Cavilaciones y forcejeos

Sobre la importancia del materialismo marxista, el comunismo como una ciencia, el trabajo revolucionario con sentido y una vida con sentido

Por Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos

[El siguiente es un extracto del texto de una charla de Bob Avakian, Cavilaciones y forcejeos. En preparación para su publicación se le hicieron revisiones y se le agregaron notas. La charla completa está disponible en: http://revcom.us/avakian/ruminations/BA-ruminations-es.html]

La “apariencia seductora para los demócratas”

Volviendo al asunto de que los individuos en la sociedad no existen puramente como individuos sino en un sentido más fundamental como parte de agrupaciones sociales y cómo eso está basado en ciertas relaciones específicas sociales y fundamentalmente de producción, quiero retomar algunos puntos que tienen que ver con lo que Marx señala muy puntualmente en su ensayo El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, específicamente sobre la cuestión de los intelectuales democráticos y su relación con la pequeña burguesía (la “clase media”). Empecemos con lo siguiente de la polémica contra K. Venu (“Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”) que fue escrito hace más de 15 años pero sigue siendo muy pertinente (esta polémica salió en la revista Un Mundo Que Ganar #1992/17; se halla una buena parte de este ensayo en revcom.us). Primero citaré el pasaje completo y luego comentaré ciertas partes que son particularmente aleccionadoras en relación a lo que pasa hoy:

“Los siguientes análisis de Marx vienen muy al caso. Comentando sobre una variante pequeñoburguesa de la socialdemocracia que, en un contexto diferente y de una forma algo diferente, también proponía ‘la transformación de la sociedad por vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía’, Marx dice:

“‘No vaya nadie a formarse la idea limitada de que la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todos shop-keepers [tenderos] o gentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones a que impulsan a aquéllos, prácticamente, el interés material y la situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada’” (Vea Bob Avakian, “Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”, Un Mundo Que Ganar #1992/17, p. 58, subrayado en el original).

Al examinar esto más, veamos primero la observación muy perspicaz de Marx de que la pequeña burguesía “cree que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases”. ¿Con qué frecuencia hoy vemos, cosa que es motivo de nuestra gran frustración, las manifestaciones de este fenómeno en la política y en otras esferas de la sociedad? El pequeño burgués, y en particular el intelectual pequeñoburgués, constantemente se acerca y le da expresión a la noción de que los intereses limitados y las “soluciones” ilusorias que corresponden a los esfuerzos e inclinaciones espontáneos de las personas en esta situación (“de la clase media”) de alguna manera se pueden imponer a toda la sociedad y van a arreglar los males de la sociedad o al menos van a atenuar y mitigar las contradicciones objetivamente profundas que rigen la sociedad y repetidamente generan el conflicto antagónico en que esta “clase media” por lo general se encuentra envuelta… en una posición intermedia.

Y Marx sigue: “Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todos tenderos o gentes que se entusiasman con ellos”. Marx es un materialista dialéctico, y no vulgar. Explica:

“Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones…”

Nótese: a los mismos problemas y a las mismas soluciones. No solamente las mismas soluciones, sino los mismos problemas y soluciones. También en relación a cómo ven los problemas, además de las soluciones que creen que han encontrado, estos intelectuales democráticos elaboran ideas y proposiciones teóricas que en última instancia corresponden a donde “impulsan a aquéllos [los tenderos], prácticamente, el interés material y la situación social”.

Luego sigue una conclusión muy importante: “Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada…”. De nuevo, Marx plantea un entendimiento correcto de la manera en que las ideas son un reflejo de la realidad material y más específicamente de cierta situación social —pero no se reducen a eso de un modo burdo, no se reducen a eso de un modo reduccionista, a una relación de uno a uno. En última instancia, recalca, las ideas de los intelectuales democráticos no van más allá de los límites dentro de los cuales por sus intereses económicos y su situación social está confinada la pequeña burguesía práctica, por así decirlo. Eso es una observación muy profunda y muy importante. Pero, de nuevo, no es una relación lineal de uno a uno. Para ayudar a ilustrar esto, cabe referirme a un informe que leí de una discusión sobre cómo yo había aplicado esta cita de Marx al papel de alguien como Amy Goodman. En esa discusión, una persona dijo: “Pues, Amy Goodman, ella es un tendera”. No… a-a-a. [Se ríe haciendo el sonido de un “timbre” en un programa tipo concurso, cuando se da una respuesta equivocada.] Esto no capta lo esencial para nada. Lo importante es la relación entre los intelectuales democráticos y los tenderos —la relación dialéctica— y cómo, en la formación de sus ideas, estos intelectuales pueden obrar de manera muy distinta a la manera en que el tendero piensa respecto a problemas prácticos durante un día cualquiera o incluso el modo en que el tendero piensa acerca de la política, pero que los intelectuales democráticos —como representantes de la pequeña burguesía en la esfera de las ideas— no se escapan al marco y a los límites dentro de los cuales están confinadas las actividades más prácticas (por así decirlo) de la pequeña burguesía. Y es muy importante entender eso en el sentido completo —y en su aplicación viva del materialismo dialéctico, a diferencia del materialismo mecánico y el idealismo.

El siguiente párrafo del “Dieciocho Brumario” de Marx, que también se cita en el mismo ensayo mío (pp. 58-59), desarrolla más y arroja más luz sobre este asunto. El párrafo empieza así: “Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en la que los intereses de dos clases se embotan simultáneamente unos contra otros, cree estar por encima del antagonismo de clases en general” (traducción corregida).

Aquí Marx habla del hecho de que la pequeña burguesía es una clase que no tiene futuro como tal y no es capaz de gobernar la sociedad como tal, aunque es posible que los representantes de la pequeña burguesía de hecho lleguen a presidir la sociedad o a dirigir la sociedad como representantes del proletariado o como representantes de la burguesía —”transitarse a un lado” por así decirlo a fin de asumir el punto de vista y los intereses de clase de una u otra de estas dos clases fundamental y antagónicamente opuestas. Por eso Marx se refiere a la pequeña burguesía como una clase de transición en que los intereses de dos clases —es decir, la burguesía y el proletariado— “se embotan espontáneamente unos contra otros”. Por eso el demócrata pequeño burgués “cree estar por encima del antagonismo de clases en general”.

¿¡Cuántas veces hemos oído expresiones de este punto de vista, entre otras respecto a las recientes elecciones y el triunfo de Obama?! Por ejemplo, hace poco alguien envió una carta a nuestro periódico en que se queja de nuestro desenmascaramiento de Obama y declara: creo que la gente está más inclinada hacia la conciliación que hacia el conflicto.

Esta es una expresión clásica de la perspectiva de clase de personas de la pequeña burguesía —que como Marx dijo tan gráfica y perspicazmente, por lo común se imaginan “estar por encima del antagonismo de clases en general”. Se imaginan que puedan agitar la varita mágica del idealismo pequeñoburgués y eliminar los conflictos de clase objetivos y el antagonismo y la lucha a que dan lugar repetidamente de una u otra manera estos conflictos.

Marx sigue:

“Los demócratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada” —vaya que Marx tiene un análisis muy sutil y matizado— “Los demócratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan son los derechos del pueblo, lo que los interesa, es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posiciones de las distintas clases” (obra citada, p. 59; énfasis en el original).

De nuevo, hace una observación sumamente perspicaz y sumamente importante. Es muy útil retomar esto repetidamente y sacarle más y más jugo, precisamente en relación a la realidad en desarrollo y las formas en que esto se manifiesta constantemente —incluidas las formas en que hoy se plantea en términos muy agudos. Aunque este fenómeno se manifiesta repetidamente cada vez que se celebran unas elecciones en una democracia burguesa —y en Estados Unidos en particular—, se ha expresado muy fuertemente con las elecciones recientes alrededor de Obama, las que han tenido sin lugar a dudas la cuota más alta de ilusiones, engaños y sobre todo engaño propio de cualquier elección desde hace mucho tiempo. Ha establecido una norma muy alta para la ilusión, el engaño y el engaño propio, incluso para las elecciones burguesas.

Junto con eso, la siguiente cita de los Grundrisse penetra debajo de una buena parte de la apariencia externa de las cosas y la mistificación de tantas personas (de manera consciente o no) acerca de la realidad fundamental y esencial:

“…en las relaciones monetarias, en un sistema de intercambio desarrollado (apariencia seductora para los demócratas), los lazos de dependencia personal están destruidos, fragmentados, igual que las diferencias de sangre, educación, etc. (aunque estos lazos no dejen de presentarse como relaciones personales); y los individuos parecen independientes (independencia puramente ilusoria que más exactamente debería denominarse indiferencia); parecen libres de enfrentarse y de intercambiar en el seno de esta libertad; pero pueden parecer como tales sólo ante quien se abstrae de las condiciones de existencia bajo las cuales estos individuos entran en contacto (estas condiciones son a su vez independientes de los individuos, y aunque hayan sido creadas por la sociedad, cobran la apariencia de condiciones de la naturaleza, es decir, incontrolables por parte de los individuos)… Pero un examen más profundo de esas condiciones, de esas relaciones externas, muestra que, para los individuos de una clase, etc., es imposible superarlas en masa sin destruirlas” (Marx, Grundrisse [Siglo XXI, 2002], tomo 1, “El dinero como relación social”, pp. 91-92, subrayado en el original; traducción corregida. Otra versión de esta cita aparece en el citado ensayo de Un Mundo Que Ganar #1992/17, p. 57.).

