Sobre la “fuerza impulsora de la anarquía” y la dinámica del cambio
Un agudo debate y urgente polémica: La lucha por un mundo radicalmente diferente y la lucha por un enfoque científico de la realidad
Raymond Lotta
Publicado originalmente el 9 de noviembre de 2013 en el periódico Revolución
El mundo es un horror. Con mayor precisión, el mundo creado y reforzado por el capitalismo-imperialismo es uno de guerras injustas y ocupaciones brutales, de la trituración de la vida por la pobreza y de la cruel desigualdad y de la generalizada subordinación y denigración de la mujer. Este es un mundo —y he aquí cabe hablar del planeta— en el que la aceleración de la crisis ambiental no es sólo una parte de la trama de la vida cotidiana sino que amenaza los mismos equilibrios ecológicos y sistemas de soporte de vida de la Tierra.
El sufrimiento de la humanidad en el mundo y el peligroso estado del planeta son, en su esencia, el resultado del desenvolvimiento de la contradicción fundamental de nuestra época: entre las fuerzas de producción altamente socializadas, interconectadas y globalizadas, por un lado, y por otro, las relaciones de propiedad privada y el control de estas fuerzas de producción. Pero encerrado en esta contradicción está el potencial para que la humanidad vaya más allá de la escasez, más allá de la explotación y más allá de la división social —el potencial de organizar la sociedad sobre una base totalmente diferente que permitiría que los seres humanos floreciera de veras.
En otras palabras, el mundo tal como es… no tiene que ser así y no es cierto que únicamente pueda ser así.
¿Cuál es el problema ante la humanidad; qué hay que cambiar a fin de resolver este problema; y cómo se puede llevar a cabo ese cambio? El comunismo es la ciencia que capacita a la humanidad para conocer el mundo, con el fin de cambiarlo — para conocer el mundo cada vez más profundamente, con el fin de transformarlo cada vez más profundamente por el camino hacia una comunidad mundial de la humanidad. Al igual que con todas las ciencias, el comunismo parte del mundo tal como es en realidad, de la necesidad (las estructuras y la dinámica) que en la realidad está ante la humanidad. En la realidad se encuentra la base concreta para superar la explotación y la opresión y para crear un mundo radicalmente diferente mediante la revolución.
Y esto me lleva al eje de la polémica.
En el movimiento comunista internacional, existe un fuerte debate sobre la naturaleza y el proceso del desenvolvimiento de la contradicción fundamental del capitalismo: entre la producción socializada y la apropiación privada. El eje del debate trata las formas de movimiento —y lo que es, en general, la principal forma de movimiento— de esta contradicción fundamental.
Este debate supone cuestiones cruciales de la economía política. Pero además, y al centro, su eje está en cuestiones de método y enfoque. ¿Vamos a esgrimir la ciencia para reconocer, analizar y sobre tal base transformar el mundo que existe en realidad, y su cambiabilidad y complejidad? ¿O vamos a usar la terminología marxista como una herramienta esencialmente pragmática para ubicar las fuentes de cambio y buscar garantías de que la historia “salga bien” para nosotros, que las masas prevalezcan, mediante la construcción de un marco metafísico de la política y la filosofía?
¿Qué clase de movimiento comunista internacional habrá: uno arraigado en la ciencia y que parte del mundo tal como es, o uno que parte de “narrativas” que forzosamente hacen caber la realidad en un tranquilizador sistema de creencias?
La derrota de la revolución china en 1976 constituyó el final de la primera etapa de la revolución comunista. Esta primera etapa presenció la creación del primer estado socialista del mundo en la Unión Soviética (1917-1956), y otro salto y adelanto mediante el establecimiento de un poder estatal revolucionario en China y el mayor desarrollo de la revolución ahí (1949-1976).
A raíz de la contrarrevolución en China, Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (PCR), emprendió un proceso de pasar por el tamiz y estudiar científicamente los logros increíblemente inspiradores de la primera etapa de la revolución comunista así como sus deficiencias y errores reales, algunos muy serios. Al defender los principios básicos del comunismo y al desarrollar la ciencia de nuevas maneras cualitativas, Avakian ha forjado una nueva síntesis del comunismo a partir de hacer un balance científico de la experiencia revolucionaria del movimiento comunista y de aprender y retomar de las corrientes más amplias de pensamiento y actividad científicos, intelectuales y artísticas.
Avakian ha forjado una nueva concepción radical de la transición socialista al comunismo y, al mismo tiempo, ha puesto el comunismo sobre una base aún más científica. Esta nueva síntesis proporciona el marco para ir más allá y hacerlo mejor en una nueva etapa de la revolución comunista en el mundo contemporáneo.
La nueva síntesis del comunismo se ha desarrollado en oposición a otras dos respuestas a la derrota del socialismo en la China revolucionaria, respuestas que se le han opuesto a dicha nueva síntesis: una, el rechazo de los principios básicos del comunismo y la adopción de la democracia burguesa y la otra, una adhesión rígida y casi religiosa a la previa experiencia socialista y teoría comunista que rechaza un enfoque completamente científico de hacer un balance del pasado y seguir desarrollando la teoría comunista[1].
Así son los antecedentes de este debate. Pero las cuestiones de la economía política y la metodología en las que esta polémica se adentra no son cuestiones esotéricas que se limitan al movimiento comunista internacional o únicamente tienen relevancia e interés para el mismo.
Este debate abarca cuestiones de interés, teorización y contienda en círculos políticos e intelectual-académicos progresistas más amplios, cuestiones de profunda importancia y trascendencia. ¿Es el capitalismo, en realidad, un sistema con compulsiones sistémicas y con resultados sistémicos, es decir, con sus propias leyes de movimiento? ¿Cómo entender el ámbito de la iniciativa humana consciente, dada la dinámica estructural del capitalismo? ¿Qué es un enfoque científico de conocer y cambiar la sociedad? Y ¿qué constituye, en realidad, la emancipación humana en esta época?
Un pasaje de Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte, de Bob Avakian, concentra un crucial punto de partida:
Así son las cosas en realidad en relación a las circunstancias actuales de la sociedad humana y las posibilidades de cómo la sociedad puede avanzar y organizarse: o se trata de crear una alternativa radical al actual sistema capitalista imperialista dominante —una alternativa que es viable y sostenible porque avanza sobre la base de las fuerzas productivas existentes y las destraba más mediante la transformación de las relaciones sociales y más fundamentalmente las relaciones de producción y, en relación dialéctica con eso, la transformación de la superestructura de la política y la ideología— creando mediante esta transformación y fundamentalmente la transformación de las condiciones materiales subyacentes, un sistema económico radicalmente nuevo, como la base de una sociedad radicalmente nueva en conjunto; o, si no, lo que de hecho se impondrá como la única alternativa real en el mundo de hoy: verse integrado o verse metido a la fuerza en una sociedad que funciona según las condiciones y dentro de los confines de la producción y el intercambio de mercancías y más específicamente las relaciones de producción y el proceso de acumulación y las diversas dinámicas del capitalismo…[2].
I. Un adelanto crucial: La “fuerza impulsora de la anarquía” como la dinámica decisiva del capitalismo
A. Antecedentes
A principios de la década del 1980, el PCR emprendió importantes trabajos teóricos y de investigación en la economía política del capitalismo y cómo las contradicciones del mundo se expresan e interactuaban. Se exponía la cuestión acerca de las dinámicas del capitalismo y cómo éstas configuran el “escenario” en el que se desarrolla la lucha revolucionaria, tanto en relación con la situación del mundo concreto en ese entonces como en relación con la cuestión más amplia de la transición histórica de la época burguesa a la época del comunismo mundial.
Un elemento central de este trabajo teórico fue una observación desarrollada por Bob Avakian. Había identificado la “fuerza impulsora de la anarquía” como la principal forma del movimiento de la contradicción fundamental del capitalismo, que determinaba las condiciones generales para la lucha de clases.
La definición de la “fuerza impulsora de la anarquía” como la dinámica principal del capitalismo provocó mucha molestia e indignación de diversos sectores del movimiento comunista internacional (en este caso me refiero a las fuerzas y formaciones maoístas de ese período, y no a los partidos comunistas revisionistas asociados con la Unión Soviética en ese entonces social-imperialista, las que desde hacía mucho habían abandonado la revolución).
Algunas personas en el movimiento maoísta en ese entonces sostenían que ese análisis liquida efectivamente el papel de las masas y de la lucha de clases en la historia. Otras personas sostenían que, dado que la explotación del trabajo asalariado, del proletariado, es la fuente de la plusvalía (ganancia) y puesto que la maximización de las ganancias es la razón de ser de la burguesía, por lo tanto se deduce, lógica e históricamente, que la lucha entre el proletariado y la burguesía, arraigada en la producción de la plusvalía, es necesariamente la dinámica principal del desarrollo capitalista.
