1° de mayo internacionalista revolucionario
El mundo se está volviendo cada vez más aterrador: La emergencia ambiental amenaza todos los ecosistemas del planeta; las guerras por imperio y las guerras proxy (mediante terceros) entre imperialistas han producido muerte, destrucción y desplazamiento masivos, como en Ucrania; la desnutrición y el hambre han condenado a más de mil millones de personas a una muerte gradual; las mujeres, la mitad de la humanidad, han sido reducidas a objetos, traficadas y humilladas. Y aunque el desarrollo de la tecnología y la acumulación de conocimientos por parte de la humanidad han llevado a la sociedad a un punto en el que puede poner fin fácilmente a las privaciones y el hambre de miles de millones de personas y proporcionar una vida material decente y una rica vida cultural a los seres humanos, el sistema capitalista global (el imperialismo), regido por las ganancias a como dé lugar, sofoca y suprime esta capacidad.
No tenemos por qué tolerar un mundo en el que sea “aceptable”, se normalice, la matanza de más de 34.000 palestinos, el sometimiento intencional a la hambruna de otros cientos de miles y el desplazamiento forzado y genocidio de todo un pueblo.
No tenemos por qué aceptar un mundo en el que por cuenta de la degradación y destrucción ambiental causada por el sistema capitalista-imperialista se desplace a millones de personas, se intensifiquen las catástrofes climáticas y se ponga en riesgo la vida en el planeta tal y como la conocemos.
No tenemos por qué tolerar un mundo en el que las potencias imperialistas como Estados Unidos, Rusia, China y otras pertrechadas con armas nucleares, pongan en juego la vida de miles de millones de personas porque la dinámica propia de su sistema los lleva a confrontarse y amenazar a la humanidad con una tercera guerra mundial.
No tenemos por qué vivir en un mundo en el que se normalicen y justifiquen innumerables formas de sometimiento y degradación de las mujeres, ya sea con la explotación sexual de niñas y mujeres impulsada por el “turismo sexual” aceitado por este sistema en países como Colombia, Tailandia o Filipinas, o con el velo obligatorio (una mortaja en realidad) y otras formas opresivas de regímenes fundamentalistas islámicos en países como Irán o Afganistán, o con el acoso, la violación o el feminicidio.
El sufrimiento, la opresión y la destrucción que hoy enfrenta la humanidad son producto del funcionamiento normal del sistema mundial de capitalismo-imperialismo que domina hoy. Este sistema se sustenta en las relaciones económicas explotadoras y en las relaciones sociales y políticas opresivas. Para sostenerse usa armas como las utilizadas contra Gaza y los gazatíes, fuerzas de represión como las que atacan a los manifestantes pro-Palestina en las universidades estadounidenses o en las calles de países como Colombia, Argentina o Alemania, pero también se sostiene a través de la proliferación intencional de formas de pensar e ideas que predican que es imposible acabar este sistema, que existe una inmodificable “naturaleza humana” destructiva y egoísta, que todo proyecto emancipatorio ha sido un fracaso o una pesadilla, o que la única opción es conformarse a lo sumo con reformas dentro de este sistema.
Y solo es posible poner fin a estos horrores y construir una nueva y muchísimo mejor forma de vivir y una nueva y liberadora sociedad con una revolución real. Y no, la revolución no es una “utopía”, pero tampoco es “el destino inexorable de la humanidad”. Sí, existe el potencial de ese futuro verdaderamente emancipador, pero existe también el potencial de un futuro terrible, en que se mantengan y empeoren las aterradoras condiciones para la mayoría de la humanidad del actual orden económico y social.
Es posible hacer una transformación positiva real, especialmente en circunstancias poco comunes en muchos países como las actuales, a través de la transformación del terreno político e ideológico dominante y de organizar las fuerzas para la revolución. Una revolución requiere que millones de personas se organicen y luchen decididamente para derrocar este sistema, requiere de una dirección comunista revolucionaria organizada en el partido de veras comunista y revolucionario, y requiere de un movimiento en toda la sociedad que deslegitime este sistema capitalista y legitime la revolución. Sí, hacer una revolución no es “fácil” ni “espontáneo”, es un camino cuesta arriba, pero realista, sobre una base científica. Lo que no es nada realista es “pretender componer o reformar este sistema para que funcione según los intereses de la gran mayoría de la humanidad”.
En Colombia, pese a las ilusiones de muchos reformistas de la izquierda tradicional (legal o ilegal) con el gobierno “progresista” de Petro, el Estado sigue representando los intereses de las clases capitalista y terrateniente y del imperialismo, es el mismo Estado que hace cuarenta años masacró a los estudiantes en las residencias de la Universidad Nacional, que hace setenta años (en el gobierno del general derechista que inspiró al M-19) masacró a los estudiantes en el centro de Bogotá y que hace poco más de una década asesinó a miles de jóvenes del pueblo para hacerlos pasar por guerrilleros dados de baja en combate. Por más discursos de Petro en los que lance críticas al capitalismo (en su versión neoliberal), mientras no se derroque al Estado capitalista, se mantendrá el dominio de las clases explotadoras opresoras sobre la mayoría del pueblo y su dependencia al sistema imperialista mundial. La función principal de todo gobierno bajo este sistema capitalista: organizar al país y su fuerza de trabajo y recursos al servicio del sistema mundial capitalista-imperialista y asegurar su supervivencia de esta manera.