Aquí, porque Marx lo ha puesto entre paréntesis, es posible perder o no captar en toda su extensión una observación muy importante: en el sistema de intercambio desarrollado encarnado en las relaciones monetarias, la apariencia de las cosas —la apariencia externa y no esencial de las cosas— es seductora para el demócrata de modo que éste cree que los varios individuos que se relacionen entre sí por medio de este sistema de intercambio son de hecho independientes y autónomos, cuando en realidad están enredados y confinados en relaciones de producción específicas, de las que el sistema de intercambio desarrollado basado en el dinero es una expresión subordinada. En un sentido importante —y esto es cierto aunque varía el grado en que se plasma en el pensamiento consciente— tales demócratas ven el sistema capitalista y su modo de intercambio en contraste con el sistema feudal, en que los lazos de dependencia personal, diferencias de sangre, de educación, etc., determinan abiertamente e indican la situación social. En contraste, en la sociedad capitalista tales diferencias ajenas al mercado, al menos a un grado importante y en esencia, están destruidas y como Marx dice, todos los lazos personales parecen personales, no establecidos por costumbre y tradición y ni siquiera ley. Eso también es parte de lo que es “seductora” para el demócrata.

Pero en realidad, ¿qué es esta independencia y autonomía tan cacareada de las personas que están enredadas en las relaciones capitalistas de mercado? Como Marx la caracteriza cáusticamente, esta independencia se llama más acertadamente indiferencia, porque las relaciones capitalistas no solo permiten sino que requieren y obligan a las personas a mostrarse en lo fundamental indiferentes a la situación y a la suerte de los demás —y la libertad que las personas tienen dentro de estas relaciones es, según Marx, en esencia la libertad de enfrentarse unos contra otros.

De fondo, como Marx también pone en claro, la independencia y la autonomía que se proclama con tanta frecuencia como un rasgo esencial de la sociedad burguesa y como superior a todas las otras formas de sociedades, es una ilusión. De hecho, la situación en que las personas se encuentran y la “libertad” que de hecho tienen, se definen y se limitan por “las condiciones de existencia bajo las cuales estos individuos entran en contacto” —otra vez, en lo fundamental las relaciones de producción del capitalismo y las correspondientes relaciones de intercambio y de distribución— que, como Marx recalca, son independientes de los individuos. Lo que los demócratas típicamente hacen —lo que de nuevo refleja la posición y el punto de vista de la pequeña burguesía, entendido en un sentido materialista dialéctico y no mecánico— es precisamente “abstraer” la situación de los individuos a estas relaciones y condiciones fundamentales y esenciales. Al mismo tiempo, se dejan seducir por la apariencia de que las condiciones sociales —las condiciones que son el producto del desarrollo histórico de la sociedad y qué ha engendrado ese desarrollo, las condiciones y las relaciones que caracterizan la sociedad y que esta encarna en cualquier momento dado— son “condiciones de la naturaleza”, las que son simplemente “dadas” por la naturaleza o que conforman a la “naturaleza de las cosas” por así decirlo y más específicamente a una “naturaleza humana” supuestamente esencial(ista) e inmutable.

¿Cuántas veces hemos oído a las personas decir: “Sí, estoy de acuerdo, hay muchas cosas malas en la sociedad —pero así son las personas— así es la naturaleza humana, por eso las cosas son como son y por eso éstas no se pueden cambiar en serio”?

Por esas razones, los demócratas —y otros siempre que se adhieran a este punto de vista— no son capaces de reconocer esta verdad muy fundamental: los distintos individuos no solo están “ubicados” dentro de un sistema más grande de relaciones sociales, de producción —y, en la sociedad de clases, de clase— que han evolucionado históricamente y que en lo fundamental son independientes de la voluntad de los individuos, como individuos, sino que, si bien algunos individuos pueden cambiar su situación social y de clase en la sociedad capitalista, las masas populares —y en particular las masas explotadas de los sectores inferiores del proletariado y otros miembros de los grupos sociales oprimidos cuya situación de opresión es un elemento integral e indispensable de la sociedad capitalista imperante— no pueden hacer eso dentro de las condiciones y relaciones actuales. Como Marx insiste muy correcta y profundamente, lo pueden hacer en masa solo mediante la destrucción de estas condiciones y relaciones —solo mediante el derrocamiento del sistema que encarna y refuerza estas condiciones y relaciones.

Como se sabe, por eso una transformación radical de la sociedad, una revolución, es necesaria a fin de que los individuos en masa —en otras palabras, las masas de explotados y oprimidos enredadas en estas relaciones sociales— las superen y creen condiciones y relaciones sociales radicalmente diferentes, una base económica y una superestructura radicalmente diferentes: para avanzar al comunismo y consumar las “4 Todas”.

Así, de todo eso podemos ver la gran importancia de estas citas de Marx, de los Grundrisse y del “Dieciocho Brumario”, en relación a las nociones muy generalizadas que predominan en la sociedad hoy —y como disección y refutación de dichas nociones— sean en la forma de teorías y filosofías más desarrolladas o simplemente prejuicios e ideas erróneas de la gente acerca de la naturaleza de las cosas y “la naturaleza humana” en particular y sobre la posibilidad —o como a menudo se concibe espontáneamente, la imposibilidad— de la revolución y el comunismo.

Cada clase pretende rehacer el mundo a su imagen — pero solamente una clase no puede hacerlo apoyándose en la espontaneidad

Esto me trae al siguiente punto —sin caer en el reduccionismo y la reificación— de que es un fenómeno muy importante en toda la vida social y particularmente en la lucha social que cada clase intentará rehacer el mundo a su imagen. Especialmente en todas las revoluciones, pero en cada una de las transformaciones sociales o movimientos sociales importantes, diferentes fuerzas de clase buscan tomar las riendas e imponer sus soluciones, de acuerdo a su manera de ver los problemas. Más específicamente es importante entender cómo la burguesía y otras fuerzas de clase reaccionarias pretenden hacer esto, especialmente en el contexto de cualquier trastorno social o lucha social importante y muy especialmente en el contexto del acercamiento de una revolución. Examinemos brevemente algunos ejemplos de esto.

• Irán durante la revolución de 1978-79, donde hubo una agitación social masiva en la cual diferentes fuerzas de clase estaban contendiendo y en la cual, desafortunadamente, los representantes de las masas explotadas y oprimidas y en particular el proletariado —es decir, los comunistas— estaban débiles, en comparación a otras fuerzas de clase, especialmente por la sanguinaria represión que se había llevado a cabo por varias décadas contra el movimiento comunista bajo el reinado del Sha respaldado por el imperialismo yanqui. En el torbellino y el hervidero de esa revolución, las fuerzas de clase que representaban los intereses de la burguesía —y en algunos aspectos las relaciones feudales— no solo maniobraron sino que contaron con un poderoso respaldo para tomarse las riendas de la revolución y convertirla en el horror en el que se ha vuelto desde ese entonces con la formación de la República Islámica de Irán y su existencia por casi tres décadas.

Se necesita aprender aún más sobre esto pero se sabe lo suficiente para que quede claro que los imperialistas yanquis, que inicialmente respaldaron al Sha, aun de cara a esta enorme conmoción de las masas, maniobraron entonces a través de sus contactos en el ejército iraní existente y en otras partes de las estructuras gobernantes en esa sociedad, para impedir que la revolución se madurara más completamente. Tomaron medidas para acortar un proceso en que las masas hubieran sido capaces de poner a prueba más completamente en la práctica así como debatir al nivel de teoría y línea los programas y con las fuerzas diferentes que representaban soluciones diferentes. En cambio, los imperialistas yanquis y los elementos por medio de los cuales podían trabajar, maniobraron de modo que las fuerzas agrupadas alrededor de Jomeini consiguieran en realidad el respaldo necesario para tener posibilidades de tomar el poder y consolidarlo. Los imperialistas calcularon que podían manejar tal situación mejor que una situación revolucionaria en continuo desarrollo —una situación en la cual los comunistas, suponiendo que hubieran sido capaces de encontrar su rumbo y comprender y aplicar más profundamente una línea auténticamente comunista y revolucionaria, hubieran sido capaces de ganarse a una cantidad cada vez mayor de las masas durante esta turbulencia social, en la que las masas pusieran a prueba diferentes programas y hubieran visto cuáles de ellos llevaban en realidad en la dirección que correspondía a sus intereses fundamentales, y cuáles se detenían a la mitad del camino pretendiendo refrenar la situación y mantenerla confinada dentro de un marco de opresión.

Una vez más, esto es algo que se necesita explorar más completamente —aunque ha sido explorado de manera importante, particularmente por nuestros camaradas comunistas iraníes. Simplemente pretendo esbozar una figura básica aquí para ilustrar este punto extremadamente importante de que diferentes fuerzas de clase entran en la refriega y especialmente en el contexto de turbulencias sociales mayores y más particularmente con inminentes revoluciones, pretenden tomar las riendas e imponer sus soluciones —y cuáles son las consecuencias cuando diferentes fuerzas de clase son capaces de hacer esto. (Más análisis con detalles adicionales al respecto se halla en el artículo “30 años después de la revolución iraní”, en la versión en inglés del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar, 23 de febrero de 2009.)

• La situación de Sudáfrica en la década del 1980 y principios de la del 1990. En ese período hubo un enorme auge de lucha revolucionaria en ese país, en particular en los cinturones de miseria de las ciudades y también en los bantustanes y en las masas de negros en toda Sudáfrica. Y en cierto momento, sobre todo con grandes cambios en el mundo, incluidos los cambios profundos en la Unión Soviética y su antiguo bloque —en primer lugar, el ascenso de Gorbachov a la cabeza del partido y del estado soviéticos y a continuación la desaparición y la disolución de la Unión Soviética y la fractura y separación de su antiguo imperio como tal— los imperialistas estadounidenses en alianza con la clase dominante de supremacía blanca de Sudáfrica reconocieron que no sólo tenían la necesidad sino también la libertad de cambiar la forma de gobierno en Sudáfrica: para abolir el sistema del apartheid e incluso para permitir que la población mayoritariamente africana votara en las elecciones y eligiera sudafricanos negros como los dirigentes del país comenzando con Mandela.

