Algunos puntos para comprender la situación de Venezuela

@ComRevCo | agosto de 2024

Venezuela vive una nueva crisis tras las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio. Las elecciones, convocadas tras la presión de Estados Unidos (en los acuerdos de Doha y Barbados) a cambio de la flexibilización de las devastadoras sanciones que había impuesto hace casi una década, tuvo como principales candidatos al actual presidente Nicolás Maduro y al pro estadounidense Edmundo González.

De forma similar a la “autoproclamación” de Juan Guaidó como “presidente interino” en 2019, este proceso electoral fue visto como una oportunidad para la oposición de derecha y para Estados Unidos de poner fin al régimen de Maduro por la vía electoral luego de sus fracasos en los varios golpes de Estado que han fraguado. En esta ocasión la derecha está más cohesionada alrededor de María Corina Machado, y ante su inhabilitación como candidata, optaron por impulsar a González como proxy o “calanchín”.

Varias horas después del cierre de las urnas, el Consejo Nacional Electoral (CNE), sin hacer disponibles las actas electorales, proclamó la victoria de Maduro. Igualmente, los seguidores de Machado han alegado que su candidato fue el ganador, diciendo tener copia de la gran mayoría de las actas que lo confirmaría. Hasta el momento de este escrito el CNE no había publicado tales actas, alegando haber sido “hackeados”.

No es claro quién ganó realmente, lo que alimentó una andanada de protestas que han sido duramente reprimidas en las calles y en allanamientos (con la “Operación Tun Tun”). No es posible prever cómo continuará desarrollándose esta situación en Venezuela y la región (con posibilidades de una nueva oleada de migraciones), pero se hace necesario poner en claro algunos puntos básicos sobre el contexto de la situación actual:

Sobre la situación económica de Venezuela

  • La situación que viven las masas en Venezuela es inaguantable. Se estima que cerca de la mitad de la población está en la pobreza[1], cerca de 6,5 millones de venezolanos padecen hambre[2] y al menos 7,7 millones de personas (la cuarta parte de la población) han salido de Venezuela y se han desplazado principalmente a Colombia, Estados Unidos, Chile, Perú y España.
  • La mayoría de quienes dicen denunciar la precaria situación del pueblo venezolano omite identificar, deliberadamente o por ignorancia, al mayor de sus responsables: el imperialismo estadounidense. Las lamentables condiciones en que vive el pueblo venezolano son en buena parte responsabilidad de la dependencia casi absoluta a la renta petrolera de Venezuela, que el régimen de Chávez y Maduro intensificó en lugar de transformarla, y en gran parte de las sanciones económicas impuestas por los imperialistas estadounidenses.
  • Las sanciones económicas estadounidenses iniciaron en 2017 bajo el gobierno de Trump. Estados Unidos restringió las operaciones, transacciones y negociaciones con el gobierno venezolano, y en 2019 intensificó estas sanciones con el fin de obstaculizar la comercialización del petróleo venezolano en el mercado internacional.
  • Los imperialistas estadounidenses han usado las sanciones económicas como una cruel arma (un castigo colectivo) para asfixiar a países enteros y las han presentado como si fueran alternativas más gentiles y amables que la guerra abierta. Pero, de hecho, las sanciones que Estados Unidos ha impuesto sobre países como Afganistán, Cuba, Irán y Venezuela han empujado a millones de personas al hambre, la desnutrición y a la muerte por enfermedades curables por la falta de acceso a medicamentos.
  • Que una economía como la venezolana dependa casi por completo de los ingresos del petróleo la hace sumamente vulnerable tanto a las fluctuaciones del precio internacional del crudo, como a las sanciones imperialistas que bloqueen u obstaculicen su comercialización.
  • Desde hace un siglo Venezuela ha basado su economía casi por completo en la producción petrolera y el régimen de Chávez y Maduro no significó el más mínimo cambio al respecto. De hecho, la “revolución bolivariana” de Chávez se basó en un modelo de mayor control estatal sobre la renta petrolera, y a partir de esta, aumentar (al menos en un principio) la inversión en programas sociales, subsidios y asistencia social.
  • Chávez pretendía también “sembrar petróleo”: utilizar la renta petrolera para aceitar la industria, la agricultura y el turismo y construir una economía diversificada. Chávez mismo reconocía que su proyecto se enmarcaba en el sistema capitalista, pero bajo una “economía alternativa al capitalismo deshumanizado”[3].
  • El petróleo y la economía petrolera fluyen en el contexto de las relaciones capitalistas imperialistas y aunque Venezuela ha pretendido usar el petróleo como “un arma geopolítica”, en un mundo dominado por el capitalismo-imperialismo como el actual, las potencias imperialistas (las “occidentales” así como Rusia y China) tienen el sartén por el mango para usarlo como arma, incluso contra un país productor como Venezuela, con las mayores reservas probadas del mundo.
  • A diferencia de lo que denuncia la derecha y declaran los chavistas y sus congéneres de “izquierda”, Venezuela no es y nunca ha sido un estado socialista auténtico. De hecho, en varios países latinoamericanos, unos sectores de las clases dominantes han adoptado la etiqueta de “socialista” para llevar a cabo programas de resistencia a ciertos elementos del imperialismo estadounidense, con el fin de amarrar un mejor trato con el sistema imperialista en conjunto. Combinan esto con programas de bienestar social populares entre las masas y lo describen como el “socialismo” (o “socialismo del siglo XXI”), pero no tiene nada en común con el socialismo revolucionario auténtico que tiene como objetivo zafarse de las relaciones imperialistas como parte de luchar por un mundo socialista LIBRE de tal opresión.
  • En Venezuela, el chavismo ha costeado sus programas de asistencia social con las ganancias de la venta del petróleo del país en el mercado capitalista mundial, mientras han podido. Y con estas ganancias fomentaron también la lealtad de las fuerzas armadas con su régimen. Este arreglo ha mantenido a Venezuela firmemente amarrado en el marco del sistema capitalista global, aunque no bajo el dominio estadounidense directo, y subordinada a su funcionamiento anárquico, su chantaje económico y las guerras de potencias imperialistas.
  • Las relaciones económicas de Venezuela, sus relaciones de producción, no rompen en lo absoluto con las relaciones capitalistas caracterizadas por la producción socializada y la apropiación privada, poniendo al mando las ganancias. Estas relaciones de producción son, en lo fundamental, las que determinan la dinámica y organización de una determinada sociedad. Y el Estado cumple el rol de proteger y expandir esas relaciones y para imponer los intereses del grupo social —la clase dominante— que ocupa la posición dominante en la sociedad, como resultado de su papel en la economía y en particular su posesión y control de los principales medios de producción.
  • Con los regímenes de Chávez y Maduro surgió un sector de la gran burguesía que algunos han denominado “boliburguesía”, que han amasado grandes ganancias gracias a productos y servicios ligados a la actividad estatal, la renta petrolera y las importaciones. Al mismo tiempo, se han mantenido otros sectores “tradicionales” de la gran burguesía, que, aunque algunos han recibido algunos golpes como expropiaciones y controles de precios, no han perdido completamente su posición, y en los últimos años parecen cada vez más dispuestos a ser “pragmáticos” y a “hacerse pasito” con el régimen.
  • Con Chávez hubo una oleada de nacionalización y expropiaciones de sectores de la industria, la agricultura y el comercio. Pero que, en un país como Venezuela, o Cuba, la propiedad de los medios de producción, o al menos la mayor parte de ellos, esté en cabeza del Estado, no cambia su naturaleza capitalista en tanto sus relaciones económicas se basan y se sostienen por los principios capitalistas de poner la “ganancia al mando”, y bajo la lógica de “expandirse o morir”. Y esto es especialmente evidente en la relación de Venezuela con el petróleo, mercancía que ha cumplido un papel especial dentro del sistema global de capitalismo-imperialismo.
  • El proyecto de “revolución bolivariana” de Hugo Chávez en buena parte surgió como respuesta a la oleada neoliberal de finales de la década de 1980 (Reagan, Thatcher, Teng, Pinochet), que trajo consigo pauperización y profundización de la explotación capitalista (que en Venezuela condujo a levantamientos de masas como el “Caracazo” de 1989), y estuvo aparejada con la ofensiva ideológica contrarrevolucionaria luego de la restauración del capitalismo en China y el derrumbe del bloque socialimperialista soviético (alrededor de 1990), que produjo en falso veredicto de que las experiencias del socialismo (que sí las hubo, en Rusia de 1917 a 1956 y en China de 1949 a 1976) fueron una pesadilla.
  • Pero la “revolución bolivariana”, que marcó el inicio de lo que se denominó la “ola rosa” en América Latina, NO tuvo nunca tinte alguno de socialismo. A pesar de las mejoras durante algún tiempo en la situación de sectores del pueblo, ese régimen no es socialista ni representa un modelo para la liberación, representa el modelo de sociedad que defiende los intereses de ciertas fuerzas nacionalistas burguesas que no buscan romper su dependencia al imperialismo, sino fortalecer la posición de una nación como Venezuela en el marco del sistema capitalista-imperialista global.

Sobre las ilusiones en las elecciones

  • Mientras algunos gobiernos manifestaron que era indispensable la publicación de las actas electorales para determinar el ganador de las elecciones, otros como los de Rusia, China, Irán, Cuba y Nicaragua se apresuraron a reconocer a Maduro como vencedor de las elecciones, y a su vez, otros más como Estados Unidos y Argentina declararon a González como ganador.
  • La opacidad del régimen venezolano al negarse a hacer públicas las actas electorales y sus maniobras para mantener a Maduro en el poder tienen mucha similitud con los intentos de fuerzas fascistas reaccionarias como Bolsonaro en Brasil y Trump en Estados Unidos que se negaron a reconocer su derrota electoral e hicieron todo lo que estuvo a su alcance para intentar mantenerse en el poder.
  • La “defensa de la democracia” y de las “elecciones democráticas” es hipócrita, descarada y criminal. No existe país que haya orquestado, apoyado y ejecutado más golpes de estado contra gobernantes elegidos “democráticamente” que Estados Unidos[4]. Basta recordar el golpe de Estado en Honduras en 2009 contra Manuel Zelaya y el reconocimiento casi inmediato del nuevo gobierno golpista por parte de Estados Unidos y otros países como Colombia, Perú y Costa Rica.
  • Al mismo tiempo, cuando eran indiscutibles victorias electorales como la de Chávez en 2000 o en 2006, ¿acaso Estados Unidos se apresuró a defender que, pese a que no le gustara este gobierno, había que respetar la decisión “democrática” de los electores? No. De hecho, Estados Unidos estuvo involucrado en el golpe de Estado contra Chávez en 2002[5] y en numerosos intentos posteriores de expulsar al régimen de Chávez y de Maduro. Estados Unidos no está por “defender la democracia” y “oponerse a la dictadura” sino por aprovechar la oportunidad para imponer un régimen que sea más leal a sus intereses, especialmente en medio del desafío a su hegemonía imperialista por parte de China y Rusia, potencias imperialistas a las que el régimen de Maduro se ha acercado cada vez más en los últimos años, como lo ha hecho también con el reaccionario régimen iraní.
  • El uso del aparato estatal para reprimir con saña a quienes se le opongan, con encarcelamientos masivos y arbitrarios, etc., ha llevado a que algunos califiquen al régimen chavista como un régimen autoritario o como una “dictadura”. Y lo es.
  • “A pesar de las diferencias en las estructuras políticas, instituciones y principios-guía, incluso diferencias enormes y cualitativas, todos los estados cuentan con un definido contenido social y carácter de clase: son un reflejo de las relaciones sociales prevalecientes y en última instancia las relaciones económicas (relaciones de producción) que juegan un papel decisivo y fundamentalmente determinante por lo que se refiere a la manera en que funciona y está organizada una sociedad específica. El Estado sirve para proteger y expandir esas relaciones y para imponer los intereses del grupo social —la clase dominante— que ocupa la posición dominante en la sociedad, como resultado de su papel en la economía y en particular su posesión y control de los principales medios de producción (entre ellos la tierra, las materias primas y otros recursos, la tecnología y las estructuras físicas como fábricas, etcétera)”.
  • “En la sociedad capitalista, es la clase capitalista la que ocupa esa posición dominante: controla las estructuras y procesos gubernamentales —en primer lugar los organismos del Estado como instrumento del dominio y represión de una clase (las fuerzas armadas, la policía, las cortes y prisiones, el poder ejecutivo y las burocracias)— para ejercer su dominio sobre la sociedad y su represión de aquellas fuerzas cuyos intereses están en oposición de manera importante a ese dominio y/u oponen resistencia a dicho dominio. En pocas palabras, todo estado es un instrumento de dictadura —del monopolio del poder político, concentrado como el monopolio de la fuerza armada y la violencia ‘legítimas’— que ejerce una clase u otra de acuerdo con sus propios intereses. Cualquier democracia practicada en esa situación es una democracia según los términos de la clase dominante y el ejercicio de su dictadura y en lo fundamental sirve a los intereses de dicha clase y dictadura.”[6]
  • La derecha colombiana está utilizando la crisis de Venezuela para promover su programa reaccionario y manipula con “el coco” de que “Colombia se va a volver como Venezuela” si se permite que gane nuevamente un “gobierno de izquierda”. “Fico” Gutiérrez, alcalde de Medellín, y Andrés Julián Rendón, gobernador de Antioquia, convocaron a concentraciones para “condenar la dictadura” y expresar el apoyo a Edmundo González y a María Corina Machado. Y es irónico que la derecha, al igual que muchos sectores de la “izquierda” no cesan la alharaca contra el apoyo a las justas luchas de los pueblos del mundo, y cuestionan la preocupación por “lo de afuera”, pero exigen preocuparse cuando “lo de afuera” está en consonancia con sus intereses reaccionarios.

Sí, Venezuela requiere una transformación radical, pero no para volver atrás, con las clases dominantes tradicionales reciclando el puntofijismo[7] de adecos y copeianos, de la mano de los imperialistas estadounidenses, que, como señala acertadamente Bob Avakian (Lo BAsico 1:3): lo que llevan al mundo “no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen”.

En Venezuela, como en todo el mundo, un mundo dominado de cabo a rabo por un mismo sistema capitalista-imperialista, se necesita una verdadera revolución y se necesita la teoría más avanzada para guiarla. Los intereses de la inmensísima mayoría corresponden a oponerse con todo a los grandes males del sistema capitalista imperialista y a tomar posición con las grandes masas de la humanidad, como parte de gestar un movimiento para la revolución, a fin de derrocar este sistema y emprender el camino de superar todas las relaciones de explotación y opresión, y todos los antagonismos destructivos entre la gente, en todo el mundo.


[1] Aunque no existen cifras oficiales recientes, la encuesta de condiciones de vida realizada por la Universidad Católica Andrés Bello entre marzo y mayo de 2023 calcula que el 51.9% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza.

[2] Según el informe “Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional de América Latina 2022″ elaborado por varias agencias de Naciones Unidas publicado en enero de 2023.

[3] Harnecker, Marta. Entrevista a Hugo Chávez, 2002.

[4] Para conocer más visite la serie crimen yanqui en revcom.us

[5] https://www.theguardian.com/world/2002/apr/21/usa.venezuela

[6] Preámbulo Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de Texto) escrita por Bob Avakian y adoptada por el Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos.

[7] El “Pacto de Punto Fijo” (oct-1958), fue un acuerdo entre los principales partidos de las clases dominantes venezolanas —Acción Democrática (AD, “adecos”), Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei) y Unión Republicana Democrática (URD)— para turnarse en el poder y “repartirse la marrana” tras el derrocamiento de la dictadura chafarota de Marcos Pérez Jiménez. Cualquier parecido con el “Frente Nacional”, de Colombia es simple coincidencia.