La nueva síntesis y la cuestión de la mujer: La emancipación de la mujer y la revolución comunista — más saltos y rupturas radicales

Parte III de Contradicciones todavía por resolver, fuerzas que impulsan la revolución (2009)

Por Bob Avakian

Otra vez, aquí quiero recalcar el punto con el cual empecé esta charla: Aún sigo trabajando y forcejeando con muchos de esos puntos, y por lo tanto mucho de lo siguiente será más al estilo de un andamiaje que una discusión plenamente elaborada. Entonces, si bien lo que sigue abarcará puntos de orientación y análisis básicos a los cuales me parece importante captar firmemente y poner en práctica, el objetivo y propósito aquí, en un grado importante, es dar algo en qué pensar y algún sentido de dirección, y al mismo tiempo promover y provocar más forcejeo con estas cuestiones decisivas.

La cuestión de la situación de la mujer —la opresión y la lucha por la liberación de la mujer— objetivamente salta a primera plana en el mundo de hoy y se plantea cada vez con mayor profundidad y urgencia. Varias personas que representan perspectivas de clase muy distintas están reconociendo ese hecho y están respondiendo a ello, pero lo hacen sin salir del marco de un mundo de dominación imperialista, de división en clases, de explotación despiadada y de opresivas divisiones y relaciones sociales. Por ejemplo, lo vemos en el libro de Michelle Goldberg al cual me referí antes (The Means of Reproduction) y también en un artículo importante de la New York Times Magazine y en un nuevo libro escrito por Nicholas Kristof y Sheryl WuDunn (ver “The Women’s Crusade” [La cruzada de mujeres] en la New York Times Magazine del 23 de agosto de 2009, que es un ensayo adaptado del libro de Kristof y WuDunn, Half the Sky: Turning Oppression Into Opportunity for Women Worldwide [La mitad del cielo: Convirtiendo la opresión en oportunidades para la mujer en todo el mundo], Alfred A. Knopf, 2009).

He aquí un punto que merece reflexión, señalado por otro(a) camarada dirigente de nuestro partido: la atención que esas diferentes fuerzas democrático-burguesas están centrando en la situación de la mujer, en particular la mujer del tercer mundo, es motivada por un sentimiento genuino de que hay aquí un ultraje que se debe denunciar —aunque su enfoque queda completamente dentro del marco de relaciones burguesas dominadas por el imperialismo— así como por un sentimiento de que denunciarlo es una manera importante de atacar, socavar y al fin derrotar el islam radical. En otras palabras, un aspecto de esa atención es que contribuye a un enfoque estratégico de parte de un “sector históricamente anticuado” —los estratos dominantes imperialistas— en oposición a otro “sector históricamente anticuado”, el fundamentalismo islámico reaccionario.

Así que en este contexto, además del contexto histórico-mundial más amplio de la revolución comunista, los que representan las metas emancipadoras de la revolución comunista, con su objetivo final de eliminar todas las divisiones de clase y todas las relaciones de explotación y opresión, tienen una profunda y apremiante necesidad de dar más saltos y hacer más rupturas relativos a nuestro conocimiento y enfoque en torno a la cuestión de la mujer, en teoría y en práctica —en la esfera de línea política e ideológica y en movilizar la lucha de masas partiendo de esa línea— conforme al papel fundamental y decisivo que esa cuestión desempeña objetivamente, no solamente en términos de poner fin a los milenios de subyugación y degradación de la mitad de la humanidad sino también la manera en que está entrelazada de modo integral e imprescindible con la emancipación de toda la humanidad y el avance a una época completamente nueva de la historia humana, con la llegada del comunismo en todo el mundo.

Visto así, desde esa perspectiva, quiero ofrecer algunas ideas sobre unos aspectos importantes de cómo este reto se plantea y sobre el trabajo y lucha que serán necesarios para lograr los saltos y las rupturas que se requieren objetiva y en realidad urgentemente.

La opresión de la mujer y los “dos sectores anticuados”

Para empezar, la opresión de la mujer es una dimensión decisiva de lo que Marx llamó la subordinación esclavizante de las personas a la división del trabajo, un fenómeno que ha existido desde el surgimiento de la división de la sociedad humana en clases —y con esas divisiones la opresión de la mujer— y las cuales hay que superar para avanzar al comunismo.

Bueno, ya en los tiempos de Red Papers 3,[1] publicado por la Unión Revolucionaria (el precursor de nuestro partido) hace unos 40 años, se señaló este punto: que la opresión de la mujer es una dimensión decisiva de la división esclavizante del trabajo en la sociedad. Sin embargo, Red Papers 3, y nuestro pensamiento durante ese período en general, no sólo faltaban desarrollo en general y específicamente con relación a la cuestión de la mujer, sino también padecían en un grado significativo la influencia del economismo (y otras tendencias afines que en últimas instancias también representaban la búsqueda de reformas en el sistema existente y que iban en contra del comunismo verdaderamente revolucionario), y eso tuvo consecuencias, algo que trataré durante el resto de esta charla.

En el mundo de hoy, respecto a la cuestión de la mujer volvemos de nuevo a la importancia de los “dos sectores anticuados”. Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad, que nuestro partido publicó anteriormente este año (2009), cita lo siguiente:

Lo que vemos en contienda, con la jihad por un lado y McMundo/McCruzada por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos polos anticuados, acabará fortaleciendo a los dos.[2]

Inmediatamente después, la Declaración hace hincapié en este punto:

Entre estos dos “sectores anticuados” están las clases dominantes imperialistas, particularmente la de los Estados Unidos, las cuales le han hecho mucho más daño a la humanidad y representan la más grande amenaza. En realidad, la dominación imperialista misma en el Medio Oriente, Indonesia y más allá —junto con la dislocación y trastorno generalizados que esta dominación causa y la corrupción, venalidad y vil represión características de los gobiernos locales que son dependientes del imperialismo y al cual le sirven— le echa mucha leña al fuego del fundamentalismo islámico como respuesta a todo esto, si bien de una manera reaccionaria.

Eso pone de relieve la manera en que al otro “sector anticuado” —es decir, las formas medievales de opresión de la mujer que imponen los fundamentalistas islámicos y otros en partes del tercer mundo— le sacan provecho aquellos que toman partido con el “sector anticuado” imperialista, al menos objetivamente, a fin de intentar embellecer —y en algunos aspectos hasta promover— esas formas “modernas” de la opresión de la mujer que son más comunes en los países imperialistas y desviar la atención y la lucha en torno a la opresión de la mujer hacia un marco que refuerza el sistema imperialista, el cual es en realidad la fuerza principal y más fundamental en perpetuar la opresión, incluidas las formas más horrorosas, en todas partes del mundo.

Esto pone en el contexto adecuado el papel que desempeñan, al menos objetivamente, personas como Goldberg, Kristof y WuDunn y al análisis que propagan y a los programas que promueven como supuestas respuestas a la opresión de la mujer. Incluso si aceptamos que ellos sienten una indignación genuina por las muchas manifestaciones de esa opresión, de todos modos están conduciendo todo de regreso al propio marco del sistema que es fundamentalmente la causa de toda esa opresión.

La siguiente cita, también de Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad, refuta contundentemente los intentos de presentar el “sector anticuado” imperialista —o para ser más preciso, las variaciones “modernas” y “liberales” de dicho “sector anticuado”— como paladín de la liberación de la mujer:

En resumen: la sociedad capitalista “moderna”, o, en realidad, el sistema mundial del imperialismo capitalista, ha heredado la opresión de la mujer de las sociedades anteriores de las que el capitalismo ha surgido y si bien cambia algunas formas en que esta opresión se lleve a cabo, no ha eliminado y no puede eliminar esta opresión; ha incorporado formas precapitalistas de esta opresión en diversas partes del mundo, especialmente el tercer mundo, en el sistema mundial de explotación y opresión en conjunto; y perpetúa todo esto mediante las relaciones fundamentales, el actual proceso de acumulación y el funcionamiento general de este sistema capitalista imperialista en sí (énfasis en la versión original).

La burqa y la tanga — horrorosas encarnaciones de la degradación de la mujer

Para citar otro pasaje importante de esa Declaración:

Aunque la burqa y la tanga parezcan muy diferentes, la burqa que imponen los fanáticos fundamentalistas islámicos por un lado y la tanga ampliamente publicitada y promocionada como “ropa interior sexy” para las mujeres en las sociedades capitalistas “modernas” por el otro son horribles símbolos y encarnaciones de la degradación de la mujer. Lo fundamental que tienen en común es que son manifestaciones de un mundo caracterizado por horrendas formas de opresión “tradicionales” y “modernas” —un mundo dominado sobre todo por el capitalismo-imperialismo— un mundo que hay que poner patas arriba y transformar radicalmente.

Bueno, aparte de las manifestaciones obvias y horrendas de la opresión de la mujer, no solo en el tercer mundo sino en Estados Unidos —es decir, la generalización de la violación, brutalidad y degradación que son parte de las relaciones sociales y de la cultura actual, las cuales se promueven en esta sociedad y en todo el mundo—, es importante analizar unos aspectos particulares de la forma en que la cuestión de la mujer se presenta actualmente en Estados Unidos, y al mismo tiempo situarla en el contexto de cambios significativos que se han dado durante unas décadas.

Como sabemos, durante este período ha entrado una gran cantidad de mujeres a la fuerza de trabajo en Estados Unidos. De hecho, se señaló hace poco que, de continuar así las tendencias actuales, muy pronto la cantidad de mujeres superará a la de los hombres en la fuerza de trabajo estadounidense, lo que obviamente es una nueva circunstancia muy significativa. Este fenómeno resulta de cambios en la economía (de Estados Unidos, en el contexto de la economía mundial en general) que han hecho que sea posible y necesario incorporar a grandes cantidades de mujeres al empleo; y también es un factor en “estabilizar” la sociedad estadounidense mediante el desarrollo y avance de cierto nivel y “estilo de vida” de clase media que para una cantidad importante de estadounidenses es posible mantener sólo a condición de que trabajen tanto la mujer como el hombre. Se trata de un cambio muy grande desde la época vista, por ejemplo, en el programa televisivo Mad Men (a comienzos de los años 60), cuando las mujeres se quedaban en casa y un hombre, si tenía un trabajo de clase media, podía proveer este tipo de nivel y estilo de vida para toda la familia. Pero los cambios ocurridos han resultado en una situación en que solo es posible mantener esa situación y nivel y estilo de vida si trabajan tanto la mujer como el hombre. Ese es un cambio muy significativo.

Por supuesto, eso no resultó automáticamente de nuevos sucesos y cambios en la economía. Eso sucedió como resultado de concesiones ganadas y cambios surgidos a raíz del levantamiento de los años 60 y, en particular, el movimiento de liberación de la mujer que se desarrolló de los años 60 a los 70. Estos dos factores juntos —los cambios en la economía y las luchas surgidas del movimiento de los 60 y en particular el movimiento de liberación de la mujer— han llevado a cambios significativos en la situación de la mujer en muchas dimensiones distintas, incluida la esfera del trabajo, al mismo tiempo que la mujer sigue siendo el objeto de la discriminación sistemática en el trabajo, por ejemplo en el pago y las oportunidades para ascensos, etc. —pues el “límite de vidrio” todavía existe.[3]

Sin embargo, como enfatizamos, mientras la clase dominante necesita promover y nutrir una extensa “clase media” como una fuerza de estabilidad y, de maneras muy importantes, de conservadurismo, también el sistema tiene una necesidad apremiante de conservar las relaciones tradicionales —en particular la forma en que éstas se concentran en la familia patriarcal y en la posición y papel de la mujer en la sociedad en general. En esta situación, los cambios a los que me referí están chocando fuertemente con los intentos sumamente agresivos de los fascistas cristianos y otras fuerzas abiertamente reaccionarias de reafirmar e imponer con mayor firmeza las cadenas de la tradición, en particular las formas en que se aplican a la mujer —encadenar abierta y descaradamente a la mujer a una posición subordinada y oprimida, fundamentándose fuertemente en la tradición bíblica como la base ideológica de todo eso (como se trata, por ejemplo, en ¡Fuera con todos los dioses!).