Pero, una vez más el resultado de esto fue que se abortó el proceso revolucionario. Hay ocasiones y situaciones en que los abortos son buenos y momentos y circunstancias en que son malos. Este fue un momento en que fue muy malo —el aborto de un proceso revolucionario. A pesar de lo que nos predican constantemente en estos días —incluso los “liberales” y los “progresistas” de la clase dominante y los que siguen sus pasos— el aborto de un feto no es en absoluto siempre un mal (o “en el mejor de los casos” un “mal necesario”). Pero sí es muy malo abortar un proceso revolucionario —y eso es lo que sucedió en Sudáfrica. Y una parte del cambio general allí elaborado bajo la influencia dominante de la clase dominante de los EEUU, fue que Sudáfrica se mantuviera en el marco de la dominación imperialista e incluso de los dictados y las estructuras del FMI (Fondo Monetario Internacional), etc. Esto quedó claro y explícito.

Varias personas han analizado esta situación al menos parcialmente, pero lo esencial es lo siguiente: la forma general en que los imperialistas y sus aliados en las estructuras gobernantes de Sudáfrica pusieron en la palestra a Mandela no solamente no mejoró en lo fundamental la situación de las masas de africanos oprimidos y explotados en ese país sino en muchos aspectos este nuevo arreglo ha dado lugar a un empeoramiento de sus condiciones, sobre todo en términos económicos como en términos sociales y morales, por así decirlo, de modo que ahora y por el momento se han sustituido en gran medida y cada vez en mayor grado un auge de la lucha revolucionaria de masas y el sentido de propósito y el sentido de una lucha por un futuro mejor y todos los elementos inspiradores que van de la mano con eso, por la delincuencia, en particular entre los mismos jóvenes que un par de décadas atrás habrían sido la columna vertebral de una lucha revolucionaria. Y eso ha dado lugar a la desmoralización, a la confusión, a las ilusiones que no solamente se han alimentado y se ha echado raíces en las masas en Sudáfrica sino cuya influencia se ha extendido a los oprimidos en otras partes del mundo.

Y de nuevo eso fue una política muy consciente —una serie de medidas que adoptaron de manera muy consciente los imperialistas y ciertas capas de la élite blanca en Sudáfrica pero también algunos sectores burgueses de la población negra oprimida en Sudáfrica cuyas aspiraciones no fueron más allá de un arreglo de este tipo, porque sus intereses como grupo social (clase) en gran parte solo concordaban de hecho con la mera abolición de ciertas formas de segregación formal (el apartheid) y la opresión que iba de la mano con eso, pero que dejaban intactas las relaciones fundamentales de opresión y explotación — lo que en realidad ha dado lugar a consecuencias aún peores en muchos aspectos durante los casi dos decenios desde que se abolió el apartheid.

Esta es una profunda lección que se debe comprender profundamente y se debe remachar si las masas populares no sólo en Sudáfrica sino en todo el mundo de veras van a poder luchar conscientemente por su emancipación y la emancipación de toda la humanidad.

• Otro ejemplo es el contraste entre la India y China en relación con el fin del viejo colonialismo y el surgimiento de una nueva sociedad en ambos países (o de una no tan nueva). Aquí estamos hablando de dos trayectorias fundamentalmente opuestas: una nace de la lucha revolucionaria y, sí, de la guerra revolucionaria, con la dirección general de Mao y el Partido Comunista de China la que resultó en el derrocamiento del sistema imperante, una ruptura con la dominación imperialista, para embarcarse en un camino de transformar radicalmente la sociedad hacia el objetivo último de eliminar todas las relaciones de explotación y opresión y las instituciones e ideas que refuerzan y van junto con ellas, y la otra es el camino de la India representado por Gandhi y algunos otros de buscar la conciliación con el imperialismo —pretender ponerle fin al colonialismo formal pero mantener la situación dentro de un marco de opresión en términos de las relaciones internacionales en que la India está enredada y oprimida y en términos de las relaciones económicas y sociales en la India misma, entre ellas, de manera importante, la terrible opresión de la mujer así como el sistema de castas, los atropellos cometidos constantemente contra los llamados “intocables”, etc. En ambos países, se trata de fuerzas de clase específicas —fuerzas de clase muy diferentes y fundamentalmente opuestas— que obran para alcanzar ciertas soluciones de acuerdo con sus intereses y sus perspectivas y en consecuencia la manera en que ven los problemas.

• O podríamos tomar la lucha dentro del propio Partido Comunista de China, especialmente una vez que llegó a ser la fuerza dirigente en el estado socialista después de la toma del poder y el derrocamiento de la dominación imperialista y del gobierno reaccionario en China en 1949. Sobre todo cuando esta lucha dentro del Partido Comunista de China llegó a un punto álgido a través de la Gran Revolución Cultural Proletaria (GRCP) de mediados de los años 1960 hasta la muerte de Mao en 1976, quedó claro que había dos puntos de vista y programas fuertemente opuestos que representaban no sólo a los individuos sino a las fuerzas sociales —es decir, diferentes fuerzas de clase— que existían al interior del propio Partido Comunista de China y que tenían cargos de autoridad y dirección al interior del mismo. Por eso Mao hizo el análisis pionero que se sintetiza en la siguiente declaración suya popularizada durante la GRCP: Se está haciendo la revolución, sin embargo no se comprende dónde está la burguesía. Está justamente dentro del Partido Comunista. Los seguidores del camino capitalista (en el Partido) siguen todavía su camino.

Algunos puntos acerca del papel de los intelectuales y el proceso revolucionario

No se trataba simplemente de que los burócratas en el partido y en el estado chinos se habían enriquecido o estaban ávidos de poder por haber gozado de posiciones de autoridad —no se trataba esencialmente de la burocracia. Se trataba de diferentes personas que eran intelectuales pero (para retomar lo que captó bien Marx) intelectuales cuyos modos contrastantes de pensar y las políticas y programas que plantearon —o sea, sus líneas— representaban dos clases fundamentalmente opuestas (acuérdense de las observaciones muy importantes de Marx sobre la relación entre las clases y los representantes políticos y literarios de esas clases). O para formularlo de otra manera, el interrogante, que provocó una lucha antagónica, era: ¿a la imagen de cuál clase social se debe rehacer la sociedad (y en última instancia el mundo)? ¿A la imagen del proletariado — no en un sentido reduccionista o reificado sino en el sentido de sus intereses de clase social que en última instancia requieren que se resuelvan las contradicciones del capitalismo, en particular la contradicción fundamental entre la producción socializada y la apropiación privada, y de ahí que se eliminen todas las diferencias de clase, y las relaciones de producción, las relaciones sociales, las ideas y las instituciones que las acompañan (en resumen, la realización de las “4 Todas”)? ¿O se debe rehacer la sociedad (y a la larga el mundo) de acuerdo con el punto de vista de ese sector social que había tomado una forma concentrada dentro del Partido Comunista de China, el que solo pretendía convertir a China en un país poderoso y que había decidido que la mejor manera de conseguirlo era estableciendo lo que son objetivamente relaciones económicas capitalistas y tomar medidas que alentarían y reforzarían todas las relaciones que acompañan las relaciones económicas capitalistas y que colocaría a China claramente en el marco general de la dominación y explotación imperialista a escala mundial?

No se trata de “luchas por el poder” entre individuos o camarillas. Se trata de diferentes clases —o de personas o grupos que objetivamente representan diferentes clases— que perciben más o menos correctamente sus intereses como una fuerza social, como una clase y que luego pretenden influenciar y utilizar la lucha y las aspiraciones de las masas de cambiar la sociedad, para moldear la sociedad de acuerdo con esos intereses de clase. Concordaba con los intereses de ese sector constituido, concretamente, de intelectuales, pero intelectuales que habían adoptado el punto de vista de la burguesía —repito, los representantes políticos y literarios de la burguesía, como los describió Marx— concordaba con los intereses de esa clase, con sus aspiraciones como una clase, establecer esas relaciones capitalistas, volver a integrar a China en el marco general de la dominación, explotación y opresión imperialistas en el mundo. Ese camino se oponía directamente a los líderes del partido que estaban en el camino socialista como una transición al objetivo final del comunismo por todo el mundo —también un grupo de intelectuales en un sentido amplio, pero intelectuales que habían adoptado el punto de vista del proletariado como una clase y que estaban luchando por sus intereses revolucionarios. Esta batalla —entre el camino socialista y las fuerzas dirigentes que lo representaban por un lado, y por otro el camino capitalista y los que lo representaban— proseguía muy intensamente, aunque con ciertos flujos y reflujos parciales, durante el decenio de la GRCP y desafortunadamente, poco después de la muerte de Mao en 1976, se desembocó en el triunfo de las fuerzas de clase que representaban el programa del capitalismo y del imperialismo y en la derrota de los que representaban el programa del comunismo y de la abolición final de las relaciones de explotación y opresión.

Al describir la forma concentrada que asumía esa batalla como la lucha entre los intelectuales (líderes del partido) que representaban, respectivamente, el camino socialista y el capitalista, no quiero pasar por alto ni menospreciar en lo más mínimo la importancia del papel de las masas en toda esa batalla — como si en esta situación hubieran sido simplemente espectadores o peones de los grupos dirigentes en contienda. Muy al contrario, uno de los distintivos de la GRCP era el nivel —verdaderamente sin precedentes en la historia— de la participación de las masas populares, literalmente cientos de millones de estas, en esta masiva agitación social, y el nivel inauditamente alto de conciencia de por lo menos decenas de millones de estas acerca de los términos de esa batalla y de lo que estaba en juego. Pero lo importante es, como resumió Lenin (en La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo):

De todos es sabido que las masas se dividen en clases… que las clases están generalmente… dirigidas por partidos políticos; que los partidos políticos están dirigidos, por regla general, por grupos más o menos estables de las personas más autorizadas, influyentes, expertas, elegidas para los cargos más responsables y que se llaman jefes. Todo esto es el abecé, todo esto es sencillo y claro (citado en V. I. Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo [Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975], p. 30; otra versión de esta cita se halla en la polémica contra K. Venu, “Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”, Un Mundo Que Ganar #1992/17, p. 56).