Además se argumentó que se trata de un principio fundamental del marxismo el que las masas hacen la historia y que la opresión engendra la resistencia la que se puede transformar en una revolución, y por lo tanto la lucha de clases y su potencial revolucionario han de ser la principal forma de movimiento.
Objetivamente es cierto que las masas hacen la historia. Pero también es cierto que las condiciones objetivas de hecho determinan el marco general de la lucha de clases y que las masas no pueden hacer la historia al servicio de sus más excelsos intereses y la humanidad no puede alcanzar el comunismo sin la dirección, concentrada en el partido de vanguardia, que se base en el conocimiento científico más avanzado de cómo es el mundo y cómo se puede transformar al servicio de los intereses de la emancipación de la humanidad del mundo.
Este debate ha surgido de nuevo, aunque ahora se da en el contexto de la lucha ideológica sobre si la nueva síntesis del comunismo desarrollada por Bob Avakian constituye el marco para una nueva etapa del comunismo. Está en juego la efectiva necesidad y base de hacer la revolución comunista hasta el final en el mundo de hoy, con el fin de verdaderamente emancipar a la humanidad y salvaguardar el planeta… y la necesidad de tener un enfoque consecuentemente científico si se ha de hacer y desarrollar esa revolución.
B. Adentrándose en la economía política
El cambio fundamental operado por la sociedad burguesa es la socialización de la producción. Los medios individuales limitados de producción se transforman en medios sociales de producción, que únicamente las colectividades de trabajadores podrán trabajar. La misma producción se cambia de una serie de operaciones individuales a una serie de actos sociales, y los productos se cambian de productos individuales a productos sociales.
Esos productos, en ese momento, se convirtieron en el producto de una sola clase, el proletariado[3].
El proletariado, la clase que se encuentra en la base del trabajo socializado colectivo, lleva a cabo la producción en las fábricas, en las maquiladoras, minas, granjas industriales y otros complejos de la industria, agricultura, transporte, almacenamiento y distribución. Trabaja en tejidos comunes y redes de producción en los gigantescos medios de producción socializados y cada vez más globalizados que el capitalismo ha engendrado. Utiliza el conocimiento social desarrollado y transmitido por las generaciones anteriores.
Pero una relativamente pequeña clase capitalista posee, controla y maneja esta producción socializada. El proletariado y esta forma de producción social están en contradicción fundamental con la apropiación privada por el capitalismo de la riqueza socialmente producida —en la forma de capital privado.
En Anti-Dühring, Federico Engels demuestra que la contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista del producto del trabajo socializado se manifiesta y se mueve en dos formas de antagonismo[4].
Una forma de movimiento es el antagonismo entre el proletariado y la burguesía. Con el surgimiento y desarrollo del capitalismo, el trabajo asalariado se había convertido en la base principal de la producción social moderna. Estos trabajadores asalariados están separados de los principales medios de producción de la sociedad, pues no los poseen ni controlan. Estos medios de producción están concentrados en las manos de la clase capitalista. Al poseer sólo su fuerza de trabajo (su capacidad de trabajar), los trabajadores asalariados, a fin de sobrevivir, tienen que venderle su fuerza de trabajo al capital. La fuerza de trabajo se convierte en una mercancía en el capitalismo.
Contratados por el capital, los trabajadores asalariados ponen en marcha estos medios de producción socializados. Pero la clase capitalista controla el producto de ese trabajo social y el proceso del trabajo social. El capital subordina el trabajo vivo a la creación de valor, y su objetivo es extraer el máximo plustrabajo (plusvalía): la cantidad de trabajo por encima y más allá del tiempo de trabajo incorporado en sus salarios (lo que corresponde a lo que los productores se requieren para vivir y mantenerse a sí mismos y a sus familias, para criar nuevas generaciones de trabajadores asalariados).
La lucha entre el proletariado y la burguesía, junto con otras luchas que surgen de diversas contradicciones sociales condicionadas por el desarrollo de la contradicción fundamental del capitalismo a escala mundial e incorporadas en el desarrollo de dicha contradicción, ejercen una profunda influencia sobre la economía, la sociedad y el mundo.
Veamos algunos ejemplos de cómo la contradicción entre las clases y otras contradicciones sociales son parte de la necesidad permanente que enfrenta el capital:
Una de las principales preocupaciones del capital manufacturero cada vez más móvil es la estabilidad social. Hay enormes presiones competitivas que acicatean al capital de modo que se traslade de México, a China, a Vietnam, etc., en busca de menores costos de producción. Pero el costo no es el único cálculo; también influencian las decisiones los factores de “conflictividad laboral” y organización laboral. O considere el estado neocolonial formado y apoyado por el imperialismo estadounidense durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial: una de sus funciones importantes fue y es la de reforzar las condiciones del orden social para facilitar la penetración más profunda por parte del capital. Por ejemplo, en la situación de Europa occidental hoy, se ha llevado a cabo la ofensiva general de austeridad mediante un cálculo que incluye la anticipación de la respuesta de las masas. Volviendo a los años 1960 y 1970 en Estados Unidos, la amenaza (y la realidad) de levantamientos y rebeliones de las masas negras oprimidas condicionaban mucho los patrones de contratación de la industria, la ubicación de las fábricas y la política social urbana. Para repetir, la contradicción entre las clases y otras contradicciones sociales son parte de la necesidad permanente que enfrenta el capital.
El antagonismo entre el proletariado y la burguesía es una forma de movimiento de la contradicción fundamental.
La otra forma de movimiento de la contradicción fundamental del capitalismo es el antagonismo entre la organización de la producción a nivel del taller individual, fábrica, empresa y unidad de capital, y la anarquía de la producción en la sociedad en general.
El capitalista individual trabaja para organizar la producción de manera eficiente con el fin de recuperar los costos de inversión y ganar ventajas y participaciones en el mercado con relación a otros capitales. Al hacer eso, el capitalista emprende la organización científica y “despótica” de la producción: el análisis insumo-producto, la estricta contabilidad, la programación óptima, la intensificación del trabajo, el alargamiento de la jornada laboral y la extrema vigilancia y control de los trabajadores. Todo eso se lleva a cabo a todos los niveles del capital privado por medio de las empresas trasnacionales de hoy (piense en Wal-Mart y la organización de sus cadenas de suministro).
Pero por altamente organizada que esté la producción al nivel de la empresa, no existe, ni puede haber ninguna planificación sistemática y racional al nivel de toda la sociedad. He aquí una explicación.
Bajo el capitalismo, se producen como mercancías la gran mayoría de los productos que forman la base material de la reproducción social de la sociedad. Es decir, se producen para el intercambio (con fines de obtener ganancias). Los compradores y los vendedores de estos o aquellos productos —sean los medios de producción que son los insumos en el proceso de producción o los medios de consumo— se toman como un hecho. Pero no existen entrelazamientos sociales directos entre los agentes de la producción; la producción social no se coordina como un conjunto social.
Una parte integral de la producción capitalista de mercancías es una contradicción que es necesario resolver a continuo. Por un lado, los productores individuales llevan a cabo su actividad independientemente los unos de los otros: se organizan de manera privada los muchos diferentes procesos de trabajo que constituyen la actividad productiva de la sociedad. Por otro lado, estos productores individuales dependen mutuamente los unos de los otros — son parte de una división social más grande de la fuerza de trabajo. ¿Cómo, pues, se coordina la actividad económica de la sociedad capitalista? ¿Cómo se articulan las diferentes piezas entre sí?
La respuesta es que estos procesos de trabajo organizados de manera privada están entrelazados entre sí y se forjan en una división social del trabajo, mediante el intercambio. El intercambio es el intercambio de mercancías, y las mercancías se intercambian en proporciones definidas: se compran y se venden a precios que reflejan el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. Esta es la ley del valor, y el tiempo de trabajo social es el regulador de los precios y de las ganancias.
La búsqueda de las ganancias domina los procesos de trabajo organizados de manera privada. Las ganancias determinan lo que se produce, y cómo.
En respuesta al movimiento de los precios y las ganancias, el capital se traslada hacia los sectores de alta rentabilidad y se sale de los sectores de baja rentabilidad. Si una inversión no rinde una ganancia satisfactoria o si un producto en particular no se vende a un precio que puede cubrir sus costos de producción, por ello el capital se ve obligado a aumentar la eficiencia o cambiar a otra línea de producción. Los movimientos de los precios y las ganancias comunican la “información” sobre la que se basan las decisiones de producción. El mercado regula de esta manera y también dicta la reorganización… y por lo tanto la industria automotriz cierra las plantas ineficientes, reestructura, reduce la fuerza de trabajo; unas empresas se tragan a otras, y por ende los trabajadores se ven obligados a cambiar de empleo. Así, se forja y se vuelve a forjar la división social del trabajo.