Gran parte de las fuerzas de izquierda tradicional están petrificadas defendiendo el gobierno actual y su programa de reformas, incluso menos audaces que las de los gobiernos liberales de José Hilario López, López Pumarejo o Lleras Restrepo, que a lo sumo buscaban un país que “mejorara”, intensificara e hiciera más eficiente la explotación zafándose de algunas características de la sociedad (semi)feudal de entonces, pero que hoy son principalmente válvulas de escape para apaciguar el descontento popular, que hace tres años estalló en las calles el 28 de abril, cuyas causas más profundas están en el funcionamiento de este sistema. Pero contrario a los anhelos de “aguas calmas”, son evidentes las intensas contradicciones entre las facciones de “los de arriba” y las serias dificultades de mantener la unidad para gobernar. Y que, como expuso el estallido social del 28A, existen profundos anhelos de cambio entre “los de abajo” que objetivamente no encontrarán una solución conforme a sus intereses bajo un gobierno u otro dentro de este sistema.
El pionero análisis científico de Marx que muestra cómo la misma naturaleza de este sistema sienta la base material de por qué es posible una transformación revolucionaria claramente mantiene su vigencia. Este sistema no puede dejar de basarse de la explotación y opresión de la gran mayoría de la humanidad, no puede dejar la competencia a muerte entre capitalistas por las ganancias, aunque eso implique la destrucción ambiental y el calentamiento global. Y eso genera un estallido tras otro de resistencia, aunque por lo general aún con intereses y metas estrechos. El capitalismo hizo posible el surgimiento de una clase, el proletariado, cuyos intereses de clase exigen barrer todas las formas de opresión y explotación de la sociedad humana, y la emancipación de su clase solo es posible emancipando a toda la humanidad. Pero no deben confundirse sus intereses como clase con los intereses de proletarios individuales o de los sindicatos obreros o reducirse a la clase obrera como un “grupo identitario” cuyos intereses y luchas tienen prioridad sobre otros grupos identitarios simplemente por el hecho de ser obreros.
La lucha por el socialismo (y su transición al comunismo) no puede equipararse a la lucha “sindical” u obrera. Y los obreros no representan automáticamente o más fácilmente, por su simple origen social, los intereses de esta clase histórico-mundial. Para hacerlo, adquiriendo conciencia de clase, junto a muchos otros de diversas capas sociales, deben romper intelectual e ideológicamente con las ideas y la forma de pensar que se producen en el marco del sistema capitalista y lo sustentan (como ponerse de parte de fuerzas reaccionarias fundamentalistas religiosas porque “están enfrentando concretamente” a un enemigo común del pueblo, los sionistas y/o los imperialistas “de Occidente” —como en el caso de Hamás, o la República Islámica de Irán), y convertirse realmente en elementos comunistas revolucionarios, siendo parte de luchar contra el sistema, oponer resistencia a todo tipo de explotación y opresión, a la par que se transforma al pueblo (su forma de pensar, su concepción del mundo), en pos de toda una verdadera revolución.
Hay que luchar por poner fin a la degradación, deshumanización y subyugación patriarcal de las mujeres, y toda la opresión basada en la orientación sexual o de género, incluyendo formas de denigración y desprecio y que están de hecho tan insertas en la cultura dominante odia-mujeres. Hay que luchar por poner fin a la degradación y la destrucción del medio ambiente, es un sistema que no puede dejar de poner la ganancia al mando así eso implique poner en riesgo la existencia de nuestra especie y de las condiciones del planeta tal y como lo conocemos y por eso solo deja como opciones o arreciar la destrucción ambiental de manera abierta, o hacer ajustes insignificantes que le den un tinte “verde” como hablar de dejar de depender de los combustibles fósiles, pero promover propuestas económicas de alto impacto ambiental.
Hay que luchar por poner fin al empobrecimiento, el desempleo y el hambre creciente que estos causan y que han provocado justos estallidos sociales, y a la dolorosa degradación moral e intelectual a la que este sistema condena a muchas personas especialmente los jóvenes del pueblo. Hay que luchar por poner fin a la guerra contra el pueblo, las masacres, el desplazamiento forzado y la criminalización de los jóvenes, incluyendo la sangrienta represión a quienes se han levantado anhelando cambios.