Aun si se tratara solamente de marxistas autoproclamados, pueda que Lenin tuviera un optimismo exagerado al afirmar que “de todos es sabido”; sin embargo queda el hecho de que efectivamente “todo esto es el abecé, todo esto es sencillo y claro”. Pero lo que sí resulta más complicado —que seguirá siendo un fenómeno importante mientras las masas estén divididas en clases y hasta abolir las relaciones sociales desiguales y opresivas que acompañan las divisiones de clase, en particular la división entre el trabajo intelectual y el trabajo manual— es que los líderes por lo general son personas que como una de sus cualidades esenciales, tienen una capacidad más desarrollada para trabajar con las ideas (quienes por lo general son intelectuales). Este hecho objetivo y la brecha entre dichos intelectuales y las masas populares, en particular los que no son intelectuales, seguirán vigentes y tendrán implicaciones y ramificaciones concretas, sin importar si el origen y las circunstancias de dichos intelectuales (líderes) son en términos generales los de la pequeña burguesía o los del proletariado y otras masas básicas.

Una de las características distintivas de los intelectuales es que —debido a sus circunstancias particulares y la naturaleza de su papel de trabajar con las ideas— como individuos (y aun en cierto sentido como un fenómeno social más amplio) cuentan con relativamente más libertad y más capacidad de “vinculársele” a una u otra clase y hasta “despegarse” de una clase y “vinculársele” a otra. En otras palabras, pueden adoptar la concepción del mundo de una u otra clase y llegar a representar sus respectivos intereses. Ahora bien, en general —y a eso se refería Marx al describir el intelectual democrático y su relación con el tendero— los intelectuales espontánea y muy fuertemente tienden a acercarse al punto de vista y a los intereses de la pequeña burguesía porque por regla general eso es lo que más corresponde a la posición social y a las circunstancias de la intelectualidad. Pero como sabemos, ciertos intelectuales (o hasta grupos de intelectuales) pueden llegar a ser altos funcionarios, incluso líderes políticos, de la burguesía. Por otro lado, algunos intelectuales —entre ellos los intelectuales que surgen en las filas revolucionarias desde las masas básicas y que llegan a tener la capacidad de trabajar a un alto nivel con las ideas y de formular la línea y la política— pueden adoptar y efectivamente adoptan el punto de vista del proletariado y se convierten en luchadores en pro de los intereses del proletariado. Por lo general es más común este fenómeno social en tiempos de agitación social, en particular cuando las corrientes revolucionarias tengan más fuerza entre las masas populares y en su influencia sobre la sociedad en general.

Pero de fondo existe el reto muy concreto, ante aquellos intelectuales atraídos a la causa revolucionaria del proletariado, de aplicar de manera consecuente el punto de vista y el método del materialismo dialéctico y no solo de embarcarse en el camino de la revolución sino de perseverar en este a lo largo de todas las dificultades y de entregar concretamente sus capacidades intelectuales así como su corazón a la causa de esta revolución y sus objetivos emancipadores. Más allá de eso y muy especialmente, el reto ante los que llegan a ocupar puestos de dirección en la vanguardia de la revolución proletaria no solo es de dar dirección a esa revolución sino más específicamente de hacerlo de una manera que capacite a participar con cada vez mayor conciencia en esa lucha revolucionaria a una cantidad siempre mayor de las masas populares, en particular aquellas de los sectores más explotados y oprimidos de la sociedad. Para formularlo de otro modo —para abordar otra dimensión importante y otra contradicción profunda que caracteriza la revolución comunista proletaria y los aspectos en que tiene que ser fundamentalmente diferente de todas las revoluciones previas en la sociedad humana (como se señaló hace más de una década en “Cuestiones estratégicas”[1]): todas las revoluciones son dirigidas por una pequeña parte de la sociedad —y de manera concentrada por un grupo dirigente bastante pequeño, en comparación con las masas populares a que dirige en última instancia— un grupo dirigente que de hecho se constituirá principalmente de personas que son intelectuales, por lo general, sin importar de dónde hayan provenido dichos intelectuales en términos de su “origen social”. En un aspecto muy importante, eso cuadra con la revolución proletaria y no simplemente con las revoluciones dirigidas por personas que encarnan el punto de vista de las clases explotadoras y representan sus intereses. El reto profundo y verdaderamente histórico-mundial ante la revolución comunista proletaria y ante los que la dirigen es lograr que se dé un salto radical y una ruptura radical con la situación —típica de todas las revoluciones previas que luchaban en última instancia por los intereses de clases explotadoras y que fueron dirigidas por personas que representaban esas clases— en la cual las masas son la principal fuerza combatiente de la revolución (o para hablar más francamente, que son los que más se sacrifican y se mueren en dicha lucha) pero en que las fuerzas que cosechan los frutos de esa lucha y esos sacrificios son en realidad explotadores y opresores de las masas, y de nuevo la sociedad “se rehace a la imagen” de una clase explotadora, aunque se den ciertos cambios por lo que se refiere al modo particular en que eso ocurra.

Lograr dar ese salto y ruptura radical supone y requiere que se supere la contradicción mental/manual como un aspecto decisivo de consumar las “4 Todas”. Pero todo eso requerirá toda una época histórica y solo se podrá alcanzar a escala mundial; y durante toda esa transición, dondequiera que se conquiste el poder, se establezca la dictadura del proletariado y se continúe la revolución bajo esa dictadura, existirán las contradicciones complejas y a veces muy agudas que implica el hecho de que superar la división mental/manual y consumar las “4 Todas” no solo debe de ser un objetivo de largo plazo sino que hay que “trabajarlo” concretamente a lo largo de cada etapa del proceso, aunque la contradicción mental/manual seguirá siendo un fenómeno muy pronunciado cuando menos durante un muy largo período de esa transición. Manejar todo eso correctamente en el proceso vivo de avanzar la revolución con toda su complejidad es uno de los grandes retos ante nuestra revolución y su objetivo final del comunismo por todo el mundo.

Diferentes intereses de diferentes fuerzas de clase en la lucha contra la opresión del pueblo negro en Estados Unidos

Podemos examinar otro ejemplo del punto básico aquí, respecto al fenómeno de que las diferentes clases pretenden “rehacer el mundo a su imagen”: el papel de la burguesía negra (e incluso sectores de la pequeña burguesía negra, pero en particular la burguesía negra) en Estados Unidos, en relación a la larga lucha del pueblo negro, particularmente en el período inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad. Existen aquellos individuos y grupos de entre el pueblo negro que han pretendido calificar esa lucha como nada más salvo una lucha reformista por los “derechos civiles”, tal como lo expresan, y así limitarla y moldearla. En importantes aspectos, existe un paralelo a lo que ocurrió en Sudáfrica con Mandela. Estas fuerzas han pretendido dirigir (desviar) la lucha a una que se limita a eliminar ciertas barreras formales y jurídicas de la discriminación y la segregación —aunque en realidad dichas barreras están lejos de haberse eliminado y en ciertos sentidos se han reforzado más que nunca en la educación, la vivienda, el empleo, los servicios médicos y muchas otras esferas. Claro, abolir las leyes y códigos formales que encarnan la discriminación y la segregación beneficia a las amplias masas del pueblo negro (y a las amplias masas de todas las nacionalidades). Pero impedir que la lucha se salga de los confines del reformismo en el sistema imperante beneficia a un sector de la burguesía del pueblo negro —y no a las masas populares. Estas fuerzas burguesas ven que estas reformas les posibilitaría —por su posición social y por su posición de mayor privilegio en comparación con las masas del pueblo negro— una oportunidad más favorable para mejorar su situación dentro del marco existente, de “mejorar la vida” (ascender o superarse) dentro de ese marco, incluso en ciertos casos conseguir puestos de peso dentro del sistema. Ahora bien, en realidad y sin importar que reconozcan o no ese hecho (puede que unos sí lo reconozcan y otros no, pero la realidad es que) eso condena —y seguirá condenando mientras prevalezca— a las masas del pueblo negro y en efecto al pueblo negro como un pueblo, como una nación oprimida dentro de Estados Unidos, a seguir sufriendo una terrible opresión.

No se trata de algo tan sencillo como decir que esa opresión no les importa a estas fuerzas de la burguesía negra. Lo fundamental y esencial es que —para retomar la formulación de Marx— así ven el problema y la solución. Su perspectiva es que eliminar estas barreras formales y permitir avanzar a las personas en su posición, incluso quizás llegar a la cumbre como ha ocurrido ahora con Obama —llegar a ser el máximo funcionario del estado imperialista con todos sus horrores— es la mejor manera para posibilitar que el pueblo negro —o por lo menos los negros “a su imagen”— avancen y “hagan el sueño realidad”. Ven en sus propias aspiraciones e intereses la expresión más elevada del bien común. En cierto sentido, eso se aplica a todas las clases y sus representantes: creen que los intereses de clase que defienden representan los intereses generales y el bien común de todos. Lo fundamental es que el que eso sea cierto o no —y la diferencia fundamental es que eso sí es cierto en el caso del proletariado, como una clase, de una manera que no es cierto, y nunca lo ha sido, en el caso de cualquiera otra clase: las condiciones para la emancipación del proletariado de su situación de explotación y opresión son en realidad las condiciones necesarias y esenciales para la emancipación general de la humanidad, la abolición de todas las relaciones de explotación y opresión por todo el mundo. Pero —y eso encierra cierta ironía— precisamente al eliminar ciertas barreras formales de discriminación y segregación, lo que pasa es que los intereses de la burguesía negra, como una clase, quedan objetivamente en conflicto agudo (sin importar cómo esta lo perciba) con los intereses de las masas del pueblo negro, especialmente las masas que viven apiñadas, encerradas y brutalizadas en las zonas oprimidas urbanas así como en conflicto agudo con los intereses de las masas oprimidas y explotadas en Estados Unidos y por todo el mundo.