Esta es la regulación ciega y anárquica. Se da al azar, demasiado y muy poco: un proceso de inversión que sobrepasa y no alcanza; de descubrir, después del hecho, lo que el mercado equilibrará o no, y si el proceso de trabajo bajo el mando de tal o cual capitalista es realmente necesario o se cuadra con la norma competitiva. Marx dice acerca del papel regulador del mercado basado en la explotación del valor de la ley: “el movimiento conjunto de este desorden es su orden”[5]. Como Engels dice en su exposición acerca de las dos formas de movimiento: “la anarquía impera en la producción social”[6].
Los capitales individuales producen y se expanden como si no hubiera ningún límite (de nuevo, con la premisa de los necesarios compradores y vendedores). ¿Por qué? Porque, como explica Marx en El capital: “[E]l desarrollo de la producción capitalista convierte en ley de necesidad el incremento constante del capital invertido en una empresa industrial determinada…. La competencia le obliga [al capitalista individual] a expandir constantemente su capital para conservarlo…”[7].
La contradicción fundamental del capitalismo entre la producción socializada y la apropiación privada se desarrolla por medio de estas dos formas de movimiento: la contradicción entre la burguesía y el proletariado, y la contradicción entre la organización de la unidad de producción-empresa y la anarquía de la producción en la sociedad en general. Cada una de estas formas de movimiento tiene sus propios efectos y cada una se interpenetra con la otra.
Sin embargo, de manera continua, siempre y cuando el modo capitalista de producción domine a escala mundial, es la anarquía de la producción capitalista la que lleva a cabo los cambios fundamentales en la esfera material, los que determinan el marco para la lucha de clases. El movimiento impelido por la anarquía, las relaciones anárquicas entre los productores capitalistas impulsados por la competencia, es la principal forma de movimiento de la contradicción fundamental. Ese fue un adelanto importante en el análisis hecho por Bob Avakian:
La fuerza motriz, lo que impulsa este proceso, es de hecho la anarquía de la producción capitalista, aunque la contradicción entre el proletariado y la burguesía forma parte integral de la contradicción entre la producción socializada y la apropiación capitalista. Si bien la explotación de la fuerza de trabajo es la forma y el método por el cual se crea y se apropia la plusvalía, son las relaciones anárquicas entre los productores capitalistas, y no simplemente la pura existencia de proletarios desposeídos o la contradicción de clases en sí, lo que lleva a estos productores a explotar a la clase obrera a una escala histórica más intensa e extensiva. Esta fuerza motriz de la anarquía es una expresión del hecho que el modo de producción capitalista representa el desarrollo completo de la producción de mercancías y la ley del valor. Si no fuera el caso que estos capitalistas productores de mercancías existieran independientes unos de los otros y al mismo tiempo estuvieran entrelazados por la operación de la ley del valor, no se sentirían la misma coacción de explotar al proletariado —la contradicción de clase entre la burguesía y el proletariado podría mitigarse. Es la coacción interna del capital a expandirse, lo que explica el dinamismo sin precedente histórico de este modo de producción, un proceso que transforma continuamente las relaciones de valor y que conduce a la crisis[8].
El libro America in Decline [La decadencia de Estados Unidos] teoriza, aplica y extiende el análisis de la primacía de la “fuerza impulsora de la anarquía”, retomando y desarrollando la sistematización de la dinámica del imperialismo y de la revolución proletaria de Lenin[9].
Con el surgimiento del imperialismo, la acumulación se da en el contexto de la unificación e integración cualitativamente mayor del mercado capitalista mundial —ya no se da principalmente como una función de los circuitos del comercio y dinero sino ahora como la internacionalización del capital productivo (la producción de la plusvalía). Y la acumulación se da en el contexto de la división político-territorial del mundo entre las grandes potencias y las relaciones cambiantes de fuerza entre estas potencias en la economía mundial y el sistema mundial de estados-nación con base territorial particular.
La acumulación en la era imperialista tiene rasgos particulares. Se desenvuelve mediante formas de gran movilidad y flexibilidad del capital financiero monopolizado; mediante la división del mundo en un grupúsculo de potencias capitalistas ricas y las naciones oprimidas en las que vive la gran mayoría de la humanidad; y la rivalidad geoeconómica y geopolítica concentrada en la rivalidad y la lucha por la supremacía mundial entre los estados nacionales imperiales.
El antagonismo entre los diferentes capitales nacionales imperialistas y la lucha sobre la división en el mundo, sobre todo es una consecuencia, extensión y desarrollo cualitativo de la contradicción entre la organización al nivel de la empresa y de la anarquía de la producción social. Este antagonismo condujo a dos guerras mundiales en el siglo 20.
Al mismo tiempo, la contradicción fundamental también se manifiesta en términos de clase. Entre sus principales formas de expresión figuran la contradicción entre el proletariado y la burguesía en los países imperialistas, la contradicción entre las naciones oprimidas y el imperialismo y la contradicción entre los países socialistas y el campo imperialista (cuando existan países socialistas, lo que no es el caso ahora).
Una u otra de estas contradicciones puede llegar a ser la principal a lo largo de un período de tiempo, es decir, una u otra puede influir en el desarrollo de las otras más de lo que a su vez está influenciada por éstas —y por lo tanto más determine la forma en que la contradicción fundamental se desarrolla en una etapa dada.
De finales de los años 1950 a principios de los 1970, por ejemplo, la contradicción principal a escala mundial era la existente entre el imperialismo y la liberación nacional en el tercer mundo. Las tormentas revolucionarias recorrían Asia, África y América Latina. Esa contradicción creaba una nueva necesidad cualitativa para las clases dominantes imperialistas (y locales) y afectaba la acumulación de capital a escala mundial.
El imperialismo estadounidense, en particular, desarrollaba y aplicaba, en gran escala, las doctrinas de contrainsurgencia. La lucha de liberación vietnamita estaba infligiendo grandes reveses en el campo de batalla; la guerra absorbía una gran parte de las fuerzas armadas terrestres de Estados Unidos y estimulaba un aumento masivo de los gastos militares de Estados Unidos, lo que a su vez contribuyó al debilitamiento del dólar (y el patrón dólar-oro) a nivel internacional. Durante ese período, Estados Unidos fomentaba programas de ayuda y desarrollo en América del Sur, como la Alianza para el Progreso, cuyo objetivo principal era, de la mano con la represión, estabilizar las condiciones sociales y contrarrestar el potencial para la revolución.
En cualquier momento dado, la lucha de clases puede ser principal, a nivel local (nacional) o mundial. Pero, en general y en un sentido general de largo plazo, hasta que el modo de producción capitalista ya no sea el dominante a escala mundial, la fuerza impulsora de la anarquía del sistema imperialista mundial es y será la principal forma de movimiento de la contradicción fundamental. Es la fuerza impulsora de la anarquía —las dinámicas y las contradicciones subyacentes de la acumulación capitalista a escala mundial, las diversas expresiones de eso, lo que incluye pero no se limita a la rivalidad interimperial, y los cambios en las condiciones materiales y económico-sociales y, cada vez más, natural-ecológicas de la vida— la que establece el principal escenario y base para la transformación de la sociedad y del mundo.
Y la transformación de la sociedad y del mundo sobre la base de la realidad tal como es, y no lo que nos gustaría que fuera, es precisamente el quid:
Se puede resolver la contradicción entre la producción social y la apropiación privada únicamente en la esfera de la superestructura. Se puede resolver únicamente mediante la lucha consciente para hacer la revolución, para derrotar decisivamente a la burguesía (y a todas las clases dominantes-explotadoras) y el desmantelamiento de su aparato de control y represión. Se puede resolver únicamente mediante la lucha consciente para constituir un nuevo poder estatal revolucionario que sea una base de apoyo para la revolución mundial y sobre esa base la creación de una nueva economía socialista que opera de acuerdo con dinámicas y principios distintos a lo que hace el capitalismo (la ley del valor ya no estaría al mando) y el desarrollo posterior de la lucha omnímoda para transformar la sociedad y el modo de pensar de la gente.
Es posible resolver la contradicción fundamental de la época burguesa únicamente mediante una revolución consciente, basada en un enfoque científico de conocer y cambiar el mundo.
La misión histórica del proletariado es la de abolir el capitalismo, poner fin a toda explotación y opresión y superar la división de la sociedad en clases y crear una comunidad mundial de la humanidad.
II. La negativa a reconocer la naturaleza de la acumulación capitalista, o por qué el “capitalista no es más que capital personificado”
La identificación de la “fuerza impulsora de la anarquía” como la principal forma de movimiento de la contradicción fundamental ha ocasionado críticas y, a veces, ataques virulentos de parte de algunas personas en el movimiento comunista internacional.
Una línea de crítica se expresa así: en vista de que a) la “incesante búsqueda de mayor excedente” es la esencia del capital; y en vista de que b) el excedente se basa en la explotación del trabajo asalariado; y en vista de que c) la explotación hacer surgir la resistencia de los explotados — por lo tanto, se deduce que el antagonismo y la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía ocupa un nivel más profundo determinante que lo que hace la compenetración anárquica de los capitales en el movimiento y el desarrollo de la contradicción fundamental.