Lo que señalé, al analizar hace más de 20 años la situación en Estados Unidos, sigue siendo una verdad profunda y de importancia primordial en términos del rumbo fundamental de la sociedad y de hecho del mundo en su conjunto. Escribí en ese entonces: “La cuestión general de la posición y el papel de la mujer en la sociedad se presenta cada día más agudamente en las circunstancias extremas de hoy”. Escribí eso en el contexto de los años 80, cuando en realidad crecía el peligro de una guerra mundial —aquellas eran las circunstancias extremas particulares a que me referí en esa afirmación— pero hoy las circunstancias extremas particulares son distintas y existe una verdadera crisis, y esa afirmación sobre los términos agudos en que se presenta la posición y papel de la mujer, sigue teniendo hoy un significado profundo. La citada afirmación continúa y recalca:

No se puede concebir la resolución de todo esto salvo de la manera más radical… La cuestión que pende es: ¿será una resolución radical reaccionaria o una resolución radical revolucionaria, implicará reforzar las cadenas de la esclavitud o destruir los eslabones más decisivos de esas cadenas y abrir la posibilidad de realizar la eliminación completa de todas las formas de dicha esclavitud?

Experiencia crucial de los años 60-70

A la luz de la situación y de lo que está en juego, es muy importante revisar críticamente la experiencia histórica y los puntos de vista de los movimientos revolucionarios y comunistas sobre este asunto y además comprender con mayor firmeza la necesidad de hacer una ruptura y dar un salto aún más radical. Definitivamente se necesita hacer mayor investigación, estudio, análisis y síntesis en relación con todo esto, pero lo siguiente habla de algunos aspectos importantes de esto y puede contribuir a establecer, al menos en parte, un marco y pautas para más investigaciones, estudios, análisis y síntesis.

Quiero empezar hablando brevemente del movimiento de la década del 1960 y la del 1970, su legado y sus secuelas.

A pesar de la existencia de diferentes tendencias ideológicas y políticas entre las fuerzas más radicales de ese período, éstas ganaron cada vez más la iniciativa en estas luchas y movimientos y la agitación general de esos días. Buscaron diversas formas de plantear alternativas radicales e iban en contra de las fuerzas dominantes en el mundo, en particular el imperialismo estadounidense. Pero también, al menos de manera objetiva y en una buena medida conscientemente, se rebelaron contra los partidos y fuerzas revisionistas que no sólo eran aburridos y conservadores en un sentido general y abstracto, sino que se habían convertido en defensores y promotores del orden de opresión existente, buscando en el mejor de los casos algún tipo de ajustes o realineaciones en ese orden.

El siguiente punto que quiero tratar es el movimiento de la mujer que salió de la década del 1960 y específicamente las contribuciones así como algunas deficiencias tanto en lo que generó como en la forma en que respondieron el movimiento en su conjunto así como la sociedad en general.

Se planteaban y se debatían cuestiones muy importantes, en particular entre las fuerzas más radicales en el movimiento de la mujer que surgió de la década del 1960 y la del 1970, aunque no se dio eso con un enfoque cabalmente científico y en algunos aspectos importantes objetivamente estaba en oposición a dicho enfoque. Pero las influencias economistas y las tendencias relacionadas en el nuevo movimiento comunista que surgió en esos años, incluidos la UR (Unión Revolucionaria) y el PCR (Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos), obraron en contra de una asimilación y síntesis científica y correcta de algunas cosas muy importantes que el movimiento de la mujer planteaba. En ese entonces, debido al economismo y otras influencias erróneas, el movimiento comunista desaprovechó elementos valiosos e importantes de una comprensión más avanzada.

Así que esto pone de relieve la importancia de un enfoque más dialéctico así como más materialista hacia lo que salió de ese movimiento de la mujer, aunque podemos decir y como objetivamente deberíamos de decir que este movimiento se caracterizó en gran parte por una orientación pequeño burguesa, no sólo o ni siquiera esencialmente en términos de la posición de clase de la mayoría de las mujeres que participaron sino fundamentalmente en términos de su punto de vista y orientación. Sin embargo, en ese movimiento de la mujer y en particular en sus sectores más radicales, se estaba lidiando con cuestiones extremadamente importantes y se hacían críticas al movimiento comunista y a su enfoque hacia la cuestión de la mujer en ese momento las cuales tenían cierta validez y las que se debían haber abrazado en un sentido global y examinado y sintetizado en una forma que no lo eran.

Fue necesario abordar todo esto en ese entonces y sin duda ahora es necesario hacerlo tomando en cuenta que la situación de la mujer y la lucha por la emancipación de la mujer seguirán teniendo un papel sumamente importante, no sólo en la lucha por la revolución, sino también en la transición hacia el comunismo una vez que se haya forjado la nueva sociedad socialista. Hace 20 años en el “El fin de una etapa — el comienzo de una nueva etapa” (revista Revolución #60, otoño de 1990), yo bregaba con la cuestión de las contradicciones sin resolver en el socialismo y cómo esto puede constituir una fuerza que impulsa y propulsa la continuación de la revolución socialista hacia la meta del comunismo y que combate y vence las influencias y fuerzas revisionistas que podrían hacer retroceder la revolución. Como ya señalé antes, lo disparejo y las contradicciones encierran la base y el potencial para el cambio. Las contradicciones todavía no resueltas en el socialismo y su potencial de constituir una fuerza que impulsa y propulsa la continuación de la revolución son otra expresión del rol de lo disparejo, en términos de plantear la posibilidad para la transformación radical. Entre las más importantes de esas contradicciones todavía no resueltas de las que se habla en el “Fin/comienzo” estaban precisamente los elementos de la opresión de la mujer que todavía persistirán en la sociedad socialista y la importancia de la lucha por la liberación total de la mujer no sólo en sí sino como una fuerza que impulsa la continuación de la revolución en general en la sociedad socialista.

Lo visceral y lo teórico

En este contexto y en lo que respecta a las oportunidades —las que el movimiento comunista perdió o desaprovechó— de aprender y asimilar correcta y científicamente muchas cosas cruciales que planteaba el movimiento de la mujer en ese momento, quiero tocar una dimensión, que se podría captar en la formulación: la relación entre lo visceral y lo teórico. En la década del 1960 y en los años 70, había una parte muy vibrante, vital y fundamental —no sólo una parte genuina sino una parte muy vibrante, vital y fundamental— del movimiento de la mujer, la efusión de sentimientos de indignación visceral, de la indignación acumulada durante décadas (y en un sentido más amplio durante siglos y milenios), de la opresión de la mujer. A veces, esto se presentó en formas que no eran totalmente científicas, aunque es importante recalcar que muchas fuerzas en el movimiento de la liberación de la mujer han hecho un trabajo serio y han emprendido una lucha seria en el ámbito teórico, con el objetivo de hacer un análisis científico de la opresión de la mujer y el camino a seguir hacia su liberación. Incluso en los casos que quedaron cortos, se hicieron importantes aportes teóricos y se trató y se bregó con importantes cuestiones teóricas, por ejemplo, a través de la crítica de algunas de las ideas estereotipadas e influencias economistas en el movimiento comunista.

Pero la sinergia dinámica entre lo visceral y lo teórico, y la comprensión y el tratamiento correcto de esta relación dialéctica, es muy importante en lo que respecta a la opresión y la liberación de la mujer, como lo es en general en el desarrollo de la lucha revolucionaria hacia un mundo completamente nuevo. Al igual que en otras dimensiones de esto, es imposible imaginar que se entienda correctamente y se dé la lucha necesaria sin el elemento de odio visceral hacia la opresión y sin el enfoque correcto —la asimilación y síntesis científica y correcta— hacia lo que surja a través de la expresión visceral de indignación ante esta opresión.

En otras palabras, como sucede con todos los aspectos importantes del movimiento revolucionario, será imposible avanzar sobre la base correcta, con los fundamentos correctos, en la lucha para arrancar de raíz la opresión de la mujer solamente con una comprensión teórica, aunque eso es importante y no debe subestimarse de ningún modo. También es indispensable partir en un sentido real desde un sentimiento visceral de todo lo que significa ser mujer en este mundo. La Declaración[4] de nuestro partido sobre la cuestión de la mujer habla muy poderosamente sobre esto mismo, específicamente en sus secciones iniciales, y cabe volver a leerla y continuamente retomarla a fin de refundamentarnos a nosotros mismos tanto en su alcance como en su agudeza y su indignación.

Sobresalen cosas muy horrorosas acerca de la opresión de las mujeres en sus formas más “medievales”, en particular en el tercer mundo, que gente como Goldberg, Kristof y WuDunn[5] logran señalar (y reconozcamos que esta gente sí habla de esto desde una posición de indignación real). Existe el fenómeno general de los “asesinatos por honor”, donde los miembros de una misma familia asesinan a una mujer o niña, si ella “deshonra” a la familia patriarcal tomando parte en relaciones sexuales fuera del matrimonio “aprobado” (y a menudo arreglado), ¡incluso si eso es el resultado de una violación! En los países donde la religión islámica es dominante, es normal que una niña a cierta edad es de repente envuelta en una hiyab o en un velo, chador o burka, con todo lo que eso concentra acerca de la subordinación de la mujer. En un país como la India existen la quema de las esposas o la quema de viudas. La compraventa de millones de mujeres en el mercado internacional del sexo. La franca brutalidad a manos de los esposos (que recuerda el viejo dicho en China que expresa un punto de vista y unas relaciones que están profundamente atrincherados en las sociedades de todo el mundo: “casarse con una mujer es como comprar una yegua; la montaré y la azotaré como quiera”). La práctica constante de la mutilación genital femenina a la que están sometidas literalmente millones de niñas cada año —en que les cortan el clítoris, que le priva a la mujer de la satisfacción sexual y/o les cose la vagina para garantizar la castidad hasta el matrimonio. La aceptación generalizada de la violación marital. El asesinato de las niñas al nacer —que por ejemplo ha reaparecido en China como resultado de la revocación de la revolución y la restauración del capitalismo, y del patriarcado y dominación masculina que es una parte integral de esto— así como el mal uso y abuso del derecho al aborto a fin de practicar abortos de fetos femeninos en particular, por considerar que las mujeres tienen menos valor que los hombres.

Al mismo tiempo, si bien todo eso es muy común en los países del tercer mundo, en los llamados países imperialistas “modernos” existen formas no menos atroces de humillación y degradación y, sí, brutalización de la mujer en escala masiva por medio de la violencia sexual y de otro tipo.

La charla Revolución (Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es) tiene una sección donde se dice: Mira a todos estos niños preciosos aquí —hablando específicamente de los y las niños en zonas pobres de las ciudades de los Estados Unidos— y se señala que el destino de estos niños está sellado, les espera una vida de opresión y degradación, incluso antes de nacer, y pronto las sonrisas, las risas y los juegos despreocupados que se puede ver entre estos niños cuando son muy muchachitos se abrirán paso a un horror tras otro. Todo eso es muy cierto y muy importante, y de nuevo un sentimiento visceral acerca de esto en combinación con una comprensión científica teórica de su base y de la base para derrocarlo y eliminarlo es indispensable para lo que nosotros representamos.