Que quede claro: eso no quiere decir que no sea posible ganarse a la burguesía negra —o por lo menos a muchas personas de esa clase— al campo de la revolución en el transcurso de los acontecimientos y mediante mucha lucha; como cuestión de orientación estratégica, es necesario como posible ganarse a todos los que se pueda de esa clase al campo de la revolución. Y ciertamente eso se aplica a la pequeña burguesía negra. Pero lo que es decisivo y esencial captar —para la vanguardia y para las masas que formarán la columna vertebral de la lucha revolucionaria— es que las fuerzas que representan la burguesía negra o incluso la pequeña burguesía negra —el punto de vista y los intereses que corresponden a las posiciones sociales de dichas fuerzas de clase— no pueden estar en la posición de dirigir dicha lucha, pues si sí, la lucha no alcanzará adonde tiene que llegar para así lograr la emancipación general de las masas oprimidas y explotadas de todas las nacionalidades y la emancipación final de toda la humanidad por todo el mundo. Solamente una vanguardia que represente y luche por los intereses del proletariado, como una clase, podría dirigir la lucha para lograr tal emancipación general.

Todos los ejemplos que he mencionado aquí —que solo he podido esbozar en pocas palabras y a grandes rasgos— demuestran la verdad fundamental de que las diferentes fuerzas de clase contienden según entiendan el problema y la solución. Y por su parte, las relaciones decisivas en la sociedad —de fondo las relaciones de producción pero también las relaciones sociales y políticas— y las distintas posiciones y papeles de los diferentes grupos sociales o clases en esas relaciones generales esencialmente moldean sus distintas maneras de entender el problema y la solución.

Pero otro factor que complica la situación, y otro problema, es que bajo la dominación de los explotadores y opresores —y específicamente hoy bajo el dominio de los imperialistas y las fuerzas burguesas— la pesada carga de la costumbre, la tradición y la espontaneidad a que eso da origen, tiende a ejercer una poderosa influencia que corresponde a los intereses y las aspiraciones de las clases explotadoras. Por eso se requiere una ruptura consciente de parte de los explotados y oprimidos —y de los intelectuales y otros que pretenden representarlos— en primer lugar para poder reconocer los intereses fundamentales de las masas explotadas y oprimidas y de ahí actuar de acuerdo con ese reconocimiento, en contraste y en conflicto con los de la burguesía, e incluso de los sectores con mayores privilegios que no son burgueses en el sentido estricto en cuanto a la manera en que se ven impulsados a ver los problemas y las soluciones.

La importancia decisiva de la dirección, la dirección concentrada como línea

Todo esto subraya la importancia crucial de la línea —y la dirección— en relación a la cuestión de qué tipo de cambio se va a dar, qué tipo de transformación de la sociedad se va a dar. Es cierto que habrá cambios. Siempre hay cambios, de un tipo u otro, y ha habido y de nuevo habrá cambios importantes en el mundo y en la sociedad humana. La sociedad, como toda la realidad material, no se puede quedar como es y no se queda como es. Pasa por cambios, incluso en ciertos momentos cambios importantes, aun cualitativos. Pero la cuestión de línea y dirección es decisiva para determinar en última instancia qué tipo de cambio, qué tipo de transformación de la sociedad y fundamentalmente qué tipo de revolución será posible, cuando las masas se levanten y exijan y luchen por el cambio radical.

Líneas y bases sociales — una relación dialéctica

En esta conexión, es importante recalcar de nuevo un punto que hemos tocado antes, que es la relación, la relación materialista dialéctica, entre líneas y bases sociales. O sea, por un lado las líneas reflejan ciertas bases sociales. O, en otras palabras, estas representan a ciertas clases. Este es un tema que he estado tocando en varios ejemplos que he tratado aquí y de otras maneras en esta charla. Las líneas son una concentración de los intereses y las aspiraciones fundamentales de diferentes clases; las diferentes líneas representan diferentes fuerzas de clase. De nuevo, especialmente en la sociedad burguesa e incluso en la sociedad socialista, el único interés de clase que no se puede representar espontáneamente, al menos de algún modo pleno, es el del proletariado, que en un sentido global representa los intereses de las masas explotadas y oprimidas en general. Todos los otros intereses de clase y las líneas que los representan —bajo la dominación de la burguesía y su ideología con toda la historia del dominio de las clases explotadoras y la influencia de la ideología de las clases explotadoras— pueden tener mucha espontaneidad a su favor. Pero para forjar una línea y para que las masas reconozcan y asuman una línea que en realidad representa sus intereses fundamentales como clases y masas populares explotadas y oprimidas, se requiere una ruptura consciente con la espontaneidad.

Así que, por un lado, las líneas reflejan bases sociales o clases diferentes y opuestas. Y en un sentido fundamental y esencial —aunque no en una línea recta y no todo a la vez— las líneas diferentes atraen bases sociales diferentes. Para entender por qué hago hincapié en “no en una línea recta y no todo a la vez”, veamos de nuevo el ejemplo de la revolución iraní. Una de las cosas decisivas de un levantamiento revolucionario —que por ejemplo negativo se demuestra en la revolución iraní— es que cuanto más se desarrolle y no lo detenga un tipo de “acuerdo desde arriba”, más las masas son capaces de llegar a conocer y poner a prueba las líneas y los programas diferentes que están asociados con estas —los diferentes intereses y aspiraciones que se concentran en estas líneas y programas. (En otras palabras, al hablar de líneas hablo de concepciones del mundo y programas para el cambio social —o para oponerse al cambio social— que corresponden a esas concepciones del mundo.) En un levantamiento social verdadero y especialmente en uno que llega a tener dimensiones revolucionarias, las personas que participan directamente y la gente en general que el levantamiento afecta de manera importante, cada vez más toman conciencia y ponen a prueba líneas y programas diferentes y con el tiempo las masas populares se acercan cada vez más a las líneas y programas cuando llegan a ver que en lo básico concuerdan no solamente con sus intereses más profundos sino también con sus necesidades más inmediata y agudamente sentidas y que al mismo tiempo presentan una manera realista para cambiar radicalmente la situación cuando una cantidad creciente de las masas llegan a ver que el cambio radical es necesario.

Esto tiene una relación directa con algo muy correcto en que Mao insistió pero que fue muy ignorado —y a menudo difamado, incluso por algunos supuestos comunistas— que el que sea correcta o no la línea política e ideológica de una vanguardia comunista lo decide todo: el que en su punto de vista, programa y estrategia en realidad represente los intereses del proletariado y otras masas explotadas y oprimidas y un medio para transformar radicalmente la sociedad mediante la revolución a fin de empezar a arrancar de raíz la explotación y la opresión, al lado de la misma lucha alrededor del mundo; o el que represente, de una manera u otra, reforzar (o a lo sumo ajustar de manera leve) esas relaciones de explotación y opresión. En términos esenciales, eso es lo que significa el principio de que el que sea correcta o no la línea política e ideológica lo decide todo. Como sabemos, las revoluciones son procesos muy complejos y no hay ninguna posibilidad de transformar radicalmente la sociedad en pro de los intereses concretos de las masas de explotados y oprimidos sin la dirección de una fuerza que tiene —y que lucha continuamente por mantener, desarrollar y aplicar— una línea política e ideológica correcta. De hecho, eso es decisivo, sin importar cuánto se burlen de este concepto fundamental.

¿Qué es la dirección comunista?

Hay un montón de concepciones erróneas y confusión acerca de la cuestión de la dirección comunista, confusión que a un grado importante está ligada con las concepciones erróneas acerca de los principios y objetivos de la revolución comunista en sí —y que de ciertas maneras se les oponen. Como he estado señalando, la dirección —y en particular la dirección comunista— está concentrada en la línea. Eso no quiere decir simplemente la línea como abstracciones teóricas, aunque tales abstracciones, especialmente en la medida en que reflejan correctamente la realidad y su movimiento y desarrollo, son muy importantes. Pero en un sentido global, se trata de dirección tal como se expresa en la capacidad de desarrollar continuamente abstracciones teóricas esencialmente correctas; para formular, para aplicar y para dirigir a otros a asumir y a actuar por su propia iniciativa de acuerdo al punto de vista y el método y la estrategia, el programa y la política requeridos para transformar radicalmente el mundo por medio de la revolución hacia el objetivo final del comunismo; y por medio de este proceso de capacitar continuamente a las personas a quienes uno está dirigiendo a que cada vez más desarrollen su capacidad de hacer todo eso. Eso es la esencia de la dirección comunista.