Este argumento tiene una lógica aparente. Pero ese es precisamente el problema con el argumento: su superficialidad. Elude la pregunta: ¿por qué tiene que acumularse “sin cesar” el capital? ¿Se debe, lisa y llanamente, al hecho de que hay proletarios para explotar (y oportunidades para explotar)? Analizaré eso pronto.
Bien, algunos críticos reconocen la existencia y la fuerza de la competencia, pero le atribuyen un papel secundario. Interpretan la competencia como algo “externo” a la esencia más profunda del capital, a la relación salario-capital. Algunos invocan el pasaje del tomo I de El capital de Marx, en el que él hace referencia a las “leyes imperativas de la competencia”, pero señala que “para analizar científicamente el fenómeno de la competencia hace falta comprender la estructura interna del capital”[10]. Además objetan que la anarquía del capitalismo en lo fundamental está arraigada en el carácter explotador del capitalismo —y algunos hasta le atribuyen este punto de vista a Engels.
Pero Engels no ubica la anarquía de la producción capitalista en la explotación del trabajo asalariado y la extracción del plustrabajo como tal, sino más bien en la dinámica particular de la producción capitalista de mercancías. Examinemos lo que dice en realidad:
[E]l modo de producción capitalista se insertó en una sociedad de productores de mercancías, de productores individuales cuyo entrelazamiento social estaba mediado por el intercambio de sus productos…. Ninguno de ellos sabe cuánta cantidad de su artículo está llegando al mercado, cuánta de ella se necesita y usa realmente; nadie sabe si su propio producto va a encontrar una necesidad real, si va a poder cubrir costos, y ni siquiera si va a poder vender. Reina la anarquía de la producción social[11].
El carácter general de la producción de mercancías que señala Engels da un salto cualitativo con el desarrollo del capitalismo. Por un lado, se generaliza la producción de mercancías, con la monetización total de los medios de producción y la transformación de la fuerza de trabajo en mercancía. Por otro, se realiza la producción capitalista de mercancías sobre la base de una escala sin precedentes de producción; el avance y los continuos avances en la tecnología; la densa red de interrelaciones entre los productores, ahora a escala mundial; y la organización “científica” y “racional” a nivel de la unidad individual del capital. Y, a pesar de eso, el “entrelazamiento social” de los productores individuales, para usar la frase de Engels, sigue siendo el intercambio de productos — pero ahora constituye una producción altamente social para el intercambio.
En términos del argumento de que Marx trata la competencia en relación (secundaria) a la “naturaleza interna del capital”, aquí hay que tomar nota de un aspecto importante del método de Marx en El capital. En el Tomo I de esa obra, Marx penetra científicamente e identifica la naturaleza básica del capital, distinguiendo el capital a otras formas de riqueza y sacando abstracciones de las interrelaciones de los muchos capitales.
El capital es una relación social y un proceso cuya esencia es la dominación de la fuerza de trabajo por intereses ajenos, antagónicos y la reproducción y la ampliación de la reproducción de esa relación. La ley más fundamental del modo de producción capitalista es la ley del valor y de la producción de plusvalía. La relación de producción más importante del capitalismo es la relación entre el capital y el trabajo. Y la explotación del trabajo asalariado es la base de la creación y apropiación de la plusvalía.
Todo eso se ha establecido de manera científica. Pero los críticos quieren explicar la anarquía sobre la base de la explotación del trabajo asalariado, ya que la explotación es fundamental. Eso no es ciencia. Eso no parte de la realidad y de la contradicción fundamental y su complejidad, y del “movimiento concreto del capital”, sino más bien de una visión reduccionista de la realidad, de una distorsión de la realidad al servicio de la narrativa de la primacía de la lucha de clases.
Lo que nos lleva de nuevo a la pregunta: ¿qué impulsa a la explotación del trabajo asalariado? O, para plantearlo de otra manera: ¿existe una coacción de explotar el trabajo asalariado sobre una base más amplia y más intensiva en capital? La respuesta es, sí, existe tal coerción, y se deriva de la competencia.
El capital vive bajo la constante presión de expandirse. Para sobrevivir, tiene que crecer: el capital sólo puede existir si se acumula más capital. En el plano concreto, existe el “capital-en-general”, y sólo puede existir como muchos capitales en competencia de los unos con los otros, precisamente porque el capitalismo se basa en la apropiación privada. Marx explica:
[L]a competencia impone a todo capitalista individual las leyes inmanentes del régimen capitalista de producción como leyes coercitivas impuestas desde fuera. Le obliga a expandir constantemente su capital para conservarlo, y no tiene más remedio de expandirlo que la acumulación progresiva”[12].
La competencia, la “lucha de la competencia”, como Marx lo describe, obliga a los capitales individuales a abaratar los costos de producción. Eso depende principalmente del aumento de la productividad del trabajo y de la extensión de la escala de producción y de la realización de lo que se llaman “economías de escala” (un menor costo por unidad de producto) mediante la mecanización y la innovación tecnológica así como la innovación organizativa.
La transformación tecnológica y organizativa de la producción exige más capital, lo que requiere una creciente masa de plusvalía de la cual financiar las inversiones —por lo tanto, el afán de conseguir más plusvalía. Se satisfacen cada vez más las necesidades de la acumulación mediante el capital de préstamos y el sistema de crédito, lo que permite que el capital financie nuevas inversiones y entre a nuevas líneas de producción, pero la premisa de eso también se basa en un fondo cada vez mayor de plusvalía. En otras palabras, para el capital y sus diferentes formas, existe una coacción subyacente de expandirse, para aumentar la acumulación de capital. Todo eso está ligado a la competencia.
Aquellos que dan los primeros pasos para realizar innovaciones podrán obtener una ventaja temporal (ganancia extra), mientras que aquellos que no dan pasos y se quedan atrás con los demás pierden su participación y posición en el mercado. Tome la industria automotriz de Estados Unidos en relación con los más innovadores fabricantes de automóviles japoneses de finales del decenio de 1970 en adelante. El capital japonés fue pionero en los métodos de producción más eficientes, los que finalmente se generalizaron. Eso rompió el monopolio de los “Tres Grandes” fabricantes de automóviles (en el mercado de Estados Unidos en particular) y obligó a adoptar la tecnología de ahorro de mano de obra.
Las “leyes coercitivas de la competencia” imponen la necesidad imperiosa sobre los capitales individuales: “expandirse o morir”. La interacción recíproca de los capitales privados obliga a la revolucionarización continua de las fuerzas productivas, como una cuestión de necesidad interna y preservación propia. Eso es lo que explica el dinamismo del capitalismo.
Por eso los capitalistas no pueden limitarse a explotar y de ahí simplemente dedicar su riqueza al consumo —es decir, si quieren seguir siendo capitalistas. Porque obra algo más profundo: “Como capitalista”, en una frase memorable y profundamente científica de Marx, “él no es más que capital personificado”[13].
Por eso, el capitalismo tampoco obtiene un equilibrio de estado estacionario. Como se ha explicado anteriormente, mediante las ciegas interacciones competitivas de los capitales individuales, se establecen las normas de producción social (la eficiencia, etc.) y se asigna el capital a uno u otro sector (en respuesta a las señales de precio y ganancia). A su vez, es obligatorio obedecer a estas normas de producción… el que los capitales particulares vayan a mantener su competitividad.
Pero los capitales individuales se desarrollan de manera dispar, y los unos se aventajan a los otros; se abren nuevas líneas de producción, pero sólo resultan saturadas; se forman nuevos capitales y los viejos se dividen sobre la base de reclamos contendientes por la plusvalía producida en toda la sociedad; y se establecen nuevas jerarquías competitivas. Se desarrollan nuevas tecnologías, lo que abre nuevos campos de inversión; la tecnología se convierte en un campo de batalla en torno al cual se forman, se dividen o se colapsan nuevos capitales. Piense en los cambios que se producen en las industrias de la informática y de alta tecnología en el mundo.
La acumulación de capital es un proceso dinámico y perturbador de expansión, ajuste y crisis.
Más sobre la competencia
En los Grundrisse, Marx explica que la competencia “ejecuta” las leyes de la acumulación: “La competencia en general, este motor esencial de la economía burguesa, no postula las leyes de ésta, sino que se limita a ejecutarlas”[14].
¿Cuál es su papel de ejecutor? La competencia impulsa una cada vez mayor concentración (nueva capacidad productiva, la ampliación de la escala de la producción) y una creciente centralización (fusiones, absorciones, etc.) de los capitales existentes. La competencia impulsa una creciente mecanización y especialización y complejidad de la producción social y una creciente composición orgánica del capital (más inversión en maquinaria, materias primas, etc., en relación con el trabajo vivo), que subyacen a la tendencia al descenso de la tasa de ganancia. Las leyes de la acumulación impulsadas por la competencia conducen a la creación de un “ejército industrial de reserva” (un componente importante del cual constituyen los trabajadores desplazados por la mecanización).