Pero también es muy importante centrarse en la pregunta: ¿Qué significa haber nacido mujer en este mundo? Mira a todas estas hermosas niñas que son mujeres en el mundo. Además de las demás atrocidades que he mencionado, respecto a las y los niños en los cinturones de miseria del tercer mundo, además de todos los horrores que se amontonarán en su contra —los cientos de millones de personas que tienen como destino el de vivir en medio de la basura y las aguas negras, una vida que les espera, sí, incluso antes de nacer—, para colmo existe para las niñas el horror de todo lo que esto conllevará por el mero hecho de ser mujeres en un mundo de dominación masculina. Y eso es cierto no sólo en el tercer mundo. Además, en los países “modernos” como Estados Unidos las estadísticas apenas lo captan: los millones de mujeres que serán violadas; los millones más de ellas que de forma rutinaria serán menospreciadas, engañadas, degradadas y muy a menudo brutalizadas por aquellos que se supone que son sus amores más íntimos; la forma en que tantas mujeres serán objeto de humillación, persecución y acoso cuando traten de ejercer sus derechos reproductivos por medio del aborto o incluso el control de la natalidad; las muchas de ellas que se verán obligadas a ejercer la prostitución y la pornografía; y todas aquellas que —si no tienen ese destino concreto e incluso si consiguen algún éxito en este “nuevo mundo” donde se supone que no existen barreras para las mujeres— estarán rodeadas por todos lados y serán insultadas en cada momento por una sociedad y una cultura que degrada a las mujeres en las calles, en las escuelas y en los lugares de trabajo, en el hogar, a diario en innumerables formas.

¿Cuánto tiempo pasará antes que los juegos despreocupados de las niñas —sí, en los países como Estados Unidos— se abran paso a conductas de cortarse a sí mismas en respuesta a un insoportable sentimiento de inutilidad y desesperación y a menudo como resultado del abuso; o matarse de hambre a fin de ajustarse a las nociones de belleza femenina dominantes y propagadas sin cesar con las cuales se equipará su valor como ser humano o a las cuales éste se reducirá? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que las muchas niñas que muestran la curiosidad intelectual y la chispa de querer saber del mundo y de aprender sobre el mundo, por otro lado aprendan a sofocar eso, se hagan las “tontas” y dejen de decir lo que piensan, porque les han quedado tan claro que los muchachos y los hombres se sienten “amenazados” por las mujeres fuertes, competentes e inteligentes? ¿O las niñas que antes participaban activamente en la alegría de hacer deporte, renuncien a eso a fin de ser percibidas como más “femeninas”? ¿Las chicas en general que, pase lo que pase en su vida, serán insultadas y asaltadas por la pornografía y otros tipos de degradación de las mujeres, ya sean de contenido duro o blando, de la publicidad general a la más extrema, grotesca y perversa? ¿Aquellas que aprenderán a acomodarse de diversas maneras —o se les alentará y en muchos aspectos se les coaccionará a acomodarse— a las relaciones opresivas que imperan y predominan en la sociedad, especialmente en lo que respecta a las mujeres; o por el contrario se les alentará a endurecerse y ser cínicas y aprenderán a hacer eso, a tratar a todo y todos, incluidas ellas mismas y sus propios cuerpos, como mercancías y serán degradadas y humilladas más en el proceso; aprenderán a reducir sus aspiraciones y a no soñar y a no pensar en participar plenamente en todas las esferas de la sociedad ni a atreverse a levantarse y a cambiar la sociedad, incluso en la forma en que ésta trata a las mujeres? Todo eso también les espera a las niñas, en países como EEUU inclusive, aun antes de nacer.

Podríamos seguir y seguir y seguir, detallando las dimensiones mayores de todo eso. Aprender todos los días y tener que estar atentas todos los días, de pasar por el mundo y tener que protegerse constantemente contra las agresiones físicas y/o sexuales, hasta el más mínimo detalle de cómo caminar por la calle, entrar y salir de un edificio, el que entre o no a un ascensor — tener que llevar esta carga cada día a lo largo de toda la vida. Ver que describen de mil maneras sus funciones corporales y sexuales normales y naturales —cuando los senos de las niñas se desarrollan o éstas empiezan a menstruar y pasan por otros cambios hormonales y físicos— como objeto de satisfacción de los demás y/o como algo que es inmundo y vergonzoso (eso no es simplemente un antiguo precepto bíblico, pues aún hoy ejerce su fuerza e influencia en maneras que devalúan y menosprecian a los seres humanos, a la mitad de la humanidad, quienes son oprimidas de esta forma).

Como insiste con mucha razón la Declaración de nuestro partido, en el mundo de hoy y donde la humanidad ahora se encuentra, todo eso se debería y se podría arrasar de la faz de la tierra — y todo eso es mucho más ultrajante por el hecho de que los sistemas anticuados y sobre todo el sistema dominante de capitalismo-imperialismo lo perpetúen y lo impongan.

Más “postales del ahorcado”

Este es un hecho llamativo —que ahora es crudamente evidente en EEUU— que en comparación a lo que se les ha hecho a las mujeres, no existe ningún otro grupo de la sociedad que sea tan sistemáticamente vilipendiado y deshonrado en una forma que se ha vuelto aceptable (o ampliamente aceptado en cualquier caso) como parte importante de la vida y la cultura “dominante”, tal como sucede de una manera concentrada a través de la pornografía y las imágenes y mensajes extremadamente degradantes y humillantes acerca de las mujeres que riegan en masa y en escala abrumadora (con el Internet como principal foco y vehículo), inclusive en la forma en que la pornografía presenta en masa la dominación sexual sádica y violenta de las mujeres. (Vea por ejemplo el libro de Pamela Paul, Pornified, How Pornography is Damaging Our Lives, Our Relationships, and Our Families, Holt Paperbacks, 2005.)

Empecé la charla Revolución con la frase, “Venden postales del ahorcado”, repasando la fea historia de los linchamientos de los negros en los Estados Unidos y la manera en que la celebración de esto se volvió un fenómeno cultural en los Estados Unidos, con la venta de postales con fotos de los linchamientos como una expresión importante de esto —incluyendo a menudo a muchedumbres de blancos morbosos y sonrientes alrededor del cuerpo mutilado y sin vida de un hombre negro. En un reciente intercambio, un camarada recalcó este punto profundamente convincente e importante: Hoy la manera en que la pornografía representa a las mujeres —la exhibición de las mujeres en un estado de degradación para la excitación de los espectadores— incluyendo la brutalidad y violencia grotesca contra las mujeres que contiene una buena parte de esto, es el equivalente de aquellas “Postales del ahorcado”. Este es un medio a través del cual todas las mujeres son denigradas y degradadas.

Además de todo eso, la pornografía es una parte aceptada del Internet y otros medios de la cultura dominante y en realidad es un negocio muy lucrativo en que se perciben miles de millones de dólares cada año y en que están muy metidos muchos “pilares” de la economía capitalista. Y esta “aceptación” en la cultura “dominante” de la pornografía la facilita y la promueve el hecho de que la degradación de las mujeres es una característica común de los programas de la televisión y otras formas de la “cultura popular”, que de costumbre usan el término “puta” o “perra” y otras palabras denigrantes para referirse a las mujeres, que de manera burda discute los atributos y el valor mercantil de las partes del cuerpo femenino y que con frecuencia ensalza las conquistas y la dominación sexual del hombre sobre las mujeres.

Como han señalado Pamela Paul y otros autores que han examinado este fenómeno, el gran aumento de la diseminación y consumo de la pornografía en las últimas décadas con sus formas cada vez más extremas de humillar y degradar a las mujeres está indiscutiblemente relacionado con los avances que han hecho las mujeres en las esferas de la sociedad previamente “sólo para hombres” y los desafíos que se han planteado a la dominación masculina en general. Pero esto está ocurriendo en los confines de un sistema en que no se han eliminado ni arrancado de raíz ni si pueden eliminar y arrancar de raíz el patriarcado y la dominación masculina — pero en que éstos en realidad son componentes indispensables y esenciales del capitalismo y de hecho de todos los sistemas caracterizados por la división en clases y la explotación y las relaciones sociales opresivas. En tales circunstancias y dada la ideología imperante que corresponde a la dominación masculina continua, a pesar de los desafíos reales a todo esto —y en formas importantes debido a dichos desafíos— la pornografía sirve como un vehículo de un revanchismo crudo y feroz, una contundente reafirmación de las relaciones y tradiciones en las que la mujer es subyugada y subordinada al hombre. En todo esto, en un sentido real, la pornografía tiene una “identidad contrapuesta” con la religión fundamentalista en el mundo de hoy, en sus formas cristiana, islámica y de otra índole: éstas tienen en común una siniestra misoginia y determinación de meter y encadenar a las mujeres en una posición de subordinación obligatoria.

Así que cuando decimos “mira a todos estos niños preciosos aquí” y confrontamos la cuestión de lo que significa nacer en este mundo —eso tiene un profundo significado para las masas de oprimidos y tiene un doble significado para la mitad femenina de la humanidad, no solamente entre los sectores más oprimidos y explotados de la sociedad, sino entre las mujeres de todas las capas. En los días cuando el movimiento de las mujeres emergió por primera vez como una fuerza radical a final de la década del 1960 y estuvo centrado en la opresión de las mujeres como una cuestión social crucial, algunos de los hombres que se decían radicales salían con sus “ocurrencias” como: “¿Es oprimida Jackie Kennedy?” Se suponía que eso de alguna manera fuera una respuesta al hecho, al hecho muy real, de que las masas de mujeres de todas las capas reciben un trato como inferiores a los hombres y en muchas formas un trato de menos que humano. Sí, las mujeres de la clase dominante toman parte en la explotación de las masas del pueblo. Pero eso no elimina siquiera su estatus subordinado en la clase dominante y eso ciertamente no elimina siquiera las muchas formas horrendas de opresión de las mujeres de todas las capas sociales de todo el mundo. Podríamos seguir y seguir hablando sobre esto y no obstante no hacerle justicia y no llegar a darle ninguna expresión plena a lo que esto significa.

Pseudociencia y teorías fallidas que pretenden defender racionalmente la opresión

Para abordar esto más profundamente, veamos el contexto más amplio. Por ejemplo, recordemos la descripción oficial del pueblo negro que prevaleció en las instituciones dominantes y respetadas bien adentro del siglo 20. Para citar un ejemplo muy horrendo, la edición en inglés de la Enciclopedia Británica, una institución muy prestigiosa, bien adentro del siglo 20 describió “el negro” como un individuo muy emocional, intelectualmente inferior, infantil y además “está sujeto a ataques repentinos de emoción y pasión durante los cuales es capaz de realizar actos de singular atrocidad” (esto es de la edición de 1911 de la Enciclopedia Británica, bajo la definición de “negro”). Esto, de nuevo, se halla en la prestigiosa Enciclopedia Británica que en esencia presentaba a los “negros” como una subespecie inferior entre los seres humanos.

Comparemos eso con la descripción “oficial” de las mujeres durante ese mismo tiempo. Por ejemplo, miremos en la profesión médica. En For Her Own Good: Two Centuries of Experts’ Advice to Women, Barbara Ehrenreich y Deirdre English catalogan algunos de los puntos de vista prevalecientes sobre las mujeres en esta profesión y citan muy agudos ejemplos de esto: la manera en que asociaban a las mujeres con “crisis de histeria”; una supuesta “ignorancia infantil” que manifestaban hacia el mundo más amplio dominado por los hombres; la actitud general que prevalecía hacia la menstruación, el embarazo y la menopausia — de tratarlas como enfermedades y/o defectos; ¡y aun los supuestos efectos negativos sobre el útero si una mujer usaba el cerebro demasiado! Como Ehrenreich y English señalaron con una ironía mordaz y apropiada: “El gran manifiesto uterino del siglo 19, ‘Sex and Education, or a Fair Chance for the Girls’ de Dr. Edward H. Clarke, concluye con la lógica sorprendente pero inexpugnable que la educación superior causaría una atrofia al útero de las mujeres” (Ehrenreich y English, segunda edición, Anchor Books, enero de 2005, p. 140). De hecho, al final del siglo 19 los respetados expertos científicos escribieron cosas como ésta.