No se trata de estar físicamente presente en este o aquel grupo de las masas. He leído informes que cuentan que la gente dice: “¿Cómo sabemos que Avakian es de hecho todo lo que tú dices que es, por qué no podemos hablar con él —cómo podemos averiguar si de verdad es todo eso si no podemos verlo o si él no está aquí mismo entre nosotros?” Entre otras cosas, esas preguntas reflejan un entendimiento muy erróneo de lo que es la dirección comunista y de la realidad práctica además de la orientación estratégica que abarca el proceso de construir un movimiento para la revolución. Queremos construir un movimiento revolucionario de millones de personas hacia la meta de tomar en nuestras manos las riendas de la sociedad y transformarla radicalmente, cuando se hayan dado las condiciones para eso. Por mucho que sea algo muy maravilloso estar en posibilidades de hablar con las masas y aprender de ellas además de luchar con ellas, ¿de verdad es concebible que un líder (o cualquier cantidad de líderes en realidad) de tal proceso revolucionario y del partido que dirige esa revolución pueda moverse entre todos los millones de personas que en última instancia deberían constituir las filas de la revolución y hablar personalmente con ellas? Si pensáramos solamente en términos de pequeños círculos y no pensáramos en serio de transformar la sociedad y en última instancia el mundo entero, pues sí, vale, quizás sea realista exigir que la pequeña cantidad de personas que en tal caso participarían pudieran tener un contacto personal (“tiempo de interacción directa”) con el líder de todo eso. Pero, en ese caso a quién le importa —pues no tendría nada que ver con lo que se supone que estamos haciendo ni de hecho de qué debemos estar haciendo: hacer la revolución y avanzar hacia el objetivo final del comunismo alrededor del mundo. Si de verdad estamos pensando acerca de la participación de millones de personas —y sí, de que estas cuenta con dirección— y que al mismo tiempo estamos aprendiendo de esos millones y sintetizando todo eso de una manera científica al servicio del tipo de revolución que en realidad se necesita, pues tenemos que captar que la dirección comunista representa algo radicalmente distinto a las nociones del contacto directo de uno a uno entre la dirección y todas las masas populares que deben ser parte de eso.

Lo siguiente (un pasaje de la charla del año pasado, “Salir al mundo — como una vanguardia del futuro”, que hace poco salió en Revolución) toca unos aspectos importantes de esto:

“Primero, el propósito de mis escritos y charlas y en efecto todo lo que hago como líder comunista es aplicar el punto de vista y método del materialismo dialéctico para seguir desarrollando un análisis científico del mundo y para dar dirección en su transformación radical hacia la meta de la revolución y el objetivo final del comunismo.

“En esta conexión, aunque yo debo sujetarme y me sujeto a cumplir un criterio muy alto en términos de integridad intelectual y rigor y aunque respeto a los que aplican los mismos criterios en la esfera del trabajo académico, no tengo el mismo propósito y enfoque que los especialistas académicos que no juegan el papel de líderes comunistas. Mi responsabilidad, en mi papel dirigente particular, abarca (aunque no se limita a) el tratamiento de las contradicciones más fundamentales y los problemas más urgentes en relación a hacer la revolución y avanzar hacia el objetivo final del comunismo y a darles dirección a otros en ese proceso. Un aspecto de todo eso es continuamente hacer y popularizar un análisis y valoración del ‘terreno político’ siempre cambiante —las condiciones objetivas y el papel de diferentes fuerzas políticas y sociales en relación a esas condiciones objetivas. Otra dimensión importante es tratar los interrogantes que tienen los proletarios y otras masas básicas, además de gente de otras capas, particularmente con respecto a las cosas que puedan pesar y puedan representar obstáculos en relación a su capacidad de ver tanto la necesidad y la posibilidad de la revolución comunista como actuar sobre esa base —que son interrogantes que la mayoría de los académicos ignoran en gran parte y de las que muchos de ellos ni tienen idea francamente. En un sentido más amplio respecto a la teoría y el trabajo intelectual, mi papel particular no es solamente de trabajar yo mismo para cumplir con las necesidades urgentes y profundas en la esfera de desarrollar la teoría, línea y orientación estratégica, para servir a la meta de la revolución y el objetivo final del comunismo, sino también para inspirar —y sí, provocar— a otros en este respecto y más generalmente en términos de tomar la iniciativa en el trabajo con las ideas y bregar en la esfera de la teoría hablando ampliamente; para ayudar a poner unos cimientos que se profundizan continuamente y un marco en desarrollo para los que buscan aplicar el punto de vista y método del comunismo para entrar en el trabajo teórico y analítico en un amplio ámbito de esferas; y para presentar retos a otros de fuera de las bases de los comunistas a que entren seriamente con tal método y enfoque comunista y la teoría y el análisis que resulten de la aplicación de ese método y enfoque” (“Sobre el papel de la dirección comunista y algunas cuestiones básicas de orientación, enfoque y método”, en Revolución #156, 15 de febrero de 2009, énfasis en el original)

La base social para la revolución

Esto me lleva a otras declaraciones importantes de Marx, citadas en el libro Ghana: End of an Illusion [Ghana: Fin de una ilusión], de Bob Fitch y Mary Oppenheimer. Este libro fue escrito hace más de 40 años; analiza el ascenso y la caída de Kwame Nkrumah en Ghana y las relaciones sociales e internacionales más amplias vinculadas con esto. Al hablar de la revolución parcial —o de hecho las reformas dentro del sistema del imperialismo y la explotación que la gente alrededor de Nkrumah quería llevar a cabo en Ghana— Fitch y Oppenheimer citan a Marx para contrastar esa experiencia con una “revolución total”, es decir, una verdadera revolución que suponga la transformación radical de la sociedad. Fitch y Oppenheimer lo explican de la siguiente manera:

“Otra característica de una revolución ‘total’ es que la clase que constituye la base del movimiento revolucionario debe ser una que tiene ‘cadenas radicales’ que romper…. Marx dice que debe ser una clase en pero no de la sociedad civil” (Fitch y Oppenheimer, Ghana: End of an Illusion, Monthly Review Press, 1966, p. 24, énfasis en el original).

Y luego, para ampliar este punto, citan a Marx directamente, recalcando que la base de la revolución debe ser un grupo social o una clase que representa un

“sector al que su sufrimiento universal le confiere carácter universal; que no reclama un derecho especial, ya que no es una injusticia especial la que padece, sino la injusticia a secas; que ya no puede invocar ningún título [situación] histórico sino su título [situación] humano; que, en vez de oponerse parcialmente a las consecuencias, se halla en completa oposición con todos los presupuestos del… sistema político” (citado en Fitch y Oppenheimer, p. 24).

Esto está relacionado con lo que se trató arriba relativo a las observaciones de Marx en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte y específicamente las profundas diferencias en la manera en que las distintas fuerzas de clase y sus representantes políticos y literarios (o intelectuales) ven los problemas y las soluciones —y en un sentido es otra manera de decirlo. La burguesía negra de Estados Unidos, las fuerzas agrupadas alrededor de Mandela en Sudáfrica, Gandhi en la India, las fuerzas alrededor de Jomeini en Irán, etc., no ven (o no vieron) la situación de una manera universal sino de una manera específica; lo que sostienen y buscan encarna un derecho o cambio especial o parcial, no un derecho universal —no una transformación radical y muy amplia del sistema actual. De hecho, representan una situación tradicional —y no, tal como lo hace el proletariado (en la medida en que llegue a ser una fuerza revolucionaria sobre la base de sus intereses fundamentales como clase), una erradicación de las cadenas de la tradición.

Ghana: End of an Illusion también cita lo que dice Marx respecto a una “revolución parcial, meramente política”. Marx pregunta: “¿En qué se basa” tal “revolución parcial, meramente política?” Y contesta así:

“En que una parte de la sociedad burguesa se emancipa y accede al dominio general; en que una clase precisa emprende, basándose en su situación especial, la emancipación general de la sociedad. Esta clase libera toda la sociedad, pero solo bajo el presupuesto de que la sociedad entera se encuentre en la situación de esta clase, o sea, por ejemplo, que disfrute de bienes de fortuna y de cultura o los pueda adquirir sin dificultad” (citado en Fitch y Oppenheimer, p. 23, énfasis en el original).

Pues claro esta declaración de Marx encierra una ironía: en efecto no quiere decir que bajo la dirección de tal clase y al rehacer la sociedad en pro de los intereses y la imagen de esta clase, toda la sociedad puede hacer esto en los hechos (ponerse en la misma posición que esta clase). Lo esencial es que así es cómo estas capas y clases más privilegiadas y aun explotadoras ven lo de rehacer la sociedad, aun cuando se ven impulsadas hacia ese objetivo: creen e insisten que las condiciones generales de la sociedad deberían conformarse a sus intereses particulares y a su manera de abordar las cosas —en otras palabras, su posición y sus aspiraciones particulares— en lugar de que se hace que “salte por los aires” la sociedad en su conjunto y se transforme radicalmente de modo que lleve a la abolición de las tradiciones y las cadenas de la tradición.

Además, como paréntesis pero ciertamente relacionado con esto, Engels hizo una observación muy interesante y en ciertos sentidos graciosa que se cita en este mismo libro, Ghana: End of an Illusion. Con referencia a la contrarrevolución que ahogó las revoluciones de 1848 en Europa en sangre, Engels escribió:

“…cuando se indagan las causas de los éxitos de la contrarrevolución, se ve por doquier la respuesta preparada de que fue por la traición al pueblo de parte del ‘señor Fulano de Tal’ o del ‘ciudadano Mengano de Cual’. Respuesta que, según las circunstancias, puede estar o no estar muy en lo cierto, pero en modo alguno explica nada, ni tan siquiera muestra cómo pudo ocurrir que el pueblo se dejara traicionar de esa manera. Por lo demás, es muy pobre el porvenir de un partido político pertrechado con el conocimiento del solo hecho de que el ciudadano ‘Fulano de Tal’ no es digno de confianza” (citado en Fitch y Oppenheimer, p. 10).

¡Cuántas veces desde entonces hasta hoy se ha repetido esta clase de “análisis”, que Engels justamente ridiculizó!