La competencia supone los movimientos de capitales de una esfera a otra, en busca de mayores ganancias; supone la rivalidad por participaciones en el mercado; supone el cambio técnico que transforma las condiciones de producción.
En suma, el capital existe necesariamente como muchos capitales en competencia, y la competencia tiene efectos determinantes.
La competencia se basa en el carácter privado del capital: en esa organización privada de los procesos de trabajo discretos, organizados en torno a la producción de ganancias (la plusvalía), pero que a la vez objetivamente están entrelazados entre sí y con otros procesos de trabajo organizados de manera privada. La competencia y su carácter privado tienen su origen en la existencia de sitios independientes de acumulación y centros discretos de la toma de decisiones en lo que es, en realidad, una formación económica interdependiente e integrada —en la que se produce para un mercado anónimo.
La propia dinámica del capitalismo surge del cambio técnico incorporado en el proceso competitivo. Esa es la realidad de la acumulación del capital.
Nuestros críticos se encuentran en un aprieto. Tienen que explicar el claro dinamismo del capitalismo que surge de las presiones de expandirse o morir las que dicha competencia impone al capital. Tienen que explicar este dinamismo por algunos otros medios con el fin de mantener la contradicción de clases como la principal forma de movimiento. Por lo tanto, sacan otro argumento: la resistencia obrera es, en realidad, la fuente de la innovación y la mecanización. Por esa razón, el capitalista invierte a fin de desplazar a los trabajadores, para reducir los salarios y/o para controlar más a la fuerza de trabajo recalcitrante. Por lo tanto, no existe la coacción de la interacción competitiva, sino más bien la elección deliberada de la técnica y/o la estrategia para contener la fuerza de trabajo.
Volvamos al ejemplo de la industria automotriz japonesa para descubrir algunos de los problemas con este argumento. La adopción de la producción “justo a tiempo”, de los equipos de trabajo “responsables”, de la práctica de mantener reducidos inventarios (para reducir los costos) y de una extensa robotización por el capital japonés constituye una transformación fundamental en la manufactura contemporánea. Pero rayaría en lo absurdo el argumento de que eso se regía por la necesidad de evitar o impedir la resistencia de los trabajadores; al contrario, en ese entonces el proletariado japonés era muy dócil.
Lo que en realidad estaba pasando en ese periodo de la década del 1970 a mediados de la del 1980 era que se intensificaban la competencia y la rivalidad geoeconómica en el bloque imperialista occidental. El imperialismo japonés, así como el imperialismo alemán, estaban haciendo incursiones competitivas en detrimento del capital del imperialismo estadounidense, aunque esa rivalidad se subordinaba y se condicionaba por la más determinante rivalidad mundial estratégica de la época: entre los bloques imperialistas encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética por la supremacía mundial.
Ahora bien, es muy cierto que un aspecto importante de la “racionalización” de la producción, la organización de las “cadenas de suministro” y las formas de “subcontratación”, el uso de la tecnología de la informática, etc., tiene la función de disciplinar y controlar a la fuerza de trabajo. Pero eso no es lo que impulsa en lo fundamental la innovación.
La dinámica del capitalismo no es una en la que el capitalista se esfuerza para maximizar el plustrabajo de acuerdo a su propio deseo de obtener ganancias. No se trata de una dinámica en la que el capitalista tiene la libertad de invertir o no invertir, salvo debido al factor limitante de la resistencia de los trabajadores. En ese caso, el paso “lógico” sería el de que los capitales se formaran en banda, aceptaran invertir y producir a ciertos niveles, normalizaran las tasas de ganancia, hicieran concesiones y obtuvieran la paz social. Pero eso no ocurre, porque existe una coacción de invertir, a expandirse, a ganar participaciones en el mercado… so pena de la ruina.
Retomemos la crucial observación de Avakian antes citada: “Si no fuera el caso que estos capitalistas productores de mercancías existen independientes unos de los otros y al mismo tiempo están ligados por la operación de la ley del valor, no sentirían la misma coacción de explotar al proletariado —la contradicción de clase entre la burguesía y el proletariado podría mitigarse”.
El capitalista está sujeto a las “leyes coercitivas de la competencia”. El capitalista se ve obligado a abaratar los costos y es el instrumento del progreso técnico. “Como capitalista, no es más que capital personificado”.
III. La fuerza impulsora de la anarquía, el mundo creado y devastado por el capital
La negación, por parte de los críticos, de la “fuerza impulsora de la anarquía” como la principal forma de movimiento del capital hace que sea imposible que entiendan a fondo y de manera cabal las importantes tendencias en el mundo y el escenario en el que es necesario luchar por la revolución comunista y hacerla. La “narrativa” de la lucha de clases y la resistencia obrera no sólo oculta los retos mayores y sin precedentes ante esta revolución comunista sino también el gran potencial de lucha revolucionaria. Eso es lo que yo quiero ilustrar y explorar.
A. La crisis ambiental
El 9 de mayo de 2013, el Earth Systems Research Laboratory [Laboratorio de Investigación de Sistemas de la Tierra] en Hawái registró que los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra habían llegado a 400 partes por millón. La última vez que la Tierra aguantaba tanto dióxido de carbono fue hacía unos tres millones de años, cuando no había vida humana sobre el planeta. La climatología ha establecido que un aumento de la temperatura de la Tierra más allá de dos grados centígrados sobre los niveles preindustriales podría conducir a un cambio climático irreversible y devastador.
La revolución industrial capitalista que se inició en la década del 1700, el salto al imperialismo en el siglo 19 y la enorme aceleración de las presiones ambientales de mediados del siglo 20 hasta la actualidad han creado una grave emergencia ambiental[15].
Los impactos ya están con nosotros: los sucesos climáticos extremos (las inundaciones sin precedentes, los ciclones y los tifones), las sequías, la desertificación, el derretimiento del hielo del Ártico a sus niveles más bajos.
Mientras tanto, los imperialistas siguen haciendo gigantescas inversiones en los combustibles fósiles, con una proporción cada vez mayor dedicada a las llamadas reservas de gas y petróleo “no convencionales” (la fracturación hidráulica, la excavación en aguas profundas del mar, las arenas bituminosas, el petróleo pesado, los esquistos bituminosos, etc.). Las negociaciones sobre el clima mundial, de mayor importancia las de Copenhague de 2010, no van a ninguna parte.
Por un lado, el petróleo es un elemento fundamental del funcionamiento rentable de todo el sistema imperialista. Seis de las diez empresas más grandes de Estados Unidos, y ocho de las diez más grandes del mundo, son empresas automotrices y petroleras. Por otro lado, el petróleo es un elemento central de la rivalidad interimperialista. Las grandes empresas capitalistas y las grandes potencias capitalistas —Estados Unidos, China, los países de la Unión Europea, Rusia, Japón y otros países— compiten entre sí por el control de las regiones en las que se encuentran nuevas fuentes de combustibles fósiles: en el Ártico, en el Atlántico Sur y en otros lugares.
La rivalidad entre las grandes potencias por el control de la producción, refinación, transporte y comercialización del petróleo es, de hecho, una rivalidad por el control de la economía mundial. Las fuerzas armadas del imperialismo estadounidense dependen del petróleo para mantener y extender su imperio, para librar sus guerras neocoloniales y para mantener su supremacía global. Y, ahora mismo, una de las ventajas competitivas mundiales del imperialismo estadounidense es precisamente su creciente capacidad de producir combustibles fósiles: en 2012, Estados Unidos registró el mayor aumento de la producción de petróleo en el mundo y el mayor incremento interanual en un solo año de la producción de petróleo en la historia de Estados Unidos.
No se puede entender nada de lo que está sucediendo (y lo que no está sucediendo) en la esfera de los energéticos fuera del marco de la coacción de conseguir ganancias y la intensa competencia y la rivalidad al nivel de las empresas, sectores y estados-nación en la economía mundial y en el sistema interestatal imperialista.
El aspecto más sobresaliente de las negociaciones climáticas recientes es el hecho de que se ha dado ahí una intensa rivalidad entre las “grandes potencias” —por un lado, que no quieren y no pueden alejarse de manera sustantiva de la dependencia de los combustibles fósiles y, por otro lado, que confinan la adaptación al cambio climático en el marco de los instrumentos del posicionamiento competitivo (los europeos y los chinos, por ejemplo, tienen ventajas en ciertas tecnologías de energía renovable).
Y aparte de la energía, las grandes potencias se empeñan en una fuerte competencia mundial por los minerales y materias primas del planeta. Es una escaramuza por el saqueo irresponsable de los recursos de la Tierra, o como un estudioso progresista lo ha llamado, “la carrera por lo que queda”.