Ehrenreich y English llamaron la atención al hecho de que existía una tendencia muy influyente en la historia natural en el siglo 19 que sostenía la idea de que “las razas humanas existentes representan diferentes etapas evolutivas” — y ésta se aplicaba a los diferentes géneros (p. 128). Por ejemplo, Ehrenreich y English señalaron que en relación a la supuesta jerarquía de los tipos humanos, Karl Vogt, un destacado profesor europeo de historia natural en la segunda mitad del siglo 19, clasificó al hombre negro como: “El negro adulto, respecto a sus facultades intelectuales, tiene la naturaleza del infante, de la mujer, del blanco senil”. Ehrenreich y English agregan: “Da miedo pensar en donde eso deja a la mujer negra, ni mencionar a la mujer ‘senil’ de cualquier raza” (p. 129).

De acuerdo a Vogt, no había ninguna posibilidad de que el estatus de las mujeres se mejorara con un desarrollo futuro de la sociedad; por ejemplo, Ehrenreich y English lo citan otra vez: “La desigualdad de los géneros se incrementa con el progreso de la civilización” (p. 130).

En el siglo 19 las actitudes y nociones similares a las que se citan arriba no solamente prevalecieron pero continuaron bien adentro del siglo 20 — y en realidad, dista mucho de que hayan perdido validez, incluso en la sociedad imperialista “moderna”. A veces las expresaron influyentes y poderosas personalidades en países como EEUU. Por ejemplo, la siguiente declaración hecha por E.O. Wilson, de hace solamente unas pocas décadas:

“En las sociedades de cazadores- recolectores, los hombres cazaban y las mujeres permanecían en casa. Esta fuerte inclinación persiste en la mayoría de las sociedades agrícolas e industriales y, sobre esa base en sí, parece tener un origen genético… Supongo que la inclinación genética es lo suficientemente intensa como para originar una sustancial división de trabajo incluso en las más libres y más igualitarias de las sociedades futuras…. Aun con una educación idéntica y un acceso igual para todas las profesiones, es probable que los hombres mantengan una representación desproporcionada en la vida política, los negocios y la ciencia” (citado en Ardea Skybreak, De pasos primitivos y saltos futuros, Un ensayo sobre el surgimiento de los seres humanos, la fuente de la opresión de la mujer y el camino a la emancipación. Bogotá: Editorial Tadrui, 2003. E. O. Wilson es conocido como un eminente proponente de la sociobiología. Como se puede ver en esta declaración de Wilson, este enfoque encierra intentos erróneos de atribuir el desarrollo de las características conductuales humanas y relaciones sociales en una forma lineal y mecánica a las causas y factores biológicos subestimando en gran medida el papel de los factores sociales en el desarrollo —y los cambios— de las relaciones, la conducta y las tradiciones humanas, y en la manera de pensar. Pasos y saltos contiene una importante crítica y refutación al punto de vista y métodos de Wilson y otros sociobiólogos).

Y últimamente Lawrence Summers expresó puntos de vista de esta clase, insistiendo que las mujeres eran naturalmente inferiores en cosas como las matemáticas y las ciencias. Lo hizo durante el tiempo en que era el presidente de la Universidad de Harvard — y deberíamos mencionar, que ahora es un funcionario en la administración de Obama.

En esta conexión —y esto es algo a lo que se refieren Ehrenreich y English— el rol de Freud y sus teorías y la tradición psicoanalítica en general, con el gran daño que les han hecho a las mujeres, así como en general, también es algo que es necesario indagar y criticar mucho más detenidamente. Sobre esto varias feministas y otros han planteado algunas críticas importantes. Pero, de nuevo, sigue siendo necesario denunciar, criticar y refutar esto de manera más detenida y radical, particularmente a través de la aplicación del materialismo dialéctico y el materialismo histórico y el punto de vista y enfoque sistemática y cabalmente científico que encarna.

Yo mismo recuerdo que en los años 1960, las teorías de Freud influenciaron a muchos de nosotros en diferentes grados y hubo muchos intentos de teóricos radicales —particular pero no solamente hombres— de enlazar y fundir las teorías de Freud con las teorías de Marx. En realidad esas teorías están profundamente opuestas unas a otras y la influencia de Freud no solamente fue negativa en la sociedad en general sino en los movimientos radicales de ese tiempo. Una crítica más detenida de las teorías de Freud y su influencia puede jugar una parte importante en el ulterior desarrollo de la teoría verdaderamente radical y científica del comunismo, por lo que respecta a la opresión y la liberación de las mujeres, y en general.

Hubiera sido mucho mejor en ese entonces… y cómo hacerlo aún mejor ahora

Retomando el punto que señalé antes sobre Red Papers 3 —acerca de la influencia del economismo y las ideas relacionadas en la Unión Revolucionaria y más ampliamente en lo que se llamaba en ese entonces “el nuevo movimiento comunista” y cómo eso impidió el acercamiento a una síntesis correcta respecto a lo que planteaba el movimiento femenino, particularmente sus sectores más radicales, en ese período— quisiera hablar sobre un comentario que se hizo hace como 40 años en una reunión de lo que en ese entonces se llamaba el Movimiento Juvenil Revolucionario (Revolutionary Youth Movement).

Esto ocurrió durante un período en que la SDS (Students for a Democratic Society) estaba escindiéndose en diferentes tendencias: estaba el fenómeno muy conocido de los “Weatherpeople”; también el Partido Laboral Progresista con su línea decididamente economista (bueno, pues, qué salta a la vista cuando unos “comunistas” deciden llamarse el Partido… Laboral… Progresista… — ¡basta con ver el nombre para saber que tal organización no va a llevar a ninguna sociedad nueva y radical de ningún tipo!); y luego estaba esta tendencia que se identificaba en ese entonces con el título del Movimiento Juvenil Revolucionario.

Durante el tiempo de esa escisión en la SDS, se realizó una conferencia de la tendencia del Movimiento Juvenil Revolucionario en que algunos de nosotros participamos como representantes de la Unión Revolucionaria. En cierto punto de esa reunión se discutía la sexualidad y más ampliamente la cuestión de la mujer, y un tipo pronunció un discurso apasionado en que puntualizó con emotividad: “Si eres varón y quieres ser radical, tienes que aprender lo que se siente ser mujer”.

Ahora, si bien esta declaración en sí planteaba algo muy importante, surgió en el contexto de cierta tendencia y de hecho formó parte de una tendencia que cada vez más abandonaba la posibilidad de lograr un cambio verdaderamente radical a nivel social o hasta mundial. Era parte de una tendencia emergente, la “política de identidad” —de aspiraciones restringidas y reducidas— según la cual cada “grupo de identidad” debe centrarse en su situación particular y sus propias demandas, las cuales objetivamente hubieran permanecido en los confines del sistema actual. Retrocedió de la orientación general de construir un movimiento que confrontara al imperialismo, que lo derrocara y lo arrancara de raíz, y que diera a luz un mundo radicalmente diferente. Incluso en ese entonces se podía ver que esa posición era parte de dar pasos hacia ese camino. Y teníamos razón en haber rechazado el camino de la “política de identidad” y el reformismo y en insistir, en un sentido básico, en continuar en el camino comunista, si bien en grado importante el economismo en ese entonces rebajaba dicho camino. Pero al mismo tiempo y especialmente en retrospectiva, queda claro que se estaba planteando algo muy importante que fue descartado de manera muy fácil.

Resultó muy fácil reconocer y criticar la “política de identidad”, la obvia orientación reformista y pequeño-burguesa que acompañaba esa declaración. Pero hubiera sido mucho mejor abrazar lo que tenía de correcto e importante. Hubiera sido mucho mejor si los que nos considerábamos comunistas en serio hubiéramos asumido ese tipo de enfoque y, sobre esa base, hubiéramos batallado para lograr más síntesis por medio de la aplicación del punto de vista comunista científico y no de otro, rebajado en grado importante por el economismo. Y hoy urge tanto más —y sí, existe más la base— para hacer precisamente eso. Eso es el reto ante nosotros y la tarea importante de la cual tenemos que encargarnos urgentemente.

Ubicando este punto en un contexto más amplio, es importante —sin negar o subestimar el carácter muy positivo en general y las contribuciones muy concretas del movimiento de los años 60— reconocer que existían, en ese movimiento e incluso en sus fuerzas más avanzadas, deficiencias concretas respecto a la cuestión de la mujer, entre ellas un elemento importante de defender la “hombría”. Ahora, esto es una cuestión complicada, especialmente en relación al pueblo negro, porque una de las formas principales y más humillantes de la opresión del pueblo negro en la historia de este país ha sido el trato al hombre negro como un ser subordinado, como si fuera al mismo tiempo infantil y extremadamente peligroso, obligado —ante la posibilidad concreta de la muerte como el castigo por no hacerlo— a portarse de manera servil hacia los blancos, especialmente los hombres blancos, tal como eso se refleja, entre otras cosas, en la costumbre que tenían los blancos, incluidos los jóvenes blancos que aún no alcanzaban la mayoría de edad, de siempre llamar a los hombres negros adultos con el término degradante de “boy” [niño]. Pero la respuesta a eso —si el objetivo es de eliminar completamente de una vez por todas la opresión del pueblo negro (mujeres y hombres) y de abolir todas las formas de la opresión— no es pretender ganar para el hombre negro su “justo lugar” para dominar, igual al hombre blanco, a la mujer — no es defender las relaciones tradicionales entre hombre y mujer que aseguran las cadenas de la tradición sobre la mujer, como una parte clave de mantener a toda la humanidad en condición de esclavos.

En un mundo marcado por las divisiones de explotación y opresión —donde una de las divisiones más profundas y más opresivas abarca la subyugación y la degradación de la mitad femenina de la humanidad— defender la “hombría”, sin importar las intenciones de esa defensa, objetivamente sólo significa y sólo se expresa en la participación activa en esa dicha subyugación y degradación. En un mundo donde se haya abolido y superado las divisiones de explotación y opresión, incluidas aquellas en que el hombre domina a la mujer, la palabra —e incluso el mismo concepto— de la “hombría” no tendría ni podría tener ningún significado concreto, mucho menos un significado positivo.