A la vez, esto trae a la mente esa observación muy penetrante y concentrada de Lenin que hemos citado muchas veces por motivos muy buenos:

“Las personas han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio [nótese muy bien: “y engaño propio”], y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los que abogan por reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases dominantes” (Lenin, “Las tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”, citado en El falso comunismo ha muerto… ¡Viva el auténtico comunismo!, p. 113, énfasis en el original [Chicago: RCP Publications, 1992])

¡Tan profundamente cierto —y de nuevo tan profundamente pertinente es eso hoy!

De hecho, hoy se manifiesta de manera muy marcada un enfoque así que Lenin comenta de manera crítica, sobre todo cuando entre las masas oprimidas y explotadas —y de hecho entre todas las capas sociales, incluida la intelectualidad en particular— se halla casi todo excepto un entendimiento materialista de las cosas, especialmente de la sociedad y su desarrollo histórico. Hace muchísima falta que la gente entienda —y urge muchísimo que la gente entienda— que en un sentido fundamental existe un sistema cuya dinámica y contradicciones básicas establecen las condiciones; y urge muchísimo que de manera viva y convincente la gente reciba un análisis materialista y una apreciación materialista, tal como lo dijo Lenin, de la manera en que funciona en los hechos este sistema y del rol de distintas clases y fuerzas sociales con relación a todo eso.

Volviendo a las fuerzas sociales diferentes, su entendimiento del problema y sus aspiraciones por una solución, Jack Belden hace una observación muy pertinente en el libro en inglés China sacude al mundo, la que un camarada dirigente de nuestro partido citó hace poco en un informe:

“Nunca se dio ninguna revolución social, sea buena o mala, sin la presencia de una gran masa de desheredados que podría servirle a un nuevo grupo como fuente de apoyo. En China los comunistas hallaron que en las mujeres tuvieron casi ya formada una de las mayores masas de seres humanos desheredados que jamás haya visto el mundo. Como descubrieron la clave para llegarle y atraer a esas mujeres, también descubrieron una de las claves para el triunfo contra Chiang Kai-shek”.

Esto trae a la mente el análisis crucial del citado pasaje de Marx acerca de lo que es necesario para tener una “revolución total”.

Lo que es en efecto… y lo que en efecto no es una revolución

Esta cuestión no solamente tiene importancia en un sentido general y fundamental sino en particular con relación al actual “fenómeno Obama” y algunos de los sentimientos más profundos que han enviado su candidatura —y aún más su elección (y toma de posesión)—, y las maneras en que desafortunadamente esto les ha impedido a algunos ver la verdadera naturaleza de Obama y del sistema del que es parte, del que ahora es el jefe ejecutivo y comandante en jefe.

En esta conexión, quizás la siguiente historia arroje algo de luz. En los años 70 cuando Idi Amin aún era el jefe del gobierno de Uganda, fui a una fiesta en la casa de uno de nuestros camaradas y estaban presentes algunas masas de la localidad entre ellas varias personas negras. Recorría la sala y escuchaba las conversaciones y me divertía, pero también pretendía enterarme de lo que estaba hablando la gente y en un rincón oí una discusión y un debate muy animados sobre Idi Amin: una de las personas negras estaba elogiando y defendiendo enérgicamente a Idi Amin, quien en realidad fue tanto un lacayo del imperialismo como un opresor brutal por sí mismo. Finalmente, después de escuchar un rato, intervine y dije: “Lo entiendo, vi esa foto en que Idi Amin forzaba a esos ciudadanos británicos a cargarlo a gatas. Comprendo los sentimientos que eso evoca. Comprendo por qué le hace sentir bien a usted. Pero tenemos que ir más allá de eso a ver qué es Idi Amin en los hechos”. De ahí empezamos a hablar de lo que Amin representó en los hechos —y lo que no representó.

Es entendible, si bien tiene causas muy erróneas, por qué el deseo de venganza tiene mucha fuerza (de “los primeros serán los últimos y los últimos, primeros”) y de ver que “uno de los tuyos” de hecho “llegue a la cima” —especialmente bajo un sistema como este y con el peso de su ideología y la noción de que el objetivo del cambio es que los oprimidos “tengan su oportunidad” de estar en una posición de privilegio y poder. Respecto a la actual situación en Estados Unidos, se oye a mucha gente, en particular a gente negra, diciendo cosas como: “Hemos tenido una revolución, es un nuevo Estados Unidos”. No, no hemos tenido una revolución y no es un nuevo Estados Unidos. Ocurre algo diferente: hay un tipo diferente de presidente, que parte de un lugar diferente y tiene un color diferente, por decirlo así. Pero eso no es una revolución y no es un nuevo Estados Unidos. Es el mismo Estados Unidos de siempre, el mismo estado imperialista de siempre, que está pretendiendo aprovecharse mejor del mundo así como de la gente en Estados Unidos —incluida a la gente negra en particular— con su programa asesino y brutalmente opresivo.

Malcolm X, cuyo punto de vista y entendimiento sin duda tenían ciertas limitaciones, hizo muchas observaciones importantes, entre ellas su manera de decir que las revoluciones no son meramente un cambio dentro del sistema existente y que no se hacen las revoluciones en las urnas. Como explicó, las revoluciones derrocan a sistemas. Eso no es lo que ha sucedido con la elección de Obama. ¿Cuál sistema ha sido derrocado? ¿Cuáles relaciones fundamentales en la sociedad y el mundo han sido cambiadas radicalmente en beneficio de los intereses de las masas populares? Ninguna. Un cambio de rostro, un cambio de color, no es una revolución ni da lugar a un “nuevo Estados Unidos”.

De manera muy concisa y científica, Mao Tsetung habló de qué es una revolución señalando que una revolución quiere decir nada menos que el derrocamiento de una clase por otra. Una revolución quiere decir que —por medio de una lucha resuelta de las masas populares organizadas en torno a un programa de cambio radical— se rompa y se desmantele totalmente el dominio que tiene una clase dominante reaccionaria sobre la sociedad —tal como se concentra en el monopolio del poder político de esa clase encarnado en un estado (fuerzas armadas, tribunales y prisiones, burocracias, etc.) que representa y sirve a los intereses de esa clase dominante— y que se establezca en lugar del viejo estado, un nuevo estado que representa los intereses de una naciente clase revolucionaria. Quiere decir que se dé lugar a un sistema completamente diferente.

En Estados Unidos mediante la elección de Obama, ¿qué clase ha derrocado a qué otra clase? ¿A qué estado nuevo se ha dado lugar? ¿Qué sistema nuevo? Ninguno. Es la misma clase dominante en el poder y el mismo sistema presidido por un nuevo rostro de otro color. Ni siquiera se trata de “los últimos serán los primeros y los primeros, últimos”. Solo se trata de uno de los que se parecen a uno de los “últimos”, y que se unen y encabezan a los “primeros” a fin de mantener a los “últimos” en el último lugar.

La revolución que necesitamos —una verdadera revolución y en particular una revolución con el propósito y el objetivo final del comunismo— tiene que tener en la mira en primer lugar la creación de un estado radicalmente nuevo que represente los intereses revolucionarios del proletariado de abolir finalmente todas las relaciones de explotación y opresión. De ahí, se debe seguir desarrollando la revolución. El objetivo fundamental a largo plazo de esta revolución es arrancar de raíz y eliminar los antagonismos de clases, de hecho todas las divisiones entre clases y todo lo relacionado con ello; y al lograr eso por todo el mundo, se sentarán las bases para la extinción del estado —como un instrumento que aplica a la fuerza la represión organizada de clase— y para su reemplazo con formas de asociación y funcionamiento entre las personas que les permita tomar decisiones que afecten su interacción con el resto de la naturaleza y su interacción entre sí sin diferencias de clase ni ninguna división opresiva. Es obvio que esto supone algo radicalmente diferente y mejor que “los últimos serán primeros y los primeros, últimos”. Pero la elección de Obama ni siquiera llega a eso.

En lo fundamental, las contradicciones en la base económica dan lugar a revoluciones —la manera en que se explota a la gente y la manera en que se manifiesta el funcionamiento de la economía por medio de ciertas relaciones sociales las cuales se han vuelto anticuadas y que ya no pueden satisfacer las necesidades de la sociedad en un sentido fundamental. Mediante muchos canales diferentes y no de una forma directa de uno a uno y no obstante en un sentido general, eso da lugar a la necesidad del cambio radical en la sociedad, y las personas más o menos conscientemente llegan a entender eso y a actuar de modo que lleven a cabo cambios conforme a su entendimiento.

Al mismo tiempo, como he recalcado antes, no se llevan a cabo las revoluciones en la esfera de la producción aunque sí se derivan de las contradicciones en la base económica de la sociedad o estas contradicciones las convocan —al manifestarse de manera muy aguda el carácter anticuado de las relaciones económicas fundamentales y la manera en que constituyen trabas sobre la sociedad. Se hacen las revoluciones en la esfera de la superestructura de política e ideología por medio de una lucha que en última instancia asume su forma más alta y concentrada en la lucha frontal por decidir quién —es decir, qué clase en representación de qué sistema y qué relaciones económicos, políticos y sociales— dominará en los hechos la sociedad y la transformará de acuerdo a la manera en que sus representantes más conscientes entienden los problemas y las soluciones. Eso es lo que es una revolución. Compare eso con la elección de Obama y vea cómo su elección queda al respecto.

La revolución comunista es una revolución radicalmente distinta a todas las anteriores porque se lleva a cabo en pro de los intereses de la clase y fundamentalmente la lleva a cabo la clase —es decir, el proletariado— cuyos intereses no simplemente corresponden a un cambio de posición dentro de la sociedad (ni mencionar solamente cambiar unos rostros) sino a transformar de manera radical la sociedad para abolir todas las relaciones económicas, sociales y políticas y todas las ideas y la cultura que encarnan e imponen la explotación y la opresión —no solamente en un lugar o en una parte del mundo sino por todo el mundo en conjunto. Supone y requiere que se avance a una sociedad, a un mundo, que no esté dividido en clases y entre opresores y oprimidos, a una sociedad y mundo comunistas.