El surgimiento de China como la segunda mayor economía capitalista del mundo, con su demanda de recursos y su creciente alcance internacional, es un elemento importante en la ecuación ecológica. Su crecimiento ha sido impulsado por la entrada masiva de capital de inversión en los últimos 20 años y dicho crecimiento ha sido una fuente importante, si no la fuente principal, del dinamismo de la economía mundial. Y hoy China es el mayor emisor de dióxido de carbono.
La verdadera amenaza de un cambio climático imparable es parte de una crisis ambiental más amplia. El planeta no sólo está en una trayectoria hacia la extinción masiva de especies, sino también hacia el colapso de ecosistemas cruciales, especialmente las selvas tropicales y arrecifes de coral, con la amenaza de efectos en cascada sobre el ecosistema global de la Tierra en su conjunto. Existe la posibilidad real de que la Tierra se transforme en un planeta de un tipo muy distinto… con el potencial de poner en peligro la existencia humana. Nadie puede predecir las vías precisas y los resultados de lo que está sucediendo. Pero esta es la trayectoria en la que nosotros, y el planeta Tierra, estamos.
¿Por qué las operaciones de explotación forestal y madera están desapareciendo las selvas tropicales? ¿Por qué la agroindustria está degradando y secando el suelo, y por qué se está acidificando los mares? ¿Por qué se convierte la naturaleza en un “sumidero” de residuos tóxicos? Porque el capitalismo-imperialismo invierte, especula, comercia y merodea por el mundo tratando a la naturaleza como un insumo ilimitado al servicio de la producción en cada vez mayor expansión en pos de ganancias.
El desiderátum de corto plazo de la acumulación ampliada tiene consecuencias ambientales de largo plazo, pero éstas no tienen “consecuencias” inmediatas en la lucha competitiva. Las unidades individuales del capital procuran minimizar los costos a fin de mantener la competitividad, calculando con gran precisión (organización a nivel de empresa). Pero los efectos de las actividades de producción, como la contaminación, que no figuran en el ámbito de los cálculos económicos de estas unidades de propiedad privada no se “registran” en el libro mayor de ganancias y pérdidas. Se “externalizan” estos costos sociales y ambientales: los descargan sobre la sociedad y el planeta y los aplazan hacia el futuro (la anarquía al nivel societario y planetario).
Los calamitosos efectos ambientales de la globalización han sido mayores en las naciones oprimidas, pero los han causado de manera desproporcionada los países imperialistas. Entre 1961 y 2000, los países ricos generaron más del 40 por ciento de la degradación del medio ambiente en todo el mundo mientras cubrían solamente el 3 por ciento de los costos de los cambios de los ecosistemas[16].
Cuando las empresas capitalistas talan las selvas tropicales en Indonesia para la madera y plantan árboles para producir aceite de palma para biocombustibles —un sector muy volátil de la economía mundial que refleja la intensa competencia entre la energía mundial y los mercados de alimentos—, el carbono liberado a la atmósfera y la destrucción del hábitat de los tigres de Sumatra no forman parte del cálculo de los costos y beneficios de estos capitales.
Ahora bien, si alguien va a argumentar que la crisis ambiental es principalmente el resultado de la contradicción de clases, que esta crisis es el producto de la resistencia de los trabajadores, campesinos o masas o de la búsqueda de la tecnología ahorradora de mano de obra a fin de controlar la fuerza de trabajo, yo, por mi parte, tendría mucha curiosidad de oír a alguien presentar dicho argumento, a pesar de que va contra la credibilidad.
La incapacidad del capitalismo de interactuar con la naturaleza de una forma sustentable… la devastación de la naturaleza causada por el capitalismo… y la aceleración de la crisis ambiental que viene englobando al mundo y poniendo bajo amenaza al planeta están arraigadas en las interacciones anárquicas de agrupaciones privadas y altamente organizadas de capital, que se viene enfrentándose a la coacción de expandirse o morir —y de la rivalidad a nivel mundial.
Al mismo tiempo, es esencial conocer que la crisis ecológica está afectando y afectará a la lucha de clases en múltiples sentidos. En primer lugar, la destrucción del medio ambiente es una falla sísmica de la lucha mundial de clases y un punto focal de importante resistencia de masas, sobre todo en las naciones oprimidas, a menudo relacionada con las luchas de los campesinos y de los pueblos indígenas, pero también en las ciudadelas imperialistas.
Además, las formas de inestabilidades y “las crisis de seguridad ambiental” (tal como los imperialistas les llaman) que la degradación del medio ambiente podría provocar, con mucha probabilidad podrían desencadenar una enorme crisis social y podrían ser un acelerante de la crisis revolucionaria.
Por las anegaciones, millones de personas podrían tener que dejar las regiones densamente pobladas de los deltas, como Bangladesh, lo que provocaría masivas migraciones. Los efectos del cambio climático sobre los sistemas agrícolas, especialmente en las naciones oprimidas, causarán, asimismo, enormes tensiones económicas y sociales. De acuerdo con algunas estimaciones de impacto, para las últimas décadas de este siglo, 29 países de Asia, África y el Caribe y México ya habrán perdido el 20 por ciento o más de su producción agrícola actual debido al calentamiento global[17].
Y en los países imperialistas: en el huracán Katrina en Estados Unidos se manifestó la intersección entre el calentamiento global y la fuerte opresión del pueblo negro, y se presentó una gran necesidad y oportunidad de hacer avances en el movimiento para la revolución en las “entrañas de la bestia”. La fusión del reactor Fukushima y la resultante contaminación —y la enorme red de energía nuclear del imperialismo japonés y su robusta exportación de reactores nucleares han sido una de sus ventajas competitivas mundiales— expresan la clase de sucesos trastornadores que probablemente vayan en aumento en el futuro.
No se registran ni es posible conocer las causas subyacentes y consecuencias monumentales de la crisis ambiental por medio del filtro economicista y limitado de la contradicción de clases como la principal forma permanente del movimiento de la contradicción fundamental. Sin embargo, esta crisis, impulsada de manera abrumadora por la contradicción entre la anarquía y la organización, será un factor importante para preparar el escenario en el que se desarrollará la lucha de clases.
B. La urbanización y las ciudades miseria
En la alborada del siglo 21 y por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial vive en las ciudades. Durante casi cuatro décadas, las ciudades de las naciones oprimidas han estado creciendo a un ritmo vertiginoso. Esta es una urbanización caótica y opresiva. Más de mil millones de personas viven en barrios marginales-ciudades miseria dentro y alrededor de las ciudades del tercer mundo, y es probable que se duplique esta población para el año 2030, mientras que un número igual de personas a duras penas viven en la llamada economía informal.
¿Qué está impulsando esta urbanización? En primer lugar, los saltos en la industrialización de la agricultura y la integración trasnacional de la producción y transporte de alimentos, y el acaparamiento de las tierras por la agroindustria imperialista y la consolidación de las tenencias de tierras, han socavado los medios de subsistencia rurales basados en la agricultura de subsistencia en pequeño.
El imperialismo ha venido transformando los sistemas nacionales de agricultura en componentes globalizados de producción trasnacional y cadenas de comercialización, más separados de las poblaciones locales; y, cada vez más, en muchas economías nacionales del tercer mundo la agricultura viene perdiendo su papel “fundamental”. Y el imperialismo ha encabezado la conversión de tierras que anteriormente servían a la producción de alimentos en tierras que sirven a la producción de etanol y otros combustibles a base de cultivos, todo lo que ha exacerbado aún más estas tendencias.
Al mismo tiempo, la devastación del medio ambiente, las sequías y las guerras civiles (a menudo azuzadas o aprovechadas por las grandes potencias, como en El Congo) han conducido a la ruina a los sistemas agrícolas —y han hecho que la gente huyese a las ciudades.
A lo largo de las décadas del 1980 y 1990, el Fondo Monetario Internacional (FMI) insistió, como condición para recibir préstamos, que los gobiernos de muchos países pobres eliminaran los subsidios a los pequeños propietarios rurales y que también “abrieran” las economías a la importación de alimentos procedentes del Occidente a fin de ampliar los mercados y permitir una mayor capitalización de la agricultura. Eso ha puesto increíbles presiones sobre los pobres rurales, arruinando los medios de vida.
Enormes sectores de la humanidad huyen de la pobreza, la devastación y la desesperación del campo del mundo.
Por último, el rápido crecimiento capitalista de China ha succionado a cientos de millones de campesinos hacia las ciudades, lo que representa la mayor migración del campo a la ciudad en la historia humana; y este fenómeno está impulsado por el agitado funcionamiento de las fuerzas del mercado en el campo de China y de la atracción de trabajos, a menudo en los trabajos manufactureros de baja paga (maquiladoras), en las ciudades de China.
Estos fenómenos se rigen en lo fundamental por las necesidades, los imperativos y las consecuencias imprevistas de la acumulación a escala mundial, en particular la profundización de la penetración imperialista en las naciones oprimidas y la globalización de la producción.
No es posible explicar de manera científica la urbanización y la “tugurización” como una consecuencia primaria de la contradicción de clases. Simplemente no es cierto que la resistencia de clase en el campo haya impulsado estos cambios socio-demográficos. ¿Están sosteniendo nuestros críticos que las revueltas campesinas en el campo suponían una amenaza para el orden social de manera que la única manera de pararlas era la expulsión de la fuerza de trabajo campesina mediante la socavación de la agricultura de subsistencia?
¿Afirma el argumento que los trastornos urbanos habían producido tales niveles de inestabilidad que las clases explotadoras de alguna manera hayan tenido que impulsar las migraciones masivas de campesinos a las ciudades con la esperanza de que eso pudiera ejercer una influencia conservatizadora y contrarrevolucionaria? Esa no es una metodología científica.
Un breve aparte histórico y una pregunta: ¿Sostendrían los partidarios de este punto de vista que lo que impulsaba la Primera Guerra Mundial fue la necesidad de desviar o reencauzar la lucha de clases al interior de los países europeos —o lo que impulsaba dicha guerra fue, tal como en efecto ocurrió, la intensificación de rivalidad interimperialista y, en particular, la contienda sobre las colonias (aunque Europa fue el principal campo de batalla)?
La urbanización, la proletarización y la tugurización que se manifiestan en las naciones oprimidas, debido al funcionamiento anárquico del capital, están ejerciendo efectos muy contradictorios sobre las masas: en lo económico y en lo ideológico. El trastorno de las formas tradicionales de la vida en el campo debido al imperialismo y la inestabilidad inherente a la urbanización de los sectores de masas que no se están incorporando en la economía “formal”, han impulsado el crecimiento y el atractivo del fundamentalismo islámico, el pentecostalismo, las variedades de milenarismo religioso, etc. Estas tendencias ofrecen una coherente brújula moral e ideológica reaccionaria en condiciones de incertidumbre y dislocación.
Para repetir, al ver el movimiento y el desarrollo de la contradicción fundamental por un lente economicista, no es posible conocer científicamente las bases subyacentes de lo que está sucediendo en realidad y los retos que eso plantea concretamente por lo que se refiere a la transformación de la sociedad y del mundo.
C. La crisis mundial de 2008-2009
He escrito sobre los factores que impulsan esta crisis[18]. En pocas palabras, para identificar algunas dinámicas esenciales de una trayectoria particular del crecimiento que se convirtieron en su opuesto:
- El colapso del bloque encabezado por el social-imperialismo soviético en 1989-1991 les dio una nueva libertad a las potencias imperialistas occidentales, especialmente Estados Unidos, para ampliar y reestructurar el capital[19]. En particular, se dio una nueva ola masiva de globalización, al nivel de la producción, el comercio y las finanzas. Uno de los elementos más importantes del crecimiento y expansión en el mundo previo a la crisis ha sido la mayor integración de la economía capitalista mundial, en la que un aspecto central ha sido la mayor integración de los países productores para la exportación del tercer mundo en el mercado capitalista mundial y el establecimiento de una economía manufacturera basada en la mano de obra barata y una integración a nivel mundial.
- China ha estado en el epicentro de este proceso de mayor globalización, país que actúa como un “taller-maquiladora” para el capitalismo mundial en relación dialéctica con la cual se está forjando una poderosa base económica capitalista. La generación de enormes excedentes en el comercio ha amplificado el alcance global de China y su papel como principal comprador de bonos del Tesoro de Estados Unidos y financista del déficit de Estados Unidos (con el creciente apalancamiento que acompaña eso).
- Sobre la plataforma de la producción más globalizada y la superexplotación, crecía como hongos el sector de servicios financieros en los países capitalistas avanzados. En el crecimiento en estos países las finanzas y el crédito venían cobrando un papel cada vez mayor. Estados Unidos ha estado en el epicentro de este proceso de la intensificada financiarización (en el que el mercado de valores avalados por hipotecas es una expresión concentrada de este parasitismo).
- La interrelación dinámica entre Estados Unidos y China ha constituido un eslabón decisivo en el crecimiento de la primera década del siglo 21. O, para decirlo de otra manera, existe un entrelazamiento profundo entre la agonía de la fuerza de trabajo superexplotada en las entrañas de las nuevas zonas industriales de China y lo que estaba ocurriendo en la estratosfera de las altas finanzas.
- Estos procesos interrelacionados de la globalización y la financiarización finalmente llevaron a desequilibrios e inestabilidades insostenibles:
- el abultamiento del sector financiero en relación a la base productiva en Estados Unidos y el desequilibrio más general entre el sistema financiero (y sus expectativas de futuras ganancias) y la acumulación de capital: las estructuras y la producción y la reinversión de las ganancias basadas en la explotación del trabajo asalariado
- la afiebrada expansión de crédito que lleva a una mayor fragilidad financiera
- el consumo y el endeudamiento en Estados Unidos que estimulan el crecimiento de China, pero el vertiginoso crecimiento del sector manufacturero de China impulsaba más los déficit de comercio de Estados Unidos y la intensificación de las presiones competitivas en toda la economía mundial, con un rápido crecimiento de la capacidad de producción en China.
- Desde el 11 de septiembre de 2001, el imperialismo estadounidense ha intentado valerse de su poderío militar superior para forjar un orden mundial en el que se amarre de manera permanente durante las décadas por venir su supremacía global sobre sus rivales y contra cualquier obstáculo a su dominación (incluyendo el fundamentalismo islámico reaccionario). Pero el peso de la militarización, los gastos deficitarios y los costos desestabilizadores de la financiación de esta militarización se convirtió en un factor que contribuye a la crisis.
- La crisis estalló y estuvo centrada en los centros financieros del capitalismo mundial. Las instituciones financieras habían tratado de reducir los riesgos y sacar ganancias del riesgo, mediante la dispersión de más variados y complejos instrumentos financieros en un campo más amplio de inversionistas internacionales —pero al final de cuentas, eso jaló a los inversionistas y a los gobiernos a un vórtice de vulnerabilidad y crisis.
Las dinámicas que impulsaban el crecimiento generaron nuevos obstáculos a la acumulación rentable del capital. En una palabra, la crisis es una expresión concentrada, aunque muy compleja y fluida, y el resultado, de la anarquía de la producción capitalista.
Pero a la hora de analizar una crisis, algunos críticos no pueden deshacerse fácilmente de las falacias teóricas.
Algunos han sostenido que la contradicción de clases, sobre todo en la forma de la resistencia a la globalización y el FMI, ha representado un importante factor impulsor que motiva esta crisis, que afecta a los planes de ajuste estructural, etc. Es cierto que se dio una ola de resistencia a la globalización. Pero a) por importante que fuera en los años 1990, esta oposición y la lucha no se pusieron a una altura que incidiera de manera cualitativa en el movimiento y el desarrollo de la acumulación mundial; y b) de hecho, tal como se esbozó anteriormente, la crisis que estalló en 2008-2009 tiene profundas determinantes en las contradicciones de una trayectoria particular de expansión, caracterizada por la dinámica de la intensificada globalización y la mayor financiarización.
Además, se expone el argumento de que la confabulación es lo principal entre las potencias imperiales, misma que nace de la necesidad conjunta de capital para explotar la fuerza de trabajo. Pero la rivalidad, impulsada por el desarrollo dispar y las placas tectónicas cambiantes de la economía mundial, ha sido un elemento importante de las interrelaciones imperiales contemporáneas. Esta rivalidad se ha manifestado sobre todo en términos económicos y geoeconómicos, y no tanto en el ámbito militar.
Esta crisis estalló en el contexto de importantes virajes en las relaciones y fuerzas competitivas entre las grandes potencias, entre los cuales están: el “ascenso de China” y su transición a convertirse en una potencia imperialista y la extensión de su influencia más allá del sudeste asiático al Medio Oriente, a Asia central y a África y la actual influencia de su crecimiento sobre la división internacional del trabajo; la ampliación del mercado y la integración monetaria regional de la Unión Europea que establecen un marco para la ventaja en escala y en eficiencia del capital oesteeuropeo globalizado, y para presionar por un desafío monetario al dominio del dólar; y un imperialismo ruso nuevamente agresivo.
A su vez, la crisis ha tenido repercusiones no sólo para la estabilidad del sistema imperialista mundial, sino para los cambios de poder y rivalidades en marcha a su interior. He aquí dos repercusiones muy sobresalientes: la crisis ha agudizado las contradicciones entre Estados Unidos y China y una mayor agresividad de Estados Unidos a fin de contrarrestar el ascenso de China y su creciente alcance; y la crisis ha planteado nuevas dificultades para el proyecto imperial de la Unión Europea.
IV. Lo que está en juego: Un sistema que no se puede reformar… La revolución que se necesita
En Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte, Bob Avakian señala:
Ahora bien, es posible que todo eso nos desagrade pero esa es la situación en que nos encontramos. Es posible que nos desagrade que el capitalismo y su dinámica todavía dominen el mundo, de modo abrumador en la actualidad, y que monten el escenario para la lucha que tenemos que librar —es posible que eso nos desagrade pero así es la realidad. Y en esa realidad existe la base para cambiar las cosas radicalmente. La base está en reconocer y luchar por cambiar esa realidad y no de ningún otro modo. La base está en conocer y luego tomar acción para transformar esa realidad por medio de los caminos que el carácter contradictorio de esa realidad sí abre —los caminos que hay que aprovechar y en torno a los cuales hay que tomar acción para transformar esa realidad[20].
Avakian no sólo está comentando el trabajo de analizar la dinámica del capitalismo y cómo las contradicciones en el mundo se manifiestan e interactúan y de captar por qué la “fuerza impulsora de la anarquía” es de hecho la dinámica principal del capitalismo. También está prestando atención concentrada a una cuestión fundamental de la ciencia, del comunismo como una ciencia: como él escribe, de “partir de la realidad objetiva y reconocer la base para el cambio radical en las diversas dinámicas contradictorias de esa realidad, o simplemente partir de un conjunto de ideas, incluida una imagen idealizada de las masas, el cual se trata de imponer sobre la realidad…”[21].
Al llegar a entender el capitalismo-imperialismo y su funcionamiento, estamos lidiando con su necesidad —las leyes particulares de operación y las leyes del movimiento. Estas leyes existen independientes de la voluntad de los individuos y de la voluntad de una clase, incluso una (los capitalistas imperialistas) que posee el mayor arsenal de la represión y el poderío de la historia.
El capitalismo no es un sistema basado en la codicia o en la “voluntad de explotar”. No es un sistema basado en el afán de ganancias como “principio primario” —exprimir lo que se pueda a los trabajadores. Se trata de un modo de producción basado en la explotación del trabajo asalariado e impulsado por la necesidad interna de expandirse. Al no ver eso, se negará objetivamente la necesidad de hacer una revolución —pues, según ese argumento, si este sistema no se rige por la necesidad, por las leyes y los imperativos de la acumulación subyacentes, pues tal vez… quizá sea posible reformarlo.
Estas leyes y, en particular, la fuerza impulsora de la anarquía no “liquidan” la lucha de clases, a diferencia de las afirmaciones de los críticos. Por el contrario y para repetir: eso es lo que prepara el escenario principal para lo que hay que hacer para transformar la sociedad y el mundo. Al captar eso, se dará la posibilidad, como recalca Avakian, de descubrir los caminos para transformar radicalmente esta realidad. Se dará la posibilidad de aprehender y forjar la libertad, ya que este modo de producción y sus leyes son dinámicos, son contradictorios. Y para el factor consciente, eso ofrece enormes posibilidades de actuar, partiendo de una comprensión científica de la realidad y su complejidad y cambiabilidad.
Existen diversos cauces para el cambio y para erupciones repentinas. Esta orientación científica es un aspecto fundamental en la construcción del movimiento para la revolución, una revolución cuyo alcance es total, y en el reconocimiento y los actos para afectar la necesidad y el potencial de dicha revolución —y de los desafíos que tiene ante sí. En este sentido, la crisis ambiental es trascendental.
Están los desafíos que plantea la forma en que se desarrolla concretamente la contradicción fundamental entre la producción socializada y la apropiación privada. Un ejemplo de ello es el crecimiento de los fundamentalismos islámicos y de otro tipo, al mismo tiempo que las fuerzas productivas se han vuelto más socializadas y el mundo se ha vuelto más entrelazado. Este desenvolvimiento “perverso” de la contradicción fundamental ilustra que su movimiento y desarrollo no es un proceso lineal de modernización, proletarización y secularización. Más bien, se trata de un complejo proceso de cambios en la configuración social y de clases, de la ideología y los movimientos sociales que se compenetran con la transformación económica, con la manifestación profunda de la necesidad de una moral liberadora y la cuestión del arrancar de raíz el patriarcado.
Estamos viviendo en un período de transición con el potencial de grandes trastornos: el capitalismo mundial está en proceso de fluctuación, lo que aumenta la disparidad y la dislocación, la degradación ambiental, los horrores contra las mujeres, la mitad de la humanidad. El capitalismo en la época del imperialismo es un modo de producción que está a la vez en transición a algo más alto y está presionando violentamente contra sus límites.
¿Vamos a inventar realidades y verdades y crear narrativas de que la lucha de clases siempre es lo principal, a fin de consolarnos y evitar los problemas reales? ¿O vamos a enfrentar la realidad a fin de transformarla?
Lo que está en juego es una concepción materialista del mundo, de lo que hay que cambiar en el modo de pensar de las personas y en la sociedad, y cómo. El que no sea un enfoque verdaderamente científico dejará al mundo tal como es. Lo que está en juego es la revolución comunista que necesita la humanidad: para resolver la contradicción fundamental de la época y para emancipar a la humanidad y salvaguardar el planeta. ❑
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Vea los antecedentes en El comunismo: El comienzo de una nueva etapa, Un manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (Chicago: RCP Publications, 2009), sobre todo las secciones III-V. ↑
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Bob Avakian, Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte (2010). Primera parte: Revolución y el estado (en adelante, Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos). ↑
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Con el surgimiento y desarrollo del capitalismo, un enorme campesinado mundial seguía desempeñando un rol importante en la producción mundial y dominaba en términos cuantitativos, pero el capitalismo venía subsumiendo en mayor grado las relaciones precapitalistas de producción, penetrando en éstas y manteniéndolas en una mayor posición de subordinación. ↑
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Federico Engels, Anti-Dühring (Moscú: Instituto del Marxismo-Leninismo y Editorial Progreso), “Tercera sección. Socialismo. II. Cuestiones teóricas”, pp. 265-282. ↑
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Carlos Marx, “Trabajo asalariado y capital”, en Marx y Engels, Obras escogidas I (Moscú: Editorial Progreso, 1973), p. 161. ↑
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Federico Engels, “Del socialismo utópico al socialismo científico”, Obras escogidas III (Moscú: Editorial Progreso, 1973), p. 146. ↑
-
Carlos Marx, El Capital I (México: Fondo de Cultura Económica, 1982), “Capítulo XXII. Conversión de la plusvalía en capital. 3. División de la plusvalía en capital y renta. La teoría de la abstinencia”, p. 499. ↑
-
Bob Avakian, “Contradicciones fundamental y principal a nivel mundial”, Obrero Revolucionario (ahora Revolución) No. 132, 27 de noviembre de 1981. ↑
-
Raymond Lotta, America in Decline (Chicago: Banner Press, 1984), pp. 40-56. ↑
-
Carlos Marx, El capital, I, “Capítulo X. Concepto de la plusvalía relativa”, p. 254. ↑
-
Engels, Anti-Dühring, “Tercera sección. Socialismo. II. Cuestiones teóricas”, pp. 269-270. ↑
-
Carlos Marx, El capital, I, p. 499. ↑
-
Carlos Marx, El capital, I, “Capítulo 10. La jornada de trabajo. 1. Los límites de la jornada de trabajo”, p. 178. ↑
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Carlos Marx, Grundrisse. Líneas fundamentales para la crítica de la economía política. 1857-1858, I (México: Fondo de Cultura Económica, 1985), p. 402. ↑
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Vea el número especial de Revolución, ¡Estado de EMERGENCIA! El saqueo de nuestro planeta, la catástrofe ambiental y la verdadera solución revolucionaria, #199, 18 de abril de 2010. ↑
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R. Kerry Turner y Brendan Fisher, “Environmental economics: To the rich man the spoils”, Nature 451, 28 de febrero de 2008, pp. 1067-1068. ↑
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William Cline. 2007. Global Warming and Agriculture: Impact Estimates by Country (Washington, D.C.: Center for Global Development y Peterson Institute for International Economics). ↑
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Vea, por ejemplo, Raymond Lotta, “Cambios y grietas en la economía mundial y la rivalidad entre las grandes potencias: Lo que está pasando y qué consecuencias podría traer“, Revolución Nos. 136-138 y 141, 20 y 27 de julio y 3 y 24 de agosto de 2008, sobre todo la Primera parte; y Raymond Lotta, “Huracán financiero azota a capitalismo mundial: Quiebra del sistema y la necesidad de la revolución“, Revolución No. 145, 19 de octubre de 2008. ↑
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Se recomienda el estudio de la discusión en Apuntes sobre economía política: Nuestro análisis de los años 80, cuestiones de metodología y la actual situación mundial (Chicago: RCP Publications, 2000), Primera parte, pp. 7-29, en que el Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, identifica los problemas de su análisis hecho en los años 1980 acerca del movimiento de los bloques imperialistas encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética hacia una guerra mundial. Extrae unas lecciones metodológicas como parte de profundizar su manejo del método científico. ↑
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Avakian, Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte. Primera parte: Revolución y el estado. ↑
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Avakian, Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte. Primera parte: Revolución y el estado. ↑