Por decirlo de otra manera —para trazar más claramente la línea de demarcación necesaria— la defensa de la “hombría” es fundamentalmente y en última instancia una forma y un medio para acomodarse y “encontrar su lugar” en el sistema opresivo, con todos los crímenes horrendos que encarna e impone. En esta conexión, es instructivo el rol de Booker T. Washington. A fines del siglo 19 y comienzos del siglo 20, tras los reveses de la Reconstrucción, Washington llegó a ser un personaje prominente —promovido por la estructura de poder, incluidas las autoridades que fomentaban abiertamente la segregación y la supremacía blanca en el Sur— al recomendar que los negros no lucharan contra la segregación y su opresión en general sino que se esforzaran para “superarse” en los confines de su condición segregada y oprimida. Se encuentra una interesante observación al respecto en el libro recién publicado en inglés de Jackson Lears, Rebirth of a Nation—The Making of Modern America, 1877-1920 (El renacimiento de una nación — La construcción de un Estados Unidos moderno, 1877-1920; HarperCollins, 2009). En este libro (cuyo título claramente invoca, crítica e irónicamente, la película épica, abiertamente racista y muy influyente El nacimiento de una nación de principios del siglo pasado), uno de los temas principales que el autor explora es la manera en que la defensa de la “masculinidad” y “las virtudes masculinas” siempre se ha vinculado de cerca, en la historia de este país, con el militarismo en el servicio del imperio estadounidense, siendo Theodore Roosevelt la personificación más destacada de eso. Lears trata el período marcado por los comienzos del imperialismo capitalista —fines del siglo 19 y comienzos del siglo 20— pero muy clara y acertadamente tiene en mente, y frecuentemente sugiere, paralelos con fenómenos actuales un siglo más tarde. Como parte de esa discusión, comenta lo siguiente sobre Booker T. Washington — con referencia a su promoción del servilismo ante el orden opresivo establecido y haciendo un importante contraste con la mucho más combativa y mucho menos acomodadiza Ida Wells, que desafió con osadía y organizó contra la segregación y el linchamiento:

Ya que parecía cada vez más inútil la resistencia al régimen emergente de Jim Crow, las ideas abiertamente acomodadizas de Booker T. Washington parecían tener mejor futuro que la resistencia airada de Ida Wells. Washington personificaba la unión de la hombría y la superación de los negros (Lears, p. 131).

Aunque parece que el autor hace muchas concesiones a la idea de que era inútil la resistencia como la de Wells, sigue siendo perspicaz e importante su comentario sobre Washington en contraste con Wells, especialmente al vincular la “hombría” y la “superación” con la acomodación al sistema opresivo.

Repito, los años 60 tenían un carácter y un impacto radicalmente diferente y mucho más positivo —en relación a la lucha del pueblo negro en particular, y en general— comparado con lo “acomodaticio” de Washington (o para usar una alusión menos elegante pero no menos apta, su servilismo al estilo de “Uncle Tom”), en el período posterior a la derrota de la Reconstrucción. En realidad, la lucha del pueblo negro en los años 60, en su aspecto principal y primordial, se oponía directamente al tipo de posición que promovió Booker T. Washington y fue una tajante refutación de ella. Sin embargo sigue siendo válido y tristemente real el vínculo entre la defensa de la “hombría” y la orientación de aceptar y hasta aspirar a “ser parte” de cuando menos algunas de las relaciones opresivas que son el alma de este sistema. Repito una declaración mía que fue citada en Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad:

En muchos sentidos, y particularmente para los hombres, la cuestión de la mujer y el querer eliminar por completo las relaciones de propiedad y sociales existentes y su correspondiente ideología que esclavizan a la mujer, o preservarlas (o quizá “solo un poquito” de ellas), es un criterio de prueba entre los mismos oprimidos. Es una línea divisoria entre “querer ser parte” o realmente “querer zafarse”: entre luchar por acabar con toda la opresión y explotación —y la mismísima división de la sociedad en clases— o por conseguir una tajada en última instancia. (énfasis en el original)

Esa Declaración también afirma claramente, citando el número especial de Revolución, “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos”, los modelos de conducta que necesitan los niños negros y la gente en general no son “modelos masculinos de conducta” sino

modelos revolucionarios de conducta, tanto de mujeres como de hombres. Tienen que ver a hombres y mujeres quienes se ponen de modelos del respeto y la igualdad mutuos que reflejan el mundo por el que estamos luchando: un mundo liberado completamente nuevo en que las jóvenes crecen fuertes sin temor a la violación, la degradación ni el abuso, en que no se tacha a ningún niño de “ilegítimo” y en que los hombres, tal como los demás, se sienten valorados contribuyendo a la mejora de toda la humanidad por medio de la transformación revolucionaria de toda la sociedad, en lugar de beneficiarse de un poquitín de la opresión de este mundo de pesadilla”. (énfasis y negritas en el original)

Repito, al analizar retrospectivamente el movimiento de los años 60 en general, el propósito hoy no es de ser deterministas ni teleológicos, como si hubiera sido imposible en ese entonces lograr los elementos básicos de la síntesis correcta —respecto a la liberación de la mujer en sus dimensiones más amplias y la relación crucial entre ella y la emancipación de toda la humanidad— aunque hubiera sido difícil lograrlo dado las deficiencias generales del movimiento comunista en aquella época; tampoco se trata de decir que “todo está bien”, que todo lo que pasó se ha desembocado en una situación en que —solamente ahora— es posible lograr dicha síntesis. No solo hubiera sido mucho mejor si se hubiera asumido un enfoque más correcto en ese entonces sino que ahora urge esa síntesis — y existe la base, por medio del trabajo y la lucha concentrada y definida, para dar el salto y hacer las rupturas que se requieren para lograr esa síntesis concretamente en la teoría y en la línea, como cimiento mucho más firme para desarrollar la lucha en esta esfera fundamental de las relaciones sociales humanas, como uno de los elementos más decisivos para desencadenar concretamente una nueva etapa de la revolución comunista en el mundo en la encrucijada que nos confronta hoy y para ser en realidad una vanguardia del futuro.

Desafiando la tradición en el papel de los géneros y en la sexualidad

Una de las cosas más importantes que emergieron del auge de luchas de los años 60 (y de principios de los 70), especialmente mediante las corrientes más radicales del movimiento de la mujer, fueron las muchas formas variadas de desafío a los roles tradicionales de los géneros. Y reitero, las fuerzas comunistas emergentes, incluida la Unión Revolucionaria, en ese tiempo no abordaron eso y no lo emprendieron de fondo, debido en grado importante a las influencias del economismo. Aunque sí aprendimos algunas cosas de este movimiento y adoptamos aspectos de él, no se lo hizo en la forma centrada y profunda como se debió haberlo hecho. (Esto tuvo interrelación con las influencias históricas e internacionales del movimiento comunista, lo cual discutiré más a continuación.)

Al mismo tiempo y de la mano con este desafío a los roles tradicionales de los géneros, hubieron muchas cuestiones de la sexualidad y de la liberación sexual que el movimiento de la mujer traía a discusión: mucha experimentación, una parte de la cual llevó a callejones sin salida, otra parte a fines malos, tal como lo señala la Declaración[6] de nuestro partido. Sin embargo, también se plantearon cuestiones bien importantes y se buscaron respuestas en esta esfera. La cuestión general de emancipar la sexualidad de la mujer —y que la sexualidad no se redujera al “deber” de satisfacer sexualmente al hombre— fue una dimensión muy importante de lo que se planteaba. Pero eso no se compaginó de manera ordenada con el punto de vista y las tendencias del movimiento comunista en la historia y en el plano internacional — fue algo que, para minimizarlo en grado importante, estuvo en contradicción con la tradición dominante al interior del movimiento comunista, el cual en ese tiempo influenciaba en grado importante a la Unión Revolucionaria.

Y, de la mano con todo eso, en el contexto general de cuestionar y desafiar las nociones tradicionales y los usos y convenciones opresivos con respecto a la sexualidad, la homosexualidad también se convirtió en una cuestión social mayor y centro de lucha. Y eso, como sabemos, rebasaba muchísimo el ámbito de lo que el movimiento comunista en los planos histórico y mundial estaba preparado a abordar de alguna forma salvo para rechazarla de frente — y en eso se incluyó a la Unión Revolucionaria y posteriormente, por un tiempo exageradamente largo, al Partido Comunista Revolucionario.

Ahora, como nuestra Declaración señala, es cierto que aunque hubieron muchos aspectos positivos en la exploración sexual y en los desafíos a la tradición respecto a la sexualidad y en particular a la sexualidad de la mujer que emergieron por medio del auge de luchas de esos tiempos, como nuestra Declaración también recalca, hubieron maneras en que los roles tradicionales y la dominación tradicional de las mujeres por los hombres se reafirmaron y sacaron ventaja de esos intentos de liberar la sexualidad de la mujer, y los tornaron en su opuesto. No obstante esos aspectos negativos, las cuestiones que se planteaban y las respuestas que se buscaban fueron muy importantes, como podemos reconocer más claramente ahora, en particular en nuestra manera de ver las cosas hoy entendiendo la revolución proletaria en toda su extensión como (en las palabras del Manifiesto Comunista) la ruptura más radical con todas las ideas tradicionales así como con todas las relaciones tradicionales de propiedad, y no a través de un lente economista y reificado de lo es dicha revolución. Si en los tiempos de ese poderoso auge de luchas de los años 60 y 70 hubiéramos entendido eso de manera seria y cabal y hubiéramos actuado en consecuencia, habríamos abrazado, acogido y sintetizado de manera científica lo que se estaba planteando, cuestionando y debatiendo en la esfera de la sexualidad.

El movimiento comunista, la sociedad socialista y la emancipación de la mujer — Un resumen crítico

Esto me lleva a algunos puntos importantes acerca de la historia y la influencia histórica del movimiento comunista sobre esta cuestión — no sólo la cuestión de la sexualidad sino las relaciones de género y la cuestión de la mujer en términos más generales. Una vez más, quiero recalcar que sin duda se necesita aprender más acerca de esto. Sin embargo, las siguientes son algunas observaciones que, a su vez, pueden servir como parte del marco para una mayor investigación, análisis y síntesis.

Ahora, no sólo para ser “justo” en un sentido abstracto sino para ser objetivo y científico y reconocer lo que de hecho ha sido el principal aspecto de las cosas, el movimiento comunista hizo algunos análisis fundamentales muy importantes acerca de la opresión de la mujer y la lucha por su liberación. Históricamente, se hicieron nuevos avances, siendo fundamental en ese sentido la obra de Engels El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Pero al mismo tiempo, intercaladas con esto en el movimiento comunista, desde el principio y cada vez más se desarrollaron fuertes corrientes de economismo, nacionalismo, patriarcado y puntos de vista y valores tradicionales en lo que respecta a la mujer. Esto tuvo una expresión muy fuerte en la Unión Soviética durante el período en el que en realidad era un país socialista.

He aquí unas cuantas palabras sobre algunos aspectos importantes de esto, que una vez más requiere de una mayor investigación, análisis y síntesis: en la Unión Soviética durante el período del socialismo (desde la época de la revolución de octubre de 1917 hasta mediados de la década del 1950, cuando el capitalismo fue restaurado) se llevaron a cabo unas transformaciones de un carácter verdaderamente importante y en algunos sentidos muy profundo lo que sí cambiaron de manera cualitativa la posición de la mujer en una dirección positiva y en un grado importante asestaron un golpe a las desigualdades profundamente arraigadas entre hombres y mujeres. No debemos ignorar o subestimar esto.

Como parte de esto, se dieron algunos desafíos a los roles de género tradicionales en la cultura popular así como en la política oficial, especialmente en la década del 1920. Por otro lado, existieron limitaciones y deficiencias importantes en esto, y especialmente después de la década del 1920, no sólo no continuó el cuestionamiento y la transformación de las relaciones y roles de género tradicionales sino que en algunos aspectos, se dio una retirada acerca de eso. Esto es parte de un fenómeno más amplio que hemos señalado, que se manifestó en diversas dimensiones. Por ejemplo, en la esfera del arte y la cultura se dio mucha experimentación, mucho cuestionamiento, sobre todo en los primeros años de la República Soviética. Pero en un momento determinado, después de que se consolidó firmemente la dirección de Stalin, la situación cambió. No obstante, es necesario ver el contexto más amplio y no simplemente atribuir lo ocurrido a una sola persona. Este contexto se moldeó por el análisis —que sí tenía una base en la realidad— de que en la década del 1930 y especialmente mientras transcurría esa década, existía un creciente peligro de un ataque imperialista contra la Unión Soviética y que en todo caso era necesario tener una rápida industrialización y transformación de la economía, inclusive en el campo o si no, como Stalin dijo, “pereceremos”. Al aplicar este enfoque, todo tendió a reducirse y canalizarse hacia la campaña del desarrollo rápido de la economía. Y en gran medida, las distintas formas de experimentación en diferentes esferas —ya sea el arte y la cultura o en la esfera de la sexualidad y las relaciones de género— tendieron a ser acorraladas y “comprimidas” en este marco, de modo que se decía que la transformación de la economía, que se consideraba en esencia como una cuestión de tecnología y de desarrollo y transformación tecnológica, sentaría las bases para la eliminación de las relaciones sociales que quedaban de la vieja sociedad, o dicha transformación de la economía hasta las eliminaría de plano.

Y luego, sobre todo en los tiempos más o menos directamente antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, salieron varias declaraciones de fuentes oficiales de la Unión Soviética que no sólo recalcaron que era “natural” que las mujeres tuvieran un “instinto maternal” y quisieran tener y criar hijos, pero también que era su deber patriótico de hacerlo — su deber a la Madre Patria, tal como fue expresado.

Ahora, en este contexto no debemos pasar por alto los factores objetivos del inminente ataque en primer lugar, y luego el ataque concreto masivo sobre la Unión Soviética y la pérdida de muchísimas vidas que se produjo como resultado de la participación de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Varios estudios que he visto de hecho cuestionan el estimado de 20 millones de personas muertas (lo que más o menos todos aprendimos como la cantidad aceptada de vidas soviéticas perdidas durante la Segunda Guerra Mundial) diciendo que esa cantidad probablemente fue aún mayor; algunas personas, quienes no están totalmente fuera de contacto con la realidad, dan estimaciones de 25, 30 o incluso 40 millones. Para subrayar la enormidad de esto, 20 millones de personas, la estimación más baja, representaría al menos el 10% de la población soviética en ese momento, mientras que ¡la cifra de 40 millones ascendería a cerca del 20% — uno de cada cinco ciudadanos de la Unión Soviética! Así que es comprensible, a un nivel, por qué después de esa guerra le prestaran importancia a la necesidad de aumentar la población y que junto con eso se fortalecieran las tendencias a ver esto como el papel y contribución fundamental de las mujeres. Eso es comprensible pero no es legítimo, ni se justifica ni es aceptable que los comunistas lo digan como respuesta a esta contradicción muy real y aguda — la enorme pérdida de la población como resultado de la guerra[7].

Obviamente, en la historia de los movimientos socialistas y comunistas hasta la experiencia de la Unión Soviética durante el período del liderazgo de Stalin, si bien, repito, se efectuaron muchos cambios verdaderamente profundos y grandes logros en relación con la situación de la mujer así como en otros ámbitos, aún era muy necesario tener una mayor ruptura radical con respecto a la concepción del papel de la mujer en la sociedad y su transformación, incluyendo un rompimiento profundo con “el culto a la maternidad” y con los roles de género tradicionales.

Como han señalado con cierta justificación algunos observadores de la experiencia soviética (y no sólo los anticomunistas más abiertos), aunque se promovió en cierta medida la igualdad para las mujeres —y es importante destacar, se dieron pasos muy importantes en esa dirección en la Unión Soviética cuando era socialista—, no se hizo ningún esfuerzo consecuente ni fundamental para educar y movilizar a las masas para cuestionar y transformar de ninguna forma exhaustiva los roles de género tradicionales como parte de arrancar de raíz las cadenas de la tradición. Y como una expresión de esto, después de los primeros años de la República Soviética cada vez más iba perdiendo peso la idea de la abolición de la familia y luego casi desapareció y en gran medida la sustituyó la glorificación de la familia tal como existía en la Unión Soviética — y se proclamó que se trataba de un tipo diferente de familia y por lo tanto el papel de la mujer como madre tenía un significado diferente. Esto ocurrió al mismo tiempo que se exaltaba cada vez más la maternidad en particular, a la vez que eso coexistía con importantes medidas que se estaban adoptando para superar la desigualdad y las formas en que se había limitado el papel de la mujer —especialmente en la manera en que todo eso se aplicaba a su papel en el trabajo y la economía— por ejemplo, la eliminación de las barreras que tenían las mujeres en ocupaciones tradicionalmente masculinas.

En otras palabras, como algunas personas lo han descrito, existían una concepción y hasta unas políticas que se orientaban en la dirección de la igualdad para las mujeres, pero no se dio ningún desafío ni esfuerzo fundamental y constante para transformar los roles de género tradicionales, al menos no después de la experimentación inicial en los años 20[8].

Todo esto sí ilustra el punto básico que he estado recalcando: en la Unión Soviética cuando era socialista, se llevaron a cabo importantes avances en la concepción como en la práctica acerca de la superación de la desigualdad de la mujer en varios ámbitos diferentes así como, especialmente en los primeros años, algunos desafíos a los roles de género tradicionales, pero este último aspecto en particular también se oponía y cada vez más hacía concesiones a la defensa de los puntos de vista y costumbres tradicionales patriarcales junto con las tendencias nacionalistas y economistas en la Unión Soviética y en el movimiento comunista internacional en general, en el que la Unión Soviética ejerció una gran influencia.

Ahora, en China definitivamente se llevaron a cabo importantes avances más allá de la experiencia soviética, incluyendo en relación con el papel de la mujer en diferentes esferas de la sociedad. Una de las maneras en que esto se expresaba poderosamente se dio en el ámbito de la cultura, especialmente en el transcurso de la Revolución Cultural — con las obras modelo de ópera y ballet y así sucesivamente. Y esto incluyó un claro elemento de desafiar los roles tradicionales de género en muchos ámbitos diferentes.

Pero todavía existían importantes influencias del economismo, el nacionalismo, el patriarcado y los puntos de vista y valores tradicionales con respecto a los roles de género y especialmente con respecto a la sexualidad. Digámoslo de esta manera: lo que señalé anteriormente acerca de las cuestiones que se planteaban y las respuestas que se buscaban en torno a la sexualidad y en particular la sexualidad de la mujer por todo el movimiento de liberación de la mujer y especialmente en sus sectores más radicales durante la década de 1960 y en la década de 1970 — no habría encontrado gran acogida en el liderazgo del Partido Comunista de China ni éste lo abrazó en su momento. Esto es algo que tenemos que reconocer como es debido. Y en su mayor parte las nuevas fuerzas comunistas que se fijaban en el Partido Comunista de China en ese momento, entre ellas específicamente la Unión Revolucionaria y el Partido Comunista Revolucionario, tampoco lo acogieron ni lo abrazaron. Yo sí diré que en mi visita a China a comienzos de los años 70, además de las muchas cosas requete-positivas que vi y por las que estaba inspirado, había una sensación de cierta atmósfera pesada y cierto sentido de represión con respecto a la sexualidad. Y en el contexto más amplio parece que fue parte de una tendencia histórica en el movimiento comunista con la que el Partido Comunista de China y la revolución china en realidad no hicieron una ruptura. Esto no era una cosa exclusiva ni una deficiencia específica de la revolución china, en comparación con el movimiento comunista en general.

Aunque, repito, ciertamente se podrá aprender más acerca de todo esto, se puede decir que con respecto a la esfera de la sexualidad, en algunos aspectos importantes para el movimiento comunista en general y específicamente para nuestro partido y anteriormente la Unión Revolucionaria, la cuestión de la homosexualidad ha sido emblemática de la debilidad del movimiento comunista y los estados socialistas en la historia —desde la época de Engels con sus comentarios inoportunos que denigran la homosexualidad hasta el tiempo de la revolución china. En un grado importante, eso ha concentrado una debilidad del movimiento comunista sobre la cuestión de la sexualidad en general y específicamente la manera en que se relaciona con la situación de la mujer y la lucha por su liberación total.

La necesidad y la base de dar otro salto y ruptura radical

Así que, repito, con mayor investigación, estudio, análisis y síntesis se podrá aprender más, pero a mi parecer todo esto sí establece que existe una necesidad de una mayor ruptura radical a fin de sentar las bases para alcanzar de hecho las “4 todas”[9] en toda su extensión. En la historia del movimiento comunista, además de la de nuestro partido, esto no se ha expresado plenamente ni se ha reconocido plenamente, salvo hasta hace muy poco cuando hemos empezado a tratar en serio las cuestiones desde un ángulo diferente y mucho más radical.

El cambio de la posición de nuestro partido sobre la cuestión de la homosexualidad[10] es, en un grado muy importante, resultado de lo que ha llegado a ser la Nueva Síntesis y en particular el método y el enfoque encarnado en la Nueva Síntesis. Representa una ruptura con las tendencias y corrientes al interior del movimiento comunista que, en un grado importante, han venido asfixiando la clase de teoría radical y de movimiento radical que de hecho el comunismo debería ser y tiene que ser. Pero en un sentido concreto, esto representa un comienzo del cual tenemos que partir e ir mucho más allá — sobre la base de un enfoque científico y la síntesis científica de lo que describí anteriormente como lo visceral y lo teórico.

A la vez, la lucha contra la opresión de la mujer que plantea nada menos que la abolición total y final de toda forma de esta opresión también es una parte decisiva de hacer la revolución en primer lugar, sin la cual no puede haber ninguna revolución y menos una que llegara al comunismo. Forjar un movimiento para la revolución de la manera más poderosa que sea posible hacia el primer gran salto de tomar el poder y crear un nuevo estado revolucionario, darle al pueblo el poder para erigir de hecho una nueva sociedad sin explotación y opresión — todo eso es lo que tiene que ser nuestro objetivo y punto de partida. A esta luz, hace mucha falta ahora mismo bregar más en el ámbito de la teoría, análisis y síntesis a fin de profundizar nuestro entendimiento acerca de la opresión y la liberación de la mujer —aprender del trabajo que se ha hecho y hacer mayores avances a fin de aprender aún más acerca de las raíces de la opresión de la mujer y también de las formas concretas que esta opresión asume en el mundo de hoy así como los cimientos y la dinámica material concreta que subyacen a esto— todo lo que se tiene que canalizar hacia una comprensión mayor de las condiciones necesarias para alcanzar la emancipación total de la mujer y el papel de la lucha en torno a esta contradicción como frente y eje decisivo de la lucha general para un movimiento comunista y para emancipar a toda la humanidad de todas las divisiones opresivas.

En este contexto quiero hablar brevemente acerca del rol importante de nuestros camaradas del Partido Comunista de Irán (Marxista-Leninista-Maoísta) sobre la cuestión de la mujer. Estos camaradas han hecho una contribución muy importante insistiendo que el movimiento comunista en general preste mucho más atención a esta cuestión por tener una importancia decisiva para la transformación radical de la sociedad y del mundo en su totalidad; en su reconocimiento del rol todavía mayor que la lucha contra la opresión de la mujer —y como nuestro lema dice, desencadenar la furia de la mujer como una fuerza poderosa para la revolución— puede y debe jugar en la próxima, nueva etapa de la revolución comunista; y en llamar a aplicar un enfoque materialista científico a esta cuestión y no un enfoque sociológico o cultural, a la vez que enfatiza la necesidad de aprender del trabajo acerca de esta cuestión de parte de otros y en particular de estudiosas feministas y sintetizarlo desde un punto de vista comunista científico. Todas estas son importantes contribuciones de nuestros camaradas iraníes.

Al llevar a cabo más trabajo sobre esta cuestión crucial, será importante basar este trabajo de manera consecuente en el punto de vista y método científico del materialismo dialéctico e histórico. Es necesario evitar tendencias hacia el materialismo mecánico y específicamente hacia esfuerzos de ubicar la base fundamental de la opresión de la mujer en el hecho o hasta reducirla al hecho de que a lo largo de la historia de la humanidad las mujeres han dado a luz y han tenido que asumir la mayor responsabilidad de criar a los hijos en sus primeros años. Además, es necesario evitar las tendencias ahistóricas que no prestan la necesaria atención a las formas específicas que toma la opresión de la mujer en el contexto de diferentes modos de producción y relaciones de propiedad así como las ideas, las costumbres, etc., que corresponden a un modo particular de producción.

Para trazar de manera más cabal el camino de la emancipación de la mujer como una parte central de la emancipación de la humanidad en general al mismo tiempo que reconocer el rol de la biología de la mujer —específicamente de dar a luz y de criar hijos en sus primeros años, particularmente en condiciones en que sigue siendo necesaria una lactancia prolongada—, es también importante reconocer que no es la biología en sí la que es la fuente fundamental de la opresión de la mujer. Al contrario, se trata del papel que esta biología ha ocupado en las relaciones de producción específicas (y las correspondientes relaciones sociales) — o mejor dicho, cómo esta biología ha estado englobada y subordinada en estas relaciones. Éstas tienen una evolución histórica, y en diferentes sociedades y en diferentes épocas desde el surgimiento de la sociedad de clases, han sido diferentes las formas y los medios específicos en que estas relaciones expresan las divisiones, explotación y opresión de clase, a la vez que tienen en común de una forma u otra, que todas son una encarnación y fuente de relaciones opresivas y explotadoras.

Este análisis y enfoque es crítico a fin de poder desarrollar completamente la concepción, la orientación estratégica y las medidas y acciones correspondientes que podrían conducir de hecho a la emancipación de la mujer y de la humanidad en general en el sentido más fundamental y completo.

A propósito de esto, también es importante no subestimar la importancia de la Declaración de nuestro partido: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad[11]. Recorre toda esta Declaración una contundente denuncia de la opresión de la mujer en sus diversas formas en todas partes del mundo, inclusive en los países capitalistas “avanzados”. También contiene un análisis importante de cómo y por qué el sistema imperialista capitalista no elimina y no puede eliminar la opresión de la mujer, incluyendo la forma en que ésta se manifiesta en los roles tradicionales de los géneros, sino que por el contrario este sistema perpetúa y refuerza tales relaciones opresivas en sus formas “medievales” así como “modernas” en los mismos países capitalistas imperialistas, los que por supuesto incluyen a Estados Unidos, así como en los países del tercer mundo que domina y explota; y explica de manera muy convincente que solamente mediante la revolución y el avance al comunismo en todo el mundo y el rol decisivo de la lucha por la liberación de la mujer en esa revolución será posible eliminar para siempre la opresión de la mujer y todas las formas de relaciones sociales explotadoras y opresivas.

No obstante, esta Declaración es precisamente eso —una declaración, muy crucial, de principios y orientación básica, en el contexto de la situación actual del mundo así como en el marco estratégico de la revolución comunista. De por sí su objetivo no es hacer sino contribuir a inspirar más análisis y síntesis profunda con relación a esta cuestión, lo que es necesario para tener un cimiento aún más poderoso para el avance de la lucha por la liberación de la mujer —de todas las cadenas de la tradición, de todas las horrorosas formas de su opresión no sólo a lo largo de la historia sino en el mundo actual— como una parte crucial de alcanzar la emancipación de la humanidad como un todo.

Y ahora quiero (figurativamente) retomar a Pasos y saltos (Ardea Skybreak, De pasos primitivos y saltos futuros, Un ensayo sobre el surgimiento de los seres humanos, la fuente de la opresión de la mujer y el camino a la emancipación. Bogotá: Editorial Tadrui, 2003). Ésta es una obra importante — que, en mi opinión, en muchísimos casos todavía no se toma en cuenta. La siguiente frase concisa de Pasos y saltos da una perspectiva histórica muy contundente con relación al desarrollo de un entendimiento científico de los orígenes de la opresión a la mujer: “Es aleccionador que los orígenes materiales de la posición social subordinada de la mitad de la especie humana a lo largo de la historia registrada no fueron tratados ni siquiera considerados dignos de una investigación seria sino hasta mediados del siglo 19”. Y Skybreak agrega que Marx y Engels:

despejaron el prejuicio social de su época al insistir en que la posición subordinada de la mujer no tenía nada que ver ni con ninguna deficiencia innata de la naturaleza femenina ni con ningún mandato divino (ni “características naturales”) que santificaran este orden de cosas. Sostuvieron, por el contrario, que la opresión de la mujer ha sido producto y consecuencia de la organización social de los seres humanos, determinada básicamente en cualquier sociedad dada por el nivel específico de desarrollo de las fuerzas productivas y el correspondiente conjunto de relaciones de producción. (Estas citas son adaptadas de la edición en español del libro de Skybreak.)

De ninguna manera se debería subestimar la profunda importancia de este descubrimiento inicial del marxismo y de su vigencia actual. Pero al mismo tiempo, desde un punto de vista histórico, fue un descubrimiento inicial — un cimiento inicial del cual hay que partir y el cual hay que desarrollar cualitativamente. Eso, por supuesto, es algo que se aplica a todos los descubrimientos científicos y tiene aún más importancia cuando estos descubrimientos tratan la cuestión crucial y altamente discutida de las relaciones humanas, el carácter y las posibilidades de la sociedad humana y la lucha que supone todo esto[12].

Pasos y saltos señala y hace muy importantes contribuciones al análisis de sucesos fundamentales relacionados a esta contradicción muy importante: la división inicial y esencialmente inevitable del trabajo entre hombre y mujer en las sociedades tempranas debido a diferencias biológicas relacionadas con la procreación y crianza de los hijos en sus primeros años — recalcando que esta división de trabajo no hubiera constituido una relación opresiva, al menos no en ningún sentido completamente institucionalizado y desarrollado, sino que en otro sentido contenía las semillas de relaciones opresivas, entre hombres y mujeres en particular, las cuales (continuando con la metáfora) se desarrollarían en relaciones opresivas con los cambios de la actividad productiva de varias sociedades humanas, el relativo peso que adquieren diferentes tipos de actividad productiva básica y junto con ello el surgimiento de la acumulación diferencial de excedentes materiales y los cambios correspondientes en las relaciones sociales de propiedad y de otro tipo.

Y Pasos y saltos señala esta conclusión verdaderamente histórico-mundial: “Las necesidades biológicas asociadas con la gestación y crianza de los hijos no son en sí factores que no se pueden cambiar ni necesariamente son permanentes y con el tiempo la organización social humana se desarrollará de modo que los atributos biológicos ya no contribuyan a canalizar ni restringir las actividades de la mitad de la especie humana”.

Además, una de las cosas que sobresale muy poderosamente en Pasos y saltos es la forma en la que examina todos los diferentes intentos —desde la sociobiología a las teorías generales sobre la naturaleza humana y demás— a fin de evadir o en su caso proponer una alternativa a un entendimiento científico del hecho que está delante de nuestras narices: la opresión de la mujer y todas las relaciones opresivas y explotadoras tienen sus raíces en las condiciones materiales concretas que han resultado del desarrollo histórico de la sociedad humana. Hacia el final de Pasos y saltos, se recalca esta gran ironía: en el mismo momento en que está presentándose objetivamente cada vez con más fuerza la necesidad y la posibilidad de abolir y dejar atrás todo esto, se dan intentos cada vez más frecuentes de alejarse de eso y de encontrar cualquier otro tipo de explicación para el estado de las relaciones sociales humanas y los horrores muy reales que eso supone — unas explicaciones que, aparte de su intención, sólo pueden conducir a la perpetuación de todo esto.

Al actuar sobre esta base objetiva, hablando de nuestra comprensión consciente y nuestra capacidad de tomar la iniciativa de manera consciente, tenemos mucho con que edificar, pero también tenemos muchos retos que asumir al avanzar y alcanzar nuevos avances. Es necesario tener mayor debate y estudio sobre la base de una aplicación consecuente del punto de vista y método científico y específicamente el punto de vista y método científico del materialismo dialéctico e histórico tal como se ha desarrollado hasta ahora y además hacerlo de tal forma que contribuya a su desarrollo mayor e incluso cualitativo.

Además, es importante comprender que tampoco se trata de un desarrollo lineal. Esto es algo que se debería aprender de la experiencia histórica que yo he repasado aquí, al resaltar la necesidad de hacer más síntesis, incluyendo la oportunidad perdida de hacerla desde hace décadas atrás, como se capta en el relato del encuentro del Movimiento Juvenil Revolucionario y las palabras muy sentidas ahí —de que si usted es hombre y si usted realmente desea ser radical, tiene que aprender lo que se siente ser mujer— y el comentario general acerca de todo lo que el movimiento de la mujer estaba desafiando y con lo que estaba bregando, particularmente en sus corrientes más radicales que aparecieron durante los 60 y entrando los 70, que trató cuestiones cruciales las cuales se debían haber acogido, debatido profundamente y asimilado y sintetizado correctamente en toda su extensión, mediante una aplicación consecuente del punto de vista y método comunista, pero que en ese entonces no se hizo. Eso es lo que tenemos que hacer ahora. Y al hacerlo, tenemos que aprender de nuestros errores: no podemos volver y corregir ese error de hace 40 años pero podemos y debemos aprender de él.

En 1970 Susan Brownmiller escribió: “Nosotros no queremos ser opresor ni oprimido. La revolución de la mujer es la última revolución de todas” (Susan Brownmiller, “Sisterhood Is Powerful: A Member of the Women’s Liberation Movement Explains What It’s All About”,New York Times Magazine, 15 de marzo de1970, citado en Ariel Levy, Female Chauvinist Pigs, Women and the Rise of Raunch Culture [Free Press, 2005], que es una crítica a las mujeres que promueven la degradación de la mujer mediante la pornografía y otros aspectos de “cultura sexualmente explícita y degradante” [raunch]). Ahora, cuando se lee a Brownmiller en In Our Time: Memoir of a Revolution (Dell Publishing, 1999), queda claro que su política ha ido en la dirección de la reforma más que de la revolución. Aun en los tiempos en que ella participó en un auge de luchas más radicales y dijo las mencionadas palabras, parece claro que hubieron limitaciones significativas en cómo Brownmiller concibió “la revolución” y que fue influenciada por tendencias contradictorias, incluyendo las corrientes revolucionarias así como también revisionistas. Pero aparte de los pormenores del caso, eso no niega las importantes contribuciones que ella y otras personas como ella hicieron, particularmente a fines de los años 60 e inicios de los 70, ni nos exime de la responsabilidad de entender y sintetizar correctamente algo muy importante al que alude la oración “La revolución de la mujer es la última revolución de todas”.

Es importante recalcar una vez más dos cosas en relación con esto. Primero, que la emancipación de la mujer sólo puede conseguirse como parte de una revolución profunda y real —la revolución comunista— la revolución más radical de la historia de la humanidad, cuyo objetivo es la emancipación de toda la humanidad, el salto histórico más allá de todas las formas de opresión y explotación, mediante la transformación de todas las condiciones materiales e ideológicas que engendran y refuerzan la explotación y la opresión. Y al mismo tiempo, un componente fundamental y decisivo de esta revolución, sin el cual esta revolución nunca alcanzará sus metas, es la lucha por la liberación total de la mujer.

Esto nos lleva de vuelta al punto muy importante de “El fin de una etapa — El comienzo de una nueva etapa” acerca de las contradicciones aún no resueltas bajo el socialismo. Lo que se dice ahí es otra forma de expresar el entendimiento de que la lucha por la emancipación total de la mujer será una parte crucial de “la última revolución”. En otras palabras, esto será un componente crucial que impulsa y propulsa no sólo la lucha revolucionaria para derrocar el dominio del imperialismo-capitalismo sino para continuar la revolución en la nueva sociedad socialista en sí con la finalidad de avanzar en el camino hacia el objetivo final del comunismo. Lo importante es que, entre las contradicciones aún no resueltas que quedan en la sociedad socialista las que pueden ser una fuerza que impulsa y propulsa esa revolución, uno de los aspectos y expresiones más decisivos de eso serán las formas en las cuales y por medio de las cuales será necesario seguir luchando por la emancipación de la mujer.

Debería quedar claro que lo que supondrá este proceso general no se trata de un desarrollo lineal —no es una simple continuación rectilínea de la teoría del movimiento comunista y la experiencia de las sociedades socialistas— sino que por necesidad será un proceso más rico y más complejo que toma y aprende de una variedad mucho más extensa de experiencias, análisis y teoría, realizados desde diferentes puntos de vista, en representación de puntos de vista de clase en esencia diferentes — todo lo que se tiene que abarcar y abrazar y al mismo tiempo sintetizar, aplicando el punto de vista y método comunista.

A manera de conclusión de esta cuestión crucial, todo lo que se ha señalado aquí recalca la necesidad para tener mayores rupturas y saltos —en la teoría y en la práctica guiada por la teoría— en lo relativo a la liberación de la mujer, como una parte decisiva de la revolución comunista y la realización de “las 4 todas” en el sentido más completo. Esto recalca la necesidad de que el método y enfoque de la Nueva Síntesis se aplique más completa y sistemáticamente a esta cuestión y que sobre esta base se lleven a cabo los avances cruciales que se requieren con urgencia.

* * * * *

Para concluir esta charla, el enunciado lanzado por nuestro partido, “La revolución que necesitamos… La dirección que tenemos”, de una forma muy concentrada presenta poderosamente la situación y los retos que tenemos y las apuestas realmente históricas que están en juego. Existe la posibilidad de un revés serio y hasta quizás devastador en los planos históricos e internacional para nuestro movimiento en general, pero también existe la posibilidad concreta de realizar avances decisivos. Para nuestro partido, esto está encarnado y concentrado en gran parte hoy en la campaña en la cual este enunciado es la punta de lanza y en los tres objetivos de esta campaña: dar a conocer la revolución en toda la sociedad; hacer que el líder de nuestro partido, Bob Avakian, llegue a ser conocido en toda la sociedad; y aglutinar un núcleo de fuerzas nuevas alrededor del partido y que algunas ingresen al mismo, que están firmemente convencidas de esta línea, y dedicadas y decididas a batallar por ésta y este objetivo del comunismo y a edificar un movimiento revolucionario hacia ese fin.

Lo que esto pone más clara y agudamente al centro es el gran reto de construir el movimiento para la revolución en general en que crece constantemente un núcleo sólido de emancipadores de la humanidad en el sentido más completo, hacia el momento cuando se desarrolle una situación revolucionaria, una crisis revolucionaria madure y un pueblo revolucionario en sus millones y millones nazca y, como el mismo enunciado señala, será posible jugárselo todo para tomar el poder y hacerlo sobre la base de un firme entendimiento científico de qué son la naturaleza y las metas de esta revolución y del poder revolucionario y la visión más amplia del objetivo final: emancipar a toda la humanidad de los miles de años de cadenas de la tradición, abolir todas las relaciones de opresión y explotación y desbrozar completamente el suelo que da lugar a esas relaciones en todo el mundo — o sea, comenzar una etapa radicalmente nueva en la historia de la humanidad. ❑

Notas:
  1.  The Red Papers 3, Women Fight for Liberation, fue publicado en 1970 por la Unión Revolucionaria de la región de la Bahía de San Francisco, y hoy está agotado.

  2. Aquí la Declaración cita una afirmación que salió primero en la charla de Bob Avakian, “Por qué estamos en esta situación… y qué hacer al respecto: Un sistema totalmente podrido y la necesidad de la revolución”. El audio de esta charla está en línea en inglés en bobavakian.net.

  3. El aumento dramático del empleo de mujeres en Estados Unidos durante las últimas décadas se relaciona en buena medida a las mujeres de las ocupaciones profesionales y de las familias de “clase media”, en el sentido amplio, pero también se ha dado un marcado aumento de mujeres pobres y de clase trabajadora que ahora trabajan fuera de la casa — y todo eso viene acompañado de una entrada importante de mujeres inmigrantes en trabajos mal pagados, y también mujeres atrapadas en negocios ilícitos, como la prostitución. El libro Global Woman: Nannies, Maids, and Sex Workers in the New Economy [La mujer global: Niñeras, criadas y sexoservidoras en la nueva economía], compilado con un prefacio de Barbara Ehrenreich y Arlie Russell Hochschild (Holt Paperbacks, 2002), examina el fenómeno de la feminización del trabajo inmigrante, “legal” e “ilegal”, en el mundo durante las últimas décadas —sobre todo en cuanto al patrón típico de migración de los países pobres a los ricos— y arroja luz sobre aspectos importantes de cómo ésta sirve para perpetuar el sistema imperialista y el “estilo de vida” de los que tienen posiciones más privilegiadas en las ciudadelas imperialistas, como Estados Unidos, un parasitismo que en gran medida precisa las privaciones y muchas veces la brutal explotación —incluso la esclavitud abierta, en particular cuando se trata de muchas mujeres atrapadas en la “industria del sexo”— que millones y millones de estas trabajadoras inmigrantes sufren.

  4. Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad, Revolución #158, 8 de marzo de 2009.

  5. Michelle Goldberg, The Means of Reproduction: Sex, Power, and the Future of the World (Penguin Press, 2009) y Nicholas Kristof y Sheryl WuDunn, Half the Sky: Turning Oppression into Opportunity for Women Worldwide (Alfred A. Knopf, 2009).

  6.  “Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad”, Revolución #158, 8 de marzo de 2009.

  7.  Es importante recalcar que este punto de vista de la contribución de la mujer a la patria mediante la procreación no fue exclusivo de Stalin y la dirigencia soviética en los años de Stalin. Por ejemplo, veamos la siguiente declaración del socialista alemán August Bebel de principios del siglo 20: “Una mujer que da a luz brinda al menos el mismo servicio a la república que el hombre que defiende a su patria y hogar con la vida contra un enemigo que pretende la conquista” (De: La mujer bajo el socialismo, nuestra traducción). Es importante recalcar que Bebel hizo esta declaración en el contexto de subrayar los peligros que la mujer vive en el parto, como parte de una polémica a favor de la igualdad para la mujer y en oposición a los esfuerzos de limitar su rol en la vida pública y en sus contribuciones a la sociedad en general. Y esta declaración no figura en la misma categoría que la siguiente, que hizo en el mismo período el agresivo paladín del imperialismo estadounidense, Theodore Roosevelt: “Pero… la mujer que por cobardía, egoísmo o ideales falsos y banales rehuye a su deber como esposa y madre, es digna de nuestro desprecio al igual que en el caso del hombre que, por el motivo que sea, teme cumplir con su deber en el campo de batalla cuando el país así se lo pida” (citado en Barbara Ehrenreich and Deirdre English, For Her Own Good: Two Centuries of the Experts’ Advice to Women [Anchor Books, 2005], p. 209, nuestra traducción). No obstante, Bebel, como Stalin y otros importantes dirigentes comunistas y socialistas que defendieron y lideraron la lucha por la igualdad de la mujer, no estuvo ajeno a la influencia de las ideas paternalistas e incluso patriarcales acerca de la mujer.

  8.  Nota del autor: En esta conexión, como parte de la investigación sobre este tema, encontré una referencia a un libro que aún no leo —y por tanto no puedo valorar el libro en su totalidad— pero el pasaje referido sí parece que recalca un punto importante. Este libro se titula Creating Rosie the Riveter: Class, Gender, and Propaganda During World War II, de Maureen Honey (University of Massachusetts Press, 1984). Al parecer, compara la experiencia en Estados Unidos (tal como se manifestó en la referencia a Rosie the Riveter) y en la Unión Soviética en el contexto de la Segunda Guerra Mundial e identifica algunas similitudes importantes, aparentes, entre las dos experiencias: la situación (aunque se estima que en la Unión Soviética casi un millón de mujeres sí participaron en la guerra de guerrillas y otras formas de actividad militar en la lucha contra los nazis, lo que es distinto a lo que ocurrió en Estados Unidos) de tener una gran cantidad de hombres en las fuerzas armadas, en que cada vez más las mujeres en la Unión Soviética —y de una manera nueva en ciertos sentidos en Estados Unidos— desempeñaban roles en la economía que según las tradiciones, los hombres habían desempeñado y de los cuales las mujeres en general habían sido excluidas. Pero —incluso en la Unión Soviética y no solamente en Estados Unidos— se dio el fenómeno de presentar este rol de las mujeres en la producción, al lado de su papel como madres, no sólo (y en Estados Unidos en particular, no tanto) como una cuestión de los derechos y la igualdad sino también como un asunto de deberes y específicamente el deber patriótico para con el país. Eso es algo que cabe explorar más.

  9.  Antes en esta charla, Avakian describe las “4 todas”: “Esta es la meta para la cual se debería atraer a las personas: el avance al comunismo, la realización de lo que llamamos las ‘4 todas’, tal como se popularizaron en la China en la época de Mao: la abolición de todas las diferencias de clase, la abolición de todas las relaciones de producción (es decir, económicas) en que éstas descansan, la abolición de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, y la revolucionarización de todas las ideas que corresponden a dichas relaciones sociales”.

  10.  Una discusión de la posición sobre la homosexualidad del Partido Comunista Revolucionario y del desarrollo de esa posición, con un cambio importante y cualitativo de sus puntos de vista sobre esta cuestión, se halla en el documento en inglés “On the Position on Homosexuality in the New Draft Programme”, RCP Publications (hay pasajes en español de “Acerca de la posición sobre la homosexualidad en el Borrador del Nuevo Programa” en http://revcom.us/margorp/h-excerpts_s.htm). Vea también Bob Avakian y Bill Martin, Marxism and the Call of the Future: Conversations on Ethics, History, and Politics (Open Court, 2005), en especial el capítulo 21, “Sexuality and Homosexuality” (en inglés).

  11.  “Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad”, Revolución #158, 8 de marzo de 2009.

  12. Cabe señalar las palabras de Engels citadas en Pasos y saltos concernientes a, según Engels: “Una de las ideas más absurdas que nos ha transmitido la filosofía del siglo 18… que en el origen de la sociedad la mujer fue la esclava del hombre” (Engels, Sobre el origen de la familia, la propiedad privada y el estado, en Marx y Engels, Obras escogidas en tres tomos [Moscú: Editorial Progreso, 1974], tomo 3, p. 239).

    Esto es una observación muy penetrante de Engels y subraya una vez más la orientación básica que nosotros hemos realzado: la Ilustración, sí y no. Claramente hay que sostener y defender algunas cosas de la Ilustración y esto tiene una importancia especial hoy cuando la Ilustración y específicamente sus aspectos más positivos están bajo ataque de parte de los fascistas cristianos fundamentalistas neandertales, quienes representan una importante fuerza en Estados Unidos y de hecho son igual de oscurantistas que los fundamentalistas islámicos más retrógrados.

    Pero al mismo tiempo es necesario reconfigurar lo que es correcto y lo que es valioso de la Ilustración y hacer una ruptura radical con lo que la Ilustración trae de negativo, como parte de hacer una ruptura radical con todas las ideas tradicionales así como todas las relaciones tradicionales de propiedad. (En esta conexión vea Bob Avakian, “El marxismo y la Ilustración”, Obrero Revolucionario [ahora Revolución], #1129, 2 de diciembre de 2001, en línea en revcom.us).