Ganar a las personas a que sean comunistas, emancipadores de la humanidad

En vista de eso, quiero hablar una vez más de la importancia fundamental de forjar el núcleo sólido comunista y a la vez fortalecer continuamente este núcleo de un movimiento revolucionario más amplio —un movimiento que tenga como objetivo la revolución y nada menos. Esto subraya una vez más la gran importancia de luchar para ganar a la gente hacia la orientación de ser emancipadores de la humanidad, en oposición a las nociones de venganza —”los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros”, “esta es mi oportunidad para tratar de estar en la primera posición” y así sucesivamente— lo que es, en gran medida, la manera espontánea en la que las personas ven la cuestión del cambio en la sociedad, cuando y en la medida en que se ponen a pensar sobre eso. Por lo tanto, tiene que haber una lucha para que la gente se zafe de esa perspectiva y haga una ruptura con ésta y llegue a ser emancipadores de la humanidad —para esforzarse conscientemente no sólo por la eliminación de esta o aquella relación de opresión y no sólo por un cambio de lugar en el marco de la opresión y la explotación, sino la eliminación de toda la opresión y explotación en todo el mundo.

Esto pone de relieve por qué hoy es tan crucial prestar tanta atención a las cuestiones de la perspectiva, la orientación y los objetivos comunistas, en contraste con las perspectivas y los programas que representan los intereses y las aspiraciones de otras clases y en particular en contraste con la perspectiva y los intereses de la burguesía y lo que está concentrado en la frase “derecho burgués”: la noción de “derecho” (o derechos) en el marco de la sociedad burguesa, una sociedad dominada por una clase explotadora, una sociedad basada en las relaciones de explotación que las encarna y las impone. Esto tiene una importancia crucial si de verdad va a haber en el futuro una revolución y si de hecho esa revolución va a conducir a un mundo radicalmente nuevo.

Al mismo tiempo, si bien es importante llevar esta lucha entre las masas básicas —los proletarios y otras personas explotadas sometidas en la base de la sociedad—, también existe una importancia crucial de ganarse a un sector de los intelectuales —y, en términos más generales, los jóvenes educados— a la visión y también al objetivo concreto del comunismo. En repetidas ocasiones, vemos que la clase dominante desvía, tergiversa, degrada y calumnia las aspiraciones de los jóvenes a un mundo mejor, incluso cuando éstas se expresen espontáneamente. De nuevo el papel de Obama es un ejemplo concentrado de eso. Por ejemplo, vemos una gran cantidad de jóvenes hoy, acudiendo en apoyo a la amplia convocatoria de Obama para cumplir una forma u otra de “servicio” al país —no sólo el servicio militar sino incluso otras formas de servicio— en la educación o en términos de la infraestructura o de otras necesidades del país, tales como las percibe y las presenta la clase dominante de la cual Obama es un representante y a la cual sirve. Lo que Obama pide es servir al imperialismo —al sangriento sistema que aplasta, degrada, brutaliza y literalmente masacra a millones de personas año tras año, década tras década, al servicio de la explotación y para reforzar las relaciones de opresión, incluidas aquellas entre los países y pueblos opresores y oprimidos, y la opresión de la mujer.

Con Obama hoy se oye este eco de John Kennedy [habla con el acento de Nueva Inglaterra]: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”. Obama está muy conscientemente haciendo eco de esto con su llamado al servicio. Y como un artículo en el número 153 de Revolución señaló, esto se dirige, se distorsiona y se pervierte al servicio del imperialismo estadounidense. Esto es algo que se aprendió en la década del 1960. Una manifestación muy importante de esto ocurrió con la gente que entró en el Cuerpo de Paz y ahí descubrió lo que el imperialismo estaba haciendo y lo que les canalizaban y conducían a hacer como parte de un organismo imperialista —y que luego regresaron y formaron grupos como Returned Volunteers (Voluntarios que volvieron) que fueron explícitamente antiimperialistas. Aprendieron en esos tiempos, en una situación en que las personas se levantaban contra el imperialismo en todo el mundo, cuáles eran las relaciones concretas a las cuales les llamaban a dar servicio, al ser parte de organismos imperialistas como el Cuerpo de Paz. Aprendieron que las cosas como el Cuerpo de Paz eran “apéndices” y partes del mismo aparato general como el ejército estadounidense, la CIA y otros instrumentos de la dominación y explotación imperialista violenta trituradora de la vida —y se rebelaron contra eso. Esto pone de relieve lo crucial que es que las personas se zafen del marco levantado por los imperialistas en que éste las condiciona a ver la posibilidad de hacer contribuciones para un mundo mejor: las formas en que se distorsiona y se pervierte eso en beneficio de los objetivos literalmente sanguinarios del imperialismo —sí, tales como los representa Obama, no menos que Clinton, no menos que “W” Bush y los demás.

Al mismo tiempo, vemos que en el mundo de hoy crece el fenómeno del fundamentalismo islámico, una concepción del mundo anticuada, que representa relaciones anticuadas, relaciones altamente opresivas, incluidas muchas formas de esclavización de las mujeres. Esto atrae a las personas debido a que lo consideran una fuerza que se opone a las potencias imperialistas dominantes de Occidente (como quiera que entiendan eso), representadas sobre todo por Estados Unidos. Al respecto cabe recordar de nuevo el comentario de un observador burgués sobre la gente que llevó a cabo lo que objetivamente eran actos de terrorismo en Inglaterra, sobre la base de haber estado bajo la influencia de esta ideología fundamentalista islámica. Señaló que hace una generación estas personas o muchas de ellas habrían sido maoístas. Ahora bien, como he recalcado anteriormente, esto categóricamente no quiere decir que los maoístas llevan a cabo la misma clase de tácticas que los fundamentalistas islámicos —claramente los comunistas tienen una concepción del mundo muy diferente y objetivos fundamentales diferentes y de eso, tácticas muy diferentes—, pero lo esencial es que hace algunas décadas, en circunstancias en las que en el mundo en general el comunismo revolucionario ejercía un impacto y una influencia mucho más poderosos, tales personas o muchas de ellas hubieran estado en un camino mucho mejor y radicalmente diferente, hubieran sido atraídas a una concepción del mundo radicalmente diferente y verdaderamente liberadora y a una estrategia completamente diferente para cambiar el mundo que se apoya en las masas populares y las atrae, las mujeres no menos que los hombres, y pretende arrancar de raíz todas las relaciones de explotación y opresión, y no tiene por objeto aterrorizar a algunos sectores de la población de modo que acepten una nueva forma de opresión o una forma ligeramente alterada de opresión.

En este contexto, también cabe recordar un artículo en primera plana del New York Times del 24 de diciembre de 2008, que cita a un joven de un país del Medio Oriente diciendo que el movimiento fundamentalista islámico es para los jóvenes de hoy lo que el panarabismo fue para la generación de sus padres.

Este fenómeno general es algo que he señalado y analizado con cierta profundidad en el libro ¡Fuera con todos los dioses! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo. Pero algo que no traté suficientemente en ese libro (he hablado en otros lugares sobre esto pero en realidad desearía haberlo comentado más en ese libro… pero voy a tratarlo aquí [risas]) es que, además del fenómeno de las masas pobres del campo —los campesinos y otras gentes— desterrados y expulsados hacia las zonas urbanas y en particular los cinturones de miseria en los países por todo el tercer mundo, también existe el fenómeno de los jóvenes educados que tienen una educación (como un comentarista burgués lo dijo) con cierta base estrecha: las personas que van a la universidad para convertirse en ingenieros, técnicos o profesiones similares pero encuentran frustradas sus aspiraciones debido a la corrupción de los gobiernos de esos países (así lo ven espontáneamente muchos de estos jóvenes) pero fundamentalmente debido al hecho de que la economía de esos países y su papel dentro del marco general del imperialismo no puede proporcionar una salida a estas aspiraciones —lisa y llanamente, no puede proporcionar suficientes posiciones y puestos de trabajo para las personas que reciben educación y formación en estos ámbitos. Esta es una de las fuentes que están alentando las tendencias y movimientos islámicos fundamentalistas organizados en muchos de estos países. Y esto está alentando al fundamentalismo islámico —y otros fundamentalismos religiosos— en el mundo de hoy en un sentido más amplio.

En oposición a esto, es necesario captar mucho más amplia y profundamente la imaginación de las personas en general, de las masas básicas pero también de los jóvenes educados —inspirarlos con la visión del comunismo y ganarlos a su perspectiva y objetivos verdaderamente liberadores, ganarlos a que realmente sean emancipadores de la humanidad que aspiren a abolir todas las cadenas mentales así como económicas, sociales y políticas que mantienen sometidas a las masas populares— como una parte importante de la construcción del movimiento general para la revolución hacia el objetivo final de un mundo comunista. Esto es un punto sumamente importante y es algo al que volveré: qué trae de atractivo lo que el comunismo representa y la necesidad de llevar todo eso con mucho más audacia y energía y luchar por todo eso entre los jóvenes educados así como entre las masas básicas y otros sectores de la población. ❑

  1.  “Cuestiones estratégicas” es una charla de Bob Avakian de mediados de la década pasada. El Obrero Revolucionario (ahora Revolución) publicó partes de la charla en los números 881 y 884-893 (noviembre de 1996-febrero de 1997) y 1176-1178 (24 noviembre-8 diciembre 2002). Están en http://revcom.us/chair_s.htm.