Hay que luchar por poner fin a la discriminación y la opresión de los pueblos indígenas y negros y el racismo y la xenofobia que se utilizan para justificar otros problemas como el desempleo y la pobreza. Hay que luchar por poner fin al sofocamiento y la persecución al disentimiento y el pensamiento crítico y científico, y la promoción de todo tipo de superstición. Hay que luchar por poner fin a las guerras por imperio y de la profundización de la dominación imperialista y la dependencia alimentaria de los países bajo el yugo del imperialismo, como Colombia.
Poner un ALTO a esas ignominias, estructurando estas luchas en un verdadero movimiento para la revolución bajo la dirección del partido de vanguardia, es el tipo de cambio que más urgentemente se necesita, y hay que alcanzar desde ya logros importantes en cada una de estas concentraciones de contradicciones, pero no es alcanzable por completo sin derrocar este sistema, y construir en su lugar un sistema totalmente diferente, que se base en un modo de producción totalmente diferente, en el que la fuerza motriz no sea la compulsión a generar ganancias sino el poner al mando las capacidades humanas y productivas al servicio de los intereses de la humanidad y el planeta.
Es necesario enmarcar las iniciativas en cada una de esas esferas en el contexto del enfoque y los objetivos más amplios encarnados en los objetivos de poner la revolución y el comunismo a la orden del día; hacer que se conozca el nuevo comunismo, cuyo arquitecto ha sido Bob Avakian, y atraer y activar la participación de olas de nuevos iniciadores de la revolución comunista. Estas luchas específicas forman parte de un enfoque o conjunto estratégico general, no son artimañas para alcanzar las metas circunscritas a solo el conjunto de contradicciones particular.
Estas luchas forman parte de un enfoque estratégico por una revolución real, aunque son menos que una revolución, pero también tienen una identidad relativa en sí. Son luchas contra ultrajes concretos y concentraciones de contradicciones sociales clave. “Y lo que dijo Marx se aplica en ambos casos: si no se les opone resistencia, eso denigrará a las masas como unos miserables jodidos, incapaces de ponerse en pie por algo mayor. No se trata sólo de la degradación de las masas oprimidas directamente debido a una opresión específica, sino de arrastrar hacia abajo a las masas en su conjunto. Es necesario convencer a personas de diversas capas sociales para que se opongan a esto. ‘Luchar contra el poder, y transformar al pueblo, para la revolución’ tiene que estar yendo hacia adelante y no que estas cosas arrastren hacia abajo a las personas. Y, sin ninguna exageración, debemos reconocer y exponer a la gente lo que encierran concretamente estas concentraciones de contradicciones sociales”, como acertadamente resume Avakian.
Para derrotar una fuerza enemiga es necesario evaluar científicamente los obstáculos y posibilidades, y sobre esa base trazar con criterio científico el plan para derrocar al régimen. No se puede derrocar el poder del actual Estado sin los millones de personas de este país, la inmensa mayoría de la población, especialmente los obreros y demás trabajadores de la ciudad y el campo, las capas bajas y medias de la sociedad, y gran número de intelectuales conscientes y comprometidos con la meta de esta revolución y decididos a seguir el camino de emancipación de la humanidad. Y no es posible derrocar el poder actual sin la ciencia, la dirección y la estrategia verdaderamente revolucionarias. Se tiene la ciencia de la revolución, el nuevo comunismo desarrollado sobre la síntesis de la teoría y la experiencia (con sus grandes logros y sí, también los errores) de la primera ola de la revolución, hasta la pérdida del socialismo en China en 1976, y la teoría y la experiencia humana más en general. Se tiene el liderato del partido en construcción de los comunistas revolucionarios en Colombia que, a la par de participar activamente en las justas luchas de resistencia, también han venido desarrollando la estrategia basada en la concepción científica del nuevo comunismo.
En un momento como el actual en que se ha resquebrajado el orden mundial que imperó tras la II Guerra Mundial y durante la “guerra fría”, incluidas las instituciones internacionales que jugaron un papel real y formal en mantener ese orden. En un momento producto de los grandes y acelerados cambios de las últimas décadas que han aumentado la polarización en el mundo y en cada país y región, es necesario y urgente luchar contra el sistema, sobre una base científica, hacia un sistema radicalmente diferente. Y se necesita que usted haga parte de esta lucha.
La lucha por un mundo comunista debe ser la prioridad en la vida de todo aquel que se preocupe por el futuro de la humanidad. Pero es necesario transformar las erróneas visiones de la lucha como oposición a la vida, la pasión y la alegría, como simplemente “sacrificio y abnegación”. O como algo que se lleva a la par de “la vida”, entendiendo la lucha como un anexo a una vida cotidiana. Se requiere un enfoque científico y materialista sobre la lucha por un mundo nuevo, donde la lucha no está en oposición a la vida ni es un adorno de ella, la lucha es la vida misma.
¡Ya es hora de organizarnos para una revolución real, y nada menos que eso!
Grupo Comunista Revolucionario, Colombia | comrev.co | @ComRevCo