gente? Sí, habrá contradicción y lucha, pero no habrá relaciones sociales y formas institucionalizadas por medio de las cuales una parte de la sociedad dominará, gobernará y explotará y oprimirá otras partes de la sociedad. Así que entonces, ¿qué significado tiene ‘el gobierno por el pueblo’ cuando es sólo la gente, con su asociación común, sin la necesidad y sin la existencia, de hecho, de instrumentos de opresión de una parte de la sociedad por otra?” Lo que la humanidad necesita: La revolución y la nueva síntesis del comunismo, Una entrevista con Bob Avakian, Revolución, nº 267, 1º de Mayo de 2012.

  69. Constitución para la Nueva República Socialista de Norte América (Propuesta Borrador), p